Revista Nº37 "MEDIO AMBIENTE"

 

Resumen –Grosso modo, la calidad de vida, en tanto consecuencia de las políticas de desarrollo local emergió en los esquemas de cooperación regional y sustitución de importaciones, desplegando subsidios de fomento empresarial. En tal sentido es que el objetivo de presente trabajo es exponer los ejes y trayectorias de relaciones entre los factores alusivos a la calidad de vida como un efecto de los consensos y disensos entre gobernantes y gobernados, aún y cuando la literatura advierte que más bien se trata de una consecuencia de los lineamientos de organismos internacionales. Se realizó un estudio documental con una selección de fuentes indexadas a repositorios institucionales. A partir del análisis Delhi se discuten los alcances y límites de tres enfoques y sus contribuciones al estado de la cuestión. Se recomienda una extensión del estudio y un análisis de datos que permita alcanzar un enfoque integral. 

Palabras clave –Calidad de vida, desarrollo local, fomento empresarial, servicios públicos, emprendimiento social

Theory of quality of life in local development policies

Abstract -Grossly, quality of life, as a consequence of local development policies emerged in the regional cooperation and import substitution schemes, deploying subsidies for business development. In this sense, the objective of this paper is to expose the axes and trajectories of relationships between factors alluding to quality of life as an effect of the consensus and disagreements between the rulers and the governed, even though the literature warns that it is rather it is a consequence of the guidelines of international organizations. A documentary study was carried out with a selection of sources indexed to institutional repositories. From the Delhi analysis, the scope and limits of three approaches and their contributions to the state of the question are discussed. It is recommended an extension of the study and a data analysis to achieve a comprehensive approach.

Keywords -Quality of life, local development, business development, public services, social entrepreneurship

Teoría de la calidad de vida en las políticas de desarrollo local

Francisco Espinoza-Morales

http://orcid.org/0000-0002-4252-5893

Wilfrido Isidro Aldana-Balderas

http://orcid.org/0000-0003-3407-7412

Arturo Sànchez-Sànchez

http://orcid.org/0000-0002-4946-1559

Cruz García Lirios

http://orcid.org/0000-0002-9364-6796

Enrique Martínez Muñoz

http://orcid/org/0000-0001-6418-5292 

 

Introducción

La calidad de vida, para los fines del presente trabajo, refiere a un sistema de gestión y administración de los recursos y los servicios orientados al confort, la satisfacción y la felicidad. En relación con el desarrollo local, el cual sugiere un sistema de cogestión entre gobernantes y gobernados a fin de poder integrar las unidades productivas a la dinámica regional, nacional o internacional, la calidad de vida resulta ser indicativa de las diferencias entre los actores políticos y sociales con respecto a las experiencias positivas que definirán el bienestar subjetivo, principal dimensión de la calidad de vida (Abolfotouh et al., 2013).

De este modo, los marcos teóricos, conceptuales y empíricos distinguen entre calidad de vida y desarrollo local en cuanto que ésta primera es reflejo de las políticas de bienestar social y fomento empresarial, pero no en un sentido económico sino en cuento a las percepciones de los gobernantes con respecto al desempeño de sus autoridades (Baldi y García, 2010).

En consecuencia, la calidad de vida sería indicativa del bienestar social y las políticas como las estrategias de gobierno para el desarrollo local, pero si tal proceso genera insatisfacción o experiencias negativas en los gobernados, entonces la calidad de vida adquiere una dimensión social en cuanto a que alude a capitales o relaciones entre los sectores vulnerados por la ineficacia gubernamental (Benites, 2010).

Es decir que en un contexto de ingobernabilidad, la rectoría del Estado deja de ser el eje la calidad de vida y propicia la organización civil en torno a experiencias que, si bien no son positivamente satisfactorias, cuando menos descargan la responsabilidad en el Estado y aminoran la responsabilidad de la sociedad civil ante sus demandas y expectativas (Farraguti, 2012).

De esta manera es como el bienestar social propiciado por el Estado cuando éste no se genera, emerge el bienestar subjetivo consistente en la autogestión y la autoadministración de recursos con la intención de satisfacer necesidades y expectativas sociales que excluyen a los gobernantes de tal esquema (Grimaldo, 2010).

Incluso, la emergencia de una sociedad civil organizada para garantizar la satisfacción y el bienestar personal, supone la reducción del Estado a una función gendarme en la que la propia seguridad ya no es de carácter social, nacional o territorial sino más bien ciudadana y privada (Melendro, 2011).

Por consiguiente, altos niveles de calidad de vida corresponden a la reducción de asimetrías entre los actores políticos y sociales, así como una organización civil fusionada con las instituciones estatales. Se trata de una gobernanza o cogobierno en el que la calidad de vida sería el indicador por excelencia (Reyes, 2010).

Empero, los estudios de la calidad de vida separan a ésta del bienestar social y bienestar subjetivo, advirtiendo que se trata de un proceso de gestión local sin considerar las asimetrías entre gobernantes y gobernados al momento de establecer los temas prioritarios en la agenda local (Tariq, 2012).

Por consiguiente, es menester llevar a cabo un estudio preliminar a fin de poder establecer los ejes y temas centrales de la agenda local y en relación con la rectoría del Estado, cristalizado en políticas de bienestar social, la participación civil traducida en estrategias de bienestar subjetivo y la calidad de vida como la intersección de ambos tipos de bienestar (Sandoval et al., 2017).

El objetivo del presente trabajo fue revisar la literatura y discutir el vínculo entre ambos tipos de bienestar en relación con los hallazgos reportados de la calidad de vida. Se realizó un trabajo documental, transversal y exploratorio con una selección de fuentes indexadas a repositorios locales como Latindex y Redalyc, considerando el año de publicación de 2000 a 2017, así como la inclusión de conceptos tales como: “calidad de vida”, “bienestar social” y “bienestar subjetivo”. Se utilizó la técnica Delphi, la cual consiste en la comparación y la integración de información a fin de poder establecer una discusión de la problemática y anticipar escenarios futuros de estudio.

El proyecto se inscribe en la disciplina de trabajo social, área de estudios documentales con términos provenientes de la psicología social, la sociología política y la economía solidaria.

Teoría de la calidad de vida

Los marcos teóricos que explican la calidad de vida son: 1) bienestar social, 2) establecimiento de agenda, 3) bienestar subjetivo.

La calidad de vida, desde los tres enfoques alude a un sistema de gestión y autogestión de los recursos y servicios considerados bienes públicos susceptibles de ser asumidos como privados a fin de poder garantizar la confianza, compromiso y satisfacción entre los actores políticos y sociales, los cuales indicarían un cogobierno del desarrollo local (Arístegui y Vázquez 2013).

El énfasis de la incidencia de las organizaciones civiles en las instituciones estatales indica una calidad de vida centrada en el bienestar subjetivo, pero también la emergencia de una administración pública cercana a las necesidades y expectativas de la sociedad civil (Barranco, 2010).

Si más bien, se destaca la influencia de las instituciones sobre las organizaciones civiles, entonces es posible observar una calidad de vida centrada en el bienestar, la asistencia y los servicios sociales (Derya, 2012).

No obstante que las teorías destacan la importancia de un diálogo entre los sectores organizados de la sociedad civil y las instituciones estatales, la calidad de vida ha sido más atribuida a proyectos de desarrollo urbano emergentes en los que las autoridades están al margen del crecimiento de la infraestructura y sólo se encargan de la seguridad, soslayando su participación en las organizaciones civiles, las cuales sólo aspira a regular financieramente (Machado, Anarte y Ruíz, 2010).

De este modo, el bienestar social es reflejado por una calidad de vida centrada en la provisión de recursos y servicios públicos, así como en la prevención del delito en torno a los bienes privados. O bien, la calidad de vida es considerada como resultado de un nivel de desarrollo local en el que el Estado sólo gestiona el enlace entre las organizaciones civiles con organismos financieros, transnacionales o sus homónimos en otras regiones (Picazo et al., 2011).

Pues bien, cuando el Estado ni previene los conflictos ni los atiende con el concurso de sus instituciones, la calidad de vida parece confinarse  una dimensión más privada que local o regional. La emergencia de una agenda centrada sólo en las necesidades y expectativas de la ciudadanía con mayor poder adquisitivo adquiere el nombramiento y mandato social de calidad de vida (Quiceno y Vinaccia, 2013).

En tal sentido es que la experiencias positivas son satisfactorias para residentes que cuentan con los recursos y servicios necesarios para su salud, educación, trabajo, recreación o esparcimiento. Se trata de un bienestar subjetivo que no sólo excluye a quienes comparten los recursos y los servicios provistos por las instituciones estatales, sino además reducen la función rectora del Estado al respaldo financiero, el mantenimiento de infraestructura o la reparación de instalaciones que inhiben la experiencia subjetiva de calidad de vida residencial o barrial (Sadeghzadeh, 2012).

En ambos casos, bienestar social y bienestar subjetivo, el establecimiento de una agenda personal, barrial, local o pública es de suma importancia. Se trata de un proceso de incidencia en políticas o estrategias que responsabilizan o exculpan a cada uno de los actores en función del impacto de una difusión informativa relativa a un problema de recursos o servicios públicos (Carreón, 2016).

La agenda resultante de las diferencias y similitudes entre gobernantes y gobernados refleja un nivel de calidad de vida, bienestar social y subjetivo desde el que es posible anticipar un escenario de conflicto entre los actores políticos y sociales. Esto es así porque la agenda resultante devela el grado de satisfacción de los implicados con respecto al desempeño de su contraparte (Carreón y García, 2017). 

Por consiguiente, los aspectos más detallados de las asimetrías entre la influencia de las organizaciones civiles en las instituciones y de éstas en aquellas sugiere la posibilidad de llevar a cabo un análisis más puntual en el reporte de los hallazgos (Carreón y García, 2013).

Estudios de la calidad de vida

La calidad de vida entendida como satisfacciones relacionadas con recursos, valores, normas, expectativas, percepciones y capacidades es un tema central en la agenda de salud pública para el desarrollo local sustentable (Carreón et al., 2013).

Algunos estudios relativos a la calidad de vida establecen diferencias significativas entre sexos con respecto a transporte, empleo y recreación. Así mismo, cuando se pondera como un sistema perceptual de los recursos alrededor del individuo y en referencia al grupo primario, se considera un estilo de bienestar personal que se orienta a la integración social (Carreón et al., 2014).

Empero, la calidad de vida se correlaciona con la ansiedad y la depresión en situaciones de incertidumbre médica y deterioro de la salud. Es decir, la calidad de vida es el resultado de la percepción de escasez de recursos más que de las esperanzas generadas a partir de las capacidades personales. Las oportunidades parecen reducirse a su mínima expresión y con ello la responsabilidad de autogestión se incrementa y se observa un mejoramiento de expectativas a través de los nexos entre los integrantes de un grupo social, familiar o escolar (Carreón et al., 2016).

Las dimensiones alusivas a la calidad de vida tratan del bienestar económico, la relación interpersonal de pareja, situación familiar, contexto de vecindario, capital social y estado de salud. Por consiguiente, la calidad de vida es un entramado de expectativas que parten de un núcleo figurativo para incidir en las decisiones de distribución de recursos (Carreón et al., 2017).

Cuando el individuo atraviesa por una coyuntura económica, sanitaria, familiar o interpersonal, a menudo estima que su calidad de vida se ha modificado sustancialmente. De inmediato se activan expectativas estéticas, afectivas y racionales que impulsan acciones que se dirigen a la generación de oportunidades y actualización de capacidades del sujeto para con el grupo al que pertenece o quiere pertenecer. Esto es, la calidad de vida es antecedente de la formación de una identidad de grupo y sentido de pertenencia anclada a libertades de elección, expectativas de justicia y movilización colectiva (García, 2013).

Establecer un modelo correlativo para discutir la importancia de otras variables en la investigación de la calidad de vida una vez que se especificaron las relaciones entre los factores derivados de la revisión de la literatura: satisfacción de vida, capacidades esperadas, expectativas de oportunidad, relaciones de confianza, percepción de justicia, valoración del entorno, normas de contexto y recursos percibidos supone el análisis correlativo con la satisfacción de vida a través de las normas de contexto (García, Bustos y Carreón, 2017).

La calidad de vida en su fase perceptual genera emociones de desconfianza hacia las autoridades que derivan en acciones ciudadanas disidentes. Antes bien, la percepción de calidad de vida, en cuanto a la noción de justicia social, se enlaza con estilos convencionales de desarrollo que el individuo ha aprendido desde su infancia y ahora en su etapa adulta traduce como fiabilidad o confianza, pero al darse cuenta de que el vínculo con sus autoridades es asimétrico, entonces moviliza los recursos necesarios para la desobediencia civil (García, Carreón y Bustos, 2012).

La calidad de vida, en su dimensión de satisfacción vital, requiere de un conjunto de indicadores que oriente no solo la percepción del sujeto, sino además la acción colectiva. Un bajo nivel de satisfacción de vida es suficiente para activar el proceso de disidencia social, pero un alto nivel de satisfacción vital no crea nexos colaborativos, solidarios o empáticos (García, Carreón y Bustos, 2017).

Sin embargo, bajos niveles de satisfacción vital, los cuales sugieren mínimos estándares de calidad de vida, favorecen la formación de redes de apoyo. Es el caso de los nuevos movimientos sociales lésbico-gais o ecologistas, quienes al conformar grupos de autoayuda ocasionan un bienestar subjetivo mayor a quienes solo perciben abundancia de recursos (García, Carreón y Hernández, 2014).

A medida que la calidad de vida se específica y delimita a factores psicológicos, se incrementan las expectativas de inconformidad, indignación y desobediencia civil, pero también afloran habilidades sociales como la creatividad e innovación de grupos minoritarios frente a la imposición ideológica o pragmática de las mayorías (García, Carreón y Hernández, 2017).

La calidad de vida en términos económicos, políticos, sociales, sanitarios, educativos, laborales y tecnológicos es un constructo multidimensiona. Las relaciones entre oportunidades, capacidades, responsabilidades, justicia, fiabilidad y movilización dirigidas a la satisfacción vital pueden concretarse en un modelo. Se trata de correlaciones entre variables en torno a las cuales los vínculos de dependencia entre factores económicos, políticos, sociales, grupales y personales influyen en la satisfacción de vida (García et al., 2012).

La teoría del capital humano advierte que las capacidades tendrían un impacto significativo sobre la satisfacción vital, ya que un alto nivel de educación se compensa con un elevado estilo de vida satisfactorio. Más aún, si la conexión entre capacidades y satisfacción parte de oportunidades reales o simbólicas, entonces como lo señala la teoría, el desarrollo humano está complementado (García et al., 2017).

Sin embargo, el proceso que supone libertades de elección, capacidades y satisfacción vital necesariamente, de acuerdo con la teoría de las demandas y recursos, se sujeta a la disponibilidad de recursos y su distribución entre las especies. En el caso de los recursos comunes existe una tragedia de suma cero en la que los actores involucrados en lugar de cooperar y establecer una corresponsabilidad administrativa de los recursos, compiten desenfrenadamente y suprimen la posibilidad de crecimiento de otras especies. Es por ello que la disponibilidad de recursos afecta de modo indirecto a la satisfacción vital (García et al., 2015).

No obstante que la disponibilidad de recursos marca la pauta en la organización de los grupos humanos, es el Estado en referencia a la ciudadanía, según lo advierte la teoría de la elección racional, quien incentiva la diseminación de los recursos. Cuando la relación entre sociedad civil y sus autoridades es asimétrica, entonces la calidad de vida se desvanece, pero cuando existen vínculos de confianza, entonces aflora la satisfacción vital (García et al., 2014).

En otro escenario, el nexo entre ciudadanía y autoridades genera expectativas de justicia que merman o enaltecen la corresponsabilidad. Esto es así porque, según la teoría ecológica del desarrollo, la política es concomitante con la economía. Mayores niveles de gobernabilidad se observan en países prósperos, mientras que la ingobernabilidad subyace en economías débiles. Es por ello que la justicia esperada incide directamente en la satisfacción vital de la ciudadanía para con su sistema político (García et al., 2012).

En el proceso que parte de la confianza, capacidades y satisfacción vital la relación entre sociedad y Estado orientada al desarrollo tiene en la formación del capital humano su vínculo principal. El desarrollo, a diferencia del crecimiento, supone elevados estándares de satisfacción vital razón por la cual, las capacidades son un factor esencial en el nexo entre fiabilidad política y satisfacción de vida personal. La relación indirecta entre justicia y satisfacción al ser mediada por las capacidades supone escenarios ecológicos de desarrollo. La conexión entre autoridades y ciudadanos se define por acciones molares y moleculares que afectarán la satisfacción individual (García et al., 2014).

Los actos molares, al contrario de las acciones moleculares, implican vínculos significativos que contrasta el individuo en situaciones de crisis. Por su parte, las relaciones poco significativas se entienden como actos moleculares desde los cuales no es posible construir una memoria colectiva, disidencia social o desobediencia civil. Es así como la justicia, al considerarse un sistema de acciones molares, influye en la satisfacción vital mientras es regulada por las capacidades personales (García et al., 2013).

Sin embargo, las oportunidades las que inciden en las relaciones entre fiabilidad, justicia, capacidades y satisfacción. De este modo, las libertades de elección al vincularse con la fiabilidad política y capacidades individuales impactan en la satisfacción vital. Esto es así porque la confianza entre ciudadanos y políticos depende de opciones de elección en materia de empleo. Si existen oportunidades laborales, entonces la fiabilidad política se incrementa y al afectar las habilidades propicia altos estados de satisfacción. O bien, las oportunidades son diseminadas como factores de justicia incidiendo en la generación de habilidades laborales, mientras que es posible observar el acrecentamiento de satisfacción personal de vida (García et al., 2017).

Ahora bien, las libertades de elección implican decisiones, demandas y recursos a partir de los cuales las oportunidades se gestan. Es por esta cuestión que la disponibilidad de recursos, pero sobre todo, el dilema de la distribución de los mismos, impacta en el desarrollo de comunidades o grupos que comparten escenarios y contextos (Carreón et al., 2017).

La historia de una comunidad o grupo parece estar socavada por las redes de cooperación y confianza mientras la disponibilidad de recursos lo permita. Ante una situación de escasez emergen los dilemas y con ello las tragedias de las entidades comunes. En este sentido, las oportunidades son el resultado de una corresponsabilidad entre las partes implicadas (Carreón et al., 2016).

De este modo, la gestión de recursos afecta indirectamente a la satisfacción a través de las oportunidades, fiabilidad, justicia y capacidades. En primera instancia, la carencia de recursos crearía una reducción de los niveles de confianza ciudadana ante la administración pública, ello impactaría en las opciones de elección aminorando la capacidad de consumo. Una vez que el poder adquisitivo está comprometido, los niveles de satisfacción ciudadana se reducen a su mínima expresión. En este tenor, la escasez también puede incidir en percepciones de injusticia ciudadana, frente a la falta de atingencia gubernamental, las capacidades de elección se reducen hasta influir en la satisfacción vital (Carreón et al., 2016).

En contraste, cuando la disponibilidad de recursos es insuficiente pero ampliamente percibida por la ciudadanía, las oportunidades de elección parecen actuar en la confianza ciudadana y con ello en la toma de decisiones buscando la satisfacción no solo personal o grupal, sino social. Esto también supone un proceso de justicia ante la distribución de recursos vía los servicios públicos. En este escenario, la satisfacción vital precede a las opciones de elección que al percibirse como abundantes transfieren el efecto de la justicia social hacia la satisfacción vital (García, 2013).

Así mismo, la relación entre la valoración del entorno (recursos disponibles) y la satisfacción de vida (necesidades obtenidas) como un proceso directo y significativo. Se trata de una relación asimétrica, ya que la escasez de recursos frente al aumento de expectativas suscita un escenario que compromete la confianza de la ciudadanía para con sus futuros gobernantes y las capacidades de la sociedad civil futura (Carreón, 2016).

Las normas sociales en cuanto a la administración y, por ende, la distribución de los recursos, su vinculación con la satisfacción al ser directa y significativa comprende un reduccionismo estructural, o bien, en la interrelación con la justicia social y las capacidades implica la emergencia de un sistema democrático de coparticipación ciudadana frente a la apertura del Estado (Carreón y García, 2013).

La especificación de relaciones entre los factores que las teorías emplean para explicar la incidencia de la disponibilidad de recursos sobre la satisfacción vital conlleva la formación de capacidades entendidas como opciones de elección, orienta la conformación de capital humano como factor de desarrollo cuando menos económico (Carreón y García, 2017).

Las oportunidades, capacidades y responsabilidades percibidas no desde la disponibilidad física de los recursos, sino desde las expectativas de consumo que los servicios públicos diseminan en los usuarios. Debido a que los recursos son administrados en primera instancia por el Estado, generan percepciones de confianza que enaltecen las opciones de elección, pero la desconfianza inhibe las alternativas de elección y con ello la satisfacción vital (Carreón et al., 2013).

La disponibilidad común de los recursos desencadena relaciones de dependencia entre los factores esgrimidos, con el objetivo de incentivar las oportunidades de elección y con ello alcanzar la satisfacción vital. Los vínculos de dependencia que se concretan en el modelo se ajustan a los datos observados. Es decir, la percepción de disponibilidad y comunalidad de los recursos impacta directa e indirectamente en la satisfacción de vida de los estudiantes. En el segundo caso de relación indirecta, las expectativas de oportunidad, confianza, justicia y capacidad al reducir o aumentar la incidencia de los recursos esperados sobre la satisfacción vital, ajustan sus relaciones especificadas a los datos obtenidos (Carreón et al., 2014).

Es decir, la plena satisfacción de acciones relativas a la academia, tecnología y empleo está influida por la disponibilidad de los recursos percibidos a través de los comportamientos arraigados de los estudiantes. Esto es así porque la conservación de los recursos obedece a costumbres enraizadas en las que el sentido de pertenencia es fundamental para la satisfacción personal, grupal o comunal (Carreón et al., 2016).

En referencia a la relación de dependencia entre la ansiedad y la baja calidad de vida percibida, la disponibilidad de recursos percibidos correlaciona indirectamente a la satisfacción de vida a través de las normas de contexto. La calidad de vida al haber sido considerada desde dos dimensiones preponderantes: subjetiva y física, supuso la interrelación entre disponibilidad de recursos y procesos psicológicos básicos en los que los vínculos de grupos no incidirían sobre la percepción de satisfacción plena (Carreón et al., 2017).

No obstante que en este trabajo las relaciones de confianza y la percepción de justicia son variables relativas a la dinámica de grupos a los que el individuo pertenece, su influencia es menor a la valoración de los recursos (servicios públicos de educación, tecnología y empleo) y las capacidades personales (libertades de elección, habilidades y conocimientos), aunque las normas de contexto (conductas arraigadas) incrementan la relación entre los recursos disponibles y la satisfacción de vida. Empero, será fundamental incluir las patologías personales en el modelo de relaciones de dependencia para contrastar su influencia en la satisfacción de vida (García, Carreón y Bustos, 2012).

La calidad de vida, en su dimensión de satisfacción plena de los servicios públicos de educación, Internet y empleo, en la muestra de jóvenes encuestados es la relación indirecta entre los recursos percibidos y la satisfacción de vida sugiere que existen factores grupales y personales que regulan el impacto de una escasez o abundancia percibida de los recursos, aunque el estado del conocimiento advierte que son las variables psicológicas las que se asocian a las percepciones de satisfacción plena de la vida (García, Carreón y Bustos, 2017) .

La satisfacción de vida al interrelacionarse con recursos percibidos, valoraciones del entorno, normas de contexto, percepción de justicia, relaciones de confianza, oportunidades y capacidades esperadas puede explicarse desde marcos teóricos psicológicos o sociológicos, pero es menester incluir teorías y constructos de orden económico y político, ya que su exclusión reduce la calidad de vida a la percepción de los encuestados (García et al., 2017).

Consideraciones finales

El aporte del presente trabajo al estado de la cuestión radica en la revisión y la discusión de los marcos teóricos, conceptuales y empíricos relativos a la calidad de vida. En el marco del desarrollo local, la calidad de vida parece estar determinada por el grado de experiencias positivas o satisfacción personal en torno a los recursos y los servicios públicos, aunque la selección de fuentes informativas y la técnica de análisis limitan el trabajo a un contexto local más que regional.

Se recomienda extender la selección de información a repositorios internacionales como Ebsco, Copernicus o Scopius, así como el análisis de minería de datos. Ambas estrategias permitirán una discusión y análisis orientado a la influencia de los organismos financieros internacionales sobre las instituciones estatales y de éstas en las organizaciones civiles. La literatura internacional especializada en el multilateralismo y el regionalismo permitirá observar la emergencia de una calidad de vida determinada por estándares internacionales y desvinculados de la identidad, apego y sentido de comunidad.

En relación al estudio de Carreón et al., (2017) en el que se destaca el poder de las instituciones estatales sobre las organizaciones civiles a través del micro financiamiento, el presente trabajo ha sugerido que un equilibrio entre el bienestar social y el bienestar subjetivo implica una alta calidad de vida y una corresponsabilidad en la construcción de la misma.

García et al., (2017) advierte que la resiliencia es generada por bajos niveles de consenso entre los actores políticos y sociales ante la prevención y manejo de desastres naturales, los cuales suponen servicios públicos y asistencia social encaminada hacia la reducción del estrés que se genera por la insatisfacción, aunque el presente trabajo muestra que más bien el estrés es inherente a las asimetrías entre gobernantes y gobernados al momento de gestionar y administrar los bienes públicos. Tal proceso sugiere que la calidad de vida sería determinada por los conflictos más que por los acuerdos ya que, los primeros son permanentes, obligando a una negociación interminable y los segundos al ser efímeros suponen la ruptura entre las partes.

Sandoval et al., (2017) señala que los riesgos como el estrés percibido son determinantes de la resiliencia esperada en una situación de ingobernabilidad. Es decir, la calidad de vida supone una expectativa de amenaza latente y galopante que puede devenir en la insatisfacción, el conflicto y eventualmente en un cambio de sistema político, régimen de gobierno o forma de Estado.

Precisamente, la importancia de la calidad de vida radica en que no refleja el bienestar social que las políticas aspiran a proveer, pero si orillan a la ciudadanía a la construcción de un bienestar subjetivo que legitime la ausencia del Estado en materia de protección civil, emprendimiento ciudadano o innovación sustentable.

Se recomienda la revisión y la discusión de factores relativos a la calidad de vida como el riesgo, el estrés y la resiliencia como factores indicativos, pero también determinantes de la corresponsabilidad entre gobernantes y gobernados al momento de establecer una gestión y administración de los recursos y los servicios públicos.

Referencias

Abolfotouh, M., Salam, M., Alturaif, D., Suliman, W., Al-Essa, N., Al-issa, H., y Al-rowaily, M. (2013). Predictors of quality of life and glycemic control among Saudi adults with diabetes. International Journal of Medicne and Medical Sciences, 46, 1360-1370.

Arístegui, I. y Vázquez, J. (2013). El impacto del estigma y la discriminación en la calidad de vida de personas transgénero viviendo con VIH. Hologramática, 19, 5-30.

Baldi, G., y García, E. (2010). Percepción de la calidad de vida en una muestra de invidividuos de la ciudad de San Luis, Argentina. Universidades, 40, 17-26.

Barranco, C., Delgado, M., Melin, C., y Quintana, R. (2010). Trabajo social en vivienda: investigación sobre la calidad de vida percibida. Biblio, 2, 102-113.

Benites, L. (2010). Autismo, familia y calidad de vida. Cultura, 24, 1-20.

Carreón, J. (2016). Desarrollo Humano: gobernanza y emprendimiento social. México: UNAM-ENTS

Carreón, J. y García, C. (2013). Teorías de la seguridad pública y percepción del delito. Margen, 71, 1-16.

Carreón, J. y García, C. (2017). Specification of a model for the study of vocational training and job. International Journal of Advances in Social Science and Humanities, 5 (6), 13-18

Carreón, J., Bautista, M., García, C., Hernández, G., Sandoval, F. R., Pérez, G. y Valdés, O. (2016). Confiabilidad y validez de un instrumento que mide percepciones de salud ocupacional en migrantes de Huehuetoca, Estado de México. Obets, 11 (2), 569-581

Carreón, J., García, C., Morales, M. y Rosas, F. (2013). Compromiso laboral en el Trabajo Social del sector salud. Invurnus, 8 (2), 15-23

Carreón, J., García, C., Morales, M., Hernández, J., Rosas, J., y Rivera, B. (2013). El desarrollo local sustentable en la esfera ciudadana. Economía y Sociedad, 18 (44), 35-48.

Carreón, J., Hernández, J., Bustos, J. M. y García, C. (2017). Confiabilidad y validez de un instrumento que mide el compromiso de trabajadoras sociales en instituciones de asistencia sanitaria. Encrucijada, 26, 69-86

Carreón, J., Hernández, J., Bustos, J. M. y García, C. (2017). Políticas de fomento empresarial y sus efectos sobre las percepciones de riesgo en caficultores de Xilitla, San Luis Potosí, centro de México. Poiesis, 32, 33-51

Carreón, J., Hernández, J., Quintero, M. L. y García, C. (2017). Confiabilidad y validez de un instrumento que mide la colaboración organizacional en una universidad pública de Huehuetoca, centro de México. Invurnus, 12 (2), 9-17

Carreón, J., Morales, M., Rivera, B., García, C. y Hernández, J. (2014). Emprendedurismo migrante y comerciante: Estado del conocimiento. Tlatemoani, 15, 1-30

Derya, K. (2012). Genders differences on perceptions of employee quality for working life indicators in five star hotels in Turkey. International Journal of Academic research in Accounting, Finance and Management Sciences, 2, 195-203.

Ferragutti, G. (2012). Gubernamentalidad y capital humano. Hacia un esbozo de las condiciones de emergencia de los discursos sobre la sociedad de la información, educación y nuevas tecnologías. De Prácticas y Discursos, 1(1), 1-16.

García, C. (2013). Desarrollo local, vulnerabilidad hídrica, precariedad laboral, intensidad migratoria e identidad resiliente. Kairos, 32, 1-17.

García, C., Bustos, J. M. y Carreón, J. (2017). Dimensiones exploratorias del estigma social y laboral. Un estudio Delhi con estudiantes de pre-grado. Eureka, 14 (1), 55-68

García, C., Carreón, J. y Bustos, J. (2012). Socialización y compromiso laboral en trabajadoras sociales de instituciones públicas y privadas. Humanismo y Trabajo Social, 11, 177-192

García, C., Carreón, J. y Bustos, J. M. (2017). La salud ocupacional de unos adultos mayores en un contexto electoral de una localidad del centro de México. Doxa, 7 (12), 36-49

García, C., Carreón, J. y Hernández, J. (2014). La formación profesional del capital humano en la civilización del cambio climático. Revista Internacional de Investigación en Ciencias Sociales, 10 (1), 107-125

García, C., Carreón, J. y Hernández, J. (2017). Límites de los modelos de salud ocupacional. Estudio de adhesión al tratamiento del asma en trabajadores adultos mayores migrantes del Estado de México.Visión Gerencial, 16 (1), 103-118

García, C., Carreón, J. y Hernández, J. (2014). La formación profesional del capital humano en la civilización del cambio climático. Revista Internacional de Investigación en Ciencias Sociales, 10(1), 107-125.

García, C., Carreón, J., Hernández, J. y Morales, M. (2014). Contraste de un modelo de compromiso laboral en centros de salud pública. Acta Universitaria, 24 (1), 48-59

García, C., Carreón, J., Hernández, J., Bautista, M. y Méndez, A. (2012). Modelamiento de variables sociopsicorganizacionales a partir de la revisión del estado del arte. Revista de la Facultad de Trabajo Social, 28 (28), 13-60

García, C., Carreón, J., Hernández, J., Carbajal, C., Quintero, M. L., Sandobval, F. R. y Valdés, O. (2016). Incidencia de las políticas de micro-financiamiento sobre la percepción de emprendimiento caficultor e implicaciones para el Trabajo Social. Ehquidad, 6, 11-36

García, C., Juárez, M., Sandoval, F. R. y Bustos, J. M. (2017). Una aproximación psicológica a la complejidad ambiental: Especificación de un modelo de estrés y resiliencia comunitaria. Comunitaria, 14, 75-95

García, C., Valdés, O., Sánchez, R., Elizarraráz, G., Méndez, A. y Hernández, J. (2015). Diferencias entre emprendedores internautas con respecto a empatía, percepciones de riesgo y uso de aplicaciones tecnológicas. Prospectivas en Psicología, 2 (1), 68-75

Grimaldo, M. (2010). Adaptación de la Escala de Calidad de Vida de Orson & Barnes para profesionales de la salud. Cultura, 24, 1-20.

Machado, A., Anarte, M., y Ruíz, M. (2010). Predictores de la calidad de vida en pacientes con diabetes mellitus tipo 1. Ciencia y Salud, 21, 35-47.

Melendro, E. (2011). La perspectiva ecosocial en la intervención socioeducativa con jóvenes excluidos. Un estudio comparado en Canadá, Bélgica y España. Revista Española de Educación Comparada, 17, 197-218.

 Picazo, E., Gutiérrez, E., Infante, J., y Cantú, P. (2011). La Teoría del Desarrollo Humano y Sustentable: Hacia el reforzamiento de la salud como un derecho y libertad universal. Estudios Sociales, 19, 254-279

Quiceno, J. y Vinaccia, S. (2013). Resilencia, percepción de enfermedad, creencia, afrontamiento espiritual religioso y calidad de vida relacionada con la salud en pacientes con diagnóstico de artritis reumatoide. Psicología desde el Caribe, 30, 590-619.

Reyes, L. (2010). El dilema de los recursos naturales comunes. Gestión y Ambiente, 13, 71-80.

Sadeghzadeh, V. (2012). Improved quality of life with cardiac rehabilitation in post myocardial infarction patients. International Research Journal of Applied and Basic Sciences, 3, 394-401.

Sandoval, F. R., Carreón, J., García, C., Quintero, M. L. y Bustos, J. M. (2017). Modelos de los determinantes de la percepción de resiliencia a partir del riesgo y estrés percibidos en relación con la gobernanza de la protección civil. Invurnus, 12 (1), 30-35

Tariq, Q. (2012). Impact of financial stress on life satisfaction. Asian Journal of Social Science & Humanities, 1, 139-148.