Revista Nº48 "TEORÍA POLÍTICA E HISTORIA"

 

Resumen

El presente trabajo, marca cierto parámetros históricos de la Argentina, en donde se quiso en determinado contexto histórico, imponer al desarrollismo como modelo de industrialización del país.

Abstract

The present work, marks certain historical parameters of Argentina, where it was wanted in a certain historical context, to impose developmentalism as a model of industrialization of the country.

 

Desarrollismo Siglo XXI. Progreso, consenso, integración e inserción internacional para un nuevo ciclo político que comienza en la Argentina.                                                           

 

                                                      Profesor Lic Esteban Abel Amoretti[1]

 

“Si Dios estuviese conmigo y me guardare en el viaje que lleve, y me diere pan para comer y traje para vestir, y volviese con felicidad a casa de mi padre, Yahvé será mi Dios”[2]

 “el desarrollo no es un modelo económico, sino un imperativo político de nuestros pueblos en esta etapa específica de su evolución histórica” (Rogelio Frigerio).[3]

 

 

                                                                      1.

Pareciera que Desarrollo es la palabra olvidada. Lo determinaron así aquellos que dispusieron que la Argentina se encuentre inexorablemente condenada al atraso y la decadencia. O por aquellos que pretenden imponer que los grandes números macroeconómicos es lo único relevante en lugar de provocar mentados debates políticos.

La palabra Crecimiento ha reemplazado a Desarrollo, como expresaba entre otros intelectuales Julio C. Oyhanarte[4] (Ministro de la Corte Suprema durante el gobierno del Dr. Frondizi). Un término apropiado por algunas corrientes de pensamiento, en lugar de ser una política de todos, una política de Estado. Claro que la acepción que reivindicamos va más allá de la meramente economicista, (esto es, aquel que consigue aumentar su producción o reducir los costos, a través de una técnica racionalizada) sino, aquel desarrollo que, valga la tautología, ayuda a desarrollar a un país abarcando la mayoría de los factores productivos y derramar equitativamente la riqueza producida en todas las capas de su población. De esta forma llegaríamos a un desarrollo inclusivo, que es aquel que pensamos cuando definimos su significado.

Nada es nuevo en materia hermenéutica. Los más acabados compendios de enseñanzas económicas y políticas como son el Antiguo y Nuevo Testamento, ya nos ayudaban a comprender en un rincón del tiempo indefinido, como Jacob ben Abraham, dormido sobre una piedra en el camino de Bersabee a Jarán, soñó que Dios prometía un territorio para su pueblo. Al despertar y comprender que estaba en casa divina, hizo un voto diciendo: “Si Dios estuviese conmigo y me guardare en el viaje que lleve, y me diere pan para comer y traje para vestir, y volviese con felicidad a casa de mi padre, Yahvé será mi Dios”.

Pan para comer y traje para vestir, tal vez sea la premisa que posibilite darnos un modelo para el desarrollo que hoy está ausente, necesitando del compromiso de todos para su diseño e implementación futura.

 

 

                                                                      2.

En el libro Manifiesto Desarrollista (2015), José María Dagnino Pastore, expone que las oportunidades que ofrece el mundo en el siglo XXI son extraordinarias, debido al empuje avasallante que produce el avance significativo del conocimiento, la ciencia y la tecnología, reflejado en la economía real. Este mundo en expansión, le otorga a la Argentina un lugar destacado dentro de esta etapa histórica de la humanidad.

El PBI mundial proyecta alcanzar 367 billones de dólares para el año 2050. En este mundo que crece de manera exponencial, el PBI argentino y su mercado doméstico representa alrededor del 0,5% de la producción global. Esto implica que este marco ideal puede convertirse en suma de oportunidades para nuestro país, siempre que se realicen los análisis y proyecciones adecuados y se tomen las decisiones políticas correctas.

Frente a esta previsión, la primera premisa de Pastore es subrayar la integración nacional de la Argentina, tanto hacia adentro como hacia afuera. No habría más países aislados, solo hay en esta época países en el mundo, afirma el autor. La integración es sinónimo de desarrollo, que es el crecimiento que se produce a través de cambios estructurales, y éste recibe su impulso de su inserción internacional. Esta es la ecuación del desarrollo de nuestros tiempos, dentro de este orden mundial y por necesidad de los actores que lo conforman.

Esta secuencia de integración, desarrollo e inserción internacional, es la que tornaría posible la integración hacia adentro, ante todo para pensar resolver los desafíos de la pobreza y la marginalidad. Para insertarse internacionalmente, la Argentina necesitaría adecuar su estructura productiva, tanto lo que refiere al agro, como a la industria, la minería y la energía, para tornarlas más cercanas a las nuevas exigencias mundiales, donde el eje de la demanda global estaría ubicado en los denominados países emergentes, principalmente en la región de Asia- Pacífico y primordialmente en China.

En relación a esta, consideraría entonces, que la segunda premisa sería ampliar y multiplicar el stock de capitales rápidamente para lograr dicho fin. 

 

                                                                      3.

¿Por qué pensar el desarrollismo hoy? Mark Twain[5] decía que "la historia nunca se repite, pero muchas veces rima". La Argentina está entrando nuevamente al fin de otro ciclo político importante. Este escenario del año 2023 se asemeja mucho al del año 1955.  Jorge Castro, autor del libro El Desarrollismo del Siglo XXI (2015), explica los desafíos del desarrollo económico de la Argentina actual y su lectura del contexto internacional.

Él argumenta que el problema principal de esta época, es aquel que involucra al desarrollo económico de las naciones dentro de las condiciones de la globalización y que allí se afinca este pensamiento aún vigente en nuestra región que sigue preguntándose cómo desarrollarse.

Esencialmente, es el pensamiento y la propuesta de Rogelio Frigerio que rima una vez más. Sentado en el estudio del desarrollo capitalista y de la situación mundial a finales de la década del ’40 y principios de los ’50 del siglo XX, Frigerio advirtió que había un déficit en la tasa de inversión de capital fijo en la Argentina, un déficit de carácter estructural. No había suficiente inversión en el mantenimiento de la tasa de crecimiento sostenido.

¿Ese déficit condenaba a la Argentina al subdesarrollo? Frigerio le daba al concepto de subdesarrollo un contenido exclusivamente económico. No sociológico ni cultural. Él identificaba que la insuficiencia orgánica del capital era el núcleo del retraso en la Argentina. A este fenómeno, que es el origen y la razón de ser del desarrollismo, lo denominaba subdesarrollo. De ahí deducía que la cuestión fundamental para establecer un desarrollo sistemático, sustentable, de largo plazo en la Argentina, consistía en aumentar la tasa de inversión. Y la cuestión era definir cuál debía ser la fuente de la inversión que se requería. Y de ahí, el papel crucial de la inversión extranjera. En ese momento, finales de la década del ‘40, había una única fuente de capitales en el mundo: Estados Unidos.

La tasa de crecimiento de la economía norteamericana durante la Segunda Guerra Mundial fue del 8% anual, similar al promedio de China en la actualidad (considerando las altas y bajas en contexto de pandemia y pospandemia por COVID-19). La industria manufacturera norteamericana crecía 12% por año, ya que Europa estaba agonizando y el Japón ocupado y destruido por los bombardeos aliados. Por lo tanto, la cuestión crucial para el desarrollo económico de la Argentina era considerar la Inversión Extranjera Directa estadounidense.

 

                                                                      4.

Hoy no hay que pensar solamente a partir de Frigerio, hay que pensar a partir del presente. Estamos en una fase del desarrollo capitalista donde el eje fundamental es la globalización del sistema. Ha habido un traslado del eje del proceso de acumulación de los países capitalistas avanzados a los países capitalistas emergentes. La principal fuente de capitales del mundo no son más exclusivamente los países avanzados occidentales, sino fundamentalmente China. Este es el presente. En el mundo de este siglo, donde la globalización del sistema capitalista es el eje central de los acontecimientos, la fuente de capitales es la que proviene del sistema mundial.

Este es un orden cada vez más integrado. El núcleo del proceso de globalización del sistema capitalista en la segunda década del siglo XXI es el sistema integrado transnacional de producción. Constituido por 100.000 empresas transnacionales y sus 700.000 asociadas en el mundo entero. 

Por ello, el principal problema de la Argentina actual es la atracción en gran escala de la inversión extranjera para la multiplicación del crecimiento, ante todo agroalimentario, más la plena explotación de Vaca Muerta como fuente de atracción de inversiones, el cuidado y explotación de los recursos del Atlántico Sur, la Patagonia y su proyección Antártida.

El sistema capitalista sigue siendo el más inteligente. Las inversiones van a los sectores que crecen. La Argentina es uno de los tres grandes productores y exportadores de agro- alimentos del mundo. La industria aceitera del país es una de las primeras a escala global. El nivel de productividad del agro es equiparable al medio-oeste norteamericano, o superior. Todos elementos significativos que atraen inversiones.

Sobre todo, para comprender que los países actúan sobre la base de sus fortalezas, no de sus debilidades, y esto lo hacen para atraer el capital. Esta es la clave de la economía capitalista. Esto es lo que advertía Frigerio. El núcleo estratégico de la acumulación capitalista es la inversión y la inversión va a los sectores más competitivos. Sobre esa base se podría transformar el conjunto de la estructura productiva de un país. Habría que comenzar a pensar que otras industrias pueden potenciarse para diversificar la producción, aunque no sean tan competitivas como el agro, la industria minera o petrolera.

Por eso, la Argentina debería pensar en atraer inversiones a gran escala para enfrentar el problema crítico de su economía, convergiendo con lo más avanzado del capitalismo mundial, en términos de incremento de la productividad e ingreso real per cápita. Y, en ese sentido, la clave es lo que sucede con la industria manufacturera.

Lo único que interesa dentro de este marco global de producción es marcar tendencia. Y la primera de las tendencias que hay que marcar es que más del 30% de las exportaciones argentinas ya son productos manufacturados. Hay un sector de la industria argentina, incluyendo las transnacionales radicadas en el país, que exporta cada vez más. Este es el sector de los agro-alimentos y sus derivados.

Por lo tanto, en las condiciones de esta globalización imperante, los países tienden a integrarse en las cadenas globales de producción, para vender sus productos a escala global, explotando sus capacidades y fortalezas. Argentina es elegida para producir alimentos y a gran escala.

                                                                     

                                                                       5.

La evolución del capitalismo, no es más que visualizar el avance sostenido de un denominador común: la visión sobre la fuerza arrolladora de un sistema económico condenado a una permanente fuga hacia adelante. Siglos después, la fuga continúa, ofreciendo nuevas oportunidades a la humanidad. Rescata Jorge Castro en El Desarrollismo del Siglo XXI un párrafo de Trotsky: “La ley fundamental de la historia es ésta: la victoria pertenece en última instancia al sistema que asegure a la sociedad humana el nivel económico más avanzado”. Y nadie podría señalar a Trotsky de apologista del capitalismo.

Luego del encuadre teórico, Castro se sumerge en nuestra historia del siglo XX. Juan Perón, Rogelio Frigerio, Silvio Frondizi, Federico Pinedo y un nuevo denominador común: el rol de la inversión extranjera en el desarrollo nacional. Perón comprende esto recién en 1954, cuando abre la explotación del petróleo al capital global, y Frigerio lo va a concretar pocos años después. Ese el desarrollismo del siglo XX.

El del siglo XXI consiste en “atraer la inversión extranjera directa de las compañías globales, que son la manifestación institucional de las cadenas transnacionales de producción”, dice Castro. “Esto implica que los países en desarrollo que no logren integrarse en estas cadenas, al no atraer o expulsar a la inversión directa de las empresas globales, se marginan por su propia voluntad del nuevo cuadro mundial; y por esa vía, se tornan crecientemente irrelevantes, lo que significa que atentan contra el interés nacional.”

En este proceso, la Argentina encontró su lugar. Y respondió con la fuerza de una realidad que siempre se subleva ante los errores o la falta de visión estratégica. La agroindustria realizó (y sigue realizando) una profunda revolución tecnológica y organizacional. Hubo un impulso fundamental de la mano de la inversión externa, levantando en 20 años un complejo que une a productores locales con las grandes empresas globales de biotecnología, de maquinaria, de insumos y el poderoso entramado comercial de los alimentos.

 

                                                                      6.

La idea de Desarrollo, o más precisamente el ideario desarrollista, es para muchos una fantasía no concretada. Si bien últimamente se escucha bastante hablar de desarrollismo, su discurso no ha calado hondo en la sociedad argentina. No se terminó de asimilar su verdadera propuesta,  tal vez por desconocimiento, o porque ha faltado madurez histórica para darle una oportunidad de poder ser implementado.

Este desarrollismo incomprendido, que utiliza una suerte de dialéctica hegeliana que lo catapulta al hoy, pasa por la experiencia del gobierno de Frondizi para pararse en la encrucijada del presente, intentando sortear nuevamente los mismos dilemas que no se pudieron –o quisieron- resolver en el pasado.

Este presente que evidencia otro tiempo de grieta - de la cual no sabemos cómo salir-, pide delinear alternativas que motiven diseñar políticas públicas a largo plazo.  A partir de la revisión histórica, podríamos (re)pensar las categorías más importantes que hacen a la teoría desarrollista, para definitivamente ser aplicadas por nuestros gobernantes.

Recordemos que el desarrollismo surge en plena grieta entre peronismo y antiperonismo, en el marco de una economía subdesarrollada. Esta situación sigue vigente y agravada por la pobreza estructural. La fórmula política que entonces el desarrollismo da como respuesta a esa falsa antinomia que impide resolver los problemas económicos se la denominaba Frente Nacional. (Ibarra, 2022). Hoy podríamos nombrarlo también coalición de centro o coalición para el desarrollo, pero la esencia es la misma.

En su obra Las Condiciones para la Victoria, Rogelio Frigerio define al Frente Nacional como “la expresión concreta de la alianza de clases y sectores que a marchas forzadas emprenden la consolidación de la nación”.  Y aclara que “en esta conjunción tienen cabida los partidos políticos, sin perder ni su autonomía funcional ni su individualidad; con absoluto resguardo de sus tendencias y programas, la conservación de sus dirigentes y la total independencia de su actuación: de hecho, es una incoherencia denominarse desarrollista y no creer ni promover la conformación del mismo”[6].

Ese centro frentista con músculo político necesario para generar las reformas estructurales, se podría definir a partir de dos características constituyentes propias de los sectores capaces de formarlo: un peronismo que entienda la cuestión productiva y una oposición republicana que, además de entender bien la relevancia de la macro y microeconomía para el desarrollo, tenga empatía social y comprenda que hay un peronismo, el productivo, que debe ser aliado en el ejercicio del gobierno.

Partiendo de la premisa de que los consensos se hacen con los que piensan diferente, en una sociedad muy polarizada, la dificultad de acordar un programa es algo concreto a resolver. La falta de entendimientos tiene como consecuencia una política pendular que genera capas de normas e instituciones que conforman un estorbo que impide la acumulación de capital, que es el eje de cualquier programa a acordar.

La vinculación entre subdesarrollo y grieta política es directa. Frigerio lo explicitaba al decir que el subdesarrollo es un “ámbito inseparable de la violencia política y social, ya que la estrechez de la base económica transfiere su inelasticidad a los conflictos entre los grupos sociales”.

La única manera de eliminar esa famosa grieta que todos utilizamos a la hora de hablar de las elecciones es elaborar un proyecto común, al punto que también se enfatice que primero tiene que estar el proyecto nacional y con base a ese proyecto construir una plataforma amplia de sustentación política.

                                                                    

                                                                       7.

El mayor déficit político de Argentina es la falta de acuerdos amplios para el desarrollo. Es así desde hace décadas. Construir consensos es una propuesta recurrente de los partidos, pero a la hora de gobernar terminan encerrados sobre sí mismos. La situación se agrava cuando la oposición de turno muestra falta de convicción en la convivencia democrática y republicana y se embarca en un ataque sistemático contra el gobierno. Es un error que cometen las fuerzas más convocantes, desde el peronismo y el radicalismo hasta los nuevos partidos. Pero no fue siempre así. Un ejemplo claro que sobresale en la historia es la presidencia de Arturo Frondizi.

Hace más de 62 años, Arturo Frondizi y Rogelio Frigerio entendieron que la única salida era la unidad nacional. Era más difícil entonces que ahora: la Revolución Libertadora había derrocado a Juan Domingo Perón menos de tres años antes y la dictadura gobernaba el país. Frondizi supo dejar de lado lo que había sufrido en carne propia del autoritarismo del gobierno de Perón y llegó a un pacto con el líder justicialista. Esto costó la división de la Unión Cívica Radical (UCR), que Frondizi presidía.

Frigerio defendió la necesidad de acordar con Perón a pesar de que Frondizi podía ganar las elecciones sin ese apoyo. El objetivo era ampliar el volumen político del nuevo gobierno. El pacto incluía puntos específicos que debían cumplirse y que estaban alineados con el programa de Frondizi de paz social, legalidad para todos y desarrollo económico. Frondizi cumplió con lo acordado: dictó una amnistía política amplia; impulsó la Ley de Asociaciones Profesionales, que devolvió el control de la CGT a los representantes legítimos; derogó el decreto 4.161 que prohibía invocar los nombres de Juan Domingo Perón, Eva Perón y el Partido Justicialista; y levantó la proscripción electoral.

Cuando Frondizi asumió, la economía estaba en picada. La producción agropecuaria había caído con fuerza en los años del peronismo. El país había registrado siete años de déficits comerciales importantes entre 1949 y 1958. La industrialización por sustitución de importaciones había tocado un límite por la creciente necesidad de importar repuestos y equipos. De todos modos, en cumplimiento de una promesa de campaña, Frondizi concedió un aumento del 60% de los salarios básicos de convenio, congelados desde 1956. Lo financió con gran laxitud fiscal: el déficit de ese año alcanzó el 9% del PBI y fue cubierto con emisión monetaria. Pese a los controles cambiaros, la brecha entre el tipo de cambio oficial y el paralelo bordeó el 180%. Para diciembre de 1958, la inflación había consumido todo el aumento salarial y el año cerró con una caída del PBI de 6,5%.

El 29 de diciembre de 1958, Frondizi anunció el Plan de desarrollo y estabilización. Fue “el ajuste económico más ortodoxo de la historia argentina”, según el historiador Roberto Cortés Conde. La cotización del dólar libre comenzó en 1959 en 65 pesos y a mediados de año ya estaba en 100 pesos; más de 50% de devaluación en seis meses. Fue entonces cuando asumió Álvaro Alsogaray como ministro de Economía, con respaldo militar, y convocó a “pasar el invierno”. Por primera vez en la historia argentina la inflación fue de tres dígitos: 117,3%. Pero el plan dio resultados muy rápido. En los dos años siguientes la economía creció un 8% anual y la brecha cambiaria desapareció. El diario británico Financial Times declaró al peso argentino “moneda del año” en 1960.

Aunque fue exitoso en el ordenamiento macroeconómico, el gobierno de Frondizi es recordado por otro pilar de su política: el programa de desarrollo. Cuando lanzó el Plan de desarrollo y estabilización en diciembre de 1958, ya estaban en marcha las principales políticas desarrollistas. La Batalla del Petróleo logró en 30 meses el autoabastecimiento energético. La producción petrolera se triplicó y pasó de 5,6 millones a 16 millones de toneladas anuales. Consiguió en dos años y medio lo que YPF había perseguido en vano durante medio siglo. Frondizi dio impulso a las industrias siderúrgica, automotriz, petroquímica y de maquinarias. Entre los logros del gobierno desarrollista también se destacan el incremento de la radicación de capitales extranjeros y la creación de Yacimientos Carboníferos Fiscales, además de la ley de enseñanza libre, la sanción del estatuto docente y la derogación de la Ley de Residencia.

                  

                                                                       8.

El programa de transformación de Frondizi fue posible gracias al músculo político inicial que aportó el pacto con Perón. Este respaldo permitió imprimirle el ritmo necesario para que los cambios se concretaran. El ritmo era parte del programa y fue tan decisivo que el desarrollo no se paralizó a pesar del ajuste económico.

El programa de desarrollo estuvo acompañado de una política amplia que replanteó la inserción de Argentina en el mundo. En el plano internacional, la agenda estuvo centrada en la búsqueda de acuerdos políticos y económicos. Frondizi fue el primer mandatario argentino que viajó a India, Japón y Tailandia. Junto a su par brasileño, Janio Quadros, impulsó un mercado común en el continente. La Cumbre de Uruguayana es el primer antecedente del Mercosur, que fue creado 32 años después. Frondizi se reunió con grandes estadistas mundiales, como los presidentes estadounidenses Dwight Eisenhower y John F. Kennedy, el francés De Gaulle y el alemán Konrad Adenauer.

El historiador Félix Luna definió al gobierno de Frondizi como “el intento más inteligente y coherente para revertir la realidad argentina con un sentido creativo y de futuro. Probablemente muchas de sus propuestas fueron prematuras y no fue entendido en su concepción”. Frondizi fue un adelantado de su tiempo, explica Luna. Fue el último estadista de Argentina, pero tuvo que esperar décadas para ser reivindicado, incluso por sus detractores y los golpistas que lo derrocaron.

El malgastado intento de Frondizi sigue explicando la actual decadencia de Argentina. El país estaba sumido en 1958 en una profunda división política. Frondizi tuvo una visión clara y una propuesta audaz para cambiar la historia. Su intento fue frustrado por las fuerzas reaccionarias y el país se hundió en las décadas siguientes en el enfrentamiento y una crisis cada vez más honda.

Argentina necesita una reflexión profunda y democrática para comprender las causas de la crisis y la naturaleza del conflicto político. De esta reflexión deberá surgir un nuevo contrato social que tome como fundamento una política de Estado para el desarrollo sustentable.

 

                                                                     9.

En conclusión, y retomando el análisis que nos brindó nuestra hipótesis, la Argentina necesita adecuar su matriz productiva a los tiempos que corren. Cuando los anglosajones hablan de industria no se refieren solo a las chimeneas, sino a todo tipo de proceso productivo, vinculado al agro, a los servicios o a la industria tradicional. Y, por supuesto, todas ellas con enormes aportes de la tecnología. Nosotros también debemos modernizar nuestros conceptos en este sentido. Argentina tiene que impulsar todos los sectores, pero también tiene que entender que no puede ser competitivo en todos. Los países, como las personas, son buenos solo en algunas cosas.

Argentina tiene ventajas competitivas claras en la producción de materias primas, a partir de la que se puede apalancar a otros sectores. El país necesita mirar al mundo mucho más que mirarse el ombligo. Y tiene que vincularse con el mundo de una forma distinta a como lo hizo en los últimos 50 años.

Por eso hay que ser muy cuidadosos con esa apreciación que trasciende en los medios de comunicación de que Argentina no es competitiva en casi ningún sector económico.  ¿Sobre qué sector no es competitivo? Deberíamos agregar que no es competitivo en estas circunstancias en que se encuentra actuablemente el país, ya que muchos de los sectores mencionados (energía, tecnología, etc.) trabajan con una de las presiones tributarias más altas del mundo, sin servicios públicos ni infraestructura adecuados, bajo un gobierno que no abre mercados y profundiza una economía que no tiene crédito. En estas condiciones, muy pocos sectores son competitivos. Si cambiaran esas condiciones, probablemente muchos de los sectores que hoy son vistos como inviables, dejaría de serlo.

Este fue uno de los problemas más serios que enfrentó el gobierno de Frondizi y que continúa hoy, como también la dependencia en término de divisas y el déficit energético. Eso habla de la incapacidad nuestra de resolver y cambiar de problemas. Aunque hay otros nuevos que explican muchos de nuestros males, como el gasto público, que es imposible de financiar y se convirtió en la madre de todos los problemas macroeconómicos del país.

La sociedad está muy castigada y sufre las consecuencias de un Estado que transfiere el peso de la solución sobre las espaldas del sector productivo. Esto afecta la capacidad de ahorro y acumulación de capital de la economía. Cada vez hay menos margen para seguir pateando la pelota para adelante. La política no puede escapar a la responsabilidad de generar otro ambiente de negocios y de inversiones. Eso es responsabilidad del Estado, que tiene muchas cosas para hacer y otras tantas para dejar de hacer.

Aquellos que han tenido responsabilidades en la administración pública saben que hay muchos privilegios e inequidades que la política se niega sistemáticamente a dejar de lado. Una pregunta clave es cuáles son los gastos que no son indispensables. No se puede gastar un centavo del Estado que no sea indispensable, no hay margen para hacerlo. A esa pregunta tan concreta, la dirigencia política le viene escapando desde hace rato. Estas cosas son previas a definir una estrategia de desarrollo. Uno podría plantear que esta es una visión muy fiscalista. Diríamos que sí. Pero este es un problema que hay que plantear en su dimensión real. Y que está vinculado con los distintos niveles del Estado, no solo con el gobierno nacional. Involucra también a los gobiernos provinciales y municipales, que tienen cada vez más responsabilidades y son corresponsables de la presión impositiva que ahoga y asfixia al sistema productivo y erosiona la capacidad de acumulación de capital.

Los países que se desarrollan apuestan por el sector productivo y tienen un Estado socio e impulsor de la generación de riqueza por parte del sector privado. Un Estado que trabaja para generar un ambiente de negocios adecuado, con estabilidad en las reglas del juego, seguridad jurídica y apertura de nuevos mercados. Son países que no tienen discusiones sobre la industria, el campo, o los servicios.

Nunca hubo un proceso de acumulación de capital importante después de Frondizi. Más allá de algunos momentos puntuales, nunca volvimos apostar a la inversión y la llegada de capitales extranjeros en el sector productivo para explotar nuestros recursos naturales, lo que hubiera ayudado a limitar la dependencia de divisas de la economía. Muchos procesos políticos han intentado levantar las banderas del desarrollo y han confundido a la gente, porque en términos objetivos no se volvió a hacer algo similar. En las últimas décadas, lo único que creció de manera sistemática fue el gasto público, la presión impositiva y la pobreza. La capitalización de la economía, la infraestructura y los servicios públicos no crecieron ni mejoraron.

El gobierno de Frondizi es recordado porque tuvo un modelo muy claro para el desarrollo del país. ¿Cómo se puede definir un proyecto así en la actualidad? No es tan difícil definir qué es lo que hay que hacer. Está bastante escrito. Lo revolucionario de Frondizi y Frigerio no fue tanto lo que hicieron, sino la integración de esas ideas en un programa coherente de desarrollo, el ritmo impuesto al programa y el frente nacional que fue el soporte político. Para lograr, resultan necesarios los consensos básicos y el diálogo. Hace falta una alianza de clases y sectores, eso será fundamental, en este nuevo proceso de cambio político que se avecina en la Argentina.

 

Bibliografía consultada

Castro, J (2015). El desarrollismo del siglo XXI, Buenos Aires, Pluma Digital Ediciones.

Dagnino Pastore, J. M (2015). Manifiesto Desarrollista, Buenos Aires, Grupo Unión SRL.

Frigerio, R (1963). Las condiciones de la victoria, Montevideo, Ed Monteverde.

Frondizi, A y Frigerio, R. (1965). Introducción a los problemas nacionales, Buenos Aires, Ed CEN.

Frondizi, A. (1964). Estrategia y táctica del movimiento nacional, Buenos Aires, Editorial desarrollo

Luna, F (1963) Diálogos con Frondizi, Buenos Aires, Ed. Desarrollo.

Szusterman, C. (1998) Frondizi: la política del desconcierto, Buenos Aires, Emecé.

Visión Desarrollista. 26/7/2022 “Una coalición de centro para sostener un programa de estabilización y desarrollo” https://www.visiondesarrollista.org/una-coalicion-de-centro-para-sostener-un-programa-de-estabilizacion-y-desarrollo/

Visión Desarrollista. 22/12/2020. “Frondizi y la construcción de acuerdos para el desarrollo” https://www.visiondesarrollista.org/frondizi-y-la-construccion-de-acuerdos-para-el-desarrollo/

Visión Desarrollista 19/12/2020 Frigerio: “El denominador común de los fracasos de Argentina en más de medio siglo es la falta de acuerdos”.  https://www.visiondesarrollista.org/frigerio-denominador-comun-de-los-fracasos-de-argentina-medio-siglo-falta-acuerdos/

Visión desarrollista 15/12/2020 Merchensky: “Un modelo de desarrollo tiene que tener el vértice en la inversión” https://www.visiondesarrollista.org/merchensky-un-modelo-de-desarrollo-tiene-que-tener-el-vertice-en-la-inversion/

Visión Desarrollista 13/11/2020 “Terminar con la grieta es la única manera de generar un camino de desarrollo”. https://www.visiondesarrollista.org/larreta-terminar-con-la-grieta-es-la-unica-manera-de-generar-un-camino-de-desarrollo/

Visión Desarrollista 4/11/2015 Frondizi: “El problema argentino es hacer producir más, al campo, más a la minería, más a la industria” https://www.visiondesarrollista.org/discursos-un-campo-prospero-y-una-industria-poderosa-pilares-de-una-nacion-soberana/

 



[1] Licenciado y profesor en Ciencia Política de la Universidad de Buenos Aires. Cursó la Maestría en Estudios Sociales Latinoamericanos en la misma casa de estudio. Se desempeña como profesor y educador en diferentes instituciones y programas educativos hace muchos años. Es autor de varios artículos académicos especializados, que versan sobre política internacional, geopolítica, economía, educación, cultura y religión.

[2] Génesis 28, 20.

[3] SZUSTERMAN Celia (1998), Frondizi, la política del desconcierto, Emecé, Bs. As., páginas 120 y

348.

[4] Militó desde muy joven en la Unión Cívica Radical, el partido de sus mayores. Su abuelo, Juan Oyhanarte, fue fundador del primer Comité de la Unión Cívica en la ciudad de Rojas, y fue asesinado en dicha ciudad con motivo de su actividad política y periodística. Su padre, Raúl Oyhanarte fue Diputado Nacional por el radicalismo en 1920 y mantuvo siempre una firme adhesión a la figura de Hipólito Yrigoyen. Su tío, Horacio B. Oyhanarte, fue Diputado y Canciller durante la segunda presidencia de Yrigoyen. Fue un abogado argentino graduado con medalla de Honor en la Facultad de Derecho y Ciencias Sociales de la Universidad Nacional de La Plata, y ministro de la Corte Suprema de Justicia de la Nación de su país entren los periodos de 1958 a 1962, y 1989 a 1991. ​Es considerado uno de los constitucionalistas más importantes e influyentes de la historia argentina

[5] Samuel Langhorne Clemens (Florida, Misuri; 30 de noviembre de 1835-Redding, Connecticut; 21 de abril de 1910), más conocido por su seudónimo Mark Twain, fue un escritor, orador y humorista estadounidense. Escribió obras de gran éxito y fama mundial como El príncipe y el mendigo o Un yanqui en la corte del Rey Arturo, pero es conocido sobre todo por su novela Las aventuras de Tom Sawyer y su secuela Las aventuras de Huckleberry  Finn.

[6] Rogelio Frigerio se propone presentar un manual de política argentina. “Las condiciones de la victoria” (1959), que cumple acabadamente ese objetivo. El libro es la primer exposición orgánica y sistemática de las ideas expresadas por el grupo frigerista (antes y durante el gobierno desarrollista) en la revista Qué (sucedió en siete días) y numerosos panfletos y folletos políticos que abordaban el problema nacional de subdesarrollo. Además, Frigerio esboza aquí por vez primera la tesis sobre la necesidad nacional de concretar una “alianza de clases y sectores” que imprima velocidad y sostenga en el tiempo el camino de desarrollo económico iniciado en marzo 1958.