Revista Nº41 "TEORÍA POLÍTICA E HISTORIA"

 

 

Resumen

En esta primera parte del contra revisionismo del autor, sostiene la grave falla de la sociedad política española, al vencer el Frente Popular impacta contra el centro moderador político, y esto desencadenará la radicalización de todos los sectores, transformándose es dos polos absolutamente opuestos, que determinarán una guerra sangrienta que será un campo de pruebas para la gran guerra mundial que llegaría años después.

 

Abstract


In this first part of the author's counter revisionism, he sustains the serious failure of Spanish political society, when the Popular Front defeats it impacts against the political moderating center, and this will trigger the radicalization of all sectors, transforming into two absolutely opposite poles, which they will determine a bloody war that will be a testing ground for the great world war that would come years later.

 

 

CONTRA EL REVISIONISMO: REFLEXIONES SOBRE LA CONTIENDA CIVIL ESPAÑOLA (I)

Por: IÑAKI VÁZQUEZ LARREA[1].

 

“En Mühlberg se peleó ya por la misma causa porque se ha peleado hoy en Llerena o en Badajoz. Por debajo del hábito agustiniano de Martín Lutero, nosotros supimos ver asomar la camisa roja de Lenin. Y cuando nuestro Cisneros o nuestro Carlos V, mandaban, con escándalo de la posteridad, recoger o expurgar tales libros, no hacían una cosa distinta de lo que hoy hacen los gobiernos mandando recoger la literatura marxista”

José María Pemán

“España es una afirmación en el pasado y una ruta hacia el futuro. Sólo quien viva esa afirmación y camine por esa ruta puede llamarse español. Todo lo demás (judíos, heresiarcas, protestantes, comuneros, moriscos, enciclopedistas, afrancesados, masones, krausistas, liberales, marxistas) fue una minoría discrepante al margen de la nacionalidad, y por fuera y frente a la Patria es la anti-Patria”

Luciano de la Calzada, diputado de la CEDA por Valladolid (23 de abril, 1934)

“Hay que sembrar el terror…hay que dar la sensación de dominio eliminando sin escrúpulos ni vacilación a todos los que no piensen como nosotros”

Mola, julio de 1936

“De manera colectiva, las ideas de Juan Tusquets, Francisco de Luis., Enrique Herrrera Oria, Onésimo Redondo, Emilio Mola, Julián Mauricio Carlavilla, la prensa carlista y todos los que creían en la existencia de un contubernio judeomasónico y bolchevique, se sumaron y desembocaron en una teoría que justificaba el exterminio de la izquierda”

Paul Preston

“Por muy fidedignas que sean las terribles y trágicas versiones de lo que ha ocurrido y está ocurriendo en tierras dominadas por nuestros enemigos, aunque día a día nos lleguen agrupados, en montón, los nombres de camaradas, de amigos queridos, en quienes la adscripción a un ideal bastó como condena para sufrir una muerte alevosa, no imitéis esa conducta, os lo ruego, os lo suplico. Ante la crueldad ajena, la piedad vuestra: ante la sevicia ajena, vuestra clemencia: ante los excesos del enemigo, vuestra benevolencia generosa…!No los imitéis! ¡No los imitéis! Superadlos en vuestra generosidad conducta moral: superadlos en vuestra generosidad”

Indalecio Prieto, 8 de agosto de 1936.

 

 

1.   LA REPÚBLICA QUE NO DEJARON EXISTIR (LA LÓGICA DE LA CONTIENDA CIVIL).

 

“Los ojos del intelectual parpadean de regocijo ante la persecución de la burguesía y de la mentalidad burguesa…Su principal característica es el temor a pensar por sí mismo. No se trata tan sólo de que tema llegar a conclusiones peligrosas. Lo que teme es la esterilidad, lo que Marx llamaba la miseria de la filosofía”

Czeslaw Milosz

 

Para Raymond Carr la República confrontó la necesidad de modernizar una sociedad tradicional y semi-industrializada. Fracasó en tal empresa y las tensiones generadas por el intento, estallaron en el verano de 1936, en una guerra civil.

 

 Se habían generado expectativas de un cambio radical en los estratos menos favorecidos de la sociedad española pero nunca fueron satisfechos. El mero hecho de que esas expectativas pudieran albergarse fue suficiente para la materialización de un golpe de Estado contra-revolucionario.

 

El Frente Popular, de forma inesperada, triunfó sobre la CEDA en las elecciones de febrero de 1936. No obstante, dicho triunfo oculta el hecho de que casi la mitad de los españoles votaron contra el Frente Popular.

 

 En consecuencia, el centro legalista resultó seriamente erosionado. Los extremos comenzaron a enfrentarse. La política de civilización, la solución del conflicto bajo la fórmula del compromiso, se convirtió en una imposibilidad en la medida en que la primavera electoral se convirtió en un violento verano. Para aquellos que prefieren la ficción literaria realista, esta derivaba violenta es descrita de forma magistral en la novela de Gironella Los Cipreses creen en Dios.

 

Los generales justificaron su alzamiento en julio sobre la base de que hacían frente a una conspiración comunista, para crear una España roja. Lo cierto es que esto era una mera invención progandística.  Aquellos que creían en el poder del proletariado, tenían la esperanza de que un golpe de estado contra- revolucionario abriera paso a un Gobierno en defensa de los trabajadores, una ilusión consistente de la izquierda revolucionaria desde 1917, la que Indalecio Prieto denunció como “estrategia criminal”.

 

El resultado de dejar a la República burguesa indefensa, no fue un gobierno proletario, ni tampoco un exitoso pronunciamiento, sino una sangrienta guerra civil.

 

Eso es precisamente lo que sucedió. Por cuanto que, mientras la izquierda hacía ruido revolucionario, la derecha planeaba la contra revolución. De lo único que cabía dudar era de la escala de apoyo y del tempo preciso en el que

la contra-revolución tendría lugar.

 

La Declaración del Gobierno Provisional de la República (1930) declaraba lo siguiente: “La propiedad privada queda garantizada por ley: en consecuencia, no podrá ser expropiada, sino por causa de utilidad pública y previa indemnización correspondiente. Más este gobierno, sensible al abandono absoluto en que ha vivido la inmensa masa campesina española, al desinterés de que ha sido objeto la economía agraria del país y a la incongruencia del derecho que la ordena con los principios que inspiran y deben inspirar las legislaciones actuales, adopta como norma de su actuación el reconocimiento de que el derecho agrario debe responder a la función social de la tierra” (Malefakis, pag. 109).

 

Tal y como y nos recuerda Edward Malefakis, por primera vez en la historia de España, se hizo un intento serio de reforma agraria. Sin embargo, este intento no tuvo el resultado deseado (la conciliación de las clases sociales): por el contario, intensificó las tensiones sociales, provocando así la caída del Gobierno Azaña, la radicalización de los socialistas, y finalmente, en 1936, el estallido de la lucha de clases, general y abierta.

 

Sin la existencia de los latifundios no sería, por tanto, concebible el desarrollo del anarquismo rural o del socialismo agrario, “ni podría explicarse el empuje que ambos movimientos adquirieron” ( Malefakis, pag. 51).

 

 La ley de reforma agraria fue finalmente aprobada el 9 de septiembre de 1932. El número de hectáreas expropiadas y campesinos asentados hasta finales de 1933, fue, en palabras de Juan Pablo Fusi “irrisorio” (Fusi, pag. 284). Hugh Thomas comparte la misma tesis al calificar la reforma agraria republicana como un “mero mito”.

 

Según Hugh Thomas: “ Lo políticos agrarios, dirigidos por los carlistas atacaron día tras día la ley en las Cortes. En segundo lugar, los republicanos, incluido el propio Azaña, e incluso los ministros, rehusaron el debate sobre la ley agraria. Sus prioridades eran la Iglesia, la cuestión catalana, una prensa libre y un buen sistema educativo. Sus conocimientos sobre cuestiones económicas eran tan rudimentarios, como su propio interés en estos” (Hugh Thomas, pag. 85).

 

De la misma manera, para el historiador Juan Pablo Fusi, la II República, definida por la Constitución izquierdista laica y progresiva, aprobada el 9 de diciembre de 1931, encarnó así la más ilusionada posibilidad de transformación que España había conocido hasta entonces.

 

Ante todo, la coalición gubernamental de Azaña abordó la solución de los que creía eran los grandes problemas que habían condicionado y obstaculizado la difícil evolución de España hacia la modernidad: los problemas agrario, militar, religioso y regional. Azaña y su gobierno querrían expropiar los latifundios y repartir la tierra entre los campesinos; crear un Ejército profesional y democrático, obediente al poder civil, limitar la influencia de la Iglesia, secularizar la vida social y promover una educación liberal y laica, y rectificar el centralismo estatal concediendo autonomía primero a Cataluña y eventualmente al País Vasco.

 

 Sin embargo, los planes del gobierno, las reformas agraria, militar, religiosa y territorial, polarizaron la vida política. En parte, por la resistencia que a las reformas hicieron los sectores afectados por ellas, la Iglesia y la España católica, los propietarios de tierras y parte del Ejército, pero también por el escaso acierto (técnico y político) con que aquellas se plantearon, y por la agresividad y doctrinarismo que inspiraron algunas medidas y en particular la política religiosa.

 

 La derecha asumió, primero, desde finales de 1931, la bandera de la revisión constitucional; pronto pasó a exigir la rectificación de la República de 1931. La Revolución de octubre puso de relieve que no existía un consenso político mínimo en torno al régimen republicano: ni la CEDA quería la República ni la izquierda aceptaba dentro de ésta a la CEDA, finalmente la polarización del país rompió los mecanismos estabilizadores de la democracia.

 

 La derecha vio la guerra civil como una cruzada contra el comunismo: la izquierda la idealizó como la resistencia romántica del pueblo y del proletariado contra el fascismo. Azaña, mismo, en los artículos que escribió en su exilio en Francia en 1940, poco antes de morir, señaló que la discordia interna de la clase media, y en general, de la burguesía española, profundamente dividida por razones religiosas y sociales fue el origen último de la guerra. Probablemente estaba en lo cierto.

 

 El 18 de julio de 1936 se sublevó sólo una parte del Ejército. Los militares dirigidos por los generales Franco, Sanjurjo, Mola y Queipo de Llano, se sublevaron por varias razones: “porque creían que la República era un régimen sin legitimidad política, porque entendían que la concesión de autonomía a las regiones era una amenaza a la unidad de España; porque pensaban que las huelgas y desórdenes revelaban la falta de autoridad de la democracia; porque consideraban que la legislación republicana atacaba la esencia católica de España. Los militares rebeldes creyeron que el golpe de Estado triunfaría de forma inmediata. Se equivocaron: desencadenaron una devastadora guerra civil de tres años” (Fusi, pag. 270).

 

2.- APUNTES SOBRE EL MITO DE LA CONSPIRACIÓN ROJA (A MODO DE CONCLUSIÓN):

 

“No había en la España de 1936 revolución social alguna, ni inminente, ni inevitable. Prevalecía, sin duda, un espíritu revolucionario, pero, de haber querido imponerse por su propia fuerza, hubiera sido aplastado por el Gobierno republicano de clase media, exactamente igual que se había acabado con las revueltas obreras de 1933 y 1934. Por una suprema ironía histórica, fue la misma insurrección militar lo que posibilitó la revolución social”

Edward Malefakis

 

 Según nos recuerda Indalecio Prieto, en febrero de de 1936 el apoyo al PCE comunista no pasaba de 17 diputados “totalmente desconocidos e ignorantes”, en palabras del político socialista. Hugh Thomas, calcula en no más de 100.000 los militantes comunistas ese mismo año.

 

 En la Velada de Benicarló (1937), Azaña ya resaltaba la repugnancia moral que le producía los asesinatos producidos en nombre de la obra revolucionaria anarquista o comunista libertaria. Estos se detuvieron, en gran medida, con la reconstrucción del Estado Republicano por obra del primer ministro Negrín a partir de marzo de 1937. No obstante, si en el bando republicano estos tuvieron un carácter no organizado y espontaneo, Paul Preston y Hugh Thomas resaltan que el bando franquista obedecían a una política sistemática de “limpieza y exterminio” de la izquierda.(Preston, 442).

 

El poder del PCE derivó de las divisiones en el seno del socialismo español entre Prieto y Largo Caballero (El Lenin español). El Doctor Negrín sentía una aversión especial por Dolores Ibarurri, que, paradójicamente, no cesaba de repetir que la suya era una “revolución democrático burguesa”. No en vano, Hugh Thomas, lo define como el hombre “de la gran burguesía, defensor de la propiedad privada y el capitalismo” (Hugh Thomas, pag. 667)

 

Lo cierto es que el PCE atrajo a clases medias liberales, caso de José Bergamín, un partido que insistía en posponer la revolución hasta haber derrotado el fascismo. No era que Negrín se hubiera convertido en simple instrumento en manos de los comunistas; sencillamente, no podía prescindir de su apoyo ni tampoco, ante la negativa de Francia y de las democracias occidentales para armar a la República, de la ayuda de la Unión Soviética.

 

 De hecho, La Declaración de Negrín en mayo de 1938 (la famosa declaración de los trece puntos) era mucho más moderada que la del Frente Popular en febrero de 1936; y abogaba por “el sufragio universal” y “el respeto a la propiedad capitalista”.

 

O como tal y nos recuerda Pierre Vilar en la reconstrucción de las mentalidades: “Es necesario pensar en la guerra de España como anticipación de la resistencia europea. Ningún proyecto coherente, pero un rechazo claro. Los republicanos españoles (como se decía) eran antifascistas”

 

 

BIBLIOGRAFÍA:

 

CARR, R,: The Spanish Tragedy (The Civil War in perspective), Weidenfel, London, 1986.

GIRONELLA, J.M,: Los Cipreses creen en Dios, Editorial Planeta, Barcelona, 1985.

FUSI, J.P,: España: 1808-1996, El Desafío de la Modernidad,Espasa, Madrid,

1997.

NÚÑEZ SEIXAS, M, X,: ¡Fuera el invasor! (Nacionalismos y movilización bélica durante la guerra civil española (1936-1939), Marcial Pons Editores, Madrid, 2006.

MALEFAKIS, E,: La Guerra Civil española, Taurus, Barcelona, 2006.

MALEFAKIS, E,: Reforma Agraria y revolución campesina en la España del siglo XX, Ariel, Barcelona, 1980.

MISLOSZ, C,: El pensamiento cautivo, Tusquets Editores, Barcelona, 1981.

PRESTON, P,: EL Holocausto español, Debate, Barcelona, 2017.

THOMAS, T, : The Spanish Civil War, Penguin Books, London, 1977

VILAR, P,: La Guerra civil española, Crítica, Barcelona, 2017.

 

 

 

 

 

 



[1] Profesor Asociado de Sociología, UPNA (Universidad Pública de Navarra)