Revista Nº35 "SEGURIDAD INTERNACIONAL"

 

BEYOND THE WAR ON TERROR: DISCUSSING THE ETHICS OF SELF-DEFENSE.

 

MÁS ALLA DE LA GUERRA CONTRA EL TERROR: DISCUTIENDO LA ETICA DE LA AUTO-DEFENSA COMO CONCEPTO CENTRAL

 

Maximiliano Emanuel Korstanje*

Profesor de Economía Social, Universidad de Palermo

Dorrego 169, nivel 2, apartamento F

Buenos Aires, Capital Federal 1414, Argentina

Correo electrónico: mkorst@palermo.edu

*Autor correspondiente

 

Kenneth David Strang

CEO APPC Research y Profesor de Negocios y Economía, Universidad Estatal de Nueva York

Centro Regional de Educación Superior, 640 Bay Road, Queensbury, NY 12804, EE. UU.

Tel: +1 518 792 5425
Correo electrónico: Kenneth.Strang@gmail.com

 

Abstract

In this study the authors adopted a post-positivist research design philosophy to explore the likelihood that Americans would support extreme self-defense policies like torture, reducing human rights or banning Muslims to fight against global terrorism, especially after 9/11 and in light of the Trump conservative government. The authors grounded their research questions into the literature to form hypotheses in a correlational design strategy which they tested using nonparametric statistics. They collected opinions from 3213 Americans during 2016-2017 about applying extreme self-defense tactics to combat global terrorism and how these opinions contrasted between those holding a conservative versus liberal or other individualistic socio-political ideology. The surprising results were that American citizens did not unanimously endorse banning Muslims (only 30% supported the policy and 6% were undecided) but the majority (51%) of participants sanctioned torture as a self-defense to combat global terrorism.

Key Words: Terrorism, Fear, Self-defense, Muslim World, Ethnocentrism

 

Resumen

En este estudio adoptamos una filosofía de diseño de investigación post-positivista para explorar la probabilidad de que los estadounidenses apoyen políticas extremas de autodefensa como la tortura, la reducción de los derechos humanos o la prohibición de los musulmanes de luchar contra el terrorismo global, especialmente después del 11 de septiembre y teniendo en cuenta Trump gobierno conservador. Fundamentamos nuestras preguntas de investigación en la literatura para formar hipótesis en una estrategia de diseño correlacional que probamos usando estadísticas no paramétricas. Recopilamos opiniones de 3213 estadounidenses durante 2016-2017 sobre la aplicación de tácticas extremas de autodefensa para combatir el terrorismo global y cómo estas opiniones contrastaban entre quienes tenían una ideología conservadora versus liberal u otra individualista. Los sorprendentes resultados fueron que los ciudadanos estadounidenses no respaldaron unánimemente la prohibición de musulmanes (solo el 30% apoyó la política y el 6% no se decidió) No obstante, dentro de los liberales, la mayoría si respaldaba el acceso de los musulmanes en las fuerzas de seguridad que luchan contra el terrorismo. A su vez, la mayoría (51%) de los participantes sancionó la tortura como una defensa propia para combatir el terrorismo global.

 

Palabras claves: Terrorismo, miedo, auto-defensa, Mundo musulman, etnocentrismo.

 

INTRODUCCIÓN

Aun cuando, entre 2016 y 2017 el mundo ha sido testigo de un aumento significativo en el número de ataques terroristas, ahora afectando a países centrales como Bélgica, Inglaterra, Francia y Estados Unidos, no menos cierto es que mientras el terrorismo continuó en las regiones de Medio Oriente y África nororiental, los países occidentales han mantenido cierta inmunidad. Las organizaciones terroristas como ISIS y Boko Haram adoptaron una estrategia radicalmente mucho más violenta que Al-Qaeda, en lo cual se asume que han surgido nuevos grupos jihadistas que vulneran la integridad de turistas, periodistas y contratistas con el fin de promover su ideología y sus objetivos (Strang, 2015 a). La evidencia es clara a grandes rasgos, la mayoría de los terroristas se encuentran relacionados al Islam, aunque por si misma la religión no es un factor decisivo en el proceso de radicalización del terrorista. Por ese motivo, es importante notar que los activistas radicalizados representan una pequeña porción del mundo islámico ya que casi una cuarta parte de las personas en el mundo son musulmanes (Strang & Alamieyeseigha, 2017). Lo que es peor aún, en Estados Unidos algunos grupos de derecha apuntan al mundo musulman como la cuna de futuros terroristas sin ninguna base científica. La figura del Otro no europeo comienza a nutrirse de una imagen negativa dentro de los programas televisivos (Howie 2010; Korstanje 2017). A raíz del temor que despierta el terrorismo y las incansables demandas por mayor seguridad, algunos países han adoptado una ideología, o forma de gobierno restrictiva, y políticas radicalizadas donde la tortura y la prohibición de ciertos derechos inalienables e individuales se han hecho carne. La llegada de Donald Trump a la presidencia de Estados Unidos y sus promesas de legalizar la tortura para luchar contra el terrorismo, como asi también el “Muslim-ban”, limitaciones de visa a ciertos colectivos musulmanes desencadenaron un acalorado debate en los últimos meses. El terrorismo descansa sobre un difícil dilema moral. Sabiendo que el ataque es inminente pero no teniendo información sobre cuando y en que lugar será, el gobierno se ve envuelto en un problema filósofico: disponer de la tortura puede salvar vidas, pero viola los derechos procesales vigentes. No usarla puede permitir un número mayor de víctimas. La tortura, fundamentan aquellos que la defienden, permite salvar vidas de inocentes, empero no hay certeza de ello. En el segundo caso, es posible que los efectos sobre la población civil sean devastadores como asi también en sus instituciones. Ello ha despertado el interés de los intelectuales y escritores sobre el uso de la tortura como mecanismo preventivo. Durante décadas, los acádemicos no han llegado a un consenso respecto de si la tortura, o su total prohibición son suficientes en la lucha contra el terrorismo (Sunstein, 2005). Si bien la tortura se encuentra limitada dentro de la jurisprundencia legal moderna, existen hoy día algunas controversias respecto a su regulación.

 

En este sentido, es importante notar que se han publicado diversos estudios en la literatura especializada respecto de las motivaciones y los procesos emocionales-cognitivos que confluyen en la mentalidad de un terrorista. No obstante, hoy dos escuelas pugnan por imponer sus propios paradigmas y tesis centrales. Sin miedo al error se puede decir que existen dos polos enfrentados. Mientras algunos especialistas centran su atención en los efectos negativos del terrorismo, y a su vez a las reaciones defensivas extremas dentro de la misma sociedad que es blanco de esos ataques (Huntington 1997; Kagan 2004b; Staub 2011; Chester en al., 2007), otros aluden al terrorismo como una construcción ideológica no muy diferente a la delincuencia moderna, lo cual sugiere que los poderes dominantes hacen del terrorismo la excusa perfecta para intervenir directamente en cuestiones que de otra forma les serían inexpugnables (Chomsky 1987, Bernstein 2005, 2015, Skoll 2016, Korstanje 2017).

 

Dentro de las ciencias sociales, la sociología y la politología han sido dos de las disciplinas que más atención le han prestado al fenómeno. Para otras disciplinas como la psicología, el terrorismo es producto de un profundo e histórico resentimiento o frustración que se canaliza por medio de la violencia. Es asi que algunos psicólogos ven el terrorismo como una enfermedad patológica que afecta no sólo a ciertas organizaciones sino a la sociedad entera. Jacques Derrida define el terrorismo como una suerte de síndrome autoinmune que afecta la ficticia de las instituciones, mientras que Habermas profundiza en la naturaleza semiótica del terrorismo como una patología derivada en el proceso comunicativo (Borradori, 2013). En los últimos años, los estudiosos llegaron a la conclusión que los terroristas no son necesariamente psicóticos, o personas con desequilibrios mentales importantes, sino simplemente ciudadanos que experimentan un proceso de radicalización en donde sus sentimientos de frustración son despojados de toda empatía y dirigidos hacia un colectivo común, bajo la lógica de nosotros vs. Ellos (McCauley & Moskalenko 2008; 2011).

 

Lo anteriormente expuesto, sugiere una pregunta por demás particular, ¿es el terrorismo un fenómeno individual o colectivo de índole global?, ¿que función cumple la globalización en el cultivo de una personalidad que es proclive al terrorismo?

 

Por desgracia, los investigadores no llegan a un acuerdo respecto de si la ética, la cual indica que es o no correcto, pueden proteger a la ciudadanía de una forma radical de violencia que mine por dentro las instituciones democráticas de una sociedad. Dicho dilema sugiere que los ciudadanos comunes están educados para pensar que los terroristas son malos porque actúan más allá de las fronteras éticas, y que al hacerlo, entonces se entiende que el Estado puede ir por fuera de la ley. En segundo lugar, la teoría fundamenta que el grado de violencia por parte del estado –en el caso de la tortura- debe ser proporcional al potencial daño que el terrorismo pueda causar. La idea de la inmediatez y los efectos potencialmente destructivos de un ataque terrorista –en contra de una población indefensa- presionan al estado para actuar en forma preventiva. No obstante, hasta que punto determinada amenaza puede concretarse o mantenerse sólo en el imaginario colectivo es el punto clave en esta discusión. Si en la guerra el asesinato es aceptable porque los dos bandos se encuentran en igualdad de condiciones, en el ataque terrorista, la víctima no se encuentra a la altura de las circunstancias. En la mayoría de los casos, las víctimas no forman parte directa del conflicto. Lo cierto es que la radicalización de las instituciones democráticas en contra del terrorismo no sólo empeora el problema, sino que pone al sistema democrático en jaque. Un trabajo interesante sobre el tema a cargo de  Coons y Weber (2016), sugiere que la idea de auto-defensa no es suficiente para la legalización de la tortura.

 

En este artículo discutimos críticamente la literatura especializada para contraponer aquellos aspectos importantes que gradualmente lleva a una sociedad democrática a legalizar y a aceptar la tortura como instrumento legitimo de auto-defensa frente al terrorismo. Cabe mencionar llegado el caso, que la guerra contra el terrorismo (ingles, war on terror) fue un término acuñado por G. W Bush luego del 11 de Septiembre de 2001. En esa ocasión, Bush hizo mención a la necesidad de democratizar el mundo ayudando a aquellos países aliados a fortalecer sus instituciones, pero tomando intervención directa en aquellos que hostiles a Washington albergan a los grupos fundamentalistas. Estos estados, los cuales en otras presidencias se les había llamado rogue states, representan una amenaza directa contra los Estados Unidos. Por ese motivo, Bush entiende que la misión divina de los Estados Unidos es luchar contra el eje del mal, comprendiendo a Afhganistan, Iraq, y Corea del Norte. Dicha rétorica no sólo se ha hecho dominante en parte de la prensa y los medios masivos de comunicación, sino que ha posibilitado el acceso de Donald Trump a la presidencia.

 

En retrospectiva, el presente estudio versa en el estudio de esa opinión pública estadounidense que demanda mayor seguridad. Comprender la manera en que los estadounidenses perciben al terorrismo y el rol que juega la teoría de la auto-defensa en ese proceso, son dos de los objetivos de la presente investigación. La muestra ha hace extensiva a miles de ciudadanos con el fin último de decifrar el proceso cognitivo por medio del cual el terrorismo se ha transformado tanto en una amenaza, como en un espectáculo narrativo y mediatizado a todo el mundo occidental.

 

REVISIÓN DE LITERATURA

El concepto de auto-defensa denota la idea o el derecho de una persona, grupo de personas o comunidad a defenderse frente a un ataque externo. Para que el concepto sea legalmente aceptado, la auto defensa debe ir acompañada por la preemcion, lo cual significa que el ataque adquiere un carácter inminente, disruptivo y peligroso. Uno de los dilemas éticos –más intricados- parece ser la aceptación de ciertas practicas violentas que vulneran los derechos individuales para proteger lo que los especialistas llaman soberanía nacional, o seguridad nacional (Sunstein 2003; Bellamy 2005; Gray 2007; Skoll & Korstanje, 2013). Cabe mencionar que meses después del ataque al World Trade Center,  la sociedad estadounidense recibía el apoyo mundial de otras otras naciones democráticas en la solidaridad por el evento. El clima de dolor por la pérdida de más de tres mil civiles incocentes cambia cuando los Estados Unidos decide de forma unilateral inervenir militarme en Iraq bajo pretexto de que dicho país escondía armas de destrucción masiva. Esta idea preemptoria, estaba asociada a la estrategia de la administración Bush de utilizar a la amenaza del terrorismo como una excusa para ganar las elecciones.

 

En este contexto,  la doctrina del principio de precaución (o precautionary principle) parecía ser legitimada por la opinión publica estadounidense en vistas de una amenaza real o inminente, aun cuando había qienes se opinian a la invasión a Iraq. Los jurisperitos advierten que el terrorismo no sólo diluye los resortes éticos de la democracia subordinándolos a la necesidad obsesiva por mayor seguridad, sino que también divide a la ciudadanía en dos. Por un lado, se da un sentimiento general de conservadurismo que respalda algunas estrategias extremas de autodefensa como por ejemplo la tortura, y la suspensión de las garantías constitucionales. Por ejemplo, los radicales conservadores conocidos como 'Radcons' exageraron las probabilidades de que Iraq facilitara material para frabricacion de bombas a grupos radicalizados, mientras que sus críticos aducen que no existían pruebas fehacientes de tal trama (Kagan, 2004 a; Weisberg, 2008; Korstanje, 2017). En forma complementaria, la doctrina precautoria no ha sido suficiente para  frenar las críticas internacionales y los cuestionamientos de otros países por la decisión de Bush de invadir una nación independiente. La supuesta tesis precautoria sugiere que la amenaza viene desde fuera del estado nacional, cuando en realidad los servicios de inteligencia tenían información clave que la mayoría de las células terroristas operaban desde el corazón de los estados nacionales europeos. Despues de ello, es importante resaltar que la democracia no es inmune al terrorismo, de la misma forma que no todos los estados no-democraticos operan en favor del terrorismo (Simon 2007; Altheide, 2006; 2007; 2009; Skoll 2007; 2011).

 

La guerra contra el terror despertó el interés de muchos académicos movidos también por la necesidad de estudiar la forma en la cual el terrorismo destruye, o afecta las barreras éticas de una sociedad. Como bien observa Lisa Stampnitzky (2013), en los días donde el miedo prima como valor de cambio, la irracionalidad se ha hecho carne de los discursos políticos. El terrorismo no sólo apela a un sentimiento de miedo por parte de la ciudadanía, la cual no sabe cuando ni donde será el próximo ataque, sino que mina el propio concepto de representación política. La lucha contra el terrorismo permite políticas que de otra forma no serìan viables, como ser la asignación de recursos, partidas presupuestarias en pos de una sociedad más segura. Según  Coons y Weber (2016),  la imposición de falsas urgencias puede conducir a una justificación ideologica, donde los derechos humanos quedan suspendidos. Ello es muy peligroso para la sociedad demócratica. En este proceso, el ejecutivo asume tareas de centralización que invade e interpela los otros poderes. Como bien Coons y Weber advierten, la violación de los derechos humanos en nombre de la seguridad nacional es una pieza clave y común en aquellas sociedades aterrorizadas por el terrorismo. Dadas las condiciones, la ética queda subordinada a la decisión política, o por lo menos a la opinión de una mayoría. Para los analistas políticos es sumamente difícil poder discernir hasta que punto la necesidad a la auto-defensa, la cual concentra las voluntades de mayorías civiles, puede racionalizar (legalizar) el uso de la violencia por parte del estado que por defecto llevase a una violación en las garantías constitucionales. El Acta Patriotica, por lo menos, así lo demuestra. Empero ¿que hacer si la ciudadanía legitima dicha invasión?

 

El principio democrático se inviste en la voz del pueblo, pero eso no significa que este no se mueva por objetivos equivocados, o simplemente caiga en el error. Para ello, las instituciones desarrollan pesos y contrapesos tendientes a equilibrar la circulación de poder dentro del sistema político.

 

Sin lugar a dudas, el 11 de septiembre aceleró una crisis política y social dentro de los Estados Unidos, cerrando no sólo su economía sino sus fronteras. El “Otro no occidental” comenzó a ser visto con desconfianza, terror y hasta perseguido por los diferentes órganos de control del estado. La tecnología usada en la mayoría de los casos para espiar a otras naciones, o incluso a sus propios ciudadanos, puso a la cresibilidad de las administraciones Bush y Obama en jaque. En contraposición, todas estas medidas parecen haber sido inútiles frente a los grupos radicalizados, los cuales siguen operando con mayor virulencia (Strang 2015ª). Las ciencias sociales desde el 9/11, no se han mantenido indiferentes. De la mano de sociólogos y antropólogos, se dieron diferentes debates tendientes a resaltar el rol de la ética como constructor de otreidad, de derechos hacia aquellas minorías étnicas que eran perseguidas por los controles fronterizos. Aquí la figura del extranjero como otro no deseado, se asocia en forma simple a la presencia de grupos que pueden atentar contra los Estados Unidos. Definido como una entidad peligrosa en lo potencial, la incertidumbre dentro de la sociedad mina desde dentro la arquitectura del andamiaje social (Coons & Weber 2016). Es importante revisar las principales teorías que giran en torno al terrorismo debido a que muchas de ellas tienen fallas o se basan presupuestos falsos. En algunos casos, la literatura especializada pasa por alto la importancia de la ética en la lucha contra el terrorismo, a la vez que ignora que la percepción grupal puede ser manipulada políticamente. La nocion de autodefensa no sólo adquiere un abordaje multidisciplinar pues ella misma depende de muchos factores, sino que sigue siendo muy difícil de comprender.  Esto representa un serio riesgo para la gobernabilidad y la estabilidad política derivada porque el imaginario social es altamente maleable. Desde cierta perspectiva, las narrativas de la auto-defensa disorcionan el sentido de realidad aumentando paradójicamente los riesgos a un ataque terrorista. Al margen de las probabilidades reales, nos movemos en el mundo acorde a nuestras propias subjetividades y percepciones. A partir de nuestra individualidad, la percepción nos vincula al mundo. No obstante, no menos cierto parece ser que los procesos cognitivos que la forman se articulan en torno a narrativas, discursos e incluso prejuicios que modifican las conductas individuales. El terrorismo, en los últimos años, ha subertido ciertos valores. Por ejemplo, cuando los militares estadounidenses asesinan involuntariamente a victimas civiles durante una incursión en Oriente Medio, la opinión publica estadounidense justifica dicho acto en nombre de la seguridad nacional. Ello sugiere una pregunta por demás particular, ¿por qué el asesinato de los otros que no forman parte de la sociedad es considerado un mal menor, ajeno al cuestionamiento ético mientras que el ataque terrorista es demonizado como un acto de extrema maldad?, ¿porque las victimas no tienen el mismo valor para la sociedad?

 

Asistimos entonces a un interesante debate entre los investigadores con respecto al dilema ético que consiste en prohibir los derechos humanos de los ciudadanos cuando una sociedad declara el estado de emergencia o un potencial peligro. Puesto el mismo problema en otros términos, cada persona es consciente cuando es moralmente responsable de sus actos (McMahan 2016). Partiendo de la base que sus derechos terminan donde empiezan los de otro ciudadano, el estado y la ley deben ser garantes de una existencia pacifica. Con dicho argumento en mente, el principio ético de la autodefensa se adentra en un terreno inexplorado que es el de la auto-determinacion a la gobernabilidad (Itsuka 2016). Cada estado decide las condiciones de civilidad, hecho por el cual aquellos que no forman parte de ese estado, como los migrantes, pueden quedar sujetos a tratos inhumanos. Con el terrorismo la discusión se complica pues se entiende que no se puede juzgar a otros, mucho menos quitarles sus derechos por riesgos infundados que no se concretan en forma fehaciente. El supuesto complot de S. Hussein y la inexistencia de armas de destrucción masiva son prueba de lo expuesto. El terrorismo opera bajo la idea de contingencia, es decir de un riesgo hipotético que no ha tenido lugar. Quitarles sus garantías individuales a ciertas personas en pos de un riesgo imaginado puede ser el principio de una nueva  jurisprudencia que confronte con la jurisprudencia romana, debido a que ningún ciudadano puede ser juzgado por un crimen que no ha cometido aún (Korstanje 2017).

 

Otro aspecto importante en la discusión es el papel de las emociones humanas como distorsionantes en el proceso de racionalidad.  A la vez que ciertos riesgos son exagerados, otros que pueden hacer colapsar a la comunidad se ven de poca importancia. Retornando al concepto de auto-defensa, advierte Alexander (2016), la necesidad, la propocionalidad y la retirada son las condiciones separadas necesarias para activar el derecho de defensa propia. La proporcionalidad se asume como la cantidad de fuerza que debe aplicarse para evitar cierta amenaza mientras la necesidad indica que una amenaza genuina es inminente, por lo que una autodefensa, si está justificada, evita o advierte el peligro (Alexander, 2016). Finalmente, el concepto de retirada refuerza la importancia de retirarse del entorno hostil emprendiendo o no un ataque preventivo (Otzuka, 2016). En este contexto, Fishback (2016) sugiere que los estados pueden cooperar con otros estados para fomentar un clima de prosperidad y seguridad aun cuado ello quede sujeto a algunas complicaciones. Si un estado vulnera las libertades de sus propios ciudadanos, ¿como debe reaccionar el otro estado aliado?

 

Una respuesta prágmatica advierte que en la mayoría de los casos los estados hacen caso omiso a los actos de violencia perptrados por sus aliados. En otros, por el contrario, que las intervenciones deben estar racionalmente justificadas evitando la demanda de políticas populistas (Fishback 2016). Lazar (2016) por su parte, critica la tesis de que los ciudadanos civiles que no entran en el conflicto carecen de total responsabilidad por las acciones de sus estados. Ello sugiere que entonces los terroristas pasivos son inocentes mientras los activos culpables. Como argumenta Lazar, existen muchas personas que potencialmente pueden ser terroristas sin saberlo, no menos cierto es que la distinción combatiente vs. No combatiente como baluarte discursivo oscurece más de lo que aclara. Si hay un terrorista, lo más probable es que existan otros, pero la comunidad no lo sabe y-o no lo quiere saber. En la mayoría de los casos, se da cierta indiferencia en la comunidad hasta que lo peor sucede. El terrorista surge entonces como una figura a ser demonizada, pero ¿es la comunidad igual de responsable o no?. Lo que es peor aun, ¿puede la comunidad acusar a un futuro terroristas sin pruebas de que este planeando un ataque?

 

Lazar advierte que toda decisión individual queda sujeta a una volición colectiva, y en tal caso, se debe objetar las responsabilidades individuales en la guera, una acción colectiva donde matar se hace legal. Cuando se protege a un terrorista cada ciudadano hace una elección ética, empero lo mismo sucede cuando el estado toma la decisión de intervenir en un estado soberano o suspender una garantia. La teoría liberal parece ambigua en este sentido asumiendo que la ética puede ser modificada según los intereses de la mayoría. Pues entonces, estamos en condiciones de afirmar que la ética jamas puede quedar subordinada a la decisión política, individual o colectiva (Lazar 2016;  Alexander, 1976; McMahan, 2009; 2010). La ley puede ser modificada por los hombres, la ética es constitutiva de su entidad como hombres. De hecho una gran cantida de ciudadanos occidentales no se hacen responsable de los actos de guerra de sus estados, convencidos de que pagando impuestos, educando a sus hijos y trabajando son buenos ciudadanos (Korstanje 2017). En este contexto, el acto terrorista interpela a la sociedad con la pregunta ¿porque nos hacen esto a nosotros? En la sociedad liberal existe la creencia extendida (pero falsa) de que los terroristas odian a las sociedades occidentales por su prosperidad y la fortaleza de sus instituciones. Estas voces ignoran que la mayoría de los terroristas son nativos de las sociedades a las cuales atacan.

 

Aclarados estos puntos, nos es urgente analizar críticamente la doctrina del mal menor, la cual defendida por Michael Ignatieff (2013), enfatiza en la necesidad de legalizar la tortura para evitar el avance del terrorismo. En forma polémica, Ignatieff argumenta que el sentido de la ley es la protección de los individuos. Cuando existe una amenaza interna, el estado debe reaccionar movilizando sus recursos materiales y bélicos con el fin de controlar la gobernabilidad. El terrorismo, escribe Ignatieff, no sólo destruye la democracia sino el principio de civilidad. Por ese motivo, la ley debe permitir el uso de la tortura como forma temporal de coaccion por el bienestar de todos (Ignatieff 2013). La teoría del mal menor enfatiza en la tortura como un instrumento que revela cierta información vital para que el estado puede prevenir el ataque. La figura preventiva juega asi un rol vital en la configuración democrática. No obstante, Ignatieff pasa por alto la critica que ha recibico la tesis preemptoria por parte de los juristas estadounidense. Sin ir más lejos, Cass Sunstein (2005) analiza el andamiaje jurídico de la sociedad capitalista y las limitaciones de la teoría preventoria. En parte, los sujetos ceden frente a sus emociones y a hacerlo nublan su juicio crítico. Como resultado, cada decisión puede ser la incorrecta y llevar a miles de ciudadanos a una muerte segura. Por ese motivo, es importante adoptar la objetividad y la racionalidad de la cadena de expertos quienes en cooperación con los gobernantes deben alcanzar la mejor decisión posible. En ocasiones, ignoramos ciertos riegos de alta probabilidad mientras que otros –los cuales apelan a nuestra emocionalidad- son magnificados. En consecuencia, los estados deben evitar posiciones populistas respecto al manejo de riesgos y a la demanda incesante de mayor seguridad por parte de la ciudadanía. De cierta manera, es imposible concebir una sociedad de riesgo cero como humana como defienden los adherentes a la tesis preventoria. Obviamente, las sociedades democráticas tienen mayores posibilidades de lidiar con los riesgos que las totalitarias debido a que los temas son debatidos desde la esfera pública por varios actores, pero eso no evidencia que ciertos grupos de presión hagan lobby para lograr sus objetivos (Sunstein 2005). En ciertos contextos, los miedos desmedidos puede incluso afectar seriamente el funcionamiento de una democracia consolidada. Los analistas deben evitar caer en la quimera de la tesis preventoria o el principio de precaucion (Sunstein 2005; Strang 2013; 2014).

 

Por último pero no por eso menos importante, el filósofo francés Jean Baudrillard (2005) trae a colación a la película Minority Report donde la policía apoyada por videntes (precogs) puede predecir el futuro y evitar el crimen antes que éste suceda. En esta sociedad futurista se alcanza un clima de riesgo-cero pero alterando la jurisprudencia legal vigente. Baudrillard compara a esta sociedad con la sociedad capitalista, admitiendo el peligro de aceptar los riesgos como entidades reales. El riesgo nunca tiene entidad ontológica fuera del futuro que le da forma. El riesgo no sólo no sucede, sino que puede no suceder jamás. Aquellos quienes controlan el futuro, puede dominar la voluntad del individuo, sus derechos y sus garantías en el presente, Baudrillard concluye de manera brillante (Baudrillard 2005; 2006).

 

La lucha contra el terrorismo global en tiempos de crisis.

Durante los últimos años, para ser más precisos después de la crisis en el mercado de valores que se produjo en 2008, los especialistas se preguntan sobre papel de los Estados Unidos como policía del mundo (Williams, 2016). De hecho, los números muestran lo que algunos investigadores temían, que la demanda incesante de seguridad tiene un efecto negativo en el presupuesto de defensa. En consecuencia, Suri y Valentino (2016) se preguntan hasta que punto la tesis pragmatista es hoy sustentable, o porque los Estados Unidos deben gastar sus recursos financieros para proteger países que gozan de autonomía monetaria y política. La respuesta no parece simple. Lo cierto es que Estados Unidos ha asumido un compromiso con la seguridad global aun cuando la crisis bursátil de 2008 lo obliga a repensar sus estrategias en esa materia. Los autores acuñan el término, seguridad sustentable para referirse a esta problemática. Por su parte, Kirshner (2016) exploró cómo las políticas fatalistas en la austeridad financiera pueden llevar a catástrofes militares. Después del 11 de septiembre, los estadounidenses y el gobierno estadounidense cayeron presos del temor al terrorismo generando un costo económico y social. En la actualidad, el aumento de los costos en materia de defensa y los desequilibrios fiscales y financieros generados por la crisis económica pone al tema de la seguridad en el tapete. Como señala Soyinka (2005), es que el miedo al terrorismo global es un signo de descomposición social y el fin de la democracia.  El 11 de septiembre marca el epicentro de una violencia radicalizada que no parece discriminar por etnia o clase. El terrorismo impone la idea de que todos los ciudadanos son potenciales víctimas, hecho por medio del cual la ciudadanía entra en un clima de pánico que gradualmente socava los derechos humanos e individuales. El sentimiento de vulnerabilidad que enfrentan las naciones desarrolladas hoy no es nuevo para Soyinka, quien argumenta que el mundo no puede escapar de la inestabilidad social cuando los terroristas se transforman en celebrities para los medios. Para Soyinka, el 11 de Septiembre no es el comienzo de una nueva era, como sostienen algunos especialistas, sino el final de otra en donde se busca sacar provecho instrumentalizando el sufrimiento del prójimo.

 

Desde una perspectiva filósofica, Primoratz (2004) debate la ética de la autodefensa en la lucha contra el terrorismo global, llamando la atención sobre la necesidad de confrontar la naturaleza del terror en su propio terreno. Desde el momento en que el terrorismo centraliza su extorsion en la ilegalidad, es que los especialistas deben adoptar una postura ética por sobre cualquier principio. En su esencia, el terrorismo carece de cualquier base ética pues no sólo vulnera la integridad de personas inocentes, sino que sobrepone sus propios objetivos al bienestar del Otro. Primoratz (2016) sugiere que el terrorista exagera su subjetividad, aludiendo a un “maltrato histórico” el cual nunca o raras veces es real. Durante años, los medios de comunicación defendieron la tesis de que la guerrilla es el recurso del más débil. Ese pensamiento, aclara Primoratz, es incorrecto desde una fundamentación filosófica (Primoratz, 2016).

 

El desastre que supone el accidente nuclear de Chernobyl, sin lugar a dudas deja en claro no sólo la incapacidad de la racionalidad occidental para asegurar la seguridad, sino que la tesis precautoria descanza sobre basis poco solidas (Beck, 1992; 2004; Giddens 1999). ¿Puede afirmarse lo mismo sobre la autodefensa? 

 

A la vez que la sociedad moviliza sus recursos para reducir el riesgo, mayores riesgos no contemplados emergen. Los estudios de Ulrich Beck reveal dos aspectos importantes sobre este problema. En primer lugar, no estamos familiarizados con una verdad total, y sólo conocemos una parte de ella por medio de nuestra corporalidad. Segundo, nuestras decisiones son falibes y crean a menudo nuevos riesgos no controlados (Beck 1992; Lyng 2004). ¿Es la ética parte del problema o de la solución?

 

Ètica y Autodefensa

El 11 de Septiembre ha permitido a los Estados Unidos experimentar el terror en carne propia, pero lo que es más importante, acelerando la cantidad de publicaciones tendientes a discutir el fenómeno como nunca antes. Los Estados Unidos monopolizaron parte de la producción academica en materia de terrorismo luego de 2001. Esta falta de diálogo con otros idiomas ha sido un estorbo para la inteligentsia americana. A pesar de toda esa producción, las razones del 11 de Septiembre siguen siendo ignoradas para gran parte de la Academia, enfatiza el investigador Australiano Luke Howie. Su postura es clara a grandes rasgos, Howie propone un diágnostico que define al terrorismo como una violencia ilegal asociada a una cultura popular del consumo que hace de la violencia y de la muerte un criterio claro de atracción. La televisión congrega a muchos pseudo-intelectuales que refuerzan los prejuicios de la clase dominante respecto al mundo musulmán. Los medios no sólo fomentan el terror, lo etiquetan, lo comercializan para transformárlo en un fenómeno global. Al igual que una celebridad, el terrorista busca fama y maximizar su mensaje al público. Por regla, aquellas audiencias más alejadas de los centros de poder manifiestan mayores grados de ansiedad que las audiencias centrales. Es el caso de Australia, país que aun cuando alejado de EEUU, ve modificada su calidad de vida a causa del terrorismo. Este hecho lleva a Howie a dos importantes hipótesis. La primera es que el terrorismo se transforma en global con el objetivo de imponer una narrativa específica. La segunda es que el terrorismo opera desde una lógica abstracta, que interroga al presente desde el futuro. No obstante, como el futuro no es, el terrorismo cae en una imposibilidad manifiesta. El terrorismo sólo funciona por medio de la cultura del espectáculo que le da vida. A estas mismas conclusiones llega Mahmoud Eid (2014) quien sugiere que los terroristas usan la misma racionalidad que los ciudadanos comunes. Por regla, maximizan sus ganancias minimizando los riesgos. Los medios ofrecen un terreno fértil para imponer un mensaje en forma total y global, a la vez que los medios ganan mayores suscriptores cuando transmiten en detalle la violencia de un atentado. En consecuencia, los medios proveen el oxígeno que necesita el terrorismo para sobrevivir. Interesantes trabajos, como el libro de la profesora Beshara Doumani (2006) titulado Academic Freedom after September 11, sugieren que el terrorismo no sólo ha minado la autonomía de los poderes judicial y legislativo respecto del ejecutivo, sino que grupos de extrema derecha se ha asociado con el gobierno de la administración Bush con el fin de coaccionar a los profesores universitarios por medio del escrache mediático, o de las partidas presupuestaria.

 

Por otro lado, Hoskins y O`Loughlin (2009) argumentan que se da dentro de los Estados Unidos un clima de urgencia donde la obsesión por la seguridad ha subordinado la independencia de poderes. Nace, así, un discurso del terror orientado a imponer políticas económicas que de otra forma serían ampliamente rechazadas. En la misma bolsa se pone al terrorismo con el cambio climático o el narcotráfico. El efecto CNN revela que las noticias –creibles o no- modifican las expectativas de los ciudadanos, incluso cuando el contenido de la misma hable de un riesgo futuro. Los autores introducen dos términos de importancia en esta discusión: el imperialismo democrático y el multiculturalismo asertivo. El primero sugiere que EEUU tiene el rol de pacificar el mundo luchando contra aquellos regimes o idologias no-democráticas. Desde el momento en que sus valores son superiores a estos estados fallidos, es que EEUU queda fuera de cualquier cuestionamiento ético sobre sus intervenciones. En forma complementaria, los autores juegan con la idea de que la cooperación internacional que lleva hacia un humanismo multicultural permite luchar contra el terrorismo en forma preventiva. Como bien afirma Korstanje (2017) el terrorismo construye un falso miedo que amenaza a los valores fundantes de occidente, como ser la hospitalidad y el respeto por el otro. En una primera instancia, la hospitalidad ha históricamente permitido a los poderes coloniales dominar el mundo, subordinando al otro no occidental a los intereses de las grandes potencias. No obstante, cuando los estados nacionales se afianzaron, esa hospitalidad fue su andamiaje más importante. Hoy, el terrorismo promueve un temor que lleva al cierre de fronteras, a ver a ese otro no occidental como indeseado, en otras palabras, el terrorismo mina la hospitalidad desde dentro. En consecuencia, G. Skoll (2016) escribe que el temor ha sido una herramienta política usada por los EEUU a lo largo de su historia. El enemigo externo permite la articulación de discursos respecto a como controlar la política doméstica. Con la globalización, dicho temor se ha transformado en un terror globalizado. Con el fin de que la explotación sobre la masa laboral sea eficiente, el temor domestica el pensamiento crítico del ciudadano. De hecho, Strang & Alamieyeseigha (2017) han demostrado que a pesar de la ansiedad, las probabilidades reales a sufrir un ataque terrorista en EEUU no sólo son escasas sino que decre año a año. El terror es conducente con la falta de información, y con la incapacidad de compreder realmente las fuerzas que condicionan el tejido social.

 

DISCUSIONES METODOLOGICAS

Diseño de la investigación

Al diseñar la metódologia de este estudio, debatimos diferentes contrastes y opciones. Debido a que nuestro objetivo es no sólo la lectura crítica de la literatura existente sino demostrar las diferentes controversias dentro de la opinión pública estadounidense respecto al terrorismo y al mundo musulmán adoptamos una postura post-positivista. De acuerdo con Strang (2015 b), uno de los beneficios de un diseño de investigación post-positivista es que los resultados tienden a establecer credibilidad y captar la atención de los estudiosos, ya que se recopilan pruebas objetivas en vistas del problema planteado, comprobar o refutar hipótesis y responder preguntas.

 

En este estudio, fundamos nuestras preguntas de investigación en la literatura a priori para formar hipótesis deductivas cuyos resultados podrían proyectarse a los ciudadanos estadounidenses, y luego buscamos recolectar datos para probar dichas hipótesis. Se ha pregutnado a una muestra sustantiva de ciudadanos estadounidenses sobre la posibilidad de usar tácticas (extremas) de autodefensa para luchar contra el terrorismo. Las respuestas, notamos, contrastaban dependiendo de la ideología (conservadora o liberal) de los encuestados. La unidad de análisis en el diseño de la investigación permite una asociación directa entre la opinión de autodefensa del terrorismo y la ideología sociopolítica, estableciendo una estrategia de diseño correlacional. El nivel de análisis fue a nivel a nivel nacional (EE. UU.) Las técnicas estadísticas paramétricas o no paramétricas, como la prueba de correlación de I ndependencia de C hi S, la correlación de Spearman o Pearson serían apropiadas. Establecemos nuestro nivel de confianza en 95%. Usaremos la versión 17 de Minitab y el software de la versión de hoja de cálculo Calc 2017 para probar las hipótesis y formatear los resultados.

 

Hipótesis

Las siguientes hipótesis se desarrollaron en base a la revisión de la literatura y los objetivos de la investigación.

     H1: Los ciudadanos estadounidenses enfatizaen en forma activa en la necesidad de implementar tácticas de autodefensa, excluyendo a los musulmanes en dicha tarea.

     H2: Los ciudadanos estadounideses justificarían el uso extremo de fuerza en la autodefensa como ser tortura con el fin de derrotar al terrorismo.

 

Sobre los participantes

Reconocemos la dificultad de recolectar datos primaries con el alcance necesario para proyectar sus resultados a un escenario nacional; sobre todo cuando una muestra nacional supone diversas frankas etareas las cuales no siempre coinciden con una muestra diseñada. Para suplir dicha deficiencia, buscamos colaboración en diferentes instituciones. Los datos fueron obtenidos de fuentes secundarias propiedad de la Universidad Monmouth, CBS News/New York Times McClatchy-Marist, y el Pew Research Center (Polling Report Incorporated, 2017).

 

La investigación de la Universidad Monmouth University fue llevada a cabo durante el 22 y el 25 de Septiembre de 2016 (N=802, con un error de ± 3.5%). Debido a que la opinión publica tiene más presente el tema en Septiembre que en otros meses, la recolección de información se llevo a cabo en dicho mes. La muestra de CBS News/New York Times comprendía un total de 1358 casos, relevados entre Julio 8 y 12 (con un margen de error de ±3%). La muestra de McClatchy-Marist se llevo a cabo del 5 de julio al 9 de 2016 (N=1,053, margen de error de  ±3%). Un cuarto abordaje realizado por Pew Research Center durante enero 7-11, 2015 (N=1,504) focalizó sobre la cuestión del uso legal de la tortura en procesos interrogatorios a sospechosos de terrorismo. Sólo una muestra de adultos fue seleccionado en este estudio debido a cuestiones éticas.

 

Los abordajes de campo consitieron en entrevistas verbales, registradas durante diversas votaciones, donde los participantes fueron seleccionados al azar. De esta manera, se aseguraron los criterios necesarios de representatividad estadística para poder obtener resultados confiables.  Las entrevistas se hicieron en el lugar y por teléfono focalizando en personas mayores de 18 años. De esta manera, nos aseguramos que el entrevistado tuviese conocimiento e interpretara correctamente las preguntas, focalizando nuestros esfuerzos en lograr información de alta calidad.

 

Instrumentación

El instrumento de medición ha sido usado en diferenes ocasiones por varias instituciones. Cuando el entrevistado asi lo autorizaba se ha tomado nota de sus características de grupo e individuales como religión, etnia, ingreso, género, edad etc). Según lo expuesto, la pregunta relacionada a la hipótesis primera (H1) sobre la posibilidad de prohibir a los musulmanes de involucrarse en la lucha contra el terror fue Do you support or oppose banning all Muslims from entering the US? [en cuyo caso las escalas fueron, apoya, se pone, no sabe, depende la situacion)

 

La pregunta relacionada con H2 para determinar si los ciudadanos estadounidenses a menudo justificarán la táctica extrema de autodefensa de la tortura para combatir el terrorismo global fue ¿do you believe that the use of torture against suspected of terrorism is an useful instrument to obtain reliable information?, en cuo caso las escalas fueron,  a veces se justifica, raramente se justifica o nunca se justifica. La escala de respuesta permitida fue: a menudo justificada (4), a veces justificada (3), Raramente justificada (2), nunca justificada (1), no sabe no contesta (0).

 

RESULTADOS Y DISCUSIÓN

Resultados preliminares

Las estadísticas descriptivas de todas las muestras coincidieron con las características del censo nacional de EE. UU. El género fue ligeramente mayor para las mujeres con el 51.8%, los grupos de edad se distribuyeron uniformemente entre 18-24, 25-34, 35-44, 45-54, 55-64 y 65+. Al menos el 42% tenía educación secundaria, el 31% tenía un título de asociado o bachiller y el 27% restante tenía un título de posgrado. Aproximadamente 66% eran blancos, 12% eran negros, 15% eran hispanos y 7% eran de otra étnia. Un mayor porcentaje de participantes se basaron en los estados del sur (37%), 22% en el medio oeste, 23% en el oeste y 18% en el noreste.

 

Resultados y Discusión

La Figura 1 resume visualmente las frecuencias de las respuestas de la encuesta a la pregunta sobre si los ciudadanos estadounidenses apoyarán, se opondrán o no están decididos a limitar el acceso de los musulmanes en la lucha contra el terrorismo global (N = 3213). Los resultados son bastante sorprendentes.

 

Figura 1 : Respuesta de prohibir a los musulmanes en EE. UU. Combatir el terrorismo por ideología sociopolítica (N = 3213)

Los resultados de la prueba H1 mostrada en la figura 1 no respaldaron nuestra hipótesis de que los ciudadanos estadounidenses respaldarán por unanimidad las tácticas extremas de autodefensa que prohíben a los musulmanes combatir el terrorismo global independientemente de la ideología sociopolítica (no existe relación entre ideología sociopolítica y teoría de la prohibición racial) Sin embargo, los resultados son interesantes e ilustran un nuevo significado. Por lo tanto, realizamos un análisis post hoc para seguir investigando. De hecho, lo opuesto fue cierto en que los participantes se polarizaron en sus respuestas de apoyo versus oposición, y esto fue significativamente diferente en toda la ideología sociopolítica. Empleando una prueba de Chi-Cuadrado de independencia entre ideología sociopolítica y prohibición; los musulmanes indicaron que hubo una asociación estadísticamente significativa entre estas dos variables, basada en X² (4) = 275.61, p = .000 con una razón de verosimilitud Chi-Square X² (4) = 299.81, p = .000 (significativo a .05). El tamaño del efecto de la asociación entre la ideología sociopolítica y la prohibición de los musulmanes fue del 4% o un efecto pequeño pero significativo (V² de Cramer = 0,043). La V de Cramer está pensada para factores nominales y es similar a un tamaño de efecto de correlación como r ² que va de 0 a 1 indicando la cantidad de asociación presente entre las dos variables (Strang, 2015b).

 

En la figura 1, podemos ver que la respuesta más alta fue 896 (28%), los participantes cuya ideología es liberal se opusieron a prohibir a los musulmanes su participación en la lucha contra el terrorismo global, lo cual nos lleva a un restulado esperado. Esta idea se encuentra particularmente enraizada en el Partido Democráta. Hubo solo 131 participantes liberales que apoyaban la prohibición musulmana, mientras que 51 manifestaban no estar seguros.

 

El resultado más sorprendente es que la mayoría de los republicanos o conservadores, 607 casos (19%), se opusieron a prohibir a los musulmanes su involucramiento, mientras que solo un tercio apoyó la idea de su participación en materia de autodefensa en 403 con 59 indecisos. Recopilamos un número más alto de lo esperado de participantes en ideologías sociopolíticas individualistas o solipsistas, aquellos que no respaldan los puntos de vista democráticos o republicanos conservadores. De éstos, 555 (17%) se opusieron a la prohibición musulmana, un poco menos a 425 lo apoyaron mientras que 86 no lo tienen claro. Los resultados demuestran que entonces existe menos polarización con los ciudadanos independientes que en aquellos que adhieren a un partido político. Otro hallazgo sorprendente fue que 2058 casos (64%) de todos los participantes se opusieron a prohibir a los musulmanes su participación, con 959 (30%) apoyándolo y 196 (6%) queda indeciso.

             

Una medida post hoc como la lambda Goodman-Kruskal (GH λ) se utiliza como estimado para la tabulación cruzada de las variables de nivel nominal. La escala el porcentaje de mejora en la predictibilidad de la variable dependiente (columna o variable de fila) en función de las probabilidades de asignación dadas por proporciones marginales o condicionales. En otros términos,  el GH λ s para la ideología Ocio-política fue 0,154 lo cual sugiere que ciudadanos los americanos difieren significativamente en su opinión sobre la hipótesis 1.

 

 

 

Para explorar más a fondo esto, calculamos las razones de odds ratio como se muestra en la tabla 1. En esta tabla, la situación dada fue la ideología sociopolítica.

 

Tabla 1: Terrorismo y Afiliación ideológica.

¿Apoya o se opone a que se prohíba a todos los musulmanes entrar en Estados Unidos?

Ideología política

Apoyo

Oponerse a

Indeciso

Liberal (democrático)

0.1216

0.831

0.047

Conservador (republicano)

0.3769

0.568

0.055

Individualista (otro)

0.3987

0.521

0.081

 

En la tabla 1 podemos ver que las probabilidades de que un ciudadano estadounidense se oponga a una política para prohibir a los musulmanes en materia de autodefensa son todas superiores al 50%. Sin embargo, solo aquellos ciudadanos que manifiestan una ideología política abierta y liberal demuestran una correlacion mayor con la idea de oponerse a la participación musulmana (0.831) representando casi el 83%. Eso echa por tierra la suposición que los liberales apoyan la participación musulmana en materia de seguridad nacional. Por otro lado, estos resultados aportan una nueva lectura del problema, demostrando que etnocentricamente los americanos en general no adhieren a la prohibición (ya que el 64% se oponía, el 30 % lo apoyaba, el 6% no estaba decidido).

 

H2 ha correlacionado directamente con los datos, pero sólo y en forma débil cuando las escalas se combinan. Con respecto a la hipótesis H2 que busca respuestas sobre el punto de vista de los ciudadanos americanos sobre la justificación de la tortura para combatir al terrorismo, lo que se observa es que un 31% la justifica, mientras un 27% la descarta de plano, el 20% a veces la justifica, y el otro 20% con frecuencia lo haría. Una ligera mayoría al 51% opinó que la tortura a veces podría justificarse (las dos primeras escalas combinadas), dejando al 47% restante en la posición contraria. Ello concluye que la mitad de ciudadanía estadounidense justifica la tortura mientras el resto no lo hace, empero que, sólo el 27% nunca la justificaría. Eso significa que el 71% de los entrevistados apoya enfáticamente o apoyaría la tortura dada las circunstancias.

 

CONCLUSIONES

El 11 de septiembre ha cambiado el estilo de vida dentro de los EE. UU. No sólo, el terrorismo se ha puesto en la agenda de los políticos sino que se ha impuesto una cultural del temor donde el Otro es catalogado como un Otro-indesado. Ello reviste un serio problema para los derechos humanos pues asume que la seguridad es un valor ético por si mismo, y no la consecuencia del ejercicio político de la ética. El terrorismo amenaza con minar las instituciones democráticas por dentro, a la vez que fagocita los discursos radicalizados tendientes a excluir a ciertas minorías étnicas. Tal vez, es el nuevo paradigma del terrorismo global el cual supone que las naciones democráticas unificándose para luchar contra los terroristas destruyen sus propias instituciones. Nuestra revisión de la literatura confirma que si bien los investigadores no han llegado a resultados concluyentes, no menos cierto es que la tortura y la doctrina del mal menor se han situado como ideologías dominantes dentro de la opinión pública. Nuestros datos demuestran que aquellas personas con una ideología liberal y democrática no están deacuerdo con la idea de que los musulmanes participen dentro de las fuerzas de seguridad o en la lucha contra el terrorismo, mientras que un porcentaje de 71% apoya enérgicamente la tortura como instrumento de información o lo haría dadas ciertas circunstancias.

También es importante señalar las limitaciones de este estudio. Dado que se encuestaron a ciudadanos estadounidenses (los cuales eran elegibles para votar), no podemos generalizar los hallazgos a muchas personas indocumentadas que viven o residen en EE. UU. De los cuales los datos informales arrojan una cifra de más de 5 millones de personas. Eso sugiere que cualquier extrapolación a otros escenarios sería contraproducente. Asimismo, no podemos inferir si las generaciones posteriores a la actual adhieren a estos mismos valores o los rechazan. Lo que si es cierto,  la mayor parte del mundo no vive en EE. UU y por ende no acepta sus legitimaciones y discursos. Este hecho nos lleva a pensar que es necesario realizar más investigaciones en otros países para comprender con mayor profundidad como funciona el paradigma del miedo y su relación con el terrorismo global.

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