Revista Nº33 "INSTITUCIONES Y PROCESOS GUBERNAMENTALES"

RESUMEN

 

En el año 1989, en el contexto de una prolongada crisis económica-social, emergen dos actores políticos en América Latina: Carlos Menem, en Argentina, y Collor de Mello en el Brasil. Los mismos harán de la decisión política la base de sus acciones gubernamentales para lograr las reformas económicas que tenían como objetivo.

El presente trabajo aborda el problema del neodecisionismo

desde la perspectiva histórica, filosófica y política.

Por último, analiza las diferencias existentes entre las sociedades argentina y brasileña para comprender por qué Menem pudo lograr los cambios que se propuso, ostentando durante diez años el poder, mientras que Collor fue perdiendo poder debilitándose hasta, finalmente, ser destituido.

 

ABSTRACT

                In 1989, in the context of a long economic and social crisis, two political actors emerge in Latin America: Carlos Menem in Argentina and Collor de Melo in Brazil. They will made the political decision be the base of their governmental action, to carry out the reform which they had a goal. 

        The present work approaches to the neodecisionism problem from an historical, philosophical and political perspective.

                 Finally, it analyzes the existing differences between the Argentinean and Brazilian societies to understand why Menem could carry out the changes which he proposed himself, boasting of the power during ten years, while Collor was losing power until he was finally dismissed.

 

NEODECISIONISMO EN AMÉRICA LATINA:

ENTRE LA APATÍA CÍVICA Y LA PARTICIPACIÓN POLÍTICA.

ARGENTINA Y BRASIL (1989-1992)

 

Por Alberto Amadeo Baldioli[1]

 

 

INTRODUCCIÓN

 “Al Estado, en cuanto unidad sustancialmente política, le compete el ius belli, o sea la posibilidad real de determinar al enemigo y combatirlo en casos concretos y por la fuerza de una decisión propia. Es por lo tanto indiferente con qué medios técnicos será realizada la guerra”.[2]

En la década del ‘80, América Latina comienza una nueva etapa de transiciones a la democracia, pero, a la par, fue sumergida en la denominada “Crisis de la Deuda”, lo que produjo errores macroeconómicos y políticos, como así vacilaciones en los diferentes gobiernos de la región.

En este trabajo, analizaré la cuestión del neodecisionismo específicamente en la Argentina y el Brasil. Este tema es importante para comprender la exigencia continua de los ciudadanos por los liderazgos fuertes, pero esto no es una costumbre latinoamericana, sino que es algo heredado de la tradición romano-ibérica, por lo tanto proviene desde la época colonial.

Abordaré el escenario neodecisionista en Brasil y la Argentina a partir de 1989 confrontando las presidencias de Collor de Mello y Carlos Menem, buscando las respuestas a una serie de preguntas que hasta hoy varios intelectuales se hacen:

Si Menem no hubiera podido conformar una coalición económico-social y política tan heterogénea que se encolumnara detrás de su liderazgo, ¿hubiese podido lograr sus objetivos reformadores?

Si Collor hubiera tratado de cambiar su postura antipolítica, ¿hubiese podido armar una alianza en el seno del Congreso, y así evitar cualquier atisbo de juicio político?

Todas estas preguntas las iré respondiendo paulatinamente en este trabajo, pero también describiré los escenarios políticos de apatía cívica y participación política en ambos países.

 

ALGUNAS CONSIDERACIONES SOBRE EL DECISIONISMO Y EL POPULISMO: GÉNESIS Y DESARROLLO

La legalidad se convierte en un arma envenenada que se

lanza a la espalda del adversario político. En una novela de Bertolt Brecht, el jefe de la banda de gánsteres acaba diciendo a sus pistoleros: el trabajo tiene que ser legal. Aquí termina la legalidad en una consigna de gánsteres. Había comenzado como mensaje de la diosa de la razón”.[3]

 

A partir del año 509 a.C. (proclamación de la República en Roma) aparece una institución denominada con el nombre de Dictadura, la cual sólo se concedía a un ciudadano en casos de grave peligro para la República, pero se confería por un tiempo máximo de seis meses. El dictador debía restaurar el orden, reordenar las instituciones, combatir a los enemigos tanto externos como internos y luego devolver el supremo poder al Senado, una vez terminada su tarea, en la cual la decisión sumaria era imprescindible. Esta institución sería históricamente la génesis del Decisionismo.

En el año 133 a.C., con el comienzo de la actuación política de los hermanos Tiberio y Cayo Graco comenzó lo que se denominó el partido del pueblo, o, popular, que luego serían representantes del mismo: Mario, Julio César y Marco Antonio, estos tres últimos, generales de las legiones romanas. Este atributo los hacía no sólo políticos reformistas a favor de la plebe, sino también caudillos militares del pueblo. Este momento es el inicio del populismo y del caudillismo, ligados ambos a la demagogia y al clientelismo. Estos caudillos atraían a sus seguidores a través de la lucha por la ampliación de los derechos políticos y económico-sociales.

Recién a fines del siglo XV de nuestra Era, aparece el primer gran analista político: Nicolás Maquiavelo, quien sacará del olvido las instituciones romanas, dándole una importancia trascendental a la decisión política, desde una perspectiva realista y prescriptiva.

En el siglo XVII, el filósofo político Thomas Hobbes escribe “El Leviatán”. En esta obra, la preocupación del autor es el problema del orden. La pregunta del autor sobre este tema podría formularse del siguiente modo: ¿es posible el orden entre individuos iguales? La respuesta queda muy claramente especificada cuando uno recorre la segunda parte del Leviatán. En ésta, Hobbes nos señala que de “la igualdad en las facultades de los hombres surge una igualdad en la esperanza de conseguir fines”.[4]

Es decir, que de la igualdad de condiciones puede surgir la necesidad de satisfacer los deseos de cada miembro. La cuestión deslizada aquí por el autor es la siguiente: si los hombres son iguales, ergo, estos pueden asimilar las mismas apetencias sobre una cosa. De aquí se deriva que, si ambos no pueden disfrutar la cosa, “se convierten en enemigos”.4

El hombre es naturalmente un ser de disenso que persigue la gloria y que desconfía y compite con los demás. Es un ser apolítico y asocial, que vive en guerra contra todos los que se anteponen ante sí y desean lo mismo.

Por lo cual, señala Hobbes, es menester paliar este gran sufrimiento que envuelve al ser humano. Para ello es indispensable la conformación de un poder único que encauce las conductas y que permita guiar el sendero armónico de la vida.

La libertad e igualdad en la cual se sirven los individuos en este

estado natural, no manifiesta la posibilidad de paz, es la guerra la que se libra allí donde nadie ejerza una autoridad absoluta: “las nociones de lo moral y lo inmoral, de lo justo y de lo injusto no tienen allí cabida; donde no hay poder común, no hay ley, y donde no hay ley no hay injusticia”.[5]

 

Hobbes marca que la posibilidad de salir de este estado se le presenta a los hombres “mediante sus pasiones y en parte en su razón”.6 Las pasiones que lo encaminan a buscar esta solución son básicamente el miedo a la muerte (y por lo tanto poseer de las cosas cómodamente sin la desconfianza de ser asesinado). La razón sugiere poder lograr la paz.

Para lograr la seguridad personal por la vida tendrán la necesidad de recurrir a un tercero, el cual será el garante de la propia vida humana. Debido a ello será necesario la conformación de un pacto o convenio que lo posibilite. En el pacto “uno de los contratantes puede entregar la cosa cumpliendo con su parte del contrato, y dejar que el otro cumpla con la suya en un momento posterior determinado, fiándose de él mientras tanto”.[6]

En el siglo XX aparecerá en escena un jurista y filósofo político: el alemán Carl Schmitt, quien siguió de cerca esta “saga hobbesiana”, de la cual se podría decir que ésta es una operación antropológica contradictoria a resolverse: el hombre debe unificar su egoísmo individualista y su capacidad racional para instituir un poder soberano.

El carácter meramente voluntario y delegativo del pacto hace de éste un convenio de constitución de un poder soberano y de sumisión por parte de los pactantes. He aquí el nacimiento del Estado como máquina de hombres pactantes. Y con ello se infiere el engendramiento de la legitimidad, de la ley, de la legalidad y de la soberanía. A partir de este momento se establece la sociedad y el orden: el soberano decide sobre la vida si ha de ser necesario.

Su poder reúne la legitimidad y la legalidad, los súbditos obedecen y el soberano decide.

El Estado debe mantener el derecho: es guardián suyo, no su señor, pero en cuanto guardián no es un servidor ciego, sino su garante responsable y el que decide en última instancia”.[7]

También Schmitt enfatizará: “Un estado excepcional... requiere la suspensión total del orden jurídico vigente. Cuando esto ocurre, es evidente que mientras el Estado subsiste, el derecho pasa a segundo término”.[8]

 

LOS AÑOS 90: LA DÉCADA DE LA DECISIÓN POLÍTICA

En la década de los ‘80 comienzan las transiciones a la democracia en Latinoamérica, pero a la par dichos países tenían que afrontar la “Crisis de la Deuda Externa”. Confluyeron así la liberalización política y el desfase económico de estos Estados.

Argentina y Brasil, implantaron programas económicos heterodoxos, con escaso éxito, la inflación, los bajos salarios y las pocas perspectivas de progreso quitó el apoyo de la opinión pública tanto a Alfonsín como a Sarney, sus presidencias se resquebrajaron, sin embargo el más complicado fue el primero, que tuvo que abandonar el poder casi seis meses antes. La hiperinflación, los saqueos, la especulación financiera, el desabastecimiento y los sobreprecios hicieron estragos en la ciudadanía. Se había caído en un “estado de naturaleza económico social” y la sociedad argentina estaba abrumada.

En esta situación cargada de dramatismo se yergue la figura de Carlos Menem, a quien se conceptualizaba como un caudillo peronista de la Rioja”, que si bien estaba dentro de la “Renovación Justicialista”, tenía un discurso tradicional movimentista de viejo cuño peronista, pero detrás del mismo en lugar de ese añejo populismo se escondía el sello neopopulista que iba a tener su administración.

Menem se proponía como un elemento superador de la

dicotomía entre peronismo ortodoxo y renovador, el neopopulismo que ensayó fue el aparecido en los años 80/90: antiestatista y pro mercado, por lo tanto “neoliberal” en lo económico, pero con sesgo conservador en lo político, recurriendo a los valores, a Dios, a la Providencia, inclusive a repatriar los restos tan temidos, tan odiados y tan queridos de Juan Manuel de Rosas, como prenda de reconciliación histórica, y para ensayar “como en una obra teatral” el más virtuoso nacionalismo, cuando al mismo tiempo estaba planificando y ejecutando la privatización de las otrora preciadas empresas públicas.

Junto con este neopopulismo, en la figura de Menem se ciñe la de un líder neodecisionista porque en él se aúnan el concepto schmittiano de soberano (es quien decide en estado de excepción), el de príncipe moderno de Gramsci, pero a diferencia de éste, el agente modernizador regulador de la sociedad no es el partido político, sino el “viejo príncipe” de Maquiavelo, más afín a los tiempos que corren (partidos profesionales electorales) que se confía más en la personalidad del candidato por su poder de atracción, que por el programa partidario, en los tiempos de la “videopolítica” la imagen y las condiciones actorales del político vale más ante los espectadores.[9]

 

Menem a diferencia del populista General Perón no hizo políticas sociales a favor de una gran masa de población sino que sus políticas fueron focalizadas hacia “minorías de riesgo”, que son aquellos que están entre las líneas de pobreza e indigencia, creando así un fuerte apoyo en los sectores más bajos de la sociedad.

En el rol de gran decisor le concedió la esfera económica del Estado a los grandes grupos económico-financieros, primero a Bunge y Born y luego cuando estos no pudieron resolver los graves problemas inflacionarios, después de un tristemente célebre interinato de su coterráneo González, le entregó el ministerio de economía a Domingo Cavallo, referente de la Fundación Mediterránea.

Estos movimientos del ajedrez político, impensados para los votantes peronistas tradicionales, le dieron a Menem el apoyo de las clases más altas de la sociedad, ya no sólo era el gran decisor, sino que además lo comenzaban a ver como el gran reformador, es así como recibió el beneplácito de un archienemigo del peronismo como Alvaro Alsogaray y con él su partido UCD (tercer partido en preferencias del electorado), y de esa manera, no sólo suplió a los votantes que podría perder con sus políticas de ajuste, sino que pudo aumentar su número potencial.

En el Brasil, luego del gobierno de José Sarney, el cual estuvo enmarcado por vacilaciones en materia económico-social, llega al poder Fernando Collor de Mello, luego de una segunda vuelta electoral premiada con la gran victoria del 17 de diciembre de 1989 sobre el candidato de la izquierda Luiz I. Da Silva.

La victoria electoral de Collor, ya fue mostrando el perfil del joven presidente. En la primera vuelta, su discurso no fue inspirado por el tema comunismo-anticomunismo sino por ser el mismo antipolítico, antiburócrata y antiestatal, a pesar de ser él mismo parte de ese viejo cuño político, en donde fue senador, diputado y gobernador por un pequeño estado (Alagoas), por partidos políticos que usaban todas las armas de clientelismo y las prebendas para “llevar votos a su molino”. Sin embargo en la segunda vuelta al discurso antipolítico le sumó el supuesto caos del fantasma comunista, lo cual granjeó el apoyo obligado de la gran industria, las finanzas y se multiplicó la ayuda de los multimedios periodísticos, también gran parte de la Iglesia católica, debido a un supuesto caso de aborto inducido por Da Silva en su relación con una mujer años atrás.

Increíblemente Collor logró vencer con un partido pequeño y hecho a su medida (PRN) y además contó con el apoyo del PMDB y el PFL (que por cierto entre ambos juntaban sólo el 5% de los votos, aunque poseían enclaves regionales). La realidad demuestra que su victoria se la debe a los medios de opinión pública como Rede Globo, y otras, de donde hizo su apelación contra la corrupción pública en la administración (los marajás) y contra las viejas prácticas políticas parlamentarias, y para ello quería apoyarse en los descamisados (los más pobres), aunque sus orígenes, ni su modo de vida tengan que ver en nada con ellos.

Él siguió la línea de Menem en lo que respecta al neopopulismo (por sus ideas reformistas y anti estatistas), pero en cambio se alejó de él en cuanto a su neodecisionismo abarcativo y real, debido a que Collor no contó con una coalición fuerte, tampoco con un partido importante y mucho menos con la astucia política de Menem, por su obcecado discurso antipolítico, lo que lo dejó en medio de una tempestad, como a un barco sin timón.

Collor se vio asimismo como un solitario Mesías, y tal vez dentro de su mente utópica y narcisista creyó conquistar el poder real por medio de su palabra en los medios, pero la realidad demuestra que para ser un gran decisor hay que tener un partido fuerte, cierto dominio en el Congreso y tener por lo menos a favor una parte del pueblo, y la otra dividida, que justamente fue lo que hizo su par argentino. Collor creyó ser el Mesías brasileño pero terminó como Simón el mago, y en lugar de volar se destrozó contra la acera.11

 

EL PERFIL DE DOS SOCIEDADES

Con la llegada de Carlos Menem al poder, y a la par de su gran viraje ideológico, parte de la sociedad civil comenzó lentamente a organizarse para enfrentarlo, sin embargo, fue un camino lento, tortuoso y atomizado que durará toda una década. La pregunta que uno puede hacerse es: El resto de la ciudadanía ¿por qué no participaba?

El problema generado por la creciente apatía cívica y la falta de participación política en la Argentina que comenzara luego del fracaso económico durante el gobierno de Alfonsín a fines de la década del ‘80, con sus políticas económicas heterodoxas, no apoyadas desde las elites empresariales ni sindicales, como tampoco por la oposición política, generaron así “un juego de suma cero” en búsqueda del “premio mayor” [10]que sería el próximo período presidencial.[11]

Debido a razones instrumentales, la sociedad cayó en un síndrome de despolitización general que permitió que la política se haga elitista, convirtiéndose así en una ciudadanía de baja intensidad, por su falta de participación política y una apatía cívica creciente.[12]

Una vez llegado Menem a la presidencia de la república logró en dos años desmovilizar el aparato justicialista que no le era leal, y a su vez esta desmovilización fue importante para sus fines estratégicos decisorios, el cual era también en el orden psicológico, inmovilizar al posible enemigo, creando coaliciones disuasivas para tales fines.

Las reformas económicas se dieron en un contexto de crisis hiperinflacionaria, la coalición económico-social y política que apoyó a la administración menemista le liberó el terreno político para hacerlas y es así como en el año 1991 nace el mito de la estabilidad y de la convertibilidad (1 peso = 1 dólar). Sin embargo estas políticas llevaron a que el producto se reconcentre y la brecha entre ricos y pobres se amplíe más, aunque entre 1991 y 1992 se haya bajado el nivel de pobreza, esto no implicó que la desigualdad no sólo crezca sino que se profundice.

Menem logró en su gobierno que la política sea subyugada por la esfera económica. Impuso su éxito a través de su decisión, para no compartir con nadie sus logros, y para evitar posibles herederos de su poder político. 

La sociedad en principio quedó sorprendida por el quiebre de la inflación y luego se vio estupefacta en sus posibilidades de consumo de lo importado, el crédito y los viajes al exterior, que tan sólo años antes eran una utopía, es así como el presidente construyó su futuro triunfo. Y fue así como la enfervorizada cosificación del consumo de la sociedad argentina benefició a Carlos Menem. Sin embargo la falta de un control horizontal sobre los más diversos actos de gobierno, traería consecuencias desastrosas al mediano plazo. Contemporáneo a Menem, Collor de Mello al ascender como presidente de Brasil, también se encontró con una fuerte crisis inflacionaria, y al igual que en la Argentina, había un estancamiento industrial, fruto de los problemas en el modelo desarrollista brasileño. Tampoco contaba con un equipo competente para delegarle la tarea de administración y  control del aparato institucional brasileño.

Collor quiso desarticular los centros de poder organizados existentes, pero no pudo por falta de cooptación de legisladores, por lo tanto tuvo que abusar de las Medidas Provisorias (establecidas en la Constitución de 1988 como facultad extraordinaria o de excepción para el presidente de la república), pero en lugar de ser una posición de fuerza como en el caso de los Decretos de Necesidad y Urgencia de Carlos Menem (que por cierto los mismos no tenían la misma cobertura legal), en las MPs, Collor desnudaba su gran debilidad y soledad en el poder.14 El presidente brasileño al asumir se encontró que había muchos más “descamisados” de los que él creía, pero además al mismo tiempo que se inauguraba la redemocratización brasileña en los ‘80, también éstos se organizaron, y es así como nació el M.S.T. (Movimiento Sin Tierra) que bregaba por su inclusión social, exigiendo tierras para producir y vivir con dignidad, a la INCRA (Instituto Nacional de Colonización y Reforma Agraria).

Este movimiento de la sociedad civil no estaba ajeno de las negociaciones políticas y presionó a los diferentes partidos políticos como al gobierno, con su peso numérico, ya que año tras año tiene un crecimiento vertiginoso (hacia 1999 eran alrededor de cinco millones de familias extensas, algo así como veinticinco millones de brasileños, más de las dos terceras partes de la población argentina).

El MST tiene un amplio arco social, están aquellos fragmentados que esperan a lo largo de las rutas esperando ocupar alguna extensión de tierra baldía, o aquellos a los que se denomina aparceros, los cuales explotan su tierra a cambio de porcentaje y los arrendatarios, que pagan al terrateniente una suma fija. En estos dos últimos casos si el tamaño de la propiedad es pequeña (cinco hectáreas o menos), es insuficiente para su subsistencia familiar.

Al no poder acceder a una propiedad, muchos sin tierra son expulsados por la miseria a las grandes ciudades y vagan por éstas en busca de trabajos varios, otros viven de la limosna y los demás se sumergen en el camino de la prostitución o de la delincuencia, éstos a su vez se fueron organizando en el movimiento de los Sin Techo (similar al MST pero de condiciones exclusivamente urbanas).

Sin embargo desde el gobierno central al igual que su antecesor Sarney, Collor no cumplió ninguna de sus “coloridas promesas”.

Hay que recordar que de seiscientos millones de hectáreas en manos de propietarios privados: ciento ochenta millones fueron oficialmente clasificadas como latifundios y el 44% de las tierras permanecen ociosas.15

Además de estas organizaciones existían millones de pobres en el norte y en el nordeste de Brasil en condiciones lamentables, con alta tasa de natalidad (30‰, aproximadamente), pero también una elevada tasa de mortalidad infantil (10/13‰, aproximadamente). Estas familias quedaban expuestas a las políticas clientelísticas de baja estofa de los caudillos políticos locales y regionales, verdaderas zonas marrones, en donde la población veía muy lejano el “orden y progreso” del gobierno central.16

14 María Elena Castro Santos: “Gobernabilidad, Governance y Democracia...”, Dados Nº 3, Volumen 40, Río de Janeiro, 1997, pp. 11-15.

15 Luis Bilbao: “Sem Terra: un movimiento original en América latina”, Le Monde Diplomatique, 3 septiembre 1999, pp. 20-21.

16      Guillermo O’Donnel: “Acerca del Estado, la democratización y algunos problemas conceptuales...”, Desarrollo Económico N° 130, Volumen 33, IDES, Julio-Setiembre 1993, pp. 163-184.

           La República Argentina también sufre de estos males patrimonialistas; provincias como Buenos Aires, Santa Fe, Córdoba, Tucumán, Santiago del Estero, La Rioja, Catamarca, San Luis, por citar algunas, la mayoría de las familias de clase baja o muy baja, dependen de estas políticas clientelísticas y el resto de la población sufre los más bajos nepotismos, no sólo en los gobiernos municipales y las legislaturas, y los gobiernos provinciales, sino que también en las sórdidas burocracias ineficaces, debido a la falta de especialización y profesionalidad que se requiere para su buen funcionamiento.

La pregunta que cabe hacerse es: ¿Por qué las organizaciones de la sociedad civil brasileña tienen mayor participación política que las argentinas?

Para comprender esto habría que retroceder en la historia del Brasil hasta la época “gloriosa” del tenentismo. Esos jóvenes oficiales del ejército que lucharon contra la oligarquía de la Primera República en condiciones desiguales pero transformaron sus derrotas militares en victorias ideológicas.

“La larga marcha” de la columna comandada por Miguel Costa y Luis Carlos Prestes, que recorrió luchando más de 20.000 kilómetros por el interior de Brasil, desde 1925 hasta 1927, logró despertar la conciencia dormida de las clases medias urbanas, como así también de su letargo secular a “los hijos de los esclavos”, y este fue el punto inicial de la caída de la vieja oligarquía de los coroneles.

Para los tenentes, la función fundamental de las Fuerzas Armadas era la de ser protectoras del pueblo, esta ideología será heredada por los  posteriores miembros del ejército.17

En cambio en la Argentina las FF.AA. se arrogaron el papel “de guardianes de la Constitución Nacional” y el “orden”, pero indudablemente no cumplían con estos propósitos,

17                    Francisco Weffort: “El populismo en la política brasileña”, en Brasil: Hoy, Siglo XXI, México, 1970, pp. 54-84.

 

como tampoco les importaba el pueblo, al cual reprimían en demasía, y como en el último régimen autoritario (1976-1983) en forma brutal y criminalmente.

La última dictadura brasileña que duró veinte largos años no cerró definitivamente el Congreso (solo en un par de ocasiones y por poco tiempo, en general lo mantuvo con legisladores en su gran mayoría civiles durante su largo gobierno de facto) y a través de la creación de dos partidos (ARENA y MDB) creó las bases para que siga habiendo cierta participación política y regulación de las demandas, tanto a nivel local, regional y nacional. Cuando reprimió lo hizo focalizadamente, pero sus acciones fueron hechas desde una legalidad creada para tal fin.

Esto no quiere decir que los militares brasileños sean más democráticos sino que la sociedad civil los ve como integrados a la misma, “son la reserva moral de la nación”.

En la Argentina el accionar de las FF.AA fue ilegal y transformó a la República en un “Estado del terror” donde se violaron todos y cada uno de los derechos humanos, pero además lo que hizo fue atomizar a la sociedad, fomentando así un individualismo que sería punto inicial para la fragmentación posterior que ocurrió en democracia.

Por lo tanto, en democracia o durante el régimen autoritario, la sociedad brasileña continúo sin interrupción con sus actividades políticas y sociales, y los militares no dejaron heridas abiertas en la comunidad, al contrario, la misma los siente parte de ella.

Este continuismo en el Brasil, hace que la sociedad civil tenga una participación política alta. Mientras que por lo antes expuesto, la mortandad y desaparición de personas que dejó el último régimen autoritario en la Argentina, más el individualismo que inculcó a la población, hizo que luego de la euforia inicial por la redemocratización, ante la mínima dificultad, la sociedad civil caiga en la apatía cívica y la falta de participación política.

Luego de esta explicación resulta más claro entender las razones por las cuales Menem pudo lograr con cierto éxito llevar a cabo su política neodecisionista, dentro de una sociedad individualista y atomizada, con una oposición dividida. Mientras que a Collor le fue meramente imposible llevar a cabo todas sus políticas sin llegar a un acuerdo con el Congreso y con las fuerzas de la sociedad civil, lo que realmente no ocurrió.

LA DECISIÓN ANTE LA CRISIS

 “Richard Thoma define la democracia como Estado sin privilegios, con lo que todo Estado que contempla privilegios queda calificado como no democrático”.18

Menem para poder lograr el control total del aparato institucional de la república quiso en primer lugar que algunos de los ministros de la Corte Suprema de Justicia de la Nación presenten sus renuncias, y cuando no pudo lograrlo, en 1990, logró ampliar de cinco a nueve el número de miembros con la ayuda del Senado, de esta forma tendría una Corte adicta para “legitimar” los decretos de necesidad y urgencia, que desde 1989 hasta 1992 sumaron la nada despreciable cifra de 247.[13] 19

 

 

 

 

 

 

Las leyes 23.696 y 23.697 de “Reforma de Estado” y “Reestructuración de empresas públicas” y de “Emergencia Económica”, mega instrumentos jurídicos que pretenderán redefinir un nuevo modelo estatal y un cambio trascendental en la relación Estado-Sociedad,20 traerán como consecuencia frío estupor e incredulidad, tanto para los peronistas como para los antiperonistas. En la campaña electoral jamás nadie pensó que este caudillo de una provincia atrasada y pobre podría tomar semejantes medidas y mucho menos de que al año de su mandato podría traccionar tanto poder.

Menem tuvo “en su puño” a la Corte Suprema, al Senado, concilió posiciones con la UCD y con partidos provinciales llegando a conseguir mayoría en Diputados, también logró el apoyo amplio de los “capitanes” de la gran industria, estos últimos esperando hacerse cargo de las empresas públicas que se irían a privatizar, y debido a estas políticas la banca internacional a través de los organismos multilaterales de crédito apoyaron al Estado con créditos laxos pero con leoninos intereses.

Se “vendió” a la sociedad civil que las políticas privatizadoras serían un canal para eliminar la corrupción y la ineficiencia estatal, sin embargo se estableció oscuros carteles oligopólicos, que lejos estaban de parecerse a un mercado de libre competencia. Se dijo que era un ajuste de personal para eliminar al “estado elefantiásico” y lograr modernizarlo, pero la realidad demostró que el Estado manejó discrecionalmente fondos públicos para provecho de sus clientelas, lo que produjo más adelante y con el tiempo un déficit mucho más grande. Se subsanó la crisis hiperinflacionaria, pero, comenzó a crecer paulatinamente el desempleo, sin embargo “el gran decisor decía que la Argentina iba en camino al primer mundo”...

Menem indiscutiblemente tuvo una astucia sin igual, se dejó entornar por dirigentes de base peronistas para lograr triunfar en las internas frente a Cafiero (1988), para luego recibir marginalmente a extrapartidarios que fueron sus “tanques de pensamiento” durante su gobierno, pero al estar en la Renovación peronista buscó “nuevos dirigentes” para algunos puestos clave, su entorno se fundaba en la clásica y vieja lealtad, y como lo hiciera el propio Perón en su tiempo, él se impuso sobre todos y jamás apoyó totalmente a algunos de los grupos políticos y técnicos que lo entornaban (divide y reinarás), es así como quedaron de un lado “la carpa menemista” y del otro los tecnócratas.

Al contrario de su par argentino, Collor buscó su propio entorno, pero en lugar de reforzar un poder diversificado se rodeó con un grupo que trajo de Alagoas, por ello a éste se le decía “República de Alagoas”, esto hizo que tuviera él que buscar otros apoyos que sólo se daban ocasionalmente en el Congreso. Estallada la primera crisis, Collor reformuló su gabinete, pero nuevamente se equivoca y en lugar de tejer vínculos estables con los partidos incorporó a su entorno a un grupo de notables, los que poco iban a ayudarle en la crisis venidera.[14]

También el ex presidente brasileño utilizó en demasía la MPs para su Programa Nacional de Desestatización (PND), esta reforma administrativa supuso la modernización del Estado y “el 15/03/90 dispuso mediante la MP 151 la extinción de 24 autarquías, fundaciones y sociedades de economía mixta, lo que implicó el despido de 14.500 empleados públicos”. La reforma en cuestión dejó descontentos a todos los sectores, a los liberales que querían profundizarla, a las burocracias estatales por los despidos de funcionarios y la mutilación de servicios esenciales y al Parlamento por la forma atropellada e inconsulta que hizo las cosas.

“Brasil cerró el año 92 (último de gestión de Collor) con una caída del PBI del 1,5% y una inflación anual en torno de 1200%”.[15] 21

Algunas estimaciones dicen que durante los años de su gestión hubo un continuado estancamiento económico. Esto provocó una contracción de la demanda interna y una elevación de la tasa de desempleo. Algunos datos presentan que 7.500.000 personas perdieron su empleo durante el mandato del “Mesías brasileño”. Por ejemplo en San

Pablo el 16% de la PEA perdió su empleo (aproximadamente 1.200.000 personas).[16] 22

 

Ambos presidentes (Menem y Collor) idearon una mayor coparticipación federal, el primero mediante los adelantos del tesoro nacional, el segundo con un programa de mayor descentralización en los fondos coparticipables hacia los estados. Esto en el tiempo iba a traer un mayor apoyo a Menem (debido a prácticas prebendarias), en cambio a Collor lo debilitaría aún más porque siempre algún estado o particulares en los mismos quedarían inconformes.

Brasil tiene una continuidad histórica de políticas clientelares desde un círculo de poder conformado por: el Congreso, los estados, las localidades, los empresarios y las fuerzas armadas que con la anuencia del Poder Ejecutivo se reparten los fondos del presupuesto nacional. El gran problema que surgió es que Collor administró mal este mecanismo y su propio hermano, apoyado por empresarios (Pedro Collor) lo denunció a él y al empresario P.C. Farías por corrupción. El círculo de poder tradicional del Brasil es de por sí “una corrupción sistemática”, el gran problema es que Collor fue un pésimo administrador de dicha corrupción. Su hermano al denunciarlo activó a la CPI (Comisión Parlamentaria de Investigaciones) y en un proceso rápido de juicio político se lo removió del cargo de presidente de la república.24

En Argentina sería imposible haber pensado en un juicio político contra Menem porque tenía mayorías legislativas, una mayoría “automática” en la Corte Suprema y era muy astuto a la hora de manejar el clientelismo, las prebendas y alimentar los nepotismos (muy parecido este panorama a la corrupción brasileña, pero mucho peor). Él no caía jamás, sino los personajes que se entornaban a él, quienes servían de “funcionarios fusibles”.

Sin embargo,        este panorama de descentralización administrativas en los países de América Latina no es un invento del Consenso de Washington, sino que proviene de la herencia cultural ibérica; Portugal en el siglo XVIII había descentralizado la administración de sus colonias a manos de barones, para luego en el siglo XIX poner en manos de un príncipe de Braganza los destinos de la colonia brasileña, no obstante esto permitió la separación de la misma y su posterior independencia.

España a su vez siempre administró muy mal sus finanzas coloniales, empezando por los recaudadores del siglo XVII, quienes se quedaban con grandes cantidades de dinero, y la corte que consumía gran parte del tesoro, sin fomentar la industria y “sólo viviendo del oro de las Indias”, del cual gran parte quedaba en el camino.

En el siglo XVIII los borbones trataron de solucionar este problema, pero la descentralización administrativa y el libre comercio (acotado) hicieron igualmente estragos en las finanzas y promovió el autogobierno de las colonias, las cuales se independizarían de la

Metrópoli en el siglo XIX.25

Por lo tanto en el caso latinoamericano se siguió un modelo que siempre dio muy malos resultados. Como bien diría alguna vez Albert Einstein: “Es inútil probar siempre con lo mismo para lograr resultados distintos”.

 

CONCLUSIÓN

 “Yo no sé adónde vamos; pero si sé que doquiera que vayamos, perderemos nuestro camino”. 

              Práxedes Mateo Sagasta (político español 1825-1903)

 

A lo largo de este trabajo se determina que Carlos Menem fue un líder neodecisionista y neopopulista que logró sus fines por todos los medios a su alcance, tuvo tanto la astucia como la fuerza suficiente para llevar a cabo las reformas que le sugirieron los grupos de interés extrasocietarios como los intrasocietarios, para ello conformó una coalición económica-social y política muy fuerte que le proporcionaron consenso para sus fines políticos. Fue ayudado además por haber heredado un escenario social, en el cual se combinaba la apatía cívica y la falta de participación política, lo que le facilitaba su tarea decisionista debido a la atomización de los individuos, esta división de la sociedad lo ayudó en forma decisiva.

 

En el caso de Brasil fue todo lo contrario que el anterior expuesto. Collor quiso ser un líder neodecisionista y neopopulista, pero, no contaba con un partido fuerte a nivel nacional, tampoco con apoyos representativos en la sociedad civil, y en lugar de utilizar la astucia, en él primó una obsecuencia mesiánica que le restó los pocos apoyos que tenía, y licuó su poder y la legitimidad de su alta investidura.

24   Carlos Eduardo Carvalho: “La caída de Collor”, en Nueva Sociedad Nº 124, Venezuela, Año 1993, pp. 22 a 26.

25   Gerald Brenan: El laberinto español, Plaza y Janés, Barcelona, 1984, pp. 354-357.

        Y para colmo de males, Collor no supo entender el intrincado sistema prebendario político brasileño y fue inepto al no comprender que la ciudadanía brasileña tenía una alta participación política, con lo cual sus discursos presidenciales se tomaban con sorna y disgusto, por lo que en lugar de dividir a la sociedad para “reinar” como lo hizo su par argentino, él los unió a todos en pos de su propia caída.

 

El presente trabajo fue publicado por el autor en la revista Debates Latinoamericanos N°1 de CLEA – Universidad de Belgrano en el año 2003 y actualmente queda en PDF en el Repositorio de la UB. Fue una de las razones para reeditarla y publicarla en forma abierta en Word en esta revista al cumplirse 15 años de su publicación.



[1] Docente-Investigador -Facultad de Ciencias Sociales, Universidad de Buenos Aires.

[2] Carl Schmitt: El Concepto de lo Político, Alianza, Madrid, 1998, p. 41.

[3] Carl Schmitt: Legalidad y Legitimidad, Struhart, Buenos Aires, 1994, p.16.

[4] Thomas Hobbes: “De la condición natural de la humanidad en lo concerniente a su felicidad y su miseria”, en Leviathan, Ediciones Altaya, Barcelona, 1997, Tomo I, p. 106. 4 Ibídem, p. 106.

[5] Ibídem, p. 109. 6Ibídem, p. 109.

[6] Pacto no es lo mismo que contrato. Acerca de esto Hobbes señala que “Los hombres llaman contrato a la transferencia mutua de un derecho”. Véase: Thomas Hobbes, Op. cit., p. 113.

[7] Carl Schmitt: Teología política, Ediciones Struhart, Buenos Aires, 1985, p. 41.

[8] Julio Pinto: Carl Schmitt y la reivindicación de la política, Editorial Universitaria de La Plata, La Plata, 2000, p. 73.

[9] Fabián Bosoer y Santiago Leiras: “Los fundamentos filosófico-políticos del decisionismo presidencial en la Argentina 1989-1999 ¿Una matriz ideológica para la democracia argentina?” en Argentina entre dos siglos: La política que viene, Eudeba, 2000.

[10] Francisco De Oliveira: “Fernando Collor de Mello: perfil de un prestidigitador”, Nueva Sociedad Nº 118, Venezuela, 1992, pp. 99-108.

[11] William C. Smith: “Reestructuración neoliberal y escenarios políticos en América latina”, El trimestre económico N° 237, Enero-Marzo 1993, México.

[12] José Nun: “La democracia y la modernización treinta años después”, Desarrollo Económico N° 123, Volumen 31, Octubre-Diciembre 1991.

 

 

18 Carl Schmitt: Op. cit. en 1, p. 60

 

19 Delia Ferreira Rubio y Matteo Goretti: “Cuando el presidente gobierna solo”, Desarrollo Económico Nº 141, Volumen 36, Abril-Junio 1996. 20 Fabián Bosoer y Santiago Leiras: Op. cit.

20Alejandro Bonvecchi y Vicente Palermo: “En torno a los entornos: presidentes débiles y partidos parsimoniosos”, en Revista Argentina de Ciencia Política Nº 4, EUDEBA, Diciembre de 2000.

21Osvaldo Iazzeta: “La reciente crisis brasileña: ¿Nuevas señales para repensar la esfera pública política de la región?” Estudios Sociales Nº 5, Dpto. de Extensión Universitaria, Universidad Nacional del Litoral, Santa Fe (2º semestre de 1993), pp. 51,69.

22Ibídem.