Revista Nº46 "SOCIOLOGÍA POLÍTICA"

 

MATRIARCADO VASCO: MITO Y REALIDAD:

 

IÑAKI VÁZQUEZ LARREA[1]

 

ABSTRACT:

“El presente artículo es una crítica de la noción de matriarcado vasco como proyección psicosocial naturalista vinculada al culto a “Mari” (o gran madre vasca divinizada) y de su consideración de rasgo ineludible de la etnicidad foral vasca”

Palabras clave: Mari, matriarcado, foral, Morgan, Barandiaran

ABSTRACT:

The current essay is a critical review of the basque matriarchy notion as  a psychosocial naturalist projection related to the cult of “Mari” (deified great basque mother) and its consideration of an inescapable feature of the basque foralist ethnic identity”

Key words: Mari, matriarcado, foral, Morgan, Barandiaran.

 

“Difícilmente se puede hallar un pueblo europeo de la antigüedad al que no se haya adscrito alguna forma de derecho materno. Acaso la mayor evidencia se observa entre los vascos, entre muchos de los cuales el padre tiene poca autoridad, mientras que las mujeres tienen en su mano la propiedad y transmiten derechos a sus hijos, aun cuando no los puedan ejercer ellos”

William Rivers

“Hoy la observación de los pueblos salvajes actuales nos obliga a reconocer grandes discrepancias en la conformación de la familia. Existe, así, distintas formas de distribución del poder, que, según se encuentre más o menos en manos del padre o de la madre, da lugar a los tipos especiales de patriarcado o a los diferentes matices de derecho matriarcal. También hay formas muy dispares de enumerar y designar la genealogía; una matrilineal que se funda en la ignorancia de la paternidad, y otra patrilineal mantenida a pesar de esa ignorancia; una patrilineal debida a la distribución del poder, y otra patrilineal por motivos económicos”

Bronislaw Malinowski.

 

 Existe toda una tradición antropológica vasca que defiende la idea de una identidad matriarcal vasca ahistórica. A medio camino entre el evolucionismo naturalista decimonónico y las tesis psicosociales de Jung, se considera a esta como un rasgo de autoctonía pre-indoeuropea vinculada al culto a Mari (madre naturaleza divinizada). Tal es el caso de Andrés Ortiz Oses en su matriarcalismo vasco.

En general, el psicoanalista antropologizante incurre en generalizaciones hipotéticas en punto a ciertos tipo de la horda primitiva, al modelo prehistórico del sacrificio totémico, o al carácter onírico del mito, generalizaciones, paradójicamente, inconciliables con los principios del propio psicoanálisis.

 El propio Don José Miguel Barandiaran  (padre de la etnografía vasca) consideraba que el matriarcado era un rasgo ineludible de la etnicidad foral vasca: “En cuanto a la condición de la mujer en los tiempos forales, conviene señalar que en la elección del heredero se seguía en general el orden de la naturaleza y era el primogénito-varón o hembra- quien sucedía a los padres en el gobierno de la casa, si bien los padres podían alterar este orden.

 He ahí una situación contraria a los privilegios que el derecho feudal, de acuerdo con el derecho germánico, otorgaba en los demás países europeos sólo a los varones. En el aprecio en que los antiguos vascos tuvieron a la mujer influyó probablemente el papel preeminente que ésta desempeñará en varios aspectos de la vida familiar. Ella permanecía en casa, cultivaba sus tierras y aseguraba con su presencia y con su labor la continuidad del hogar doméstico. Mientras su marido seguía a los rebaños en sus flujos y reflujos de vida trashumante, o se ausentaba respondiendo a exigencias de su vida de marino o pescador. En tales condiciones era ella quien podía dirigir las funciones del culto doméstico, lo cual elevaba su dignidad y prestigio que, a su vez, favorecían la situación social y política de la mujer”  (Barandiaran, pag. 72)

 Parte del problema, tal  y como nos recuerda el antropólogo A.R. Radcliffe Brown, es que existe, por desgracia, gran libertad en el uso de los términos matriarcal y patriarcal, y por tal razón muchos antropólogos los rechazan. Antes de usarlos, hemos de definirlos exactamente.

 Puede denominarse patriarcal una sociedad cuando la descendencia es patrilineal (es decir, los hijos pertenecen al grupo del padre). El matrimonio es patrilocal (es decir, la mujer se traslada al grupo local del marido), la herencia (de la propiedad) y la sucesión (del rango) se transmiten por línea masculina y la familia se rige por el sistema de patria potestad (es decir, que la autoridad sobre todos los miembros de la misma es ejercida por el padre o sus parientes).

 Por otro lado, puede denominarse matriarcal una sociedad en la cual la descendencia, herencia y sucesión se transmiten por línea femenina, el matrimonio es matrilocal (el marido se traslada  a casa de su mujer) y la autoridad sobre los hijos es ejercida por los parientes de la madre.

 Para el propio Radcliffe Brown la norma cultural nos inclina a refrendar la coexistencia preeminente de modelos bilaterales o regímenes mixtos en las llamadas sociedades primitivas.

 Evidentemente, las tesis funcionalistas chocaban con las de Bachofen de Basilea (1815-1887)  que lanzó al mundo un libro que cuando se publicó tuvo poca resonancia, aunque a la larga había de causar sensación, libro en el que, supuestamente, se demostraba que en un estadio primitivo de la vida humana, las sociedades se habían basado en un régimen matriarcal (e incluso de ginecocracia), es decir, de autoridad femenina materna.

 La demostración de que era cierta la hizo nuestro autor a base de textos clásicos, frecuentemente mitológicos, y lo más notable de esta demostración es que revelaba, con una vehemencia que parecía constituir ley general, que el matriarcado era una institución anterior al patriarcado: que éste, en la mayoría de los casos, venía a sustituir a aquél.

 Bachofen señaló tres estadios de la vida social y familiar:

1/ Hetairismo.

2./ Matriarcado.

3/ Patriarcado.

 Esta tesis fue defendida por Marx y los marxistas. Estos últimos lo elevaron a dogma de fe sustituyendo, no obstante, el Hetairismo por promiscuidad. Hasta comienzos del siglo XX se mantuvo en pie gracias a las investigaciones favorables de Tylor, que los trasladó al ámbito religioso. El evolucionismo mayestático de los evolucionistas fue puesto en cuestión por la antropología funcionalista y la escuela histórico-cultural alemana en el siglo XX, mediante un método  que se prevén muchos casos culturales (el método Graebner).

 A este respecto Julio Caro Baroja resume las noticias clásicas del derecho femenino, propiamente dicho, y las actividades de la mujer en el Norte de España, en la época inmediatamente anterior a la dominación romana.

1/Los cántabros tenían un sistema de herencia de bienes matrilineal.

2/ Además heredaban las hijas, y no los hijos.

3/ Las hermanas daban esposas a sus hermanos.

4/ Las mujeres trabajaban en los campos mientras que los hombres se dedicaban al bandolerismo y la guerra.

5/Lo mismo ocurría, con relación a lo último, por lo menos en ciertas regiones de la actual Galicia.

6/ En el país de los cántabros se decía que se había desarrollado el régimen de las amazonas.

 Hay que tener presente, ante todo, que Estrabón mismo, en cierto pasaje, al hablar del norte de España, de los pueblos del mar cantábrico, dice que sus costumbres eran iguales, desde los galaicos hasta los vascones, pasando por astures y cántabros (Julio Caro Baroja, pag. 39).

 Estos datos apoyan la conjetura hecha al principio, al reunir los clásicos de que en todos los territorios que Estrabón considera como pueblos con vida parecida existiría la organización matrilocal y matrilineal que aquél asigna a los cántabros particularmente.

Existen, como anotó Joaquín Costa, vestigios de derecho matriarcal entre los antiguos vascones, que derivó en un régimen mixto al entrar en conflicto con el derecho patriarcal de celtas y romanos.

No obstante, de esto a decir que en la familia vasca el padre tenía poca autoridad hay cierta distancia. El antropólogo Telésforo Aranzadi ha indicado que entre los vascos la autoridad materna está convenientemente equilibrada con la paterna. Efectivamente, los términos etxekoandre (señora de la casa) y etxekojaun (señor de la casa), son paralelos.

Ya en época foral, baja edad media, si bien, es cierto, que el derecho de primogenitura podía ostentarlo la hermana mayor en situación de poder regentar la casa (etxe) y la hacienda. También lo es que, este último extremo, no aparece dibujado en el fuero de Baja Navarra.  Y es que al parecer, en la Vasconia foral se seguía la norma del refrán recogido por el jurista Arnauld Oihenart en el siglo XVII: “Herric bere legue, etxec bere astura” (Cada país tiene su ley, cada casa su costumbre).

BIBLIOGRAFÍA:

J.C. BAROJA., Los pueblos del Norte de  la península Ibérica, Editorial Txertoa, San Sebastián, 1973.

J. M. BARANDIARAN., Mitología vasca, Editorial Txertoa, San Sebastián, 1996.

J.M. BARANDIARAN., Euskal Herriko Mitoak (mitos del pueblo vasco), Caja de Ahorros de Guipúzcoa, San Sebastián, Guipúzcoa, 1988.

C. G. JUNG., El hombre y sus símbolos, Paidós, Barcelona, 1995.

 B. MALINOWSKI.,Estudios de Psicología Primitiva, Paidós, BARCELONA, 1982.

A. O. OSES. , matriarcalismo vasco, Universidad de Deusto, Bilbao, 1980.

A.R. RADCLIFFE BROWN., Estructura y función en la sociedad primitiva, Península, Barcelona, 1996.

E. B. TAYLOR., Antropología, Editorial Ayuso, Madrid, 1973.

 



[1] Profesor Asociado de Sociología, UPNA (Universidad Pública de Navarra)