Revista Nº42 "TEORÍA POLÍTICA E HISTORIA"

 

RESUMEN

La obra del poeta Rubén Darío es inmensa por su esmerada amplitud, su creación en el modernismo literario, fue muy importante para las generaciones literarias que vendrán después.

Los motivos del lobo, es una brillante prosa, que retorna al tema de San Francisco, quien se encuentra a este bello animal salvaje, aunque el análisis literario va más allá de una simple fábula y se sumerge en esa actualidad del poeta viviendo sus últimos años de vida y observando lo que sucedía en ese mundo listo para la guerra.

 

ABSTRACT

The work of the poet Rubén Dario is immense for its careful breadth, its creation in literary modernism was very important for the literary generations that will come later.

The Wolf Motives is a brilliant prose, which goes back to the theme of Saint Francis who meets this beautiful wild animal, although the literary analysis goes beyond a simple fable and immerses itself in the present of the poet living his last years of life.  and watching what happened in that world ready for war.

 

LOS MOTIVOS DEL LOBO

El varón que tiene corazón de lis, 
alma de querube, lengua celestial, 
el mínimo y dulce Francisco de Asís, 
está con un rudo y torvo animal, 
bestia temerosa, de sangre y de robo, 
las fauces de furia, los ojos de mal: 
el lobo de Gubbio, el terrible lobo, 
rabioso, ha asolado los alrededores; 
cruel ha deshecho todos los rebaños; 
devoró corderos, devoró pastores, 
y son incontables sus muertes y daños. 

Fuertes cazadores armados de hierros 
fueron destrozados. Los duros colmillos 
dieron cuenta de los más bravos perros, 
como de cabritos y de corderillos. 

Francisco salió: 
al lobo buscó 
en su madriguera. 
Cerca de la cueva encontró a la fiera 
enorme, que al verle se lanzó feroz 
contra él, Francisco, con su dulce voz, 
alzando la mano, 
al lobo furioso dijo: Paz, hermano 
lobo! El animal 
contempló al varón de tosco sayal; 
dejó su aire arisco, 
cerró las abiertas fauces agresivas, 
y dijo: Está bien, hermano Francisco! 
¡Cómo! Exclamó el santo. ¿Es ley que tú vivas 
de horror y de muerte? 
¿La sangre que vierte 
tu hocico diabólico, el duelo y espanto 
que esparces, el llanto 
de los campesinos, el grito, el dolor 
de tanta criatura de Nuestro Señor, 
no ha de contener tu encono infernal? 
¿Vienes del infierno? 
¿Te ha infundido acaso su rencor eterno 
Luzbel o Belial? 
¿Y el gran lobo, humilde? Es duro el invierno, 
y es horrible el hambre! En el bosque helado 
no hallé qué comer; y busqué el ganado, 
y a veces comí ganado y pastor. 
¿La sangre? Yo vi más de un cazador 
sobre su caballo, llevando el azor 
al puño; o correr tras el jabalí, 
el oso o el ciervo; y a más de uno vi 
mancharse de sangre, herir, torturar, 
de las roncas trompas al sordo clamor, 
a los animales de Nuestro Señor. 
Y no era por hambre, que iban a cazar. 
Francisco responde: En el hombre existe 
mala levadura. 
Cuando nace viene con pecado. Es triste. 
Mas el alma simple de la bestia es pura. 
Tú vas a tener 
desde hoy qué comer. 
Dejarás en paz 
rebaños y gente en este país. 
¡Que Dios melifique tu ser montaraz! 
Está bien, hermano Francisco de Asís. 
Ante el Señor, que todo ata y desata, 
en fe de promesa tiéndeme la pata. 
El lobo tendió la pata al hermano 
de Asís, que a su vez le alargó la mano. 
Fueron a la aldea. La gente veía 
y lo que miraba casi no creía. 
Tras el religioso iba el lobo fiero, 
y, baja la testa, quieto le seguía 
como un can de casa, o como un cordero. 

Francisco llamó la gente a la plaza 
y allí predicó. 
Y dijo: He aquí una amable caza. 
El hermano lobo se viene conmigo; 
me juró no ser ya vuestro enemigo, 
y no repetir su ataque sangriento. 
Vosotros, en cambio, daréis su alimento 
a la pobre bestia de Dios. ¡Así sea!, 
contestó la gente toda de la aldea. 
Y luego, en señal 
de contentamiento, 
movió testa y cola el buen animal, 
y entró con Francisco de Asís al convento. 



Algún tiempo estuvo el lobo tranquilo 
en el santo asilo. 
Sus bastas orejas los salmos oían 
y los claros ojos se le humedecían. 
Aprendió mil gracias y hacía mil juegos 
cuando a la cocina iba con los legos. 
Y cuando Francisco su oración hacía, 
el lobo las pobres sandalias lamía. 
Salía a la calle, 
iba por el monte, descendía al valle, 
entraba en las casas y le daban algo 
de comer. Mirábale como a un manso galgo. 
Un día, Francisco se ausentó. Y el lobo 
dulce, el lobo manso y bueno, el lobo probo, 
desapareció, tornó a la montaña, 
y recomenzaron su aullido y su saña. 
Otra vez sintióse el temor, la alarma, 
entre los vecinos y entre los pastores; 
colmaba el espanto los alrededores, 
de nada servían el valor y el arma, 
pues la bestia fiera 
no dio treguas a su furor jamás, 
como si tuviera 
fuegos de Moloch y de Satanás. 

Cuando volvió al pueblo el divino santo, 
todos lo buscaron con quejas y llanto, 
y con mil querellas dieron testimonio 
de lo que sufrían y perdían tanto 
por aquel infame lobo del demonio. 

Francisco de Asís se puso severo. 
Se fue a la montaña 
a buscar al falso lobo carnicero. 
Y junto a su cueva halló a la alimaña. 
 En nombre del Padre del sacro universo, 
conjúrate dijo: ¡oh lobo perverso!, 
a que me respondas: ¿Por qué has vuelto al mal? 
Contesta. Te escucho. 
Como en sorda lucha, habló el animal, 
la boca espumosa y el ojo fatal: 
?Hermano Francisco, no te acerques mucho... 
Yo estaba tranquilo allá en el convento; 
al pueblo salía, 
y si algo me daban estaba contento 
y manso comía. 
Más empecé a ver que en todas las casas 
estaban la Envidia, la Saña, la Ira, 
y en todos los rostros ardían las brasas 
de odio, de lujuria, de infamia y mentira. 
Hermanos a hermanos hacían la guerra, 
perdían los débiles, ganaban los malos, 
hembra y macho eran como perro y perra, 
y un buen día todos me dieron de palos. 
Me vieron humilde, lamía las manos 
y los pies. Seguía tus sagradas leyes, 
todas las criaturas eran mis hermanos: 
los hermanos hombres, los hermanos bueyes, 
hermanas estrellas y hermanos gusanos. 
Y así, me apalearon y me echaron fuera. 
Y su risa fue como un agua hirviente, 
y entre mis entrañas revivió la fiera, 
y me sentí lobo malo de repente; 
más siempre mejor que esa mala gente. 
y recomencé a luchar aquí, 
a me defender y a me alimentar. 
Como el oso hace, como el jabalí, 
que para vivir tienen que matar. 
Déjame en el monte, déjame en el risco, 
déjame existir en mi libertad, 
vete a tu convento, hermano Francisco, 
sigue tu camino y tu santidad. 

El santo de Asís no le dijo nada. 
Le miró con una profunda mirada, 
y partió con lágrimas y con desconsuelos, 
y habló al Dios eterno con su corazón. 
El viento del bosque llevó su oración, 
que era: Padre nuestro, que estás en los cielos...

 

                                                                    RUBEN DARIO

                                                                   (1867 - 1916)

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                       Los motivos del lobo de Rubén Darío

            Por: Lic. Alberto Amadeo Baldioli

Director y Editor de la Revista de Ciencia Política On line

Docente e Investigador de la Universidad de Buenos Aires

 

Rubén Darío, estaba viviendo sus últimos años de vida, la pesadez de sus dolencias lo hizo acercar más a lo religioso y a lo humanista, quería conectar con ese hilo conductor de la consciencia divina. Esta obra la compone en 1913, exactamente tres años antes de su fallecimiento, y posiblemente recibió por aquellos años la influencia del gran poeta mexicano Amado Nervo, quien también avejentado y enfermo estaba en las postrimerías de sus días…

El cuento poético, está inspirado en uno de los milagros de San Francisco de Asís, el hecho supuestamente sucedió en la localidad montañosa italiana de Gubbio, una antigua ciudad de Umbría a los pies del Monte Ingino, en la provincia de Perugia.

La obra se divide en tres partes. En la primera: es la etapa del conocimiento y de la adversidad de los espíritus, es allí donde Francisco toma discernimiento de la dura vida del animal salvaje, y del porqué de su actitud desafiante. Prontamente el Santo de Asís se da cuenta que en realidad el lobo no es malo, sino que actúa de acuerdo a su naturaleza de depredador, y que el lugar es tan rudimentario, que en el invierno no hay que comer, y ciertamente el lobo está siempre hambriento por estas condiciones del medio ambiente. Entonces Francisco opta por una solución humana para resolver el problema del animal y a su vez del pueblo.

La segunda parte: es la del asombro y del mundo transformado, en donde el pueblo adopta la solución de Francisco, y entonces vuelve todo a la normalidad, el lobo se comporta correctamente, parece un dulce y tierno perro del convento y quiere a todo el mundo y es querido por todos… Sin embargo, la naturaleza del ser humano, complicada si las hay, demuestra toda la maldad, el odio, la envidia y la ira, y de esa forma hacen que el lobo se vaya al monte nuevamente.

La tercera etapa es la de la realidad consciente: Es este el momento sublime de la obra, los pueblerinos se quejan al Santo del lobo del demonio, sin embargo, esconden sus pecados, típico de las personas, el oprobio de sus mentiras, hacen salir a Francisco a buscar al lobo…

El lobo demuestra una compasión increíble para con el Santo, poco le costaba matarlo allí sobre el risco, sin embargo, el olfato y la memoria visual del lobo provoca ese sentimiento, porque Francisco fue el único que lo trató humanamente de principio a fin, sentía por El una cierta admiración y respeto, hasta se podría decir fascinación, no obstante, el lobo hizo volver a la realidad a Francisco, y le contó todo lo que tuvo que soportar de los hombres y las mujeres del pueblo.

El lobo reveló su naturaleza, se sintió orgulloso de sí mismo y de su osadía, prefirió su salvajismo, antes que volver a esa civilización, donde abundaba la infamia, la envidia y la ira, donde el mal trato era la normalidad, donde la bondad no existía en realidad, solo el interés prevalecía…

El llanto y la oración del Santo, fue el adiós a ese lobo, y posiblemente fue un pequeño momento de regocijo en ambos corazones, el del Santo por saber que el lobo no era malo ni sujeto de demonio alguno, y del lobo, al observar que el Santo rezaba y lloraba por él, que era una simple bestia del Dios Altísimo.

Rubén Darío, que fuera un autor prolífico del modernismo literario, también incluía a la política de su tiempo en sus escritos, y podríamos también pensar que esta prosa tiene que ver también con el momento del mundo, el mismo estaba a punto de estallar, con una guerra mundial, que el autor Erich María Remarque la llamó “el espanto del mundo”, en su recordado libro “Sin Novedad en el Frente” …

El lobo, podría ser interpretado por la Alemania imperial del Káiser, que llegó tarde al reparto del mundo, con su unificación tardía, y necesitaba para su producción y su población que se incrementaba día a día, más mercados y más materias primas, como así también más territorio, por lo tanto, esa Alemania bien podría representar a ese lobo feroz y hambriento de los montes de Umbría…

Darío presentía el cataclismo mundial, más que nadie sabía también de la voracidad del gran Leviatán estadounidense, que ese monstruo quería dar el zarpazo más allá de las fronteras y allende los mares…

Desde el punto de vista de las sagradas escrituras judeo-cristianas, la guerra enfrentó al Behemot, gran monstruo terrestre (Alemania), contra el Leviatán el gran monstruo marino (los anglosajones EEUU y Gran Bretaña). La única diferencia sería que, en nuestro relato, el Behemot no sería una especie de hipopótamo monstruoso, sino un lobo enorme, indómito, con sus fauces sangrientas, con condiciones incontenibles, astutas en la lucha, fuerte y sagaz...

Rubén Darío fue apagándose de a poco, su vida se terminaba, atrás había quedado su recorrida de los cafés parisienses, su bon vivir, y su amor por ese lugar recóndito de la Argentina, donde pasó tantos momentos amables que fue la casa de Victoria Ocampo y el Tigre Hotel.

Los isleños del Delta saludaban a su paso, y en ese momento final, cuando la vida se le fue deslizando por la yema de sus mortecinos dedos, sentía la mirada fiel del lobo y la plegaria de Francisco de Asís que era:

Padre Nuestro que estás en los cielos…

 

Licenciado Alberto Amadeo Baldioli

Docente e Investigador (UBA)

Director y Editor de la Revista de Ciencia Política on line

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