Revista Nº40 "SEMIOTICA"

 

Dimensiones ontológica, pragmática y semiótica del personaje

 

Brahiman SAGANOGO[1]

 

Resumen: he aquí un estudio del personaje desde las perspectivas ontológica, pragmática y semiótica. Un análisis descriptivo sobre un dominio muchas veces considerado como propio al estructuralismo y de la narratología. Mejor dicho, un estudio sobre un elemento fundamental de la producción del texto (ficticio) y aun, del discurso narrativo-literario.

Palabras clave: personaje, dimensión, ontología, pragmática, semiótica, fin del personaje.

Abstract

This is an study of character, viewed from ontological, pragmatic and semiotics perspectives. A descriptive analysis of a domain many times considered as a part of structuralism and narrative science. It is better to define it as an study on a fundamental element of fictional text production and even of literary-narrative speech.

 

 

Résumé: voici une étude du personnage à partir des perspectives ontologique, pragmatique et sémiotique. Une analyse descriptive sur un domaine parfois considéré comme propre au structuralisme et à la narratologie. Pour mieux dire, une étude sur un élément de la production du texte (fictif) et même, du discours narratif-littéraire.

Mots clés: personnage, dimensions, ontologie, pragmatique, sémiotique, la fin du personnage.

 

 

 

Parce que Proust peint avec la précision extrême du souvenir, les personnages de la Recherche, pour Julien Gracq, restent irrévocablement associés à leur temps et à leur décor. S´ils ressuscitent le temps de la lecture, c´est confinés dans leur salon Époque.

Julien Gracq, Julien. «Proust. À la recherche du temps perdu» in Philosophie magazine_hors série, no. 16, 2013, paris, p.133

 

El personaje es uno de los elementos de gran trascendencia en el texto y sobre todo en el texto narrativo-literario (habrá de tomarlo en un sentido más amplio) y aun, un componente relevante del mismo.

Los estudios sobre el personaje están ligados, sobre todo, a los quehaceres de disciplinas científicas tales como la narratología, el estructuralismo y el formalismo, aun, en los de la semiótica y de la poética; disciplinas que en su esencia, insisten en su proceso analítico de las prácticas textuales tanto al escrito como al oral, en el personaje como elemento estructural del tejido textual.

El estudio sobre el personaje desde las perspectivas de la ontología, la pragmática y de la semiótico será abordado consistirá en ir definiendo y describiendo de manera aproximativa, al personaje como concepto (debido a la complejidad del término y a los múltiples acercamientos posibles) a partir de cada una de las disciplinas señaladas en el tema. Para ello, se revisará el estatuto y el postulado del personaje bajo estas tres disciplinas mencionadas y bajo un posible deterioro del personaje sobre todo a partir del surgimiento de las nuevas tendencias artísticas que sostiene el fin del personaje.

1.El personaje del punto de vista ontológico

Histórica y etimológicamente, la palabra personaje derivaría del pronombre indefinido griego tis que significa “alguien” y de “prationtes”, “haciendo”, lo que remite a la “actuación de alguien”.

En tanto que uno de los componentes de mayor trascendencia del texto, el personaje resulta ser el sujeto que asume activa o pasivamente, las acciones, el objeto de nodo y el elemento narrativo. Factor primordial de la textualización (literaria) del relato, el personaje realiza, actualiza o padece la acción cuando es destinatario y muchas veces, está por los demás elementos de la representación narrativa, a saber, el tiempo y el espacio, ambas estructuras de la narración.

Como “ser de papel” y componente de la escritura verbal o del enunciado oral (tomamos en cuenta la narración oral), el personaje aparece en la trama del relato. Habida cuenta de su identidad, sus funciones y de la complejidad del texto, el personaje está vislumbrado bajo una dimensión ontológica, dimensión entendida como la suma de sus caracteres. En otros términos, esa dimensión ontológica del personaje no es más que una instancia descriptiva del propio personaje.

El primer punto que abre este apartado sobre la ontología del personaje es la dialéctica dicotomía o la dialéctica persona vs personaje. En efecto, el personaje es una imitación de la persona, una construcción paralela a la persona y una fabricación de la persona, de modo que el personaje no tiene existencia real ni se afirma como persona de carne y hueso. Por eso en Boris Tomachevski (2001): “Gil Blas no es un hombre, es el hilo que une los episodios de la novela; y ese hilo es gris” (Vincent, 2008, p. 8). Lo que hace de Gil Blas un personaje es decir, sujeto sin realidad, algo creado, inventado e imaginado sin duda alguna, a partir de un “Gil Blas real” como idea inicial, pretexto de la creación de la obra Gil Blas por su autor Alain-René Lesage. Aún más, algo que no tiene absolutamente, impacto poblacional sobre la demografía del mundo tampoco, aparece o existe fuera del universo textual del libro Gil Blas. Por eso, los personajes son considerados como lo que:

 

[…] desempeñan un papel; los seres humanos viven su vida. Un personaje, como cualquier otro elemento puramente ficcional, se reduce a su rol en la narración. […] Un personaje puede ser entendido por completo, mientras que el ser humanos […] permanece siempre en algunas veces hermético ante los demás. Un personaje no posee otro secreto sino los que están en el intervalo de cinco actos, entre las portadas de un libro, o en la duración que separa la cena de la hora del sueño. Por cierto, una narración puede siempre tener una continuación, pero ésa es una nueva invención y no una reseña de lo que habría sido omitido en la original (Montalbetti, 2003, pp. 45-46)2.

 

Del mismo punto de vista ontológico y más general, filosófico, la persona a diferencia del personaje, es el “hombre en relación con el mundo y consigo mismo. […] Se puede distinguir las siguientes fases del concepto: 1) tarea y relación-sustancia; 2) auto-relación (relación consigo mismo); 3) heterorrelación (relación con el mundo); 4) coincidencia de autorrelación y heterorrelación” (Abbagnano, 2004, p. 810).

Desde otro ángulo, si el personaje no es una persona real, resulta ser a pesar de todo, categoría del mundo ficcional donde cobra vida por medio del proceso de lectura del texto en el cual está construido dado que actúa en el tiempo y en el espacio. Es por eso por lo que, la vida del personaje sólo resulta ser una vida paralela a la vida del ser humano de carne y hueso, una vida verosímil, una ilusión de vida puesto que como ya lo dijimos no existe tal cual ningún personaje narrativo en la calle. Eso es válido aun en el caso de las novelas y demás prosas ficticias de tipo histórico, en las cuales en la mayoría de los casos, personajes llevan nombres de personas reales que participaron en el mismo hecho histórico relatado. En todo caso, la vida de aquellos personajes no deja de ser una ilusión de vida dado que llevan el nombre de persona real en un marco puramente ficticio o en un credo, en un marco textual relacionado con una supuesta realidad, es decir, ficcional, connotativo, plurívoco, polisémico, y autorreferencial, incluso, un marco intertextual.

Si el personaje es una persona con vida propia en el espacio textual-literario, cabe señalar que eso no le confiere plenamente el estatuto de persona real sino de personaje ya que según M. Robert (2008) “se fortalece juagando adrede su verosimilitud con la vida […]” (Jouve, 2008, p. 109). Pues, se trata de un efecto de ilusión de vida que lleva el personaje y que está ligado a la ilusión de persona, y “La evocación de una vida interior es una técnica conocida como de la ilusión de persona. La evocación de los pensamientos, sentimientos, pasiones, angustias o deseos de un personaje, da la impresión de «riqueza psicológica»” (Jouve, 2008, p. 111)5.

Además, el nombre propio y aun de persona real atribuido a un personaje imprime una nota de realismo al texto y hace que dicho texto ficticio funja ser verdad, por lo que tal recurso desempeña dos funciones a saber: “[…] sobre una de sus fases, significa la ficción, sobre la otra faz, significa la verdad de la ficción” (Grivel, 2011, p. 135).

Del punto de vista aristotélico, el personaje es sinónimo de actante por ser según el propio Aristóteles, el pilar de la acción y el sujeto de la acción y de la intriga novelesca, mejor dicho, agente o personaje en acción o que actúa[2]. El personaje en Aristóteles, visto como actante y objeto de la representación, es decir, del mimesis. Al respecto, leemos:

 

En tanto que objeto de mimesis, son captados mediante el distanciamiento que entretienen con lo real; es la medida de este distanciamiento que funciona como principio de separación genérica. Así tres casos de figuras aparecen posibles: 1. la mimesis de personajes superiores a nosotros; 2. la mimesis de personajes iguales a nosotros; 3. la mimesis de personajes inferiores a nosotros. La relación de los personajes en esta norma se convierte en un criterio de distribución genérica que permite relacionar unos géneros con otros. […] La tragedia, por ejemplo, está carca de la epopeya puesto que entretienen la misma relación con el objeto (personajes superiores), pero está también cerca de la comedia dado que entretienen la misma relación con el modo (personaje en acción) (Aristóteles, 2003, pp. 50-51).

 

Desde otras perspectivas precisamente, poética y gramatical, el personaje es aquel sujeto que participa en la acción. Pues, un participante y un sujeto gramatical que aparece como sea, sujeto-agente o realizador y sujeto de búsqueda, de deseo y de acción sea como sujeto dotado de capacidades. Con respecto a todo eso, el personaje no es más que del punto de vista narrativo, un pretexto. Como participante, el personaje desempaña roles dentro del tejido textual, mejor dicho, dentro del mundo narrativo en el cual está investido.

En suma, el personaje como pretexto se entiende como un ente en tanto que pilar o elemento narrativo común tanto para el escritor como para el lector, elemento a partir del cual el escritor va construyendo el mundo narrativo (ficcional).

Del punto de vista antropológico, el personaje se caracteriza por su comportamiento, un comportamiento de tipo humano en la narración. Lo que desde las perspectivas poética y estructural, deja entrever una especie de reflejo entre las actuaciones del personaje y los comportamientos humanos de los cuales es sujeto.

La construcción de las distintas funciones del personaje a cargo del autor de la narración no es más que una elaboración de comportamientos humanos. La suma de comportamientos es la que permite al escritor construir su enunciado puesto que irá soldando los sucesos con la unidad de los comportamientos. Así es como el escritor construye secuencias, roles, encadenamientos de situaciones complejas y diferenciadas hasta conferir al personaje su estatuto antropológico.

Conviene hacer hincapié en el subgénero autobiográfico en el cual se descubre otro tipo de personaje, o sea, un personaje que relata su propia vida, y que es a la vez autor y narrador. En efecto, la particularidad de este tipo de personaje (el autobiográfico) reside en su capacidad en representar su interior o en auto-representarse. Lo que permite deducir que la auto-representación es también la otra dimensión del personaje, dimensión como factor primordial para que el lector se empape de la vida del personaje ansioso de dar a conocerse con una dosis de realismo, parte significativa de su existencia.

El último estatuto ontológico del personaje es el relacionado con el hecho de que ése aparece como un punto de transferencia puesto que como narrador -a veces-, ayuda a borrar por completo, al autor del discurso. Al respecto, leamos lo siguiente:

 

[…] El personaje no puede ser confundido con la estructura de una personalidad de referencia. No es el punto de unión que permite pasar insensiblemente, por el juego de las figuras, de la formación inconsciente subrayada por la ficción al psiquismo del escritor. […] «yo» […] trataré [al personaje principal] como el lugar de inscripción de un sujeto en el texto; aquel “sujeto”, desde luego, asumirá el anclaje de mi trabajo, materializará el eje de mi lectura y llevará el dinamismo de la enunciación del texto en el cual formaré parte como serán mis lectores (Glaudes y Reuter, 1991, p. 176).

 

Con respecto a lo anterior, el personaje está por el escritor eso desde la perspectiva de la recepción del texto, objeto de lectura. La idea de transferencia es la que confiere al texto además de otros componentes, su carácter ficticio o el de algo construido por alguien. Dicho proceso de transferencia consiste en que el autor introduce entre líneas al personaje en acción controlando a cada instante, su actuación.

En resumidas cuentas, todos estos estatutos propios al personaje, hacen de él, una imagen es decir “[…] considerada como una unidad de manifestación autosuficiente, como un todo de significación, susceptible de análisis” (Greimas y Courtés, 1982, p. 214), pues, un ente lingüístico y un significante, una representación abstracta por parte del autor.

2. Aspecto pragmático del personaje

La consideración de un estatuto pragmático del personaje se justificaría por el hecho de que éste aparece como una imagen, una representación, un ente lingüístico que debe ser captada a nivel de la recepción como instancia de lectura y proceso de decodificación del texto dentro del cual se encuentra. Bajo esta dimensión pragmática, existen dos estatutos del propio personaje -según Montalbetti-, a saber: “la dimensión extra-textual y la inter-textual” (p. 62)10.

En efecto, el estatuto extra-textual del personaje se explica por el hecho de que siempre el lector o el receptor ha de concebir una imagen del personaje a partir de los stimuli textuales y más a partir de percepciones del mundo exterior construyendo a partir de lo posible; y como imagen y significante, el personaje siempre encierra significados que van más allá de lo que dice el enunciado textual en apariencia. En cuanto al estatuto inter-textual del personaje, éste está relacionado tanto con la representación como con la interferencia en un enunciado textual de base, de personajes ficticios y no ficticios. Para ello, la dimensión pragmática del personaje está situada entre:

 

lo referencial (remite a una exterioridad) y lo discursivo (está construida por el discurso). Desarrolla con respecto a estos dos ejes según las modalidades muy variables de una novela a otra. […] En cualquier novela, la imagen de los personajes es pues, una mezcla entre los datos objetivos del texto y la aportación subjetiva del lector (Jouve, 2008, pp. 50-52)11.

 

Esta dimensión pragmática es la que induce el recurso al dispositivo metodológico conocido como la pragmática, en tanto que instrumento del cual uno de sus objetivos es el estudio del personaje como término y procedimiento que, dentro del discurso, da que pensar por ser significante, imagen y modalidad lingüística.

Del lado de la semio-pragmática, el personaje por ser significante, resulta ser un operador de comunicación puesto que, a partir del espacio discursivo-textual, comunica y actúa. Partiendo de eso, podemos afirmar que, si ha funcionado para el autor durante la creación textual como factor estimulante de memoria y fuera de este primer proceso, lo es también, como procurador de informaciones para el lector. Pues, tanto a nivel de la producción como de la recepción, el personaje es aquella imagen que se deja desarrollar por su carga semántica.

3. Dimensión semiótica del personaje

El concepto de personaje empleado en literatura como una construcción paralela a la persona humana, se entiende semióticamente, como sinónimo de actante, acto y de roles temáticos. Tales términos surgen a raíz de que en el texto aparece siempre una dimensión semántica sostenida por una estructura semántica y una acción. Estos dos fenómenos (la estructura semántica y la acción) proyectan dos funciones: una pasiva y la otra activa. Respecto a la extensión del concepto de personaje a actante, leemos en Greimas y Courtés (1982):

 

1.El actante puede concebirse como el que realiza o el que sufre el acto, independientemente de cualquier otra dimensión. Así, citando a L. Tesnière de quien se toma este término, «los actantes son los seres, las cosas, por cualquier razón y de una manera u otra –incluso a título de simples figurantes y del modo más pasivo-, participan en el proceso». En esta perspectiva, el actante designará a un tipo de unidad sintáctica, de carácter propiamente formal, preciso a todo vertimiento semántico y/o ideológico. 2. El término «actante» alude a cierta concepción de la sintaxis que articula el enunciado elemental en una serie de funciones (tales como las de sujeto, objeto, predicado), independientemente de su realización en las unidades sintagmáticas 8por ejemplo, los sintagmas nominal y verbal), y que considera al predicado como núcleo del enunciado. Es decir, los actantes deben ser considerados como términos resultantes de esa relación que es la función. […] 3. >El concepto de actante tiene mayor extensión, sobre todo en semiótica literaria, que el término de personaje y, también, que el de dramatis persona (V. Propp), pues no sólo comprende a los seres humanos, sino también a los animales, los objetos o los conceptos. […] El término de personaje permanece ambiguo por corresponder también, en parte, al concepto de actor […]. 6. En la progresión del discurso narrativo, el actante puede asumir cierto número de roles actanciales definidos a su vez, por la posición del actante e el encadenamiento lógico de la narración 8su definición sintáctica), y por su vertimiento modal (su definición morfológica) (pp. 23-25)12.

 

En otros términos, el personaje es aquel es actante es decir, el que puede ser activo, realizador de una acción; o pasivo, cuando sufre la acción. Es también aquel que está más allá de su constitución humana, que puede aparecer como objeto o como cosa, pero que participa en el proceso de textualización y realiza una función. Tal es el caso en la novel El luto humano de José Revueltas (2003) en la cual la muerte resulta ser un actante:

 

La muerte estaba allí, blanca, en la silla, con su rostro. […] Un cuerpo tan pequeño con una respiración tan grande para que la muerte entrara. […] La muerte ya no estaba en la silla, pero tampoco, ¡oh Dios?, en aquel cuerpo fallecido. Porque la muerte no es morir, sino lo anterior al morir, lo inmediatamente anterior, cuando aún no entra en el cuerpo y está, inmóvil y blanca, negra, violeta, cárdena, sentada en la más próxima silla (pp. 11-12)13.

 

Más que personaje, la muerte aparece como realizadora de funciones en esta secuencia novelesca. De modo que no puede escaparse de la consideración del semiótico por la función que desempeña, mejor dicho, por su rol temático.

Por otra parte, el personaje adquiere en semiótica, el estatuto de actor, eso por ser:

 

[…] una unidad léxica, de tipo nominal que, inscrita en los discursos puede recibir –en el momento de su manifestación- vertimientos de sintaxis narrativa de superficie y de semántica discursiva. Su contenido semántico propio parece consistir, sobre todo, en la presencia del sema de individualización que lo hace aparecer como una figura autónoma del universo semiótico. El actor puede ser individual (Pedro) o colectivo (la multitud), figurativo (antropomorfo o zoomorfo) o no figurativo (el destino) (Greimas y Coutés, p. 27).

 

Por fin, el personaje como actor es una figura portadora a la vez de uno o de varios papeles actuantes que definen una posición en un programa narrativo, y de uno o varios papeles temáticos que definen su pertenencia a uno o varios conjuntos figurativos. Los semióticos del Grupo de Entrevernes esquematizan al actor de la siguiente manera:

 

ACTOR

 

Papel actuante                                                                   Papel temático

Posición dentro de un programa

narrativo                                                      resumen compendio de un conjunto Figurativo (Entrevernes, 1982, p. 122)13.

 

Dicho de otra forma, el actor es el que ejecuta los roles necesarios para el desarrollo de la narración. En nuestro ejemplo de arriba (pasajes de El luto humano), la muerte es actor dado que cumple a la vez, con el papel de sujeto y de actor que asume también el rol de adversario. Pues, es metonímicamente, Chonita, personaje principal de la novela.

Tocante a la última designación del personaje en semiótica, es decir, por el rol temático, éste no es más que “partícipe del componente temático de la gramática de la narración” (Jouve, 2007, p. 82). En efecto, el rol temático remite a categorías o atributos de todo tipo ligados al personaje, los cuales ayudan a identificarlo. El rol temático es la suma de los papeles de los personajes actuantes, papeles como conjunto de comportamientos del personaje dentro de la narración.

El personaje sería para desde la Escuela semiótica de París, actante y existe seis tipos de actantes, definidos según ejes semánticos que son, la comunicación, el deseo, la prueba. Lo que remite a tres parejas que son sujeto / objeto, Destinador / destinatario, Adyuvante / Oponente, y cada pareja constituye una categoría actancial, y las tres parejas se clasifican de la siguiente manera:

 

Destinador                                  Objeto                             Destinatario

                                                        

Adyuvante                                   Sujeto                           Oponente (Greimas, 1987, p. 276)16.

 

Eso significa que los personajes sólo existen según un “modelo actancial”, o como una expansión de la estructura sintáctica.

En suma, el estatuto semiótico del personaje concibe a este último como signo pero no forzosamente como signo literario dado que puede ser personaje antropomorfo.

4. El fin del personaje

La evolución del pensamiento artístico-literario permitió la consideración de la tesis sobre una supuesta crisis o un fin del personaje. Se trata de una tesis defendida precisamente, a partir de la segunda mitad del siglo XX. Tal problemática coincide con el surgimiento de las tendencias literarias o artísticas que ponen fin a la era de los movimientos o corrientes literarias tales como Le Nouveau roman y la deconstruction du sujet, el OULIPO y la Allittérature[3]18 que abogan por un fin del personaje en el texto y a nivel de la recepción.

A diferencia de los movimientos literarios, aquellas tendencias buscaban una renovación puesto que la intriga había llegado a ser el flujo de una conciencia y el personaje dejó de ser el centro de la obra para ser punto de partida. Así es como la tesis sobre la crisis del personaje será argumentada por Denis Roche dentro de la aliteratura; Alain Robbe-Grillet, Nathalie Saurraute, Michel Butor, Marguérite Duras y Jean Ricardou en el Nouveau roman y la desconstrucción del sujeto; y Raymond Queneau y Georges Perec en el OULIPO, bajo el proyecto de reforma que consistía en ya no acordar más importancia al personaje. Por eso, afirma Montalbetti lo siguiente:

 

¡Hemos hablado bastante del «personaje»! […] La novela a personajes pertenece al pasado, caracteriza una época: la que marcó el apogeo del individuo. Tal vez no sea un progreso, pero es cierto que la época actual es mucho más la del número matrícula. El destino del mundo ha dejado para nosotros de identificarse con la ascensión o con la caída de unas familias. […] Nuestro mundo, hoy día, está menos seguro de sí mismo […]. La novela parece haber perdido su mejor apoyo de antaño, el héroe. Si no loga recomponerse de tal perdida, es que si vida estaba ligada a la una sociedad rebasada. Al contrario, si lo logra, una nueva vía se abre, con la promesa de nuevos descubrimientos (pp. 175-176)19.

 

Para los teóricos de esta tesis, el personaje no es relevante porque aparece como cómplice de la intriga, para ello, ya no debe ser el resultado de la suma de los esfuerzos del creador tampoco, el objeto predilecto del crítico.

En conclusión, hemos tratado de presentar, describir y de analizar un componente factual del texto, el personaje. Llegamos al término de nuestro estudio a la conclusión de que el concepto de “personaje” es plural debido a que bajo cada disciplina cobra distintos estatutos o dimensiones, y cada dimensión atribuida al ése componente narrativo encierra su propia verdad según la disciplina a partir de la cual fue desarrollada.

 

Bibliografía

ABBAGNANO, Nicola. Diccionario de Filosofía, trad. José Esteban Calderón y otros. México: FCE, 2004.

 

FONTANILLE, Jacques. Semiótica del discurso. Lima: Universidad de Lima / FCE, 2001.

GLAUDES, Pierre et Y. Reuter. Personnage et histoire littéraire. Paris: Presses Universitaires du Mirail, 1991.

 

GREIMAS, Algirdas Julien y Joseph Courtés. Semiótica. Diccionario razonado de la teoría del lenguaje. Tomo I, trad. Enrique Ballón Aguirre y Hermis Campodónico carrión. Madrid: Ed. Gredos, 1982.

 

GREIMAS, Algirdas Julien. Semántica estructural. Investigación metodológica, trad. Alfredo de la Fuente, Madrid: Ed. Gredos, 1987, p. 276.

 

GRIVEL, Charles. Production de l´intérêt romanesque. Paris: Mouton, 2011.

GRUPO ENTREVERNES. Análisis semiótico de los textos. Introducción. Teoría. Práctica, trad. Iván Almeida. Madrid: eds. Cristiandad, 1982.

 

JOUVE, Vincent. L`effet-personnage dans le roman, réimpression de la 2ème édition. Paris: PUF, 2008.

 

______________. Poétique du roman, 2 ème édition. Paris: Armand Colin, 2007.

MONTALBETTI, Christine. Le personnage. Paris: éds. Flammarion, 2003.

REVUELTAS, José. El luto humano, 18ª reimpresión. México: Era, 2003.

 



[1] Universidad de Guadalajara. sbrahiman@hotmail.com

[2] Aristóteles habla de Personaje en acción cuando al referirse al subgénero la tragedia, una representación de acción.

[3] La Nueva novela y la de-construcción del sujeto, OULIPO (Obrador de literatura potencial) y la Aliteratura. En el caso preciso de OULIPO, esta tendencia fue una especie de laboratorio donde uno expresa todos los efectos del lenguaje independientemente del mensaje que vehicula.