Revista Nº41 "TEORÍA POLÍTICA E HISTORIA"

 

 

POPULISMO-TV: CARACTERIZACIÓN DEL DISCURSO POPULISTA DE LA REVOLUCIÓN BOLIVARIANA EN UN PROGRAMA DE TELEVISIÓN:

CASO LA HOJILLA

 

Autor: Johan Manuel López Mujica

Universidad Nacional de La Patagonia Austral

 

 

Resumen:

El trabajo hace una caracterización general del discurso populista (en formato televisivo) de la Revolución Bolivariana. El análisis se realizó a partir de uno de los programas televisivos más emblemáticos de la Revolución Bolivariana: La Hojilla; programa que se transmite en el canal de servicio público del Estado Venezolana de Televisión (VTV). El Análisis Crítico del Discurso fue el método a partir del cual se realizó la caracterización del discurso populista en formato televisivo. El corpus objeto de análisis fue la primera emisión de La Hojilla inmediatamente posterior a la convocatoria a una nueva Asamblea Nacional Constituyente (ANC) realizada por el presidente Nicolás Maduro el 01 de mayo de 2017. Esta convocatoria a una ANC realizada por el presidente Maduro se hizo en medio de una de las crisis políticas y sociales más importantes que se han dado en Venezuela en el marco de la Revolución Bolivariana. La idea es ver cómo La Hojilla opera no sólo como correa de transmisión de la ideología del aparato estatal-gubernamental, sino que se alinea a la estrategia populista (específicamente la de raigambre laclauniano) según la cual debe construirse un antagonismos políticos esencial que dé cuenta de los sujetos políticos que, en lo sucesivo, antagonizarán en el campo de disputa simbólico-político en el país caribeño. Pero sobre todo, el discurso populista tenderá a construir un escenario nominativo-simbólico que identifique y dé cuerpo (le otorgue validez conceptual y política) a su sujeto histórico: el pueblo-excluido. Esta operación discursivo-simbólica implica la confección de una frontera/límite entre el pueblo excluido y los poderes fácticos: la oligarquía, los banqueros, los dueños de medios, entre otros. El hallazgo más importante de este trabajo es que se pudo encontrar el vínculo entre el discurso populista de la Revolución Bolivariana con las teorizaciones laclauniana; un discurso televisivo que, en líneas generales, no dista del telos constitutivo del populismo: marcar una división discursivo-simbólica entre los sujetos en disputa y, sobre todo, dotar al sujeto pueblo-excluido de una narrativa que aliente esa lucha por la contra hegemonía y la gestación de un nuevo bloque histórico que desplace a las viejas estructuras.

Palabras claves:

Discurso Político Populista, La Hojilla, Pueblo, Revolución Bolivariana y Nueva Voluntad Comunicativa Gubernamental.

 

POPULISM-TV: CHARACTERIZATION OF THE POPULIST DISCOURSE OF THE BOLIVARIAN REVOLUTION IN A TELEVISION PROGRAM:

CASE: LA HOJILLA

 

Author: Johan Manuel López Mujica

Universidad Nacional de La Patagonia Austral-Argentina

 

The paper makes a general characterization of the populist discourse (in television format) of the Bolivarian Revolution. The analysis was carried from one of the most emblematic television programs of the Bolivarian Revolution: La Hojilla; the program is telecast in the public service channel of the State: Venezolana de Televisión (VTV). The Critical Discourse Analysis was the method from which the characterization of the populist discourse in television format was realized. The corpus under analysis was the first issue of La Hojilla immediately after the call for a new National Constituent Assembly (ANC by its acronym in Spanish) made by President Nicolás Maduro on May 1, 2017. This call for an ANC made by President Maduro was in the middle of one of the most important political and social crises that have occurred in Venezuela in the framework of the Bolivarian Revolution. The idea is to see how La Hojilla perform not only as a transmission belt for the ideology of the governmental apparatus, but also aligning itself with the populist strategy (specifically that of Laclaunian roots) according to which an essential political antagonism must be constructed that accounts for of the political subjects that, from now on, will antagonize in the field of symbolic-political dispute in the Caribbean country. But above all, the populist discourse will tend to build a nominative-symbolic scenario that identifies and embodies (gives it conceptual and political validity) its historical subject: the excluded-people. This discursive-symbolic operation implies the creation of a border/limit between the excluded people and the factual powers: the oligarchy, the bankers, the media owners, among others. The outstanding asset of this work is to trace the bond between the populist discourse of the Bolivarian Revolution and the Laclaunian theorizations. A television speech that, in general terms, is not far from the constitutive telos of populism: marking a discursive-symbolic division between the subjects in dispute and, above all, endowing the excluded-people subject with a narrative that encourages this struggle for counter-hegemony and the gestation of a new historical block that will displace the old structures.

Keywords:

Populist Political Discourse, La Hojilla, People, Bolivarian Revolution, and New Government Communicative Will.

 

A manera de introducción

“Yo soy un poco del artesano, soy un poco del recién nacido, soy un poco del carpintero, soy un poco del campesino que siembra, soy un poco de la mujer que está pariendo, soy un poco del enterrador, soy un poco del partero. Es decir, hay hombres que recogen su tiempo, que recogen millones de hombres, o como decía Gaitán: Yo no soy un hombre, soy un pueblo. Bolívar lo hizo y por eso quedó sembrado para siempre en la memoria colectiva”.

Presidente Hugo Chávez. Aló, Presidente nº 40[1]

Hugo Chávez quedará en la historia política nacional como un presidente controvertido, un hombre que intentó desafiar el statu quo y la conducción política, económica y social del país. Chávez se destacó por ser un indiscutible líder de masas; fundamentalmente por el fuerte posicionamiento que tuvo su figura en las clases populares; llegando, en algunos casos, al paroxismo de generar con los sectores más vulnerados de la sociedad venezolana un vínculo afectivo-religioso[2].

Ahora bien, en estos últimos 21 años de Revolución Bolivariana Venezuela ha vivido intensas confrontaciones en el orden político-social. Este panorama, bien mirado, era previsible en muchos sentidos. Es propicio señalar que las formas políticas (sobre todo el discurso beligerante y confrontativo del chavismo en contra de los poderes fácticos tradicionales) que se inauguran con la Revolución Bolivariana eran, a rasgos generales, inéditas[3]. Sin embargo, y siendo justos con la propia conformación político-económico y social del país, elementos como el caudillismo, el clientelismo político y la lógica rentística-extractivista petrolera (y su consecuente carga económica, política y social), entre otros; son algunos de los pivotes sobre los cuales se ha edificado la estructura política nacional en los últimos cien años.

Siguiendo el párrafo anterior, cabe preguntar: ¿Entonces qué tiene de singular el chavismo como forma político-social? Asimismo, habría que examinar cómo se fue instituyendo una Nueva Voluntad Comunicacional Gubernamental (NVCG) a partir de la emergencia de la Revolución Bolivariana como Gobierno.  Estas dos interrogantes permiten abrir un compás para poner en tensión algunos elementos claves; sobre todo para tratar de indagar de qué se trata esa singularidad de la Revolución Bolivariana y cómo ha ido avanzando en la construcción de una discursividad político-comunicacional inédita, con una acentuada inclinación populista que ha marcado el destino político, económico y social venezolano en los últimos 21 años.

Antes de continuar, es necesario señalar un hecho que por obvio pocas veces se repara en él: “El chavismo no cayó del cielo”. Y eso es importante resaltarlo en un texto como este, donde lo primordial es tratar de entender el problema en su dimensión histórico-material; entendiendo que los procesos políticos que hoy vive el país, también son producto de un acumulado histórico que no puede aislarse ni descomponerse, fundamentalmente cuando se intenta caracterizar el discurso populista de la Revolución Bolivariana y sus conexiones con los planteamientos populistas de Ernesto Laclau y epígonos. Entendiendo que el discurso populista de la Revolución Bolivariana no parte de terra ignota, sino que en el país existían algunos elementos de carácter histórico-sociales, políticos y económicos que abonaron el terreno para la emergencia del populismo[4], ahora con el “giro lingüístico” laclauniano.

Chávez fue un indiscutible líder de masas. Ese carácter masivo y popular del ex presidente venezolano se forjó, en gran medida, gracias a la implementación de lo que para efectos de este trabajo se ha denominado como Nueva Voluntad Comunicacional Gubernamental (NVCG). En ese sentido, la nueva lógica comunicacional y política del Gobierno del presidente Chávez encontrará en la televisión un instrumento ideal para echar a andar la NVCG. Surgieron nuevos programas y formatos que todavía están por clasificarse en la teoría de la programación televisiva. Esta nueva lógica comunicacional-política que nace con la Revolución Bolivariana viene a representar una ruptura paradigmática en la historia de la televisión venezolana: nunca antes las televisoras públicas se habían dado a la tarea de ser organismos para el proselitismo y la propaganda política de manera tan deliberada y ex profesa.

Se tienen registros de cómo los políticos tradicionales (antes de la Revolución Bolivariana) hicieron uso de los medios públicos y privados para las prebendas políticas cada cierto tiempo (sobre todo en periodos electorales); incluso de cómo el Gobierno de turno aplicaba presión a algunos periodistas y anclas de televisión con el fin de “tapar” alguna noticia incómoda para ellos. A pesar de eso, no hubo una voluntad mediática gubernamental abierta y franca por parte de los partidos políticos ni de los gobiernos anteriores al presidente Chávez de usar a los medios como plataforma partidista y propagandística de forma premeditada.

Bajo esas consideraciones, habría que señalar que el 23 de mayo de 1999 debería ser una fecha importante para los estudiosos del tema político-comunicacional en el país. “Un programa sin precedentes”[5] (como señalara en su memento periodista Freddy Balzán en su presentación) abre las puertas a un proceso ciertamente inédito en la comunicación nacional; ese día en la mañana se inaugura la Nueva Voluntad Comunicativa Gubernamental (NVCG) con la primera emisión del programa televisivo más importante de la Revolución Bolivariana: Aló, Presidente. Hay que destacar que cinco meses antes de esa primera emisión de Aló, Presidente, Chávez era investido como presidente constitucional de la República de Venezuela. Ciertamente Hugo Chávez y sus asesores políticos sabían que los medios de comunicación cumplirían un rol fundamental y estratégico dentro de la política venezolana, como en efecto sucedió.

En esa dirección, este texto busca hacer un examen crítico de algunos programas televisivos “hijos” de Aló, Presidente; específicamente se analizará el programa televisivo La Hojilla (otro de los programas televisivos emblemáticos de la Revolución Bolivariana) transmitido por la televisora estatal Venezolana de Televisión (VTV). El análisis del programa se hará a partir de la convocatoria a elecciones de la Asamblea Nacional Constituyente que hiciera el presidente Nicolás Maduro el 1 de mayo de 2017. Se analizará la primera emisión del programa inmediatamente posterior a la convocatoria hecha por el presidente Maduro.

Para el investigador, el telos de programas como La Hojilla[6] consiste en cuatro aspectos fundamentales, a saber: a) la agitación de masas, b) el propagandismo político-partidista, c) la promoción de las obras del Gobierno Nacional y la figura del ex presidente Chávez (culto a la personalidad) y d) el denuesto y descalificación de los sectores que se oponen a la Revolución Bolivariana, lo que a la postre implica el mantenimiento de una lógica de polarización binaria entre quienes apoyan al  Gobierno revolucionario y quienes se le oponen. La lógica polarizadora siempre ha sido funcional el Gobierno Bolivariano y es el quid de la propuesta populista laclauniana: elaborar un discurso que dicotomice el campo de acción política entre dos actores que, en lo sucesivo, serán antagonistas fundamentales: el pueblo como sujeto contra hegemónico en oposición a las oligarquías en cualquiera de sus formas. A la vez que nombra al pueblo, de forma simultánea, la vanguardia populista va construyéndolo discursivamente, dotándolo de un significado opuesto al “otro del pueblo” (Panizza, 2006): la oligarquía. 

La Hojilla: lo anti político como expresión política

Lo primero que se observa en estos programas son dos situaciones que pueden, de entrada, ser puestas en cuestión. En primer lugar, Venezolana de Televisión (canal televisivo público estatal), planta televisiva donde se transmite La Hojilla, es inconsecuente con sus propias características y su filosofía de gestión; es decir, Venezolana de Televisión (VTV) debería responder a los intereses y valores de todos los venezolanos y no a parcialidades político-partidistas. No obstante, la mayor parte de la programación (salvo escasas excepciones: programas deportivos, infantiles o de entretenimiento) de esta planta televisiva está atravesada por la lógica propagandística pro Gobierno y la promoción de los valores de la Revolución Bolivariana; dando al traste con cualquier posibilidad de equilibrio informativo y de opinión. Por lo que no se debería considerar un medio de Servicio Público, dado que responde, de forma unidireccional, a los imperativos de la Revolución Bolivariana, más específicamente, a las líneas del Poder Ejecutivo nacional.

Por otro lado, La Hojilla se presenta, en principio, como un programa de corte político, para el debate de las ideas y la discusión de los temas político-sociales más importantes del país. Una primera revisión a programas televisivos como La Hojilla pone en evidencia carácter proselitista-partidario, dejando el terreno abierto para la emergencia de la anti politicidad. La anti politicidad, en su fase más partidaria y proselitista,  demanda de sus adherentes obediencia, disciplina, apego irrestricto al aparato Gobierno-Estado-Partido[7], acriticidad y, en algunos casos, sumisión. En modo alguno el programa genera un espacio para el debate de las ideas políticas o, algo que está siempre presente en la prédica revolucionaria, la crítica y la autocrítica.

El programa de marras habla de “verdades” y “mentiras”. La “verdad” está ubicada, como valor sustantivo, del lado del Gobierno Bolivariano y todo lo que él representa. Mientras que la “mentira” es una práctica habitual (según la narrativa revolucionaria y de sus órganos de propaganda) en los sectores que se oponen al Gobierno. “Verdad” y “mentira” son dos de los elementos más representativos de estos programas. En esa polaridad no hay zonas “tibias”; no hay posibilidad de gradaciones que permitan pensar y analizar los problemas político-sociales fuera de los marcos discursivos de la “verdad”, valor asociado unidireccionalmente al Gobierno y, sobre todo, al ex presidente Hugo Chávez; mientras que la “mentira” aparece como anti valor que está asociado a los opositores al Gobierno y, sobre todo, a quienes adversaban al presidente Chávez.

Programas televisivos como La Hojilla son funcionales a la anti política como expresión misma de la política nacional. Conviene explicitar, brevemente, esta situación. Por anti política se entiende, para efectos de este trabajo, como una forma de desgaste de la política tradicional, de sus formatos y sus enunciados teórico-prácticos. Uno de los elementos característicos de la antipoliticidad en estos programas tiene que ver con el apego irrestricto a una línea editorial que está marcada fuera de los propios límites de la planta televisiva donde se transmiten (Venezolana de Televisión).

Esa línea editorial se ajusta, a pie juntillas, a los designios del aparato Gobierno-Estado-Partido, quien en definitiva provee de sentidos y enunciados a programas como La Hojilla; de lo cual se deriva una coherencia temática, discursiva y conceptual que no admite fisuras y que siempre está dispuesta a promover el conflicto, la dicotomización de la sociedad: el juego de los buenos (aquellos que detentan “La Verdad”) contra los malos (aquellos que “mienten” y adversan a la Revolución Bolivariana). La anti política entonces se expresa como una forma de pseudo politización que debe ser entendida, casi exclusivamente (en el contexto político-social inaugurado por la Revolución Bolivariana), en términos electorales, propagandísticos y proselitista; sus expresiones más concretas— las más representativas—, son los actos de masa como las marchas, las concentraciones, los mítines populares, entre otros.

Entonces el logos (en tanto razón y palabra tendientes a cuestionar, discutir, debatir, argumentar, criticar, entre otros; los asuntos de la comunidad política) propio de la política, queda reducido a un mero enunciado animoso, a una arenga que se ajusta a las expectativas de un público-masa que termina, en buena medida, por ser funcional a los designios y procederes del aparato tripartito Gobierno-Estado-Partido. Si bien esto no se da de forma mecánica (es un complejo orden de relaciones que no se reduce a la fórmula causa-efecto), es claro que la pretensión de la estructura tripartita Gobierno-Estado-Partido busca crear adhesiones masivas a través de sus aparatos mediático-propagandísticos.  

Lo importante a destacar es que programas como La Hojilla no sólo apelan al sesgo informativo, a la manipulación de la información y a los reduccionismos de todo tipo; sino que propicia lo  que Antonio Gramsci denominó sentido común: la imposibilidad de emergencia de la voluntad política, del cuestionamiento del (al) poder. Por la vía del sentido común, lo que se establece es un orden de disciplinamiento y naturalización del poder en cualquiera de sus expresiones, sobre todo del poder político del Estado y sus aparatos.  Ninguno de estos programas auspicia la duda fértil, la acción al modo Arendt[8]. Contrario a la noción discursivo-deliberativa de la política en Arendt, en La Hojilla hay poca política y sí mucha agitación, arenga, dicterio; muchos discursos apologéticos hacia la figura de Hugo Chávez, al extremo de la deificación mítica.

En estos programas se reduce la realidad a visiones maniqueas que promueven, de forma abierta y deliberada, la polarización político-partidista; todo lo cual pudiera condensarse en la clásica formulación de Carl Schmitt[9] sobre la política y sus fines: “Quien no está conmigo, está contra mí”, valiéndose el jurista alemán, hábilmente, de la propia voz del Nazareno en Mateo 12:30 “El que no es conmigo, contra mí es; y el que conmigo no recoge, desparrama”. En todo caso, propiciar la polaridad Amigo-Enemigo ha sido parte del juego político gubernamental del chavismo desde sus inicios.

Esta dicotomía esencial entre el sujeto-pueblo subalternizado y los poderes fácticos tradicionales (las oligarquías en cualquiera de sus formas), establecerá los ejes argumentales y discursivos para crear la frontera entre unos y otros. En la lógica populista, la creación de ese antagonismo es vital para demarcar los campos de acción política. Esta visión dicotómica es especialmente importante, sobre todo si se tiene en cuenta que es la base del andamiaje discursivo que, a posteriori, otorga sentido y validez a la constitución del antagonismo social como base gnoseológica y programática del populismo en la versión de Ernesto Laclau (2005). El sociólogo argentino señala que el significante pueblo ha perdido validez y, sobre todo, lo que se nombra con ese significante, no da cuenta de la radicalidad y la potencia contestataria y reclamativa que habita en este sujeto. Entonces el significante pueblo, al carecer de una significación (es un significante vacío-flotante, como se sostiene desde la visión laclauniana), entra en disputa.

 

El pueblo, un sujeto en disputa

En la noción tradicional liberal, el pueblo es una estrategia legaliforme sin sustancia sígnica, es un enunciado vaciado de sus sentidos antagónicos radicales, según autores como Alain Badiou. En esa línea, Badiou (2014) ha llamado la atención respecto a la noción de pueblo en un doble sentido. La expresión pueblo, como anuncia Badiou, pudiera estar en boca de, por ejemplo, Marine Le Pen o Evo Morales y, en apariencia, ambos líderes están señalando lo mismo; cuando la realidad dicta que están refiriéndose a un mismo significante pero con significados, incluso, opuestos. Cuando Le Pen alude, por ejemplo, al “pueblo francés…” no está diciendo, en estricto sentido, lo mismo que Evo Morales cuando dice “el pueblo boliviano…”. La categoría pueblo adquiere otros matices en uno y otro acto locutivo; los actos de habla son distintos. Los significados de esos actos locutivos están atravesados por valoraciones conceptuales e ideológicas, cuando menos, contrapuestas.

Al intentar deconstruir los sentidos de la expresión pueblo en Le Pen y Morales, se advierte que hay profundas distinciones entre un pueblo y “otro”. Preliminarmente habría que decir que Bolivia no es Francia. Que los procesos históricos, políticos, sociales, culturales y económicos son diferenciados. Pero esa no es la distinción que se quiere poner en discusión. Sino que el pueblo en Le Pen tiene un sentido de unidad total, puede ser emparentado (en este caso) con el concepto de nación.

De ser así, Le Pen le habla al conjunto de la sociedad francesa, aquellos quienes tengan ese estatus de ciudadanía formal reconocida por el Estado. No hay distinciones y su discurso alude al conjunto variopinto del universo social, cultural, político y económico francés. Al enunciado pueblo en la voz de la política francesa, se le sustrae cualquier elemento agonístico inherente al universo de la política y lo político; Le Pen le habla al conjunto de las personas nacidas en ese territorio —y allende los mares (en las colonias) —. Lo hace en un sentido (en apariencia) neutro y generalista.

No se registra en el acto enunciativo de Le Pen un sentido político del sujeto pueblo en tanto y cuanto entidad social mayoritaria con (aparente) consciencia de y para sí, para volver sobre la nomenclatura marxista. En el caso de Le Pen, el pueblo es un sujeto indistinto, general. En el enunciado de esta política francesa, el significante pueblo alude por igual, sin ningún rasgo de diferenciación, al banquero o gran empresario y a los manifestantes de “chalecos amarillos” o a los que viven en los suburbios pobres de París o Lyon. Esa indiferenciación desvanece (sólo a nivel del acto locutorio) cualquier rasgo político (consciencia de y para sí) del sujeto pueblo. Es, como se ha señalado, una entidad generalista que iguala a todos a partir de la nacionalidad como punto en el cual convergen todos los franceses así reconocidos por el Estado. En el caso de Le Pen, “el pueblo francés” es una unidad legaliforme: su condición de tal pasa por el reconocimiento de un tipo de ciudadanía que está sujeta a la nacionalidad. En esa dirección (y en otro texto), Alain Badiou señala: 

En cuanto el Estado en cuestión se constituye, se regulariza, se inscribe en la “comunidad internacional”, el pueblo al que reclama pertenecer deja de ser un sujeto político. De manera universal, y sea cual sea la forma que toma el Estado, es una masa pasiva que el Estado configura. (Badiou, 2010:14).

En cambio, cuando Evo Morales alude al “pueblo boliviano…”, no se está refiriendo, en términos estrictos, al conjunto de todos los bolivianos (que estén o no dentro del país), sino a una parte específica y mayoritaria de los bolivianos. Los aspectos legaliformes se desplazan hacia una entidad política más definida. Esa definición se afirma en un sentido más agonístico: la lucha del pueblo boliviano en contra de los poderes fácticos tradicionales. En apariencia, “el pueblo” de Morales está predispuesto positivamente hacia una consciencia de y para sí. Potencia que recupera el populismo laclauniano en tanto que establece que en el pueblo anida la posibilidad de redención y, sobre todo, la posibilidad de construir un sujeto contra hegemónico (Muñiz y Rossi, 2014). 

En el sentido particular en el que Morales aludiría al significante pueblo, lo estaría haciendo bajo el imperativo emancipatorio y revolucionario. La apelación al “pueblo boliviano…” señala de ante mano una distinción profunda entre dos sujetos antagónicos primordiales. Por un lado, estarían los sujetos subalternizados: aquellos que han estado sometidos al poder político y económico tradicional (además de ser porcentualmente un sujeto mayoritario) y los otros sujetos que han detentado el poder político y económico en Bolivia tradicionalmente: los banqueros, los empresarios, los políticos de viejo cuño, la oligarquía, entre otros. Entonces el sujeto pueblo en Bolivia, en voz de Evo Morales, está dotado, en apariencia, de una potencia política contra hegemónica. Tiene (también en apariencia) claro su lugar en la sociedad y sabe que puede trastocar el curso político-institucional dentro de su país.

Como se aprecia en uno y otro caso (tanto en Le Pen como en Morales), el significante pueblo no está, en sí mismo, constituido por una especie de “concepto general-universalista” que se aplica a todas las realidades culturales, político-sociales y económicas. En principio, y en su morfología, se estaría tratando de un mismo significante (pueblo), pero no es, en modo alguno, así. De hecho, en Morales la noción de pueblo es muy posible que tienda a oponerse a la visión generalista, legaliforme y plana de Le Pen. En Morales, el pueblo aparece como una entidad que reconoce su subalternidad y que, potencialmente, puede revertirla. Le Pen “alisa” cualquier diferencia (étnica, política, económica, social, cultural, entre otras) y “mete en un mismo saco” a todos quienes tengan la nacionalidad francesa (reconocida legalmente por el Estado), dentro o fuera del territorio galo.

Para efectos del populismo laclauniano, el pueblo debe no sólo ser un sujeto evocado, sino al que hay que construirle un significado, por un lado; dotarlo de un sentido, una dirección. No se trataría, únicamente, de elaborar un significado que dé cuenta de la realidad de los sujetos subalternos—plebs—, sino de crear las bases para la gestación de una subjetividad popular en oposición a los poderes fácticos tradicionales. Es decir, al nombrar al pueblo, el populismo lo que intenta es dotarlo no sólo de un significado, sino de una consciencia de lo popular en tanto sujeto antagónico radical (Laclau, 2005). Ahora bien, y volviendo al caso venezolano, el aparataje mediático-institucional de la Revolución Bolivariana apuesta a ese sentido específico de lo popular visto desde la lógica populista laclauniana.

 La Hojilla y lo inédito-inaugural 

Lo inédito-inaugural en el caso del discurso populista en TV no sólo se relaciona con el carácter novedoso de este tipo de programas (aquello que aparece en la grilla televisiva y que antes no estaba). Llama la atención que eso que es inédito-inaugural logró instalar ideas y procederes en buena parte de la población. En lo inédito-inaugural de programas como La Hojilla también se puede ubicar una “actitud pedagógica” (formación popular) que aspira a la instauración de una “cierta moralidad” de lo popular en oposición directa a lo oligárquico, a la moralidad burguesa. Todo lo cual es consistente con los imperativos populistas laclaunianos, donde el pueblo es una entidad que necesita tomar consciencia de y para sí en función del desarrollo de la fuerza contra hegemónica necesaria para revertir el statu quo (Laclau, 2005).

De tal forma que lo inédito-inaugural no es sólo lo nuevo, lo que aparece en escena y antes no estaba, sino que lo inédito-inaugural en sí mismo adquirió un valor sustantivo: no implicó, únicamente, inaugurar una nueva gramática televisual, sino todo un orden político-social que tuviera como condición fundamental el contraste con las expresiones antagónicas esenciales tan propias del populismo laclauniano: la oligarquía, los poderes fácticos, los grandes medios de comunicación, entre otros actores. La TV, sobre todo la pública (Venezolana de Televisión es una planta televisiva de servicio público) será un instrumento “pedagógico” para las masas populares. El lenguaje televisivo de La Hojilla va a tener esa condición “formativa” (y consecuentemente performativa, dado que se va gestando una forma de subjetividad masiva). Mario Silva, conductor del programa, replica la voz unidireccional del aparato Gobierno-Estado-Partido; todo lo cual también tiene un carácter inédito.

Ese sentido de lo inédito-inaugural (nuevo comienzo) es también un rasgo distintivo del orden discursivo populista de la Revolución Bolivariana. En este punto, habrá que recordar las palabras de Hugo Chávez al asumir la presidencia de la República de Venezuela el 02 de febrero de 1999: “(…) juro delante de mi pueblo que sobre esta moribunda Constitución impulsaré las transformaciones democráticas necesarias para que la República nueva tenga una Carta Magna adecuada a los nuevos tiempos. Lo juro”[10]. Chávez afirma su condición de sujeto subversivo al declarar sobre “la moribunda Constitución” (la de 1961, que nació del Pacto de Punto Fijo—pacto de élites partidistas que creo el marco país posterior al derrocamiento del dictador Marcos Pérez Jiménez en 1958—). En el Preámbulo de la Constitución de 1999 se reafirma el carácter de lo inédito-inaugural, ahora bajo la fórmula discursiva de la refundación[11]. La refundación implica la activación de un nuevo comienzo (se hace presente lo inédito-inaugural), ahora bajo los designios de una nueva clase política: la Revolución Bolivariana.

La Hojilla responde a esa lógica de lo inédito-inaugural. Como estrategia de posicionamiento discursivo en el plano de lo político, lo inédito-inaugural genera expectativas, pero, principalmente, renueva esperanzas, crea vínculos filiales entre quien produce el discurso (en este caso, el programa conducido por Mario Silva opera como correa de transmisión de la ideología oficial, amén de cumplir una labor “pedagógica”) y los sectores populares (en condición de prodestinatarios) que, en lo sucesivo, serán el público-meta[12] de estos programas. En el caso de la Revolución Bolivariana, el sentido discursivo de lo inédito-inaugural conlleva a la idea de lo fundacional: el nuevo comienzo, la posibilidad edénica, la redención… ¿La Salvación?

La Hojilla: El discurso y la construcción del campo político populista

Como se ha señalado, uno de los ejes articuladores fundamentales de estos programas de televisión está centrado en el discurso populista como estrategia de posicionamiento político-partidista (con la consecuente impronta contra hegemónica), de allí el uso recurrente a un discurso de tipo conectivo-emotivo. El conductor de La Hojilla, Mario Silva, hace uso de un lenguaje llano, explícito y profundamente popular; suerte de lingua franca que tiene un carácter vinculatorio y efectista; lo cual supone la superación del modelo televisivo tradicional “acartonado” (tradicional-conservador); creando un nivel de discursividad que permita salvar cualquier distancia entre el conductor del programa y los sujetos subalternizados (pueblo-televidentes). En ese particular, el discurso populista en la televisión es también un recurso innovador; no había registros, a la fecha, de un hecho como este en la televisión venezolana.

Esta apelación al discurso populista se establece como un elemento estratégico de primer orden: ese discurso no marca distancias, ni genera discriminaciones respecto a los sectores populares; la idea consiste en una hibridación de sentidos y lenguajes que permita un tipo de vinculación más esencialista que puede resumirse en la siguiente formulación: Ese otro que habla desde la pantalla es igual a ti. El discurso populista ya no sólo como un asunto de proclamas y concentraciones, de mítines y arengas desde la tribuna de oradores; ahora el formato televisivo se dejó inficionar por estas estrategias discursivas; a partir de allí, este discurso que no sólo dice “verdades” (hay que recordar que Aló, Presidente nació para “dar la batalla por la verdad”, tal y como el propio presidente Hugo Chávez lo señaló en esa primera emisión del programa el 23 de mayo de 1999), sino que es un discurso donde el sujeto-pueblo (que también es televidente) se ve identificado y, en buena medida, reivindicado.

Lo interesante del discurso político populista (partiendo del discurso de La Hojilla) es que redefine los marcos del discurso político convencional. Para Eliseo Verón (1987), el discurso político (a falta de teorizaciones que el propio semiólogo argentino reconoce sobre la materia) es el discurso ejecutado por los políticos y su relación con el poder estatal-gubernamental, es decir, una serie de enunciados puestos en circulación social (en contexto) y que aspiran a posicionarse en el poder político. En el caso de La Hojilla y en términos generales, de toda la Revolución Bolivariana, el discurso político va a moverse en el rango de lo popular (la clase subalterna—plebs—).

En tal sentido, con la lógica discursiva de la Revolución Bolivariana se da una interesante paradoja: El discurso de la Revolución Bolivariana, el de sus líderes más representativos (el ex presidente Hugo Chávez fue el artífice de la puesta en escena social del discurso de lo popular; lo propio ha hecho el presidente Nicolás Maduro) y de programas como La Hojilla, se efectúa desde la lógica discursiva del contra poder: Hablan como si fuesen ellos mismos sujetos subalternos y no lo son. La estrategia discursiva no sólo busca empatizar con el sujeto subalterno-excluido, sino que al nombrarlo, al decirlo; lo está incluyendo y está sellando el vínculo entre la Revolución Bolivariana y el sujeto histórico que intenta construir-formar.

Esa reivindicación, así sea simbólica, va a tener gran importancia para la instalación de todo un clima político que, en lo sucesivo, sentará las bases para la dicotomización de la sociedad venezolana. Esa dicotomización de la sociedad venezolana (los que apoyan al Gobierno y los opositores al Gobierno) es, en sí misma, inédita. Tal vez el antecedente más remoto a esa división social tan marcada esté representada por la Guerra Federal (1859-1963). Pero en el siglo XX esas dicotomías no eran tan marcadas, tampoco fueron aupadas desde la tribuna gubernamental-estatal y menos desde los dispositivos mediáticos.

Entonces,  “lo edénico[13] y todos los anclajes mítico-religiosos aparejados a ese ideal, se renuevan en el discurso; el ideal no se ubicaría, según el discurso político populista de la Revolución Bolivariana, fuera de los parámetros de la mundanidad, sino que da la impresión de posicionarse en un “más acá”, aunque su potencia primigenia está en el “más allá” propio de la impronta judeo-cristiana. La gran esperanza religiosa, la imagen misma de “cielo prometido”, “El Paraíso” y “La Salvación” (ideas-fuerzas fundantes de Occidente) se reposiciona en los idearios colectivos y adquiere un valor más mundano, más humano… más político. Es, en suma, el discurso prometeico[14] reelaborado: las luces del futuro se alumbran con el avivamiento de los viejos idearios colectivos de orden mítico-religioso. La promesa política (forma de reactualización de la vieja esperanza—aquello que ha de venir: “cielo prometido”, “El Paraíso”, “La Salvación”, entre otros—) toma cuerpo en un discurso que si bien no se encuadra, stricto sensu, en el “más allá” de la religión judeo-cristiana, establece su margen de posibilidad en el universo de lo concreto, de lo político.

El político profesional[15] entiende que su discurso si bien debe estar revestido de verosimilitud (inscrito al campo de lo realizable), echa mano de algunos de estos elementos provenientes del orden mítico-religioso para posicionarse en sus prodestinatarios[16] (aquellos que le son afectos)  y, eventualmente, en sus paradestinatarios (aquellos sujetos indiferentes del juego político y que son pretendidos por las opciones político-partidista, especie de sujetos en disputa). Entiende que esas ideas están ligadas (orgánica y “genéticamente”) al orden occidental. Entonces, el político profesional busca conectar desde ambas instancias enunciativas: desde el discurso convencional y tradicional de la promesa proselitista (en un lenguaje verosímil)  y desde la dimensión mítico-religiosa. 

En uno u otro caso, tanto para el universo político-social (sobre todo en el discurso político populista) como para el religioso (de raigambre judeo-cristiana), ambas dimensiones operan con un dinamismo importante sobre los sujetos sociales. En ese sentido, el discurso populista re-actualiza y re-posiciona, en buena medida, el discurso de la promesa religiosa, pero avivándolo con promesas más factibles—están inscritas en el orden de lo realizable[17].

En esa línea “religiosa” del discurso, Benjamín Arditi (2004), citando a Oakeshott, habla de la “política de la fe” en oposición a la “política del escepticismo”. Estos dos estilos, dice Arditi, han caracterizado la política europea desde la Modernidad. Ambos estilos no suelen aparecer en estado “puro”. Por lo general, se mezclan con otros estilos que, finalmente, son subsidiarios de aquellos dos (“política de la fe” y “política del escepticismo”). Al modelo de la “fe”, continúa Arditi (2004), Canovan lo llama “redencionista”. Mientras que al del “escepticismo” lo llama “pragmático”. Según Canovan, el populismo surge a partir de la grieta que se da entre ambos modelos (el de la “fe”, de orden redentor-salvacionista y el del “escepticismo”, de orden pragmático). (Arditi, 2004). Es claro que en del discurso político populista de la Revolución, aparecen estas trazas muy definidas de la “política de la fe”.

Breve exordio sobre el Análisis Crítico del Discurso (ACD) y el Testimonio como métodos de interpretación

         El ACD permite hacer lectura comprensiva y compleja de una determinada realidad socio-política. Así mismo, realizar ACD implica asumir una postura ética e interpretativa radical frente a los fenómenos estudiados; sobre todo una actitud interpelativa y cuestionadora frente a un orden de cosas que se considera injusta e innoble. Su fin precisamente está ligado al develamiento (puesta en relieve) de las injusticias sociales y políticas; lo Crítico de la expresión (Análisis Crítico del Discurso) obedece precisamente a un compromiso ético y de justicia: se analiza una determinada situación político-social para dar cuenta de sus injusticias; sobre todo cuando el poder político oprime a las mayorías. Neyla Pardo, citando a Van Dijk, señala lo siguiente del ACD[18]:

Para van Dijk (2011), los ECD tienen como objeto de investigación las propiedades de las interacciones que poseen la capacidad de afectar los modelos del contexto y que contribuyen al control ilegítimo de la mente, mediante recursos y estrategias discursivas que modifican, de acuerdo con las perspectivas de los grupos dominantes, las formas de comprender la realidad. Desde este punto de vista, el discurso sirve al control social. Este tipo de poder simbólico procede de las formas y usos que hacen quienes acceden a los medios, y a las tecnologías para la reproducción y distribución discursiva. Los grupos dominantes a menudo recurren a poner en circulación temas, estructuras semánticas, esquemas discursivos, estilos, recursos retóricos y otros recursos materiales y simbólicos, que se insertan en las múltiples dimensiones interaccionales del discurso. (Pardo, 2011:54).

Como se aprecia en la cita de Pardo, el ACD permite la identificación de las estrategias de posicionamiento de un tipo de discursividades que terminan siendo funcionales sobre todo a los poderes fácticos: las corporaciones transnacionales, los grandes medios de comunicación, el Gobierno-Estado, entre otros. El ACD tendrá la tarea de hacer visibles las formas en las cuales el discurso del poder circula, posiciona y, tanto peor, crea tipos de subjetividades funcionales al “control social”, tal y como señala Pardo. Para Yohan Acosta, el ACD:

(…) se propone cuatro metas esenciales: dejar clara la intención y el propósito del discurso, que pueden manifestarse explícita y/o implícitamente; develar las posiciones ideológicas desde donde se analizan los fenómenos en el discurso; exponer los conflictos existentes y las relaciones de poder involucradas, sus causas y la variedad de posiciones ideológicas desde las que se analizan esos conflictos, incluidos los pilares argumentativos construidos por las partes; la cuarta meta es denunciar el abuso de poder. (Acosta, 2014: s. /p.).  

El ACD permite poner en perspectiva las formas en las cuales circula el poder en la escena político-social; sobre todo, el ACD es una mirada, entre otras, que permite identificar las formas de posicionamiento del poder y su consecuente cristalización en los imaginarios colectivos, en la construcción de opiniones públicas que, en definitiva, terminan inclinando la balanza hacia algunas de las opciones políticas en disputa. Por su carácter transdisciplinario e interdisciplinario, es una herramienta que sirve para acercarse a la comprensión de los complejos procesos político-sociales desde otras disposiciones teóricas que no apuestan a la “univocidad” conceptual.

Como método de investigación, el ACD se apoya en otras disciplinas para ampliar y profundizar la interpretación. El ACD “alumbra” allí donde la pasividad, la costumbre y o la naturalización de la violencia simbólico-discursiva han echado raíces, han domesticado la conciencia de los ciudadanos, sobre todo de los sujetos más vulnerables en términos sociales, políticos y económicos; siembra “luces” allí donde se ha constituido un sentido común paralizante, funcional a las estructuras de poder político-económico y social.

De igual forma, el ACD se apoyará en la propia experiencia del investigador para fundamentar sus interpretaciones. En este caso, el investigador no puede abstraerse de la realidad político-comunicacional y social estudiada. Su mirada es la del testigo (aquel que testimonia—relata la verdad vivida— partiendo de una experiencia significativa). En el lenguaje jurídico, es el testigo quien aporta la prueba, quien sustancia los hechos. En esta oportunidad, la voz del investigador se entremezcla con lo investigado porque aquello que se analiza y estudia, forma parte de un horizonte vivencial concreto: “No hay testimonio sin experiencia, pero tampoco hay experiencia sin narración: el lenguaje libera lo mudo de la experiencia, la redime de su inmediatez o de su olvido y la convierte en lo comunicable, es decir, lo común”. (Sarlo, 2012:29).

Aunque el trabajo no está testimoniando la historia personal de autor y su relación con la Revolución Bolivariana; hay, en efecto, una actitud testimonial en cada una de las líneas que siguen a continuación. Sobre todo por la condición de una historia viva (la historia efectuándose sincrónicamente —en tiempo presente—) de la cual no es posible despojarse. En todo caso, el testimonio no aparece como relato “en primera persona” en este trabajo. Pero la interpretación — ¡cómo no ser así! — está atravesada por esos prejuicios que señalaba Gadamer (2002) al momento de elaborar el marco interpretativo. Los prejuicios son parte del investigador social y están allí expresándose en sus elaboraciones conceptuales, en sus discusiones epistemológicas, en sus planteos teóricos. De tal forma que al elaborar el ACD, esas trazas testimoniales estarán presentes en el tejido analítico-interpretativo. El testimonio forma parte de un saber situado (Haraway, 1995) que posee validez al momento de construir la interpretación.

Lo que se intenta es describir y analizar, de forma general, los aspectos constitutivos del discurso político populista en la emisión de La Hojilla del 06 de mayo de 2017. Ver cómo el discurso justifica la convocatoria a una nueva Asamblea Nacional Constituyente realizada por el presidente Nicolás Maduro el 01 de mayo de 2017. El proceso de interpretación no sólo tuvo que ver con aspectos directamente relacionados con el programa objeto de análisis, sino que el investigador echa mano de elementos extra discursivos (aquellos aspectos políticos, sociales y legales que no forman parte expresa del programa pero que aportan valor al proceso comprensivo-interpretativo); todo lo cual es consecuente con la visión inter, multi y transdisciplinaria del ACD, dado que la materia social presenta complejidades para su abordaje y estudio; de allí que el análisis, interpretación y construcción de sentidos son un compendio de esas complejidades múltiples e interaccionales propias de lo político-social.

El análisis y comprensión de este tipo programa tiene, en sí mismo, un sentido teórico. La producción de enunciados explicativos de fenómenos político-sociales, con la debida apoyatura teórica y conceptual, tiene el valor de un constructo teórico; si bien no se trata de una teoría madurada, son enunciados que intenta dar nuevas valoraciones de significación a un aspecto particular de la abigarrada realidad política, social y comunicacional del país caribeño. En ese sentido, el análisis e interpretación también se da en dos direcciones que terminan por complementarse en la producción de significado: la dimensión diacrítica y la dimensión sincrónica del fenómeno estudiado.

Vale destacar que la teoría del populismo laclauniano (vista desde un dimensión crítica) permitió al investigador establecer “líneas de contacto” entre el discurso político de la Revolución Bolivariana y el populismo en la versión del teórico argentino. Esas “líneas de contacto” no son, en modo alguno, “episódicas” o “discontinuas”; sino que están muy bien definidas; son “líneas nítidas” que permitieron ubicar un hilo filiatorio entre el discurso político de la Revolución Bolivariana y la teoría del populismo de Laclau.

 

Sobre el corpus

Como ya se ha señalado, se analizará la edición de La Hojilla del día sábado 06 de mayo de 2017. Esta es la edición inmediatamente posterior al llamado a una Asamblea Nacional Constituyente realizado por el presidente Nicolás Maduro el 01 de mayo de 2017. Esa emisión de La Hojilla inició a las 22 horas y culminó a la 12: 58:39 minutos (2:58:39 de duración). La idea central consistió en ubicar algunos enunciados que dieran cuenta de un tipo específico de discurso que apuesta a la dicotomización de la sociedad venezolana. El investigador extraerá algunas de esas marcas discursivas (entendiendo que éstas tienen valor empírico) y las analizará.

Para este análisis, el investigador echó mano de elementos provenientes de la teoría política, específicamente, del populismo laclauniano y algunos aspectos jurídicos y legales que permitieron sustanciar todo el proceso interpretativo. Así mismo, el investigador se valió de su propia condición de testigo para la elaboración de sus interpretaciones; sin que ello, claro está, desvirtuase el proceso de elaboración de enunciados con valor interpretativo.  

Por razones de espacio, para este trabajo no se muestran todos los enunciados que dan cuenta del discurso populista usado en La Hojilla. Sin embargo, los enunciados extraídos son lo suficientemente demostrativos de esa realidad discursiva que apuesta por la partición de la sociedad en dos sujetos antagónicos fundamentales: el sujeto-pueblo (la Revolución Bolivariana sería, en este esquema dicotomizador, el epítome de ese sujeto) y la oligarquía en cualquiera de sus expresiones (incluyendo a los “escuálidos”[19]. De tal forma que el investigador ubicó algunos enunciados que, efectivamente, dan cuenta del discurso político populista y su efectuación concreta en esa emisión de La Hojilla.

La Hojilla y el discurso político populista: claves de una lectura

El programa inicia con un video del presidente Hugo Chávez en reunión con sus ministros saludando al conductor del programa, Mario Silva: “¡Epa, compadre! (risas y aplausos. Hugo Chávez en primer plano); La Hojilla, estamos en La Hojilla. Hojilla, hojilla; cómo es que dice la propaganda aquella, Nicolás (Maduro), hojilla raspa palante, que duran hasta que aguante. Mario (Silva), qué tal; cómo está La Hojilla hoy, chico. Anoche te estábamos viendo. Fidel (Castro) no se pierde La Hojilla”. Es, evidentemente, una forma de reafirmación del compromiso de Mario Silva y su programa, con la Revolución Bolivariana y, más directamente, con el fallecido presidente Hugo Chávez. Compromiso que pone en primera línea y que, además, deja claro ante los televidentes.

Luego, la producción muestra otro video donde está el presidente Nicolás Maduro, montado en un colectivo, al frente del volante, mientras saluda a un grupo de personas, el Presidente dice: “Rumbo al socialismo, con Chávez, con Chávez, todos somos sus hijos e hijas, el pueblo es el hijo de Chávez (…) La Hojilla, La Hojilla; bueno, La Hojilla es el programa más visto de la televisión venezolana, sin lugar a dudas, no lo digo yo, lo dicen los números, el programa con más credibilidad que hay y Mario Silva es un gladiador, amado por comandante Chávez (…) así que honor a Mario Silva y a su programa”. Igualmente, antes de iniciar, colocan una grabación en off, en la que el expresidente Hugo Chávez dice: “Bueno, yo además de ser un revolucionario, yo no solo soy cristiano, yo soy un revolucionario y también soy marxista; asumo el marxismo”. Seguidamente, otra grabación en off, ahora de Fidel Castro donde define, groso modo, qué es la revolución: “Revolución es sentido del momentos histórico, es cambiar todo lo que debe ser cambiando, es igualdad y libertad plena”. 

Antes de iniciar formalmente el programa, hay una larga introducción. La misma intercala imágenes de políticos opositores (incluso del Secretario General de la OEA, Luis Almagro) acompañadas de rótulos como: “Enemigo”, “Violencia y terrorismo son sus argumentos”, “Destrucción y muerte sus consignas”, entre otros. De igual forma, se muestra una grabación de la Sra. Diana D`Agostino, esposa de uno de los políticos más representativos de la oposición venezolana, Henry Ramos Allup, ex Secretario General del Partido Acción Democrática (el partido más representativo de la IV República). Hay que destacar que estas grabaciones son ilegales; organismos del Estado como el Servicio Bolivariano de Inteligencia Nacional (SEBIN), realizan estas grabaciones y las mismas van a parar a programas como La Hojilla. Allí se exponen al público y no hay ningún tipo de llamado de atención por parte de los órganos competentes en la materia: Fiscalía General o Tribunal Supremo de Justicia. En la grabación, la Sra. D`Agostino hace señalamientos en contra de algunos líderes opositores como el ex candidato presidencial Henrique Capriles y el diputado a la Asamblea Nacional, Freddy Guevara.

Estos primeros 16 minutos de programa marcan una línea discursiva claramente vinculada al populismo en la versión laclauniana: Búsqueda del antagonismo esencial entre un Nosotros en directa y visible confrontación con un Ellos, pero llevado a límites incluso de confrontación fratricida: Hay unos “enemigos de la patria” y son mostrados así, sin más, a través de un canal de servicio público estatal. Estos “enemigos de la patria” son mostrados sin atenuantes; la narrativa en esos primeros 16 minutas presenta el escenario dicotómico. Seguidamente, la producción coloca en pantalla un extracto de la concentración convocada por la Revolución Bolivariana para conmemorar el Día Internacional del Trabajador. En ese escenario, el Presidente Maduro convoca a una Asamblea Nacional Constituyente. “Que el mundo lo sepa vamos a la ASAMBLEA NACIONAL CONSTITUYENTE (en letras rojas y en mayúsculas)”, reza uno de los títulos de las imágenes previas al inicio formal del programa.

En esa emisión de La Hojilla estuvo como invitado Elías Jaua Milano, uno de los políticos más importantes de la Revolución Bolivariana. Ocupó varios cargos ministeriales e incluso llegó a ser vicepresidente Ejecutivo de la República. Todo el programa estuvo dedicado a la convocatoria que había realizado el presidente Maduro para iniciar un proceso Constituyente. Una Asamblea Nacional Constituyente (ANC) es un organismo ad hoc (se convoca y se instala para crear una nueva Constitución). Esa convocatoria a una ANC no estuvo exenta de polémica. De hecho, el artículo 347 de la Constitución de 1999, el que invoca el presidente Maduro para convocar a una ANC, en modo alguno lo habilita para tal convocatoria.

Este aspecto es fundamental para entender todo en armado del programa (previo a esta emisión de La Hojilla, ya el programa de Diosdado Cabello, actual vicepresidente del Partido Socialista Unido de Venezuela y presidente de la ANC, Con el mazo dando— miércoles 3 de mayo— y el programa Zurda Konducta— viernes 5 de mayo—, habían marcado la línea discursiva: justificar el llamado a una Asamblea Nacional Constituyente). El discurso monódico, unilineal y uniforme consistía en la idea según la cual esa convocatoria hecha por el Presidente a una nueva ANC era legal y legítima. Había que posicionar esa idea en la militancia; crear una narrativa que justificara la convocatoria. Sin embargo, es propicio señalar algunas cosas respecto a esa convocatoria y lo que implicó.

El ejercicio deconstructivo del artículo 347 permite contrastar los alegatos de Mario Silva y Elías Jaua Milano en cuanto a quién puede arrogarse la potestad de convocar a una ANC. El 347 señala: “El pueblo de Venezuela es el depositario[20] del poder constituyente originario (no hay ningún otro poder que pueda arrogarse para sí ese poder de convocatoria a una Asamblea Nacional Constituyente. Es decir, es el pueblo el único convocante originario y nadie más)[21]. En ejercicio de dicho poder, puede (como se observa, es apenas una posibilidad que si y sólo si, recae en el convocante originario. Por otro lado, no hay nada delante del verbo poder (conjugado como “puede”) que haga pensar en otra cosa diferente a ese poder de convocatoria originaria) convocar una Asamblea Nacional Constituyente con el objeto de transformar el Estado, crear un nuevo ordenamiento jurídico y (conjunción copulativa (“y”) muy diferente a, por ejemplo, la conjunción disyuntiva “o”) redactar una nueva Constitución”. El 347 tiene apenas 39 palabras. Hay una precisión terminológica importante allí; con autonomía sintáctica y semántica. Está muy bien redactado, con concisión terminológica y gramatical. Está claro el ámbito de competencia y aplicación legal.

Por su parte, el artículo 348 establece: “La iniciativa (esta expresión es clara y no admite mayores interpretaciones) de convocatoria a la Asamblea Nacional Constituyente podrán tomarla el Presidente o Presidenta de la República en Consejo de Ministros; la Asamblea Nacional, mediante acuerdo de las dos terceras partes de sus integrantes; los Concejos Municipales en cabildo, mediante el voto de las dos terceras partes de los mismos; o el quince por ciento de los electores inscritos y electoras inscritas en el Registro Civil y Electoral”. Como se observa, sólo 4 actores podrán tomar “la iniciativa de convocatoria…”. Como se aprecia, estos 4 actores no son el “constituyente originario” claramente establecido sin cortapisas en el 347. De hecho, hay una clarísima distinción entre los que pueden tomar la iniciativa de convocarla y quien en definitiva puede convocarla; en ese sentido, tal y como lo expresa la Constitución, ambos artículos son excluyentes si se hace una lectura literal en cuanto a quienes pueden convocar (sólo el pueblo venezolano) y quienes pueden tomar la iniciativa de convocarla (los 4 actores citados en el artículo 348)).

En el minuto 21:22, Mario Silva señala: “como estamos en tiempos de combate…” (de allí la clarificación y señalamiento del “enemigo violento”—los sectores opositores a la Revolución—). Lo que más llama la atención es la forma en la que Mario Silva “le recuerda” al pueblo que el 8 de diciembre de 2012 recibió “la orden” (lo dice enfáticamente con su voz y con ambas manos en sincronía tocando la mesa) del presidente Chávez; en esa oportunidad el Presidente dejó como heredero político a Nicolás Maduro. Trae a colación ese episodio (pasa el video del 8 de diciembre), para “recordarle” al pueblo que Maduro no sólo es “el hijo de Chávez”, sino que Chávez ordenó votar por él; así lo plantea Silva de forma taxativa.

Con este discurso (el video más “la orden” emanada directamente de Hugo Chávez), la discusión de los aspectos legales y jurídicos sobre la legalidad/legitimidad de la convocatoria a una ANC pierde validez, dado que “la orden” fue votar por Maduro; éste encarna el legado que da continuidad a la Revolución Bolivariana. De tal manera que los argumentos legales sobre la convocatoria pasan a un plano secundario. Jaua Milano (sociólogo y profesor universitario), invitado de Mario Silva para esa emisión, continúa en esa línea discursiva del legado; hay un forzamiento deliberado de la argumentación jurídica a propósito del 347 y 348, sobre todo porque la convocatoria la hace Maduro desde el 347, que por ningún lado señala a otro poder constituyente originario distinto al pueblo; en tal sentido, no podía él ser convocante de una ANC.

Esta emisión de La Hojilla, como todos los programas análogos a éste, no presentó argumentos respecto a la legalidad y legitimidad de la convocatoria a la ANC. El programa enfatizó en el discurso belicista, en la lógica de la partición de la sociedad (Laclau, 2005) en dos polos antagónicos. Abundaron las adjetivaciones, los dicterios, los descalificativos de todo orden: fascistas, terroristas, apátridas, ultraderecha, entre otros.

En el minuto 46:26 Jaua Milano señala: “Ellos decidieron el camino de la insurgencia armada”. Segundos después, Mario Silva hace una aclaratoria en el minuto 46:31: “Discúlpame, Elías, que yo no les llamo subversivos; subversivos somos nosotros, ellos son fascistas y criminales; son terroristas”. Esas marcas discursivas no sólo dan cuenta de la partición de la sociedad, sino que esa partición se da en términos extremos, sin “medias tintas”; un uso recurrente de la descalificación extrema: “(…) son fascistas, criminales; son terroristas”. Además, Silva se arroga para sí el derecho de ser “insurgente”, una idea-fuerza fundamental dentro del ideario de la izquierda; de allí, de ese ideal, surge la corrección que hace el conductor del programa a Jaua Milano.

Como se observa, no se reservaron las descalificaciones; Jaua Milano, en su condición de sociólogo, conoce bastante bien esos calificativos; no repara en ellos. No hace ningún tipo de precisión terminológica de, póngase por caso, el uso deliberado y sin atenuantes de la expresión fascista o terrorista. Ahora bien, esa descalificación no sólo obedece a una mera “rabieta” o disconformidad con la acción de los opositores al Gobierno de Maduro. Esa sobrecalificación es también una marca que permite establecer quiénes son los patriotas (los Nosotros) y los antipatriotas (los Ellos). Esta partición, incluso apelando a expresiones deliberadamente descalificadora del otro como sujeto político, es parte de la estrategia populista. En este sentido, vale la pena interpretar a partir de lo que señala Carlos De La Torre:

El pueblo se enfrenta al antipueblo o a la oligarquía, que representa lo inauténtico o extranjero, lo malo, lo injusto y lo inmoral. La política se transforma en lo moral, y aun en lo religioso. No hay posibilidades de compromisos ni de diálogos, y todos los conflictos políticos son dramatizados como enfrentamientos entre campos antagónicos. (De La Torre, 2013:122).

Todo el programa continúa en esa lógica dicotómica en la que el pueblo está revestido de un aura radicalmente positiva. Mientras que el anti pueblo (“los escuálidos”) representa un valor negativo en sí mismo. La lógica dicotómica del programa se reduce a la lucha de los buenos (los adherentes a la Revolución Bolivariana) contra los malos (los opositores y detractores de la Revolución Bolivariana). Esa reducción del campo político entre buenos y malos ha conducido, efectivamente, a confrontaciones como las acaecidas el propio año 2017 (marzo-abril).

La fórmula que encontró la Revolución Bolivariana para dirimir el conflicto fue convocar, de forma ilegal e ilegítima[22], a una ANC; ese llamado derivó en un proceso de votación viciado (con un complejo sistema de representación del voto ideado para ese proceso y que además no está establecido en la normativa electoral vigente). De igual manera, el proceso de elección de esa ANC no contó con la participación de los sectores opositores a la Revolución y tuvo una participación de votantes menor al 30% del total de inscritos en el Registro Electoral Permanente. El resultado: el 100% de los constituyentes de esa ANC son militantes de la Revolución Bolivariana.

Dos o tres cosas para finalizar o la mirada del testigo

En primer lugar, el programa analizado, en términos generales, cumple con esa labor “pedagógica” según la cual “el significante vacío pueblo” (Laclau, 2005), debe ser formado para dar la batalla por la hegemonía. La Hojilla y los demás programas “políticos” del Gobierno—son, efectivamente, programas del Gobierno—, muestran una absoluta coherencia discursiva (véase a tal efecto Zurda Konducta o Con el mazo dando para constatar este aserto): todos hablan en nombre del Gobierno y establecen la grieta como leitmotiv; en ese sentido, se retoma la forma maniquea de los buenos contra los malos. Esa fórmula, condensada en la tensión Nosotros/Ellos, va a constituir el núcleo duro del discurso de los correligionarios de la Revolución Bolivariana. El discurso de Chávez se reactualiza en cada emisión de estos programas. En esa dirección, Chávez cumplió con los requisitos para ser un populista en los marcos planteados por Laclau. Uno de sus más aventajados epígonos así lo señala:  

En el caso de Chávez, sí tenemos todos los elementos de la identificación populista: la división de la sociedad venezolana entre el pueblo y los enemigos del pueblo, sean los Estados Unidos o sean las altas clases venezolanas; la relación inmediata del pueblo con el líder y los símbolos que construyen esa relación, como el uso del bolivarianismo. (Panizza, 2006: s. /p.)

         Esta emisión de La Hojilla lo que muestra es el armado discursivo-mediático para la justificación de la convocatoria a la ANC hecha por el presidente Maduro. No hubo un solo argumento jurídico-legal; se apeló a una combinatoria discursiva que operaba entre lo emocional-conectivo con algunos elementos directivos (“la orden” que dio Chávez el 8 de diciembre) que son constitutivos del discurso militar. Así mismo, la otra parte del discurso estaba centrada en la partición, esto es: acentuar la división entre los dos sujetos constitutivos del populismo: el pueblo y el “otro del pueblo”.

El discurso no se corre de esos dos ejes; se mantiene allí, es un discurso “inmóvil” en tanto y cuanto no representa ningún tipo de varianza, de giro: hablan lo mismo, bajo los mismos enfoques y con la misma motivación: crear la frontera/límite del antagonismo. Como se señaló en algún párrafo anterior, Laclau reintroduce, de forma muy hábil y argumentada, la noción de lucha de clases al debate en las ciencias sociales, claro está, con nuevos elementos como la construcción discursiva de un sujeto-pueblo antagonista y, según el credo populista, con una potencia contrahegemónica inmanente que hay que avivar.

        Ahora bien, el horizonte discursivo de la Revolución Bolivariana y de los programas como La Hojilla, está inscritos en la Nueva Voluntad Comunicativa Gubernamental. Los discursos políticos de la Revolución y sus líderes se mueven en los márgenes de una performatividad discursiva que nació con Chávez y que, luego de su muerte en marzo de 2013, no ha dejado de “hablar”, de efectuarse como gramática de sentido que otorga unidad y coherencia a la Revolución Bolivariana. Es ese uno de los hallazgo más importante de este trabajo: encontrar que el discurso de Hugo Chávez es el íncipit (en su sentido inaugural pero que no cesa) de toda una discursividad que, deliberadamente o no, está dentro de los planteamientos teóricos de Laclau y sus seguidores. 

En la práctica, ese discurso polarizador dejó marcas muy profundas en los venezolanos. Ciertamente, las diferencias económicas, sociales y políticas están presentes en Venezuela en los gobiernos anteriores a la Revolución; hay que reconocer el fracaso del modelo político de la IV República. Pero avivar esas pasiones, apostar al desborde institucional-legal desde el Estado y el Gobierno es un claro atentado en contra de la paz social; lo cual no quiere decir que antes de la Revolución Bolivariana en el país no hubo profundos traumas sociales y económicos. Sin embargo, y esto es ya un dato empírico-testimonial, el país de hoy (sobre todo a partir del 6 de diciembre de 2015, cuando el chavismo sufre una derrota importante en las elecciones parlamentarias de ese año, cuando la oposición ganó la mayoría absoluta de la Asamblea Nacional), es un reflejo de esa polarización. En definitiva, la cita de Arditi (2004) resume buena parte de lo acá señalado.

Aquí entra en juego una variante de la teoría de la obligación política de Hobbes. El clásico intercambio de protección por obediencia que proponía Hobbes se trasmuta en una lealtad pasional hacia un líder y una agrupación política a cambio de bienes como trabajo y seguridad, o al menos de la promesa de proporcionarlos una vez que estén en el gobierno. Además, la centralidad de los líderes y su supuesta relación directa con ‘el hombre común’ busca dotarles de una legitimidad suprainstitucional y convertirles en una suerte de soberanos infalibles cuyas decisiones son incuestionables porque son sus decisiones. Se llega así al punto en que el modo de representación populista y la inclinación por un estilo particularmente brusco de hacer política dejan de ser momentos internos al proceso democrático y pasan a ser su amenazante reverso. (Arditi, 2004: s. /p.)

        El discurso populista como utillaje del poder. Como una forma subrepticia de construir un contra poder (la emergencia del Poder Popular) que, en la práctica, no se dio. El “Poder Popular” que fue creado (tutelado y cooptado) a imagen y semejanza de la Revolución Bolivariana responde, de forma unidireccionada, a sus demandas e imperativos. Pero además, algunos sujeto subalternizado (el sujeto excluido) creen que, en efecto, son los actores protagónicos del proceso revolucionario. Está deslumbrado por esta nueva forma de gobernanza, dado que en él descansa la (aparente) conducción del proceso revolucionario. Eso se construyó como relato y como épica. Programas como La Hojilla ayudaron a solidificar la narrativa del Poder Popular; pero éste no pasó de ser un enunciado animoso, dado que al nacer del Gobierno-Estado-Partido, se le sustrajo su potencia reclamativa, sobre todo cuando (artificiosamente) el Poder Popular se inscribió en la estructura del Estado-Gobierno.

        La emisión de La Hojilla del 6 de mayo de 2017 lo que pretende es la legitimación de la convocatoria a una Asamblea Nacional Constituyente realizada por el presidente Maduro el 01 de mayo de ese mismo año. El programa, al igual que Con el mazo dando y Zurda Konducta (programas de la misma línea que La Hojilla, transmitidos también por Venezolana de Televisión), intenta instalar en los prodestinatarios un orden discursivo según el cual el llamado a una  ANC hecho por el Gobierno no sólo es legítimo, sino necesario para continuar la senda revolucionaria. Una ANC es, ya se ha señalado, un organismo ad hoc: su función es crear una nueva Constitución. Sin embargo, han pasado más de tres años de haber sido instalada la nueva ANC, aún no se conocen los avances del proceso de redacción de la nueva Carta Magna que sustituiría a la Constitución de 1999.

En esa dirección, recientemente el presidente Maduro señaló: “La Asamblea Nacional Constituyente va a funcionar hasta diciembre. Ya así lo ha decidido”[23]. Entonces, la pregunta, y su consecuente carga heurística sería: ¿Para qué convocó una Asamblea Nacional Constituyente si ésta no ha redactado—a la fecha— un solo artículo de la nueva Carta Magna? Esa pregunta resulta más que interesante, fundamentalmente porque la ANC inhabilitó (en connivencia con el Tribunal Supremo de Justicia de Venezuela) a diputados opositores; igualmente, destituyó a la Fiscal General, Luisa Ortega Díaz y desconoció el triunfo del gobernador electo del estado Zulia (el mayor productor de petróleo del país), Juan Pablo Guanipa[24], entre otras actuaciones que, en definitiva, fueron funcionales al Gobierno del presidente Maduro.  

Finalmente, hay que señalar que programas televisivos como La Hojilla y otros, lo que establecen es un tipo de discursividad que enfatiza en la necesidad de demarcar los ámbitos políticos de forma definida. Marcas discursivas como “terrorista”, “fascista”, “ultraderecha”, “lacayos del Imperio”, “escuálidos”, “pitiyanquis”, “apátridas”, “traidores”, entre otras tantas (todas esas marcas estaban presentes el programa analizado); buscan precisamente identificar al “enemigo” (el “otro del pueblo”) y a partir de allí construir una estructura discursiva que apostará por “la grieta”, por la dicotomización del campo político, reduciendo el antagonismo inherente al campo político a una condición polar binaria: los Nosotros (los prodestinatarios) y los Ellos (los contradestinatarios).

 

 

Cuadro de texto: FICHA TÉCNICA DEL PROGRAMA

 

Nombre del Programa: La Hojilla

Conductor: Mario Silva

Tipo de Programa: Opinión Política

Tiempo del programa al aire: desde 2004

Día de la emisión analizada: sábado 06 de mayo de 2017

Hora: 11:00 p.m.

Duración del programa: 2:58:39

Lugar: Estudios de Venezolana de Televisión- Caracas, Venezuela

Disponible en: https://www.youtube.com/watch?v=eT8QtcKWM-s

Fecha de captura del programa: febrero de 2018

 

Bibliografía:

-                   Acosta, Yohan (2014). Una propuesta teórico-metodológica para el Análisis Crítico de Discurso. Revista Razón y Palabra, Nº 87. México, DF-México. 

-                   Arditi, Benjamín (2004). El populismo como espectro de la democracia. Una respuesta a Canova. Revista Mexicana de Ciencias Políticas y Sociales, vol. XLVII, núm. 191, mayo-agosto, pp. 86-99. Universidad Nacional Autónoma de México, Distrito Federal-México.

-                   Arendt, Hannah (2005). La condición humana. Ediciones en la colección sur. España.

-                   Badiou, Alain (2010). El emblema democrático en Democracia, ¿en qué  Estado? VVAA. Prometeo Libros. Buenos Aires-Argentina.

-                   Badiou, Alain (2014). ¿Qué es un pueblo? Eterna Cadencia Editora. Buenos Aires-Argentina.

-                   Carlón, Mario (2010). Discursos Políticos/discursos artísticos: enunciación y dimensión institucional. En Chasqui, Revista Latinoamericana de Comunicación. Centro Internacional de Estudios Superiores de Comunicación para América Latina. Ecuador.

-                   De La Torre, Carlos (2013). El populismo latinoamericano: entre la democratización y el autoritarismo. Revista Nueva Sociedad No 247, septiembre-octubre. Buenos Aires Argentina.

-                   Gadamer, Hans-Georg (2012). Verdad y método. Volumen I. Salamanca. Ediciones Sígueme.

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-                   Haraway, Donna (1995).Ciencia, Cyborgs y Mujeres: La reinvención de la Naturaleza. Ediciones Cátedra. Valencia-España. 

-                   Laclau, Ernesto  (2005). La razón populista. Fondo de Cultura Económica. Buenos Aires-Argentina.

-                   Muñiz, Marcelo y María Rossi (2014). El fantasma del populismo a la luz de otro fantasma: Laclau lector de Hegel. Ponencia. VIII Jornadas de Sociología de la UNLP. La Plata-Argentina.

-                   Panizza, Francisco (2006). ''El populismo distingue entre 'el pueblo', los explotados, y 'el otro', el que explota'”. Entrevista concedida a Silio Boccanera corresponsal de Rede Globo en Londres. Disponible en: https://www.montevideo.com.uy/ZZZ-No-se-usa/Entrevista-de-Silio-Boccanera---uc31829. Fecha de consulta: marzo de 2017.

-                   Pardo, Neyla (2011). Análisis crítico del discurso: Conceptualización y desarrollo. Cuadernos de Lingüística Hispánica N.° 19. Colombia.

-                   Rivas, Ricardo (1999). Populismo y neopopulismo en Venezuela. Revista Sociohistórica, nº 6. Universidad Nacional de La Plata, Argentina.

-                   Sarlo, Beatriz (2012). Tiempo pasado. Cultura de la memoria y giro subjetivo. Una discusión. Siglo XXI Editores. Buenos Aires-Argentina.

-                   Verón, Eliseo (1986). La palabra adversativa. Observaciones sobre la enunciación política. En E. Verón (ed.) El discurso político. Lenguajes y acontecimientos, pp. 1-12. Hachette. Buenos Aires-Argentina. 

 



[1] Chávez, Hugo. (2000, agosto, 02). Aló, Presidente nº 40. [Archivo de video]. Recuperado de  https://www.youtube.com/watch?v=WtkOAQ1M3aM. Fecha de captura: abril de 2020.

 

[2] Óscar Schémel habla del chavismo como una fórmula mágico-religiosa: “Chávez sigue siendo el ‘corazón de la Patria’ como dice el lema de la última campaña electoral. El chavismo es una fuerza social, cultural, simbólica, es casi una religión y eso no lo desmerita ni señala como algo negativo. La política es una forma de religiosidad, una pedagogía (…) Chávez es la principal fuerza simbólica de la Revolución”.  Disponible en: http://www.hinterlaces.com/analisis/politica/el-gobierno-esta-a-tiempo-de-hacer-los-cambios-que-se-necesitan. Fecha de captura: mayo de 2020.

 

[3] Aunque la retórica de izquierda ha formado parte de la política nacional por muchos años, nunca antes de Hugo Chávez esas expresiones tuvieron la posibilidad cierta de ser Gobierno. En ese sentido, esa retórica beligerante y antiimperialista siempre existió, pero nunca se había instituido como poder gubernamental. Más adelante se volverá sobre esa noción de “lo inédito” para dar cuenta de las particularidades del chavismo como composición político-gubernamental.

[4] El primer Gobierno de Carlos Andrés Pérez (1974-1979) ha sido calificado por Ricardo Rivas como “un populismo tardío”. Este autor divide “los populismos” venezolanos en tres secciones y representados en tres periodos presidenciales específicos: a.-) populismo clásico (Gobierno de Rómulo Betancourt), b-) populismo tardío (primer Gobierno de Carlos Andrés Pérez) y c.-) el neopopulismo (Gobierno de Hugo Chávez). 

[5] Aló, Presidente, número 1, mayo 23 de 1999.

 

[6] Hay que recordar que La Hojilla es uno entre varios otros programas de similar tono, como por ejemplo Zurda Konducta y Con el mazo dando. Todos comparten la misma visión ideo-política. Todos tienen una misma línea editorial, discursiva e ideológica. En ese sentido, no sólo se trata de una coherencia en el tratamiento de los temas abordados, sino que existe una coherencia sistemática y orgánica que apunta hacia una visión de conjunto “monolítica” que también se expresa en las acciones del Gobierno, el Estado, el Partido (Partido Socialista Unido de Venezuela) y las Fuerzas Armadas Nacionales.

[7]Este planteamiento se usará, para efectos de este trabajo, en tanto que existe una lógica coherente y cohesiva entre estas instancias: Poder Ejecutivo, el Estado y el Partido Socialista Unido de Venezuela (PSUV); de hecho, se puede señalar que esa correspondencia de intereses es orgánica; con el aditamento de que los otros dos poderes (Estado y Partido) están subsumidos al poder gubernamental (el Ejecutivo). Esa triunidad opera como una suerte de estructura monolítica que se mueve en función de sus propios intereses y, sobre todo, opera para auto reproducir y auto preservar el poder.  

[8] “La acción única actividad que se da entre los hombres sin la mediación de cosas o materia, corresponde a la condición humana de la pluralidad, al hecho de que los hombres, no el Hombre, vivan en la Tierra y habiten en el mundo. Mientras que todos los aspectos de la condición humana están de algún modo relacionados con la política, esta pluralidad es específicamente la condición - no sólo la conditio sine gua non, sino la conditio per quam- de toda vida política”. (Arendt, 2009:22-23). La noción de acción en Arendt es fundamental, dado que esa “conditio per quam” (condición por la cual) es la que, entre otras cosas, le otorga su condición de sujeto social y político al ser humano. Ese carácter de sujeto político se va a ser más complejo en la medida que irrumpa el orden de la Modernidad, donde el sentido de la política y lo político adquieren un rango más racional y, sobre todo, se articula con las artes de gobernar; ya no sólo como búsqueda de la comunidad plural por la aspiración a “la vida buena” aristotélica, sino como un ejercicio del poder gobernativo que ejercen unos sobre (y para) los otros en función de la comunidad en su conjunto. 

 

[9] Este autor, huelga decir, es fundamental en la propuesta populista de Ernesto Laclau; sobre todo en la identificación de los sujetos que, en lo sucesivo, antagonizarán por el campo hegemónico. La idea es dicotomizar la sociedad a partir de dos antagonistas fundamentales (condensados en la fórmula Nosotros/Ellos) que permita, a una de las partes (al sujeto pueblo subalternizado) emerger como nuevo sujeto contra hegemónico. Laclau reintroduce la noción schmittiana de la política en términos de agón esencial, amparados en la dicotomía amigo/enemigo que establece el jurista alemán. 

[10]Comandante Chávez. Discurso completo. Toma Posesión 02 Feb 1999. [Archivo de video]. Disponible en: https://www.youtube.com/watch?v=NxZeM_GIESc. Fecha de consulta: abril de 20017.

 

[11]“El pueblo de Venezuela, en ejercicio de sus poderes creadores e invocando la protección de Dios, el ejemplo histórico de nuestro Libertador Simón Bolívar y el heroísmo y sacrificio de nuestros antepasados aborígenes y de los precursores y forjadores de una patria libre y soberana; con el fin supremo de refundar  la República para establecer una sociedad democrática, participativa y protagónica”. (Extracto del Preámbulo de la Constitución de la República Bolivariana de Venezuela).

[12] La noción de público-meta, para efectos de este trabajo, no se corresponde con la visión tradicional que se tiene de esa categoría desde el mundo de la publicidad y que está asociada al marketing y a un tipo ideal de consumidor. En este caso, el público-meta (que es el pueblo, sujeto subalternizado), debe ser sometido a un proceso de formación que sea capaz de dotarlo de un sentido de lucha y emancipación. La idea es que, como en los postulados de Marx y Engels, el pueblo adquiera consciencia de sí y para sí. La dimensión populista tiene ese carácter pedagógico-formativo. A la vez, al ser un significante vacío (como categoría política el pueblo perdió su significado; lo que se nombra cuando se dice pueblo es una instancia legaliforme a la que se le sustrajo de uno de sus elementos constitutivos más importantes: su capacidad reclamativa-reivindicativa), el populismo se encargará de dotarlo de un nuevo significado. Este nuevo significado deberá contener la potencia contra hegemónica suficiente como para sentar las bases de un nuevo sujeto histórico y, consecuentemente, un nuevo bloque histórico que aspirará a la hegemonía. 

[13] La idea de “El Paraíso”, “La Salvación” o “el cielo prometido” implica una tensión y una transición. Por un lado, la tensión de vivir en la tierra atendiendo a los preceptos y demandas de la visión judeo-cristiana, misma que promete “El Paraíso” o “el cielo prometido”. Ello implica asumir un deber ser-estar para poder aspirar a esa otra condición superior (la transición hacia ese otro estadio); ello implica que el sujeto humano debe cumplir con ciertas condiciones morales que, a posteriori, le permitirán el ingreso al “cielo prometido”. El “más acá” si bien tiene un sentido mundano y material, no se desliga del sentido del “más allá” (metafísico). Uno y otro concepto no se “anulan” entre sí; tampoco se niegan, uno y otro son constitutivamente necesarios y establecen el orden de dominio de Dios sobre los humanos. 

[14] El fuego, aquello que estuvo prohibido a los seres humanos, es robado por Prometeo y entregado, sin consentimiento de los dioses, a la humanidad. La metáfora del fuego también entendida como la esperanza de “luz para la humanidad”.

 

[15] El político profesional es aquel que aspira a un cargo de elección popular y, por tanto, quiere ganarse el afecto de las mayorías para que lo apoyen en un eventual proceso eleccionario en el marco de la democracia liberal. Asimismo, el político profesional es quien ejerce la política como profesión. Ha establecido que su forma de vida gira alrededor de una suerte de saber tecno-instrumental que se relacionas con el ejercicio gobernativo-estatal.

 

[16]María Marta García Negroni, haciendo lectura de Eiseo Verón y su versión del discurso político, establece tres sujetos del discurso político, a saber: el prodestinatario, el contradestinatario y “el tercero hombre” (Verón dixit) el paradestinatario. En el plano del populismo, el campo del discurso se establece entre dos tipos de destinatarios: el “Nosotros” (prodestinatario) y el “Ellos” (contradestinatario). El paradestinatario queda relegado dado que, necesariamente, tendrá que optar por una de las dos opciones antagónicas: Nosotros o Ellos. Pensar en una “tercera vía” implicaría romper con la dicotomía constitutiva del orden populista, es por ello que no tiene mayor relevancia el paradestinatario.

 

[17]Se prometen nuevas políticas públicas, por ejemplo; dado que el discurso político, al ser humano y presente (es un discurso, por lo general, in situ), no se trataría en todo caso de “la palabra de Dios contenida en La Biblia”; se trata de un discurso mundano, de sujetos humanos que producen un discurso con aspiraciones políticas a otros sujetos humanos que tienen el poder de legitimar al productor del discurso; se crea un horizonte de sentido verosímil, aunque fundado en la promesa y su consecuente carga mítico-religiosa. 

 

[18] En el título del artículo de Neyla Pardo: Análisis crítico del discurso: Conceptualización y desarrollo se alude directamente al Análisis Crítico del Discurso (ACD); aunque en el desarrollo del texto habla de los Estudios Crítico del Discurso. Para efectos de este trabajo, no hay distinciones sustantivas entre en ACD y los ECD.

[19] Es una de las marcas discursivas que mayor fuerza tomó en función de esa partición de la sociedad en dos grandes sujetos antagónicos. Luis Miquelena, antiguo mentor político de Hugo Chávez y viejo guerrillero que combatió la dictadura de Pérez Jiménez, fue quien acuñó el término para referirse a todo aquel que adverse a la Revolución Bolivariana. Lo interesante es que el término no lleva la impronta de la clase; es decir, no se aplica sólo a los “chetos” (clase adinerada) u oligarcas, sino a cualquiera que adverse al chavismo, sea rico, pobre o clase media. Esta categoría es más “útil” dado que su alcance es mayor; un “escuálido” pobre es un desclasado y un traidor, pues no apoya a la Revolución que trabaja para dignificarlo. Mientras que un “escuálido” rico es, por su propia naturaleza oligárquica, un enemigo del pueblo, ergo, de la Revolución Bolivariana (que es, en la lógica del chavismo, la representante más fidedigna del pueblo, su carnadura hecha Gobierno). 

[20]Sobre la voz depositario, según DRAE, se encuentra lo siguiente:

1. adj. Perteneciente o relativo al depósito.

2. adj. Que contiene o encierra algo.

3. m. y f. Persona en quien se deposita algo.

4. m. y f. Persona que tiene a su cargo los bienes de una depositaría.

Vale destacar, que la voz “depositario” no tiene la misma potencia de significación de la voz “poseedor”, lo que a nuestro juicio, tendría mayor alcance de significación.

[21] Los resaltados (subrayados y cursivas) buscan explicitar el contenido connotativo (potencial) de los artículo 347 y 348.

[22] Véase a tal efecto la discusión doctrinaria, filosófica, política, jurídico-legal y sociológica que se dio en el Hotel President denominado “Encuentro de Constitucionalistas en Defensa de la Constitución de 1999: Participación y Soberanía Popular en la Asamblea Nacional Constituyente. Convocatoria, Bases Comiciales y los Referendos". En este encuentro las disertaciones se dieron bajo marcos académicos-argumentativos. De hecho, hubo invitaciones directas a representantes del Gobierno nacional y a constitucionalistas adherentes a la Revolución Bolivariana como el Dr. Hermann Escarrá. Ninguno acudió. Vale destacar que los cinco ponentes de ese encuentro participaron en el proceso constituyente de 1999, algunos como constituyentitas (Ricardo Combellas y Freddy Gutiérrez), mientras que Roberto Viciano y Julio César Fernández participaron como asesores del Presidente Hugo Chávez y de la Asamblea Nacional Constituyente de 1999 y como coordinador Jurídico de la redacción de la Constitución de 1999 respectivamente. Por su parte, Jesús María Casal es un connotado jurista, ex Decano de la Facultad de Derecho de la Universidad Católica Andrés Bello. Disponible en: https://www.aporrea.org/actualidad/n309803.html. Fecha de consulta: junio de 2020

[23]¿Por qué el madurismo disolvería su Constituyente en diciembre? Disponible en: https://www.voanoticias.com/venezuela/madurismo-disolvera-su-constituyente-en-diciembre-porque-le-sera-innecesaria. Fecha de consulta: agosto de 2020.

[24]Guanipa no fue investido de su cargo como gobernador electo al negarse a aceptar la investidura por parte de la ANC.