Revista Nº35 "TEORÍA POLÍTICA E HISTORIA"

 

 

El Insulto como Estrategia de Comunicación en las Campañas Electorales:

El caso de las elecciones Presidenciales en México 2006 y Panamá 2009.

 

Andrés Valdez Zepeda*

 

 

Resumen

 

El artículo aborda el estudio del insulto como parte de las estrategias utilizadas durante las campañas electorales. Se describe las funciones y características distintivas de los insultos durante las campañas electorales modernas. Se analizan dos casos de campañas electorales en América latina sustentadas en el insulto (Panamá y México). Se concluye que el insulto, usado generalmente como parte de las campañas negativas, puede ayudar a ganar o perder elecciones bajo sistemas democráticos, dependiendo de la capacidad que se tenga por los diferentes actores políticos y candidatos a un puesto de elección popular para articularlo o desarticularlo, estratégicamente hablando.

 

Palabras clave. Democracia, América latina, insulto, campañas, procesos electorales, estrategias de comunicaciones.

 

                                                                      Abstract

The article addresses the study of insult as part of the strategies used during electoral campaigns. It describes the distinctive functions and characteristics of insults during modern election campaigns. Two cases of electoral campaigns in Latin America based on insult are analyzed. It is concluded that the insult, used generally as part of the negative campaigns, can help to win or lose elections under democratic systems, depending on the capacity that is had by the different political actors and candidates for a position of popular election to articulate or dismantle it , strategically speaking.

 

Keywords. Democracy, Latin America, insult, campaigns, electoral processes and strategies of communication.

 

1.  Introducción

 

La política electoral siempre ha sido una actividad socialmente controvertida, que a la vez genera aceptación y rechazo por parte de importantes sectores de la población. Es decir, mientras que algunos sectores sociales aprueban y participan en los procesos político electorales, otros los desaprueban y se abstienen de participar en dichos comicios.

 

Ahora bien, bajo sistemas democráticos sustentados en la competencia, la disputa por el poder político aumenta entre diferentes partidos políticos aumentando también el nivel de conflictividad de la política electoral. Una de las formas en las que tradicionalmente se manifiesta la conflictividad, es a través de los insultos y descalificaciones durante las campañas electorales, mismas que pueden generar un daño severo, políticamente hablando, a quienes no lo saben procesar o responder adecuadamente.

 

De acuerdo con el Diccionario de la Lengua Española, se denomina insulto a toda expresión u acción con la que alguien ofende a otra persona. Es una ofensa en la que se utilizan palabras o acciones hirientes que buscan lastimar, agraviar o infringir pena a otras personas.[1]  Desde la perspectiva etimológica, el término insulto, de origen latino, significa “saltar sobre otro”.  

 

Ahora bien, de acuerdo con Kornfeld (2011:3), el significado del insulto pretende (de denotación o connotación) injuriar u ofender, por el hablante para el oyente o para un tercero. A menudo, el significado literal de la expresión es inofensivo y es la intensión lo que resulta definitorio.

 

En el caso de la política, los insultos son cada día más frecuentes y dañinos teniendo diferente origen y motivación. Por un lado, lo utilizan los candidatos[2] a un puesto de elección popular para atacar a sus rivales, manchar su reputación y tratar de reducir las posibilidades de éxito de sus opositores. También lo utilizan algunos ciudadanos que están molestos por los abusos, errores e insuficiencias de los políticos; finalmente, lo recomiendan algunos consultores como parte de las estrategias políticas para ganar elecciones. 

 

En este artículo, se estudia el insulto en la política electoral, misma que es usada muchas veces como artilugio político para ganar o conservar posiciones de poder político en países con democracias emergentes. En lo particular, se describen algunas estrategias comunmente usadas para la articulación y desarticulación del insulto en la política electoral. Además, se hace una tipología de los insultos, se da cuenta de los objetivos que busca alcanzar y se realiza un análisis sobre las consecuencias que generan los insultos en las campañas electorales. En este mismo sentido, se analizan dos casos de elecciones presidenciales en dos países con democracias emergentes (México 2006 y Panamá 2009) donde el insulto fue utilizado como parte de las estrategias de campaña.  Finalmente, se concluye que los insultos pueden ayudar a ganar o perder elecciones bajo sistemas de impronta democrática.

 

Ahora bien, las campañas negativas o también llamadas de contraste, han sido estudiadas desde hace muchos años (Chebat, et al: 426, 1995; Lago 2004: 103; y Farmer 2004:175) y desde diferente perspectiva teórica (Lau 1985:121, Geer 2006 15 y Kellerman 1984:4). Sin embargo, pocos trabajos académicos se han enfocado, en lo particular, al estudio del insulto en los procesos electorales modernos, existiendo además pocos trabajos que abordan el caso de América latina (Durán, et al 2010:27 y Guerrero, et al, 2012:52).

 

Este es un trabajo de investigación de carácter descriptivo, que se apoya en el estudio de casos, cuyo objetivo central es analizar el insulto como parte de las prácticas políticas que se impulsan durante las campañas electorales bajo los sistemas políticos de cuño democráticos.

 

2.  El insulto en la política electoral

 

Los insultos han acompañado al hombre a través de la historia y también han estado presentes desde el inicio de la política electoral. Por ejemplo, en el primer libro escrito en el año 64 antes de Cristo por Quintus Cicerón (2015: 22), hermano de Marco Tulio Cicerón, se lee lo siguiente:

 

Procura que toda tu campaña se lleve a cabo con gran séquito, que sea brillante, espléndida, popular, que se caracterice por su grandeza y dignidad y, si de alguna manera fuera posible, que se levanten en contra de tus rivales los rumores de crímenes, desenfrenos y sobornos, algo que no desentonaría con sus costumbres.”

 

Más adelante agrega:

 

“Las elecciones han de resultar un gran espectáculo popular, con la mayor brillantez, esplendor y despliegue de medios que esté a tu alcance. En cualquier caso, siempre hay que hablar de todo lo infame, ilegal, deshonesto o corrupto que pueda haber en la personalidad de tus adversarios”.

 

Es decir, desde la antigüedad el insulto ha sido recomendado como parte de las estrategias de campaña, con el fin de dar razones poderosas a los electores del porque no votar por los candidatos opositores.

 

Por su parte, Nicolás Maquiavelo (2016:29) al inicio del siglo XVI señaló:

 

“Cuando se ve el pueblo inclinado a hacer una mala elección, es lícito y hasta honroso a cualquier ciudadano, dar a conocer en públicos discursos los defectos del candidato para que, sabiéndolos, el pueblo pueda elegir mejor.”

 

 

Es decir, el insulto como parte de las estrategias usadas en las campañas electorales también es muy antiguo. Durante la primer campaña electoral moderna, en 1876, se criticaba fuertemente al candidato William Gladstone por su política tibia e insensible ante las atrocidades que cometía el imperio otomano en contra de los búlgaros (Maarek, 1997:9).

 

En el caso de los Estados Unidos de Norteamérica, durante la campaña electoral del año 1800, se le acusó por parte de los federalistas al entonces candidato Thomas Jefferson de haber tenido relaciones sexuales con una esclava, tratando de utilizar los prejuicios raciales de los ciudadanos como estrategia electoral (Ansolabehere y Iyengar, 2006:15). En este mismo orden de ideas, durante la elección de 1952, Harry Truman llamó insistentemente a su contrincante conservador Dwight Eisenhower como SOB que significa “hijo de puta”. 

 

En el caso de México, en la primer elección de presidente de la república celebrada en 1828, los conservadores o realistas llamaban a Vicente Guerrero como el “candidato analfabeta” y el “amante de las armas”, tratando de denostar y reducir sus posibilidades de triunfo. Es decir, desde el inicio de las primeras campañas, cuando recién se constituyó el Estado nación, el insulto ha estado presente en la política electoral de este país.  

 

Hoy día, los insultos se hacen presentes en todas y cada una de las campañas electorales en la orbe, buscando alcanzar distintos objetivos y utilizando diferentes medios y estrategias (Durán, et al, 2010:32).

 

3.  Teoría política del insulto

 

Debido a su naturaleza gregaria, el insulto ha estado presente en la historia del hombre desde que este es hombre. El insulto se genera en la relación e interrelación que se da entre las personas y está vinculado con el ejercicio del poder (Guimaráes 2003:135 y Colin, 2007:57).  El que insulta se siente con cierto derecho de agredir y trata de manifestar cierta superioridad hacia la persona que insulta. Por su parte, a quien injurian, muchas de las veces, son personas con poder, cuyo ejercicio genera cierta inconformidad y malestar social, lo que da pie al ataque y a los improperios (Colin, 2007:58).[3]

 

Sin embargo, el insulto (como comentario o acción ofensiva) es una forma de agresión simbólica que representa un acto político por antonomasia que generalmente busca lograr una relevancia social (Sperber y Wilson, 1986:128). Se insulta a otro para manifestar un desacuerdo, como un acto de ataque, como una acción de protesta o como una estrategia política e históricamente, se ha usado en la política bajo regímenes totalitarios, autoritarios y democráticos. Sin embargo, bajo sistemas democráticos modernos sustentados en la competencia y el contraste, el insulto ha tomado mayor relevancia, ya que con el proceso de democratización y la socialización de las nuevas tecnologías de la información y la comunicación, los insultos se han hecho más patentes durante las campañas electorales.    

 

De esta forma, a través del insulto, un ciudadano puede manifestar un desacuerdo con la persona a la que insulta, sus acciones o, incluso, hasta con su investidura, sus políticas, ideas y acciones. Se insulta a alguien porque no está de acuerdo con él y lo agrede, verbalmente o con señas obscenas, para expresar su inconformidad.

 

También los insultos se utilizan como una forma de ataque de un persona o grupo de personas en contra de otra u otras personas a quien considera su rival u oponente político, con quien difiere en su ideología y en su programa político. En este caso, el improperio lo utiliza como parte de su estrategia para intentar dañarlo moralmente o perjudicar su reputación y fama pública.

 

El insulto también puede ser producto de un acto de protesta, en la que una persona o grupo social determinado, manifiesta (a través del insulto) su rechazo y oposición a otra persona o grupo de personas, a sus políticas, ideales y acciones llevadas a cabo.[4] De hecho, muchas protestas sociales callejeras se caracterizan por proferir insultos en contra de los gobernantes y políticos del momento.

 

Finalmente, los insultos también pueden formar parte de las estrategias políticas para atacar, manchar, denostar, herir, humillar o avergonzar a una determinada persona en público tratando de manchar su reputación o provocarlo para que cometa un error que, al hacerse público y notorio, lo pueda llevar a perder la elección.      

 

4.  Tipos de insultos

 

Los insultos pueden ser de diferente tipo por su forma, temática, alcance y consecuencia (Lomas, 1974:82).

  

Hay insultos verbales y corporales o físicos. Los verbales son aquellos proferidos a través de las palabras, gritos o por emisión de sonidos diversos, como los silbidos. Por su parte, los corporales o físicos son manifestados a través de señas, gestos y acciones diversas que impliquen el uso del cuerpo o de alguna de sus partes. 

  

También hay insultos directos e indirectos. Los primeros se dan de frente a la persona insultada, a través de algún medio digital y en forma de oprobio u ofensa sin intermediaciones ni simulaciones.  Por su parte, los insultos indirectos son agravios que se dan manera sutil o refinada, generalmente de forma no personal, sino con intermediaciones o mediaciones (Colin, 2007:60).

 

También hay insultos planeados y espontáneos. Los planeados se piensan y preparan con anticipación para llevarlos a cabo, mientras que los espontáneos son los que surgen en el acto mismo de su ejecución (Guiraud, 1991:21).

 

También hay insultos de carácter personal, grupal e institucional. Los primeros están dirigidos a denostar a la persona; los segundos, se enfocan a atacar a cierto grupo social o político; y los terceros, tratan de ofender a las instituciones u organizaciones a las que pertenecen las personas que son insultadas.

 

 

5. Los objetivos del insulto

 

El insulto busca alcanzar diferentes objetivos, dependiendo de quien lo profiera y que efectos pretende generar entre las personas (Irvine, 2015:28).  En primer lugar, es muy común que el insulto pretenda lastimar o agredir a la persona, grupo de personas o institución sobre la que se dirige el insulto. Es decir, su objetivo es la agresión, utilizando lo que se denomina la violencia verbal. De hecho, es común que se acuda al insulto cuando se cree o considera que algo o alguien amenaza su objetivo o meta. 

 

En segundo lugar, el insulto busca generar una contrariedad a la persona sobre la que se dirige el improperio, ya que puede fungir como provocación, que, al ser aceptada, puede terminar en un escándalo o problema mayor por parte de los involucrados.

 

En tercer lugar, el insulto pretende humillar, poner en evidencia o ridiculizar a la persona, para bajarle la moral, provocar un exabrupto o generar una derrota o daño psicológico.

 

En cuarto lugar, busca manchar la imagen y reputación de las personas, ya que generalmente a través del insulto se da a conocer información oculta, que al hacerse pública pueden lastimar o manchar el prestigio de la parte agredida.

 

En quinto lugar, el insulto pretende manifestar una protesta o inconformidad de una persona o grupo de individuos, ya sea por excesos, abusos o acciones realizadas por otras personas. Y finalmente, quien profiere el insulto, muchas de las veces, busca llamar la atención de la gente, o hacerse notar por los demás.

 

Además, el insulto cumple una función reguladora de las emociones, ya que permite el desahogo de una emoción negativa, cumpliendo una función catártica,[5] por lo que se puede considerar una acción saludable para quien lo emite. Es decir, cumple un propósito de desvanecimiento de la emoción negativa. 

 

En el caso de la política electoral, el insulto cumple o busca cumplir varios de los objetivos antes señalados, aunque la mayoría de las veces está relacionado con el ataque o la protesta en contra de algún gobernante, político o candidato a un puesto de elección popular.  

 

6.  Consecuencias del insulto

 

El insulto se ha utilizado por el hombre desde la antigüedad con el fin de denostar o agredir a otros, generando diferentes consecuencias. Entre las más importantes se encuentran las siguientes:

 

Primero, genera enojo o disgusto de la persona que es insultada, ya que a nadie le gusta ser agredido por otro individuo y menos en público. A su vez, este enojo, puede, con el tiempo, transformarse en resentimiento, entendido éste como una emoción negativa acumulada. De acuerdo a Villaroel (2009:1) el insulto resulta ser una triada que provoca placer a quien lo profiere, hilaridad a quienes se identifican con tal o cual insulto, y enojo al blanco al cual va dirigido.[6]

 

Segundo, un insulto dicho en público puede generar un daño a la imagen y reputación de la persona. Si el insulto es gravado y transmitido en algún medio de comunicación tradicional o por medio de redes sociales, éste se puede transformar en un escándalo mediático mayor.   

 

Tercero, el insulto genera desmotivación entre las personas que fueron insultadas, ya que por su potencial destructivo o dañino y ante la falta de estrategias adecuadas para su desarticulación o para su enfrentamiento, muchas de las personas afectadas por el insulto se desmoralizan o desmotivan. 

 

Cuarto, el insulto es una provocación que se hace en forma de violencia verbal o gesticulación, lo que puede generar una respuesta virulenta de forma inmediata por parte de la persona o grupo de personas que son objeto del insulto. Es decir, la consecuencia que puede generar es una respuesta violenta en forma verbal o física por parte de la persona ofendida. 

 

Quinto, el insulto también puede generar un daño a la reputación, tanto de la persona que insulta como la persona insultada. Si a través del insulto se da a conocer información relevante o, por la forma inadecuada, de manejar el insulto deriva en un escándalo mayor, entonces el insulto seguramente dañará la reputación de las personas involucradas.  

 

Sexto, también el insulto puede derivar en una pérdida de credibilidad de las personas involucradas, dependiendo de cómo procesen este tipo de incidentes y de sí trasciende o no a la opinión pública.

 

Séptimo, el insulto puede generar un efecto boomerang para la persona u organización que lo profiere o incita, dependiendo como sea manejado por la persona afectada y/o por terceros interesados, como puede ser la prensa.

 

Finalmente, el insulto trae como consecuencia la liberación de una emoción negativa para la persona que lo hace, generando un efecto de “decantamiento” de esta emoción. En este sentido, el insulto genera en la persona que insulta una especie de alivio o consuelo al liberarse de esa emoción negativa.  

 

En el caso de la política electoral, el insulto puede usarse como parte de la estrategia para ganar o hacer perder campañas electorales. Bien gestionado, el insulto puede ayudar a ganar elecciones; y mal gestionado, puede ser un detonante para perder una elección a un cargo de representación pública. Es decir, puede generar un efecto boomerang.  En este orden de ideas, los insultos mal gestionados o procesados pueden hacer colapsar o minimizar las posibilidades de triunfo de una campaña electoral (Valdez, 2013:29).

 

Bajo sistemas políticos de cuño democrático, los insultos forman, muchas de las veces, parte de las campañas de contraste y en varias naciones del orbe, se utiliza como una práctica común para tratar de denostar y atacar a los adversarios, dando razones del por qué no se debe votar por la competencia.    

 

7. Características del insulto

 

Los insultos como procesos generados en la relación e interacción humana presentan una serie de características distintivas (Guimaráes, 2003:139), que lo diferencian de otras prácticas propias de nuestra naturaleza como seres gregarios (Kasper, 1993:195), como es el caso del rumor.[7] 

 

En este sentido, los insultos son relativos, dinámicos, emocionales, de rápido efecto y son procesados de diferente manera por los seres humanos (Colin, 2003:28).

 

Son relativos porque dependen de la cultura, la idiosincrasia y la experiencia de las personas. Esto implica que para una determinada cultura o país, una frase puede resultar ofensiva, pero para otra, puede ser incluso un alago. Por ejemplo, la frase “eres obesa como un cerdo,” para la cultura occidental que valora la esbeltez puede representar un insulto. Sin embargo, para  algunos países africanos como Mauritania, esta frase puede ser interpretada como un halago, ya que la obesidad es sinónimo de belleza[8].     

 

Son dinámicos, ya que los efectos que generan los insultos cambian con el tiempo. Por ejemplo, si a alguna persona le llaman por el sobrenombre o apodo de “alacrán”, al inicio esta palabra puede resultarle sumamente ofensiva. Sin embargo, con el tiempo la persona se acostumbra a que lo nombren “alacrán” y después le gusta que lo llamen mejor por su apodo que por su nombre. Es decir, la percepción cambia a través del tiempo, ya que lo que primero fue considerado un insulto ahora es un sobrenombre o apodo que adopta el sujeto y no le genera ningún malestar.     

 

Los insultos son emocionales, porque generalmente son producto de una emoción, generan una emoción o cumplen una función reguladora de emociones.  Es decir, tanto en la decisión de insultar como en la ejecución del insulto, de una u otra forma, las emociones humanas se involucran.

 

Los insultos generalmente son de rápido efecto, ya que generan en los afectados, reacciones inmediatas de réplica, contra-insulto o, incluso, de violencia física. Cuando estos improperios se realizan en público y estos trascienden a los medios de comunicación y a las redes sociales en forma viral, también generan efectos inmediatos entre las audiencias.

 

Los insultos también son hirientes tanto en su pretensión como en su consecuencia, generando ciertos daños emocionales entre las personas insultadas. Es decir, debido a su naturaleza despectiva, los insultos generan usualmente daños a la moral o la imagen y reputación de las personas afectadas.    

 

Finalmente, los insultos son adictivos, una vez que se profiere uno, lo más común es que se acostumbre la persona a repetir esa conducta de violencia verbal, así sean incluso insultos sutiles o creativos.  

 

8.   El insulto en las campañas electorales

 

El insulto siempre forma parte de una estrategia de una persona, organización o grupo para tratar de alcanzar ciertos objetivos. Si es parte de un impulso personal, el insulto puede representar su estrategia ya sea para agredir, vengar un agravio, manifestar una protesta o, incluso, hacer saber su disgusto o inconformidad sobre una actitud, acción o desatención. Si es promovido por una organización o un grupo, el insulto forma parte de su estrategia para conseguir sus objetivos, por eso se planea y ejecuta con los debidos cuidados para generar los efectos perniciosos esperados.      

 

En el caso de las campañas electorales[9], el insulto también forma parte de la estrategia de campaña y estos pueden darse de manera espontánea o de manera planeada,[10] esperando generar un efecto tanto en la conducta del insultado como de los ciudadanos a los cuales trasciende y/o presencian el insulto, ya sea a través de un medio de comunicación, las redes sociales o de manera presencial.

 

De hecho, los insultos han estado acompañando a la política desde su nacimiento expresando de manera pública o discreta comentarios generalmente negativos sobre los opositores, sus acciones u omisiones, tratando de manchar su imagen y reputación para evitar que ganen las posiciones de poder político. Esta ha sido más común bajo sistemas políticos de impronta democrática, basados en la competencia, el contrate y el disenso, ya que se considera que las campañas electorales deben basarse en propuestas realistas y compromisos serios y no en descalificaciones e improperios. De ahí que, en varios códigos electorales, los insultos estén prohibidos para proferir por parte de los candidatos y dirigentes partidistas, pero no lo están por parte de terceros.[11]

 

En una campaña electoral, es muy común que los dirigentes y candidatos a un puesto de elección popular acudan al insulto, en sus dos vertientes estratégicas (como articulación o desarticulación). Articulación con el fin de atacar a los adversarios y lograr una ventaja política que posibilite el triunfo electoral. Desarticulación con el fin de evitar ser víctima de una campaña de insultos o tratar de reducir su impacto negativo y así  reducir las posibilidades de perder la elección.   

 

a. Estrategias de desarticulación

 

¿Qué hacer en caso de ser víctima de una estrategia deliberada de insultos durante una campaña electoral orquestada por los opositores? No hay una fórmula única para responder y tratar de “salir bien librados” de este tipo de ataques. Sin embargo, aquí se presentan algunas ideas, que se pueden usar, a guisa de ejemplo, en forma de estrategias para su desarticulación.

 

De inicio, se recomienda siempre conservar la calma, escuchar con serenidad a la persona que profiere el insulto y, si es necesario, sonreír. Sí es posible, incluso, se le puede decir al insultador, en tono amable  “muchas gracias, te informo que nuestra campaña electoral es una campaña de propuestas y no de agresiones. Con permiso.” Si el insulto solo es una manifestación de protesta social o inconformidad política, es prudente darse la oportunidad de escuchar el reclamo y después manifestar el compromiso de revisar el asunto y proponer una solución al problema manifestado.

 

Otra forma de responder un insulto verbal, es ignorarlo, perdonar y no hacer nada. Es decir, usar el silencio como réplica, aplicando la estrategia de la evasión. Además, se recomienda siempre estar calmado y nunca agredir o repeler el insulto en forma violenta. Si el insulto se genera porque alguien se niega a tomar la mano o a saludar al candidato públicamente, lo que se recomienda es sonreír y señalar lo siguiente “Mi mano siempre estará tendida para todos, incluso para quienes no la quieren saludar”.

 

Si hay sospechas de que el insulto forma parte de una campaña planeada por los opositores, se recomienda la estrategia de la victimización y la denuncia pública, para tratar de que los electores se informen de la campaña de desprestigio que impulsan los adversarios y les puede generar un efecto boomerang, contrario a los objetivos que buscaban alcanzar.  Es decir, además de hacer la denuncia pública magnificada sobre la “campaña de odio y violencia verbal” que están impulsando los adversarios, es prudente presentarse como víctima de esa campaña negativa que busca el desprestigio y el ataque personal.

 

Otra forma de responder a un insulto es a través de la estrategia de la réplica o contra-insulto. Sin embargo, éste debe ser sutil, inteligente y elegante, tratando de evitar que los ciudadanos, en lo general, se sientan ofendidos o atacados. Un ejemplo de este tipo de respuestas puede ser el siguiente: “no comparto tu opinión, pero defiendo el sagrado derecho a la libre manifestación de las ideas”.[12]   Otra frase que se puede decir es la siguiente: “No apoyamos los discursos de odio que buscan confrontar a la sociedad, te invito a hacer de esta campaña un ejercicio democrático de altura. Con permiso.”

 

La estrategia de la prevención también es sumamente recomendable.[13] Esta estrategia implica que el candidato o candidata no dé pie a que alguien lo pueda insultar, mostrándose lejano o distante físicamente a la gente o preparando un equipo de intervención especializado en el manejo del insulto para que ellos sean los que respondan de manera inmediata o intervengan ante una situación de insulto, dejando libre al candidato de esta provocación.

 

Una manera diferente de responder a un insulto, es preguntarle al insultador: ¿Estás de mal humor? o ¿Quién te envió a hacer esto? ¿Cuánto te pagaron por insultarme? Esta estrategia centrada en las preguntas, resulta ser una réplica ingeniosa. 

 

En el caso, de que el insultado sea un dirigente partidista o un promotor del voto y no necesariamente el candidato, lo que se aconseja siempre es mantener la calma, sonreír, dar las gracias, invitar respetuosamente al agresor a participar en las elecciones y no discutir con necios.  Es decir, no caer en la provocación y mucho menos, proferir un contra insulto violento en contra del agresor.   

 

En todos los casos antes señalado, es recomendable siempre lucir sereno y tranquilo, mostrando siempre un rostro sonriente y seguro de si mismo, con el fin de minimizar los daños. Además, se debe estar mental y emocionalmente preparado para enfrentar exitosamente un incidente de estos y mostrarse de cierta manera, inmune a este tipo de agresiones, ya que cada día son mucho más dañinos y frecuentes los insultos durante las campañas electorales en las democracias modernas.    

 

b. Estrategias de articulación

 

El insulto resulta ser una estrategia que, bien manejada, puede generar ventajas competitivas para ganar una campaña electoral. Sin embargo, la estrategia debe ser discreta, bien gestionada y, sobre todo, bien implementada, para asegurar que realmente funcione y no genere el efecto contrario.

 

En este sentido, se recomienda usar el insulto en contra de los adversarios, pero en forma sutil, inteligente y elegante. Nunca de manera directa y, mucho menos, burda[14]. El lenguaje metafórico o indirecto, resulta ser, muchas de las veces, una forma adecuada para insultar a los adversarios, de tal forma que el improperio no se manifieste, de cara a los ciudadanos, como violencia verbal.  

 

Otra forma de utilizar la estrategia de los insultos, es preparar un equipo ex profeso especializado en el insulto y la provocación para articular la estrategia de manera planeada y sistematizada. La idea es provocar o incitar al principal candidato opositor para que éste cometa errores garrafales y el incidente generado por el improperio pueda trascender a la opinión pública, restándole posibilidades de éxito en su campaña. Es decir, el objetivo es que el insulto pueda derivar para los opositores en un escándalo mediático mayor que anule o reduzca sus posibilidades de éxito en las elecciones. Este equipo generalmente trabaja no solo en los eventos donde se presenta el candidato opositor, sino que acude a todos los medios y plataformas, como las redes sociales, para implementar su estrategia de denostación y ataque a los adversarios y a los partidos opositores. Su objetivo es ofender para manchar la reputación de los adversarios, sembrar duda entre los electorales y hacerlo perder la campaña electoral. Sin embargo, estas acciones deben mantenerse discretas en su origen o fuente de financiamiento, evitando que dicha estrategia y sus verdaderos impulsores sean descubiertos.

 

El insulto al candidato o partido durante las campañas también se puede realizar utilizando metáforas, parábolas y comparaciones sutiles e inteligentes, que, sin estar fuera del marco legal, puedan alcanzar los objetivos buscados. También es posible que otros candidatos que compitan en la elección, pero tengan pocas posibilidades reales de ganar, decidan utilizar la estrategia del insulto para atacar al principal adversario haciendo que terceras personas insulten al candidato que se quiere atacar.

 

La estrategia del insulto también la pueden articular organizaciones sociales o políticas que tengan coincidencias programáticas con un determinado partido político, coalición de partidos y sus candidatos, con el fin de reducir las posibilidades de éxito de los opositores.  Estas organizaciones, generalmente tienen mayor credibilidad social y, muchas de ellas, le merece una mayor confianza a la ciudadanía.

 

En fin, el insulto bien aplicado puede ser una estrategia que posibilite ganar una elección a un cargo público y reducir significativamente las posibilidades de éxito de los adversarios. Esta estrategia, que algunos estudiosos la ubican como parte de las campañas de contraste (Krauze, 2009:1), junto a estratagemas de persuasión, organización y movilización electoral, puede ser la diferencia entre el éxito y el fracaso en los procesos electorales.

 

9.  Casos de campañas e insultos

 

Existen innumerables casos de campañas electorales sustentadas en el insulto. De hecho, se puede decir que la mayoría de las campañas electorales hoy día en el orbe, se basan en el ataque y la descalificación, donde el insulto a los opositores forma parte importante de estas estrategias proselitistas de los partidos y candidatos que aspiran a ocupar una posición de poder político. A continuación, y solo a guisa de ejemplo, se presentan dos casos de campañas presidenciales en América latina (México 2006 y Panamá 2009) donde predominó el insulto como parte central de las estrategias políticas. En el primer caso (México), la campaña de insultos en contra del candidato presidencial resultó vencedora y en el segundo caso (Panamá), la estrategia basada en los insultos fue desarticulada y generó un efecto tipo boomerang en contra de sus impulsores. 

 

a.  El “loco” de Panamá

 

A Ricardo Mantinelli, candidato de la Alianza por el Cambio a la presidencia de la república de Panamá en el 2009,[15] se le señaló por sus adversarios de estar “loco”, ya que tanto sus propuestas como sus acciones y declaraciones no era propias de una persona sana mentalmente, por lo que se le cuestionó sobre el estado de salud y sobre sus facultades mentales para dirigir un país. Es decir, sus adversarios agrupados principalmente en el otrora gobernante Partido Revolucionario Democrático (PRD), utilizaron el insulto como parte de la estrategia de campaña para tratar de ganar las elecciones. 

 

Ante esta situación, los estrategas de campaña de Martinelli convirtieron este ataque y el señalamiento de “loco”, en el lema y en el mensaje central de la última etapa de la campaña electoral. De esta forma, impulsaron el movimiento social “los locos somos más” como una respuesta política hacia los ataques de sus adversarios. Este movimiento logró sumar grandes apoyos populares, principalmente de jóvenes, quienes estaban inconformes con el gobierno de Martín Torrijos Espino por una serie de abusos, errores, insuficiencias y corruptelas en su ejercicio de gobierno. 

     

Al final de esta elección, de acuerdo a los resultados oficiales, el candidato de la Alianza por el Cambio,[16] Ricardo Martinelli[17]obtuvo el 60.11 por ciento de los votos, seguida por Balbina Herrera, postulada por el PRD,” quien obtuvo el 36.79 por ciento de los sufragios.[18]  Por su parte, Guillermo Endara, postulado por el Partido Vanguardia Moral de la Patria, logró el 2.35 por ciento de los votos.[19] 

 

De esta forma, Martinelli y su equipo de estrategas supieron revertir la campaña de sus opositores sustentada en el insulto, además de tener la capacidad de presentarse ante la sociedad como la generación del cambio.

 

Además, la estrategia de Martinelli se centró en cuestionar lo que no funcionaba y movilizar el descontento de la gente con el gobierno (alta burocratización, inseguridad pública y malos servicios públicos),  en presentarse como el candidato del cambio y la esperanza (empleo, crecimiento económico, obra pública, buen gobierno, combate al narcotráfico, metro, English for life, etc.), como un empresario exitoso y excéntrico, con un lenguaje llano y popular  que conocía los problemas de la gente (Caminando en los zapatos del pueblo) y, sobre todo,  que tenía la experiencia para llevar a Panamá a un buen puerto. Acusó a la candidata oficialista, de encarnar el continuismo (Más de lo mismo) y se presentó como el representante de la generación del cambio (Valdez, 2016:157). Al final de la contienda electoral, Martinelli ganó la elección presidencial, superando a su principal adversaria (Balbina Herrera) con más de 23 puntos porcentuales y convirtiéndose en el presidente número 53 de Panamá.     

 

b.  “Un peligro para México”

 

El 2 julio del 2006, se celebraron las elecciones federales en México, en la que se eligió al presidente de la república, a los 500 diputados y 128 senadores de la república. De forma concurrente, también fueron electos de 9 diferentes gobernadores de las entidades federativas. De igual forma,, se eligieron cientos de presidentes municipales y diputados locales, en lo que fue una de las elecciones más competidas en la historia moderna de México. 

 

Esta campaña, se caracterizó por los ataques e insultos de sus opositores a Andrés Manuel López Obrador, candidato de la Alianza por el Bien de Todos[20], a quien sus adversarios lo compararon con Hugo Chávez (entonces presidente de Venezuela) y de quien dijeron representaba “un peligro para México,” ya que por sus “posturas radicales” y sus “políticas populistas” generaría una crisis económica sin precedente en la historia del país.[21]

 

López Obrador también fue calificado por sus opositores como “un loco”, que estaba “enfermo de poder” y que tenía “ideas mesiánicas”, lo que representaba un retroceso para México.  Estos ataques a López Obrador procedieron principalmente del Partido Acción Nacional (PAN) y de un grupo de empresarios agrupados en torno al Consejo Coordinador Empresarial de México. La estrategia se fincó en difundir miles de anuncios publicitarios en radio y televisión, así como en redes sociales, en la que se llamaba a los votantes a “evitar el riesgo” de elegir a un presidente que llevaría al colapso a la economía mexicana.[22] 

 

Al final de la elección, de acuerdo con los resultados oficiales, Felipe Calderón Hinojosa candidato presidencial por el PAN resultó ganador con 35.91 por ciento de los votos, seguido por López Obrador con el 35.24 por ciento de los votos. La participación fue de 58.55 por ciento de los ciudadanos inscritos en el padrón electoral en estos comicios.[23]

 

De esta forma, la campaña negativa sustentada en las descalificaciones e insultos hacia López Obrador, le dio resultados a sus impulsores, ya que de acuerdo con Juan Camilo Mauriño, uno de los coordinadores de la campaña de Felipe Calderón, “esta estrategia de contraste, permitió reducir en seis o siete puntos la ventaja de López Obrador sobre nuestro candidato”. Es decir, esta campaña le quitó al candidato de la Alianza por el Bien de Todos cerca de 3 millones de votos.[24] En este caso, la campaña sustentada en insultos no supo ser desarticulada y en consecuencia López Obrador perdió por primera vez la elección presidencial.[25]  

 

10.                A manera de conclusión

 

El insulto ha estado presente en la política desde la antigüedad. Sin embargo,  bajo sistemas democráticos, sustentados en la competencia,  el contraste, el disenso y la crítica, el insulto ha sido utilizado con mayor frecuencia durante  las campañas electorales. Es decir, en sociedades con sistemas políticos democráticos, el insulto forma parte de las estrategias que utilizan partidos políticos y candidatos para ganar elecciones y así acceder o conservar posiciones de poder político.

 

Bajo este tipo de sistemas, es común que, durante las campañas electorales, se den razones poderosas y se movilicen emociones para que los electores voten por una determinada alternativa política y no lo hagan por la oposición. Durante estos procesos, también es común que los diferentes candidatos y los dirigentes de los partidos políticos contendientes utilicen, directa o indirectamente, el insulto como parte de sus estrategias políticas para tratar de ganar un mayor número de votos y/o evitar que los opositores puedan ganar estos comicios electorales.

 

De esta manera, el insulto, como parte de las campañas negativas o de contraste bajo sistemas democráticos, cumple una función estratégica muy importe dentro de todo proceso electoral, ya que el éxito en una contienda depende, muchas de las veces, de la forma como se articule o desarticule las campañas de ataque y denostación de los candidatos y partidos.

 

En algunos países de América latina, como México, el insulto es considerado parte de las campañas negativas, por lo que se trata de desestimularlo a través de imponer ciertas prohibiciones legales para su uso. Sin embargo, a pesar de las prohibiciones, el insulto ha estado presente y seguramente lo estará por muchos años durante las campañas electorales, ya sea en forma de protesta e inconformidad social o como ataque de los adversarios.

 

Los insultos cumplen varias funciones dentro de los procesos electorales. Los más importantes son atacar a los adversarios, manchar su reputación, generarle un escándalo público y bajar la autoestima o desmoralizar a quien sufre dichas agresiones. Sin embargo, también el insulto puede generar un efecto tipo boomerang afectando o generando un efecto contrario a sus impulsores. De ahí la necesidad de conocer y manejar adecuadamente bajo sistemas democráticos las diferentes estrategias aquí esbozadas para poderlo articular y también, en su caso, desarticular.    

 

Durante las campañas electorales modernas, el insulto cada día es más frecuente y también más dañino, por lo que los candidatos a un puesto de elección popular y los dirigentes políticos deben considerarlo, ya que omitir su cuidado y atención, puede llevar a perder una elección. Además, las posibilidades de difusión del insulto y sus efectos perniciosos al trascender a la opinión pública, son más amplios, ya que, con el desarrollo y socialización de las nuevas tecnologías de la información y la comunicación, el insulto puede llegar a más públicos, por lo que su efecto desastroso aumenta significativamente. 

 

En el caso de las elecciones presidenciales de México en el 2006, la estrategia de campaña basada en el insulto, permitió, a sus impulsores, ganar una elección; mientras que, en el caso de las elecciones presidenciales del 2009 en Panamá, la capacidad de desarticulación de la estrategia de campaña centrada en el insulto logró que los opositores ganaran la elección. Es decir, el insulto por sí mismo no asegura un resultado, sino su capacidad de gestión, de saberlo articular o desarticular en un tiempo y espacio determinado.       

 

Por otra parte, el insulto se ha convertido en un artilugio político que puede tener incluso una motivación social y representar una forma genuina de protesta ciudadana, por lo que los candidatos a un puesto de elección popular y los dirigentes políticos deben conocer a fondo las motivaciones que lo generan y el proceso de desenvolvimiento del mismo, para buscar estrategias adecuadas y oportunas para su correcto manejo y gestión.

 

En suma, el insulto debe ser considerado como parte del juego estratégico durante las campañas electorales, bajo sistemas políticos de impronta democrática, ya que juega un papel relevante en el proceso de construcción y erosión de consensos políticos y mayorías electorales en las sociedades modernas.              

 

 

 

*Andrés Valdez Zepeda es doctor en estudios latinoamericanos con especialidad en ciencia política por la Universidad de Nuevo México (USA). Es miembro del Sistema Nacional de Investigadores. Autor de los libros La Guerra sucia en las campañas electorales (Trillas) y El arte de ganar elecciones (Trillas). Su línea de investigación es comunicación  política y la gerencia de campañas electorales. Actualmente trabaja como profesor investigador de la Universidad de Guadalajara. avaldezepeda@gmail.como y azepeda@cucea.udg.mx

 

 

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[1] Véase Diccionario de la Lengua Española. En http://dle.rae.es/?id=DgIqVCc. Fecha de consulta: 7 de diciembre del 2017.

[2] Así como sus seguidores o simpatizantes.

[3] Colins (2007) señala que en una manifestación frente a la Casa Rosada durante el gobierno de Eduardo de la Rua en Argentina se escuchó los siguientes insultos: Asesinos, hijos de puta; De la Rua compadre, la concha de tu madre; y Menem, hijo de puta, la puta que te parió.  Es decir, los insultos han estado presente por muchos años en la política en América latina.   

 

[4] En este sentido, el insulto se presenta en sistemas electorales basados, tanto en la competencia como en el derecho a la disidencia política, donde uno o más competidores buscan alcanzar posiciones de poder político a través del voto de los ciudadanos. En cierto sentido, el insulto manifiesta un desacuerdo y expresa el derecho de disentir de algunos ciudadanos con respecto de las opciones políticas que se le presentan.        

 

[5] Véase Rubio Hancock Jaime,  Verne.el pais.com, 2 de abril del 2017. ¿Sirve para algo insultar? Fecha de consulta: 6 de diciembre del 2017.

 

[6] Véase José Villarroel Yanchapaxi, Teoría del Insulto, 16 de noviembre del 2009. Revista Electrónica Voltairenet en  http://www.voltairenet.org/article162930.html. Fecha de consulta: 5 de diciembre del 2017.

[7] De hecho, el rumor se puede utilizar como estrategia para proferir y divulgar  insultos y así atacar a los adversarios, ya que es un medio muy efectivo usado durante las campañas electorales.

[8] Véase EFE/Nuakchot, Mujeres Gordas: Un ideal de belleza en otras culturas, 23/12/2011, en http://www.abc.es/20111223/sociedad/abci-gordos-cultura-belleza-201112230941.html. Fecha de consulta: 11 de diciembre del 2017. 

[9] El insulto puede ser considerado como una práctica que afecta la calidad de la democracia, en la medida que rebaja el nivel del debate público e incorpora un lenguaje verbal o corporal violento en los procesos electorales. Sin embargo, en todo sistema democrático, el insulto casi siempre se encuentra presente como parte de los procesos de comunicación política durante las campañas electorales.

    

[10] Por ejemplo, durante la elección  presidencial de México en el año 2006, el Partido Acción Nacional (PAN) y algunas organizaciones empresariales, como el Consejo Coordinador Empresarial, impulsaron la campaña en contra de Andrés Manuel López Obrador, Coalición por el bien de Todos” de quien decían “Es un peligro para México”. Esta campaña movilizó el miedo de muchos electores y finalmente Felipe Calderón Hinojosa, candidato del PAN, ganó la elección presidencial. Más adelante, en este escrito, se abundará más sobre este tipo de campaña basada en el insulto al adversario.

 

[11] En el caso de México, el articulo 233 del Código Federal de Instituciones y Procedimientos Electorales señalaba desde el 2008 que   “en la propaganda política o electoral que realicen los partidos políticos, las coaliciones y los candidatos, deberán abstenerse de expresiones que denigren a las instituciones y a los propios partidos, o que calumnien a las personas.

 

[12] Esta frase se le atribuye originalmente a Voltaire.

 

[13] El insulto se puede estar presente y formar parte de la estrategia de campaña de los opositores. Sin embargo, el daño emocional que puede causar a los candidatos es opcional, dependiendo de la forma como se procese este ataque verbal.

 

[14] Colin (2007) señala que el insulto directo genera conclusiones y, por lo tanto resultados, débiles; mientras que el insulto indirecto tendrá un efector mayor y en consecuencia, resultados más fuertes.

[15] El 3 de mayo del 2009, se realizaron los comicios generales en Panamá, para elegir al presidente y vicepresidente del país. Además, en esta consulta se eligieron 1,588 cargos de elección popular, entre los que se destacan el de 20 diputados al Parlamento Centro-americano , 71 diputados a la Asamblea Nacional, 75 alcaldes, 623 representantes de corregimiento  y 6 concejales, todos con sus respectivos  suplentes.

 

[16] La Alianza por el Cambio fue integrada por el Movimiento Liberal Republicano Nacionalista, Partido Panameñita, Cambio Democrático y Unión Patriótica. 

 

[17]Martinelli es un rico empresario de supermercados, pragmático y tosco, que fue asociado por los votantes con  los valores de un emigrante exitoso, trabajador y tenaz.

 

[18] Esta coalición estuvo conformada por el Partido Revolucionario Democrático, el Partido Popular y el Partido Liberal.

 

[19] Véase Gandásegui Marco A. Panamá 2009: Elecciones, crisis mundial y movimientos sociales, en Revista de Ciencia Política, Chile, Volumen 30, No. 2, 2010, 419-437. 

 

[20] Esta alianza fue conformada por el Partido de la Revolución Democrática, el Partido del Trabajo y el Partido Convergencia.

 

[21] Véase Valles Ruiz, Rosa María, Elecciones presidenciales 2006 en México. La perspectiva de la prensa escrita, en Revista Mexicana de Opinión Pública, UNAM, Vol. 20, enero –junio del 20016, pp. 31-52.

 

[22] En esta campaña, se cuidó  que Felipe Calderón no se percibiera como el principal impulsor de los ataques, sino que los anuncios publicitarios fueron firmados por el PAN y sus dirigentes o por los empresarios que se oponían a sus políticas.    

 

[23] Véase Emmerich, Gustavo Ernesto, Las elecciones de 2006 y su impacto sobre la democracia, en Revista El Cotidiano, Universidad Autónoma Metropolitana,  Vol. 22, No. 145, septiembre-octubre 2007, pp. 5-15.

 

[24] Véase La campaña negra que le restó votos a López Obrador,” The Associated  Press, 8 de agosto del 2006.

 

[25] Andrés Manuel López Obrador también fue candidato presidencial en la elección del 2012 en México, perdiendo la elección en contra de Enrique Peña Nieto. De acuerdo a los resultados oficiales, López Obrador obtuvo el 31.57 por ciento de los votos. Por su parte, Peña Nieto logró el 38.20 por ciento y Josefina Vázquez Mota el 25.68 por ciento. Actualmente, López Obrador es presidente electo de México al ganar la elección del 1 de julio del 2018, con un 53.8 por ciento de los votos.