Revista Nº32 "MEDIOAMBIENTE Y POLÍTICA"

RESUMEN

Grosso modo, una disposición hídrica es la piedra angular de un sistema de explicaciones y procedimiento de ahorro de agua, pero la literatura consultada está circunscrita a una agenda de escasez y desabastecimiento que el presente trabajo se propuso discutir a fin de poder advertir líneas futuras y especializadas de investigación. Se llevó a cabo un estudio documental con una selección e fuentes indexadas a repositorios nacionales, considerando el periodo de publicación y la inclusión de palabras clave. Se advierten un sesgo teórico, conceptual y empírico acerca de la preservación hídrica como resultado del contexto ambiental y político. Se recomienda extender la revisión y edificar líneas concernientes a la abundancia y el derroche, la escasez y el hedonismo.

Palabras clave

Escasez, desabastecimiento, recursos hídricos, servicios municipales, modelo

MODELS OF WATER DISPOSAL

ABSTRACT

Roughly speaking, a water provision is the cornerstone of a system of explanations and procedures for saving water, but the literature consulted is limited to an agenda of scarcity and shortage that the present work was proposed to discuss in order to be able to warn future lines and Research. A documentary study was carried out with a selection and sources indexed to national repositories, considering the period of publication and the inclusion of keywords. There is a theoretical, conceptual and empirical bias about water preservation as a result of the environmental and political context. It is recommended to extend the revision and build lines concerning abundance and waste, scarcity and hedonism.

Keywords Shortage, lack of supply, water resources, municipal services, model

MODELOS DE DISPOSICIONES HÍDRICAS

Cruz García Lirios, Margarita Juárez Nájera, Francisco Rubén Sandoval Vázquez

Academic Transdisciplinary Network

 

  1. INTRODUCCIÓN

 

Una disposición hídrica, para los fines del presente trabajo, es una serie de respuestas heredadas y aprendidas respecto a contingencias del entorno personal como es el caso de la difusión informativa de escasez y la experiencia de desabastecimiento de agua, las orientan la transferencia de conocimientos y habilidades de ahorro de agua. O bien, si los medios de comunicación promocionan una abundancia de agua reflejada en una alta calidad, entonces más bien se generan disposiciones a favor del consumismo debido a un contexto de oferta y confort (Carreón et al., 2011). 

Por consiguiente, el objetivo del presente trabajo es revisar los modelos de disposiciones hídricas a fin de poder establecer los ejes y temas de discusión en la agenda pública, la cual ha sido sesgada por los medios de comunicación al reducirla a un problema de escasez y desabastecimiento, incidiendo sobre las decisiones y acciones de los usuarios del servicio municipal. Se llevó a cabo un estudio documental con una selección de fuentes indexadas a repositorios nacionales como Latindex y Redalyc, considerando el periodo de publicación de 1986 a 2017.

El proyecto se inscribe en la disciplina de Trabajo Social, área de estudios documentales y disposicionales, pero incluye conceptos de la psicología de la sustentabilidad, la sociología ambiental y la economía ecológica. El proyecto fue financiado por el Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología a través de una beca para estudios de doctorado, número de registro 48087.

  1. TEORÍA DE LAS DISPOSICIONES

Los marcos teóricos que explican las disposiciones son: 1) teoría de las representaciones sociales, 2) teoría del habitus y 3) teoría de las actitudes.

Las disposiciones, desde la óptica de la teoría de las representaciones sociales son resultado del procesamiento de información difundido en los medios de comunicación y establecido en una agenda mediática a partir de la cual los usuarios del servicio de abastecimiento público generarán un núcleo figurativo y símbolos periféricos en torno a la escasez y la abundancia, el desabastecimiento y el abastecimiento de agua (García et al., 2014).

Tal procesamiento de información, según reza la teoría de las representaciones sociales, se gesta en tres fases: a) objetivación o “recorte” de la explicación de un fenómeno, b) anclaje o “unión de los recortes” para una nueva explicación y c) naturalización o “uso de los recortes unidos” ante fenómenos similares.

De este modo, el desabastecimiento de agua es una representación social de los usuarios que se genera por una difusión intensiva de los medios con respecto a la escasez de agua y/o la corrupción política en torno al servicio público (García, 2010).

Empero, la teoría de la representación social al estar centrada en una dimensión simbólica del problema sólo explica fehacientemente como se genera la idea de escasez y ahorro, o bien, la idea de abundancia y derroche, pero no explica la transferencia de esas disposiciones de los abuelos a los padres y de éstos a los hijos ni los cuestionamientos de una generación a otra con respecto al derroche o ahorro del agua (García, 2004).

La teoría del habitus explica la transferencia de información de personas a personas, contrario al planteamiento de la teoría de las representaciones sociales que explica la transferencia de ideas de una generación a otra, pero a través de los medios de comunicación. Pues bien, a teoría del habitus concibe a la escasez y a la abundancia de agua como escenarios donde la transferencia de información es posible solo si los receptores y emisores pueden edificar un circuito de comunicación en clara alusión a las experiencias de desabastecimiento y abastecimiento de agua (García, 2005).

Esto es así porque, de acuerdo con la teoría del habitus las generaciones antecesoras pueden, aún a pesar de los medios, transferir conocimientos y habilidades relativos a contingencias ambientales de escasez que prepara a las generaciones sucesoras para anticipar un desabastecimiento de agua, pero ésta herencia y aprendizaje de capacidades no explica acciones específicas como el acaparamiento, la reutilización o la movilización social (García, 2006).

Si la teoría de las representaciones sociales anticipa conflictos entre autoridades y usuarios al advertir que una difusión intensiva de abundancia incrementará las exigencias y protestas de los usuarios para con los gestores y administradores públicos del agua, entonces la teoría del habitus también señalaría que las acciones colectivas son herencia y aprendizaje ante la escasez y desabastecimiento ya que, la gente se confronta con sus autoridades por atribuirles la responsabilidad del agotamiento o contaminación de los mantos acuíferos, así como la mala calidad del servicio (García, 2009).

Empero, la teoría de las actitudes explica un actor racional, el cual delibera, planifica y sistematiza sus acciones en torno a la optimización de los recursos ya que, la literatura hasta el momento no ha encontrado casos racionales de derroche de agua (García, 2007).

La dimensión deliberada del ahorro de agua consiste en una serie de creencias de escasez que repercutirán sobre las percepciones de riesgo, motivos de ahorro y disposiciones a favor del cuidado del agua que determinarán intenciones positivas de preservar el recurso hídrico, así como acciones para tal propósito, empero si de acciones específicas se trata, como es el caso de la reparación de fugas domiciliarias, la deliberación se complementa con la planificación (Carreón et al., 2011).

Una acción específica supone, de acuerdo con la teoría de las actitudes, un proceso planificado de creer en las habilidades para controlar una situación, el apoyo social o asesoría especializada, así como las disposiciones favorables de reparar el sistema hidráulico. En suma, la planificación supone intenciones muy puntuales que determinan acciones muy especializadas (García, 2006).

Sin embargo, la planificación, aún y cuando sea muy intencional, no explica un cuidado continuo del agua como la dimensión sistemática de las disposiciones plantea al advertir que la información difundida en los medios se ajusta a estilos de vida ancestrales de comunidades, las cuales siempre han tenido una alta escasez y desabastecimiento hídrico (García, 2007).

La sistematización refiere a una serie de usos y costumbres, los cuales no sólo se transfieren sino, se comparten en una localidad y esta se distingue no por su grado de disponibilidad hídrica, ni por su sistema de gestión o suministro sino, por su grado de solidaridad y cooperación ante eventos contingentes, desastres naturales, crisis ecológicas o catástrofes ambientales (Carreón, et al., 2015).

En efecto, en todos los procesos esgrimidos, representaciones, habitus y actitudes, las disposiciones se aprenden y transfieren directa e indirectamente, pero al ser la piedra angular de la racionalidad, deliberación, planificación y sistematización explican el balance entre las comunidades y su disponibilidad hídrica.

  1. ESTUDIOS DE LAS DISPOSICIONES HÍDRICAS

Las situaciones ambientales, han sido explicadas desde la psicología a partir de modelos en los que se demuestran las relaciones causales entre las percepciones, las creencias, los valores, las actitudes, los conocimientos, los motivos, las habilidades, las intenciones y los comportamientos que cada individuo desarrolla para responder a la escasez, desabasto o insalubridad ambiental. El estado del conocimiento en el que se encuentran sintetizados los hallazgos que demuestran la relación compleja entre el medio ambiente y la conducta humana, es la principal fuente de información de la que se derivan las relaciones hipotéticas entre las variables incluidas en un modelo.

La demostración de estas relaciones hipotéticas se establece con su ajuste a los datos observados mediante un instrumento. La estructura resultante es categorizada en cuatro aspectos; validez, covarianzas, predicciones y disturbios para demostrar la relevancia de los modelos estructurales en la explicación, predicción y sistematización del efecto de las situaciones ambientales sobre los estilos de vida sustentables. Tales explicaciones podrían considerar la relación entre individuos y grupos para explicar sistemas de ahorro o derroche de agua (García et al., 2012).

Precisamente, los estudios ambientales desde las ciencias sociales, han adquirido una mayor relevancia científica y social al desarrollar estos cuatro tipos de modelos. En el ámbito económico, los modelos estructurales en torno a la distribución, consumo o tratamiento de agua se han consolidado como un instrumento de planificación y decisión gubernamental para la inversión pública o el dictamen de licitaciones (García et al., 2017).

En el ámbito político, los modelos estructurales en torno a la movilización por la demanda de agua se han consolidado como un instrumento de políticas públicas en la planificación urbana y el desarrollo de asentamientos humanos. En el ámbito social, los modelos estructurales en torno a los conflictos por los derechos ambientales se han consolidado al ser un instrumento de decisión jurídica en los dictámenes de cuencas (García et al., 2014).

En el ámbito comunitario, los modelos estructurales en torno a la identidad y participación ambiental se han consolidado como un instrumento de planificación de zonas protegidas. En el ámbito vecinal, los modelos estructurales en torno al ahorro del agua se han consolidado como un instrumento de educación ambiental e implementación de programas sanitarios en las zonas vulnerables y programas de conservación de las plazas públicas (García et al., 2014).

En el ámbito organizacional, los modelos estructurales en torno a la comercialización del agua se han consolidado como un instrumento de decisión y planificación publicitaria y mercadológica. En el ámbito institucional, los modelos estructurales en torno al desabasto e insalubridad ambiental se han consolidado como un instrumento de prevención y promoción de la salud pública (García et al., 2015).

En el ámbito familiar, los modelos estructurales en torno a la prevención, dosificación y reutilización de agua se han consolidado como un instrumento de calidad de vida. En el ámbito individual, los modelos estructurales en torno a la motivación para ahorrar agua se han consolidado como un instrumento de concientización sobre las posibilidades de crecimiento personal (García et al., 2016).

La consolidación de estos modelos estructurales se debe a las técnicas y parámetros estadísticos que le otorgan validez al converger los reactivos en un solo factor o al diferenciarse los factores entre sí y la predicción de comportamientos individuales a partir de la relación causal entre los factores del modelo (García et al., 2015).

Las situaciones ambientales han sido explicadas a partir de modelos de medición contrastados con modelos estructurales en los que se establecen los factores predictores del impacto de la escasez, desabasto e insalubridad ambiental sobre la dosificación, reutilización o reciclaje de agua. Se trata de modelos en los que las variables manifiestas configuran constructos tales como comportamientos sostenibles (Kerlinger y Lee, 2002).

Los comportamientos sostenibles han sido los constructos a partir de los cuales los modelos de medición han sido desarrollados. La construcción de modelos psicoambientales se han enfocado en el entorno del individuo, su cognición y comportamiento (Sandoval, 2008). La influencia de los grupos en torno a los individuos que actúan a favor del medio ambiente ha sido inferida a partir de los valores, las creencias, las percepciones, las actitudes, las habilidades, los conocimientos o las intenciones.

Específicamente, las normas sociales, las normas grupales y las normas subjetivas han establecido la incidencia de los grupos en los individuos. Sin embargo, los modelos psicoambientales sólo han demostrado la relación lineal de los grupos hacia los individuos y han soslayado la respuesta de las personas hacia sus referentes grupales tales como familias, amigos, conocidos o compañeros (Kline, 1998; Kline, 2006).

Es decir, cuando se establece el ajuste del comportamiento de una muestra de individuos (ahorradores o derrochadores de agua) en relación a las hipótesis de individuos (investigadores), subyacen las interacciones y los roles que emanan de los grupos a los que ambos tipos de individuos pertenecen (García et al., 2014).

Las interacciones entre los ahorradores, los derrochadores y los investigadores no se incluyen en los modelos de medición. Los roles de ahorro, dispendio e investigación tampoco se incluyen en los modelos hipotéticos. Incluso, la relación entre los grupos de ahorradores, los grupos de derrochadores y los grupos de investigadores tampoco es incluida en los modelos de medición (García et al., 2013).

Más aún, en las situaciones ambientales, los grupos humanos interactúan no sólo con el medio ambiente sino con grupos de especies animales y vegetales. Esta relación casi siempre ha sido competitiva por la obtención de los recursos naturales, el agua principalmente (Levy, 2003).

 

 

  1. MODELO DE DISPOSICIONES HÍDRICAS

Un modelo es una representación de los ejes y las trayectorias de relaciones de dependencia entre los factores esgrimidos en el estado del conocimiento (véase Figura 1)..

Figura 1. Modelo de disposiciones hídricas

DHS = Disposiciones Hídricas Sustentable, DAH = Disposiciones Afectivas Hídricas, DCH = Disposiciones Cognitivas Hídricas, DIH = Disposiciones Intencionales Hídricas

Fuente: Elaboración propia

 Las disposiciones hídricas, indicadas por dimensiones afectivas, cognitivas e intencionales, suponen un proceso racional, deliberado, planificado y sistemático orientado al equilibrio de las demandas del entorno y los recursos internos. Se trata de un balance emocional, cognitivo e intencional con el que los individuos responden ante una situación de escasez de recursos y desabastecimiento de servicios públicos (hipótesis 1).

Por consiguiente, en el marco de las transacciones entre el entorno y el individuo, las emociones, afectos y sentimientos determinan procesamientos automáticos de información a partir de los cuales se toman decisiones de conservación de los recursos o derroche de los mismos. En este sentido, una difusión sistemática de la escasez y desabasto relativo a la disponibilidad de los recursos, genera indefensión o desesperanza de un futuro común y favorable a generaciones del futuro, pero también activa respuestas inmediatas de movilización social y acción colectiva (hipótesis 1a).

En el caso del procesamiento cognitivo de la información concerniente a la disponibilidad de los recursos y la calidad de los servicios municipales, la prevalencia de una lógica de verificabilidad, la cual consiste en la comparación de fuentes informativas y la adopción de aquellas que se ajustan a un ideal personal o colectivo, sugiere que las disposiciones hídricas están indicadas por beneficios esperados (hipótesis 1b).

Por último, si las disposiciones afectivas y cognitivas permiten la edificación de un criterio de selección y procesamiento de información, entonces generarán intenciones en contra o a favor de la conservación del entorno, pero también contribuyen a un criterio de elección hedonista, el cual refleja una desesperanza por el futuro (hipótesis 1c).

  1. CONSIDERACIONES FINALES

Las variables que demuestran sistemas inobservables, se establecen a partir de registros o auto-reportes y son consideradas como constructos. Las variables que establecen los indicadores del sistema son consideradas como manifiestas o indicadoras (Levy y Recio, 2003). La exclusión y la innovación ambiental son constructos que exploran, describen, explican o predicen las situaciones ambientales tales como; escasez, desabasto, insalubridad, dispendio, dosificación o reutilización de agua (Auxiliadora y Manera, 2003).

Las variables pueden ser exógenas o endógenas. En el primer caso, son variables moderadoras del sistema y pertenecen a situaciones ambientales colaterales. En el segundo caso, son variables mediadoras y pertenecen a situaciones ambientales (Manzano y Braña, 2003). El cambio climático (el calentamiento global y el aumento del nivel del mar) influyen en la disponibilidad y la distribución ambiental de las regiones que a su vez determinan la exclusión y la innovación que los individuos, los grupos, las comunidades, las sociedades, las culturas o las generaciones construyen en torno a la equidad o inequidad ambiental (Baron y Kenny, 1986).

Las variables moderadoras tienen una covariación entre ellas que las hace influir en las variables mediadoras. Las variables mediadoras regulan el efecto de las variables moderadoras en las variables dependientes, criterio o blanco. La disponibilidad y la distribución ambiental al moderar su impacto determinan el dispendio o el ahorro de agua (Corral, 2001).

Las situaciones ambientales pueden modelarse a partir de la nomenclatura expuesta. La elaboración de dos modelos, uno de exclusión y otro de innovación ambiental, para explicar la equidad en el primer caso o la inequidad en el segundo caso, implica la fiabilidad de los instrumentos que miden los indicadores de estos dos constructos (Mateos y Dávila, 2003). La correlación entre los reactivos y las escalas que forman los instrumentos de medición de la exclusión y la innovación ambiental se establece a partir del coeficiente de fiabilidad alfa de Cronbach. El parámetro varía desde 0 a 1, cuanto más se acerca al 1 se considera que el instrumento es altamente confiable.

Establecida la confiabilidad del instrumento, el modelo teórico es diseñado a partir de hipótesis de covarianza y causalidad tanto directa como indirecta. La modelación a través de ecuaciones estructurales incluye cuatro fases: (1) la demostración de constructos, (2) la validez del constructo a partir de la convergencia de sus indicadores, (3) la demostración de relaciones causales entre constructos y (4) el ajuste de los datos observados en referencia a los datos hipotéticos.

La modelación con ecuaciones estructurales incluye la identificación del modelo que consiste en un número igual de incógnitas en referencia a un número de valores conocidos.  En este sentido, los modelos psicoambientales incluyen cuatro fases; (1) relaciones causales entre predictores y criterios, (2) relaciones causales entre predictores, (3) covarianza entre predictores, (4) estimación de la perturbación.

En este sentido, la validez del instrumento que mide las variables psicoambientales incluye cuatro fases. La primera se refiere a la operacionalizacion de las variables que miden las situaciones ambientales. La segunda se refiere a la correlación baja entre los constructos moderadores que posteriormente se discriminan del modelo. La tercera se refiere a la correlación alta y en consecuencia una predicción entre los constructos moderadores.

Se trata de una validez en la que convergen los indicadores en un constructo. Dicha correlación es conocida como el peso factorial que varia de 0 a 1. Los valores superiores a .300 son incluidos como elementos del factor. Las técnicas para establecer la convergencia son el análisis factorial exploratorio (AFE) o el análisis factorial confirmatorio (AFC). En el AFE las teorías y las hipótesis están ausentes debido a que las situaciones son inéditas o complejas. En contraste, cuando las situaciones han sido sumamente documentadas y explicadas por teorías e hipótesis, el AFC es la técnica estadística que corresponde a la convergencia de los indicadores con el factor. 

Debido a que las situaciones ambientales han sido documentadas a partir de sus determinantes psicosociales, psicoambientales y psicodrológicos, se realiza un AFC (Pedhazur y Schmelkin, 1991). En este sentido, el estado del conocimiento establece la pertinencia de los valores, las creencias, las percepciones, las actitudes, los conocimientos, las habilidades, las identidades, las intenciones, los motivos y los comportamientos en torno a la escasez, desabasto, insalubridad, corrupción, negligencia, dispendio y dosificación ambiental.

Una vez demostrada la validez convergente de los instrumentos que miden las variables psicosociales, psicoambientales y psicoambientales, se estima la asociación entre los indicadores. El parámetro de correlación “r” de Pearson indica la fuerza de relación entre dos o más variables manifiestas. La posibilidad de que estén ambos indicadores relacionados causalmente se establece a partir de su asociación. El incremento de los valores de una variable manifiesta esta vinculado con el incremento o decremento de los valores de otro indicador. El estado del conocimiento psicosocial establece que las creencias se encuentran vinculadas con las actitudes, éstas con las intenciones y éstas últimas con los comportamientos. Los estudios psicológicos de la sustentabilidad también han establecido la asociación entre los valores y las creencias, las preocupaciones y las actitudes, las intenciones y los comportamientos. En el caso de las investigaciones psicoambientales, los motivos han estado vinculados a los comportamientos (García, 2009).

La siguiente fase corresponde al establecimiento de las relaciones causales entre los indicadores. Un incremento significativo en una variable exógena manifiesta sobre otro indicador endógeno propicia cambios que pueden ser medidos a partir de los valores de cada una. El coeficiente beta establece el impacto de la variable exógena sobre la variable endógena. Sin embargo, a menudo ocurren dos imponderables: la ausencia de causalidad y la Multicolinealidad. La primera se refiere a una asociación y determinación espuria en la que el parámetro de regresión beta es cercano a cero.

La segunda se refiere a la similitud entre los determinantes de la variable dependiente. No obstante, cuando la relación causal se establece, el coeficiente de regresión cuadrado y el coeficiente de regresión ajustado son parámetros que establecen el poder predictivo del modelo. De este modo se lleva a cabo la predicción de una variable antecedente sobre otra variable consecuente. La predicción del dispendio o la dosificación ambiental se establece a partir de los motivos extrínsecos. Es decir, las personas que derrochan o ahorran agua están influidas por el incremento o decremento de las tarifas que cobra el gobierno local (García, 2011).

Los estudios bivariados son un precedente para las investigaciones multivariables. El análisis de regresión lineal múltiple se establece a partir de la predicción de una variable dependiente en relación con variables independientes. Se trata de una técnica estadística en la que el coeficiente de regresión múltiple establece la influencia de una variable predictora considerando el efecto de otras variables independientes sobre una variable criterio. Los estudios psicosociales han establecido la predicción del ahorro de agua a partir de las percepciones, las creencias, las actitudes y las intenciones del cuidado del agua (García, 2010).

Precisamente, la explicación de una variable criterio alude a variables exógenas, variables moderadoras y variables mediadoras. El efecto de una variable exógena sobre el criterio se establece a partir de la multiplicación de efectos entre las variables mediadoras y la suma de la influencia de las variables moderadoras y endógenas. En torno a la predicción del ahorro de agua, se han elaborado modelos de trayectorias en los que las percepciones, las creencias y los valores moderan su efecto sobre el cuidado del agua. Dichos efectos están mediados por actitudes y conocimientos de ahorro de agua y reparación de fugas domésticas (García, 2004).

Sin embargo, las situaciones ambientales incluyen imponderables tales como; las sequías y las lluvias que afectan la disponibilidad ambiental impactando consecutivamente al suministro de agua potable que afecta directamente a los individuos o los grupos desarrollando sistemas de exclusión o innovación ambiental. Tales imponderables son perturbaciones del sistema. Precisamente, las perturbaciones son calculas por modelos de ecuaciones estructurales en los que se establecen, a través de un modelo de medición y otro estructural, las predicciones simultáneas de variables exógenas moderadoras sobre variables endógenas de segundo o primer orden (Iglesias y Aranzazu, 2003).

El modelo de medición implica necesariamente un equilibrio entre el número de incógnitas y el número de valores conocidos. Una vez establecida la identificación del modelo, se considera que su ajuste (a través de su matriz de covarianzas) será satisfactorio si las ecuaciones estructurales se aproximan a las relaciones causales hipotéticas del modelo de medición (García, 2005).

Las situaciones ambientales y los estudios psicoambientales correspondientes han demostrado la relevancia de los modelos de medición en los que se incluyen variables situacionales tales como la escasez, el desabasto o la insalubridad, variables sociodemográficas tales como el sexo, la edad, el salario, el pago de servicios, variables cognitivas tales como las creencias, las actitudes, los motivos, los conocimientos, las percepciones o las intenciones, todas ellas como las determinantes de las variables conductuales tales como el almacenamiento, el ahorro, el desperdicio, la reutilización o el reciclaje de agua. Los modelos de medición que se han desarrollado y demostrado utilizaron parámetros de ajuste en los que las hipótesis causales entre las variables demuestran la verosimilitud del modelo de medición con respecto a los datos encontrados (García, 2007).

Los parámetros que determinan el ajuste del modelo hipotético a los resultados siguen el principio de la X2 que establece la aceptación o rechazo de las relaciones causales hipotéticas. El nivel de significancia mayor a .05 indica que el modelo de medición se ajusta a los resultados. En la medida en que se incrementa la significancia, el modelo de medición se ajusta al modelo estructural encontrado. Sin embargo, existen otros parámetros de ajuste del modelo de medición que han sido más atingentes y menos propensos a la influencia del tamaño de la muestra como ocurre con la chi cuadrada (Prat y Doval, 2003). Se trata del parámetro de bondad de ajuste, los índices comparativos de ajuste. Los índices que se aproximan al 1 son considerados como buenos parámetros de ajuste, sólo el índice residual se aproxima a cero e indica un ajuste pertinente del modelo (García, 2006).

Los análisis estructurales de las situaciones ambientales se fundamentan a partir de cuatro modelos que pueden incluir uno o hasta cuatro tipos de relación; (1) relación entre el factor y los reactivos, (2) relación entre los factores exógenos, (3) relación entre los factores exógenos sobre los factores endógenos y (4) integración de todas las relaciones anteriores (García et al., 2014).

El modelo que incluye sólo la relación entre el factor y sus correspondientes reactivos es conocido como modelo de validez convergente. Se trata de una técnica estadística que demuestra la estructura configurativa de un factor a partir de sus reactivos (García et al., 2015).

En torno a las situaciones medioambientales, los modelos de validez convergente han demostrado la estructura de las creencias socio-ambientales, las competencias psico-ambientales, las identidades regionales y los comportamientos individuales. En torno a las situaciones ambientales, los estudios científico sociales han confirmado las hipótesis de estructuras biosféricas o antropocéntricas, estructuras de ahorro y dispendio (Carreón et al., 2014).  

La demostración de una convergencia de reactivos, sólo es la culminación de un proceso observacional e hipotético deductivo en el que las preguntas o reactivos de un cuestionario, se elaboran considerando planteamientos y conceptos generales (García, 2007).

La validez convergente es una demostración preliminar para la construcción de modelos estructurales integrales. Sin embargo, la convergencia de reactivos en un factor no excluye la convergencia de esos mismos reactivos en otros factores (García, 2009).

Precisamente, la multiconvergencia de reactivos en factores es un límite de las teorías en ciencias sociales. Debido a la generalidad de sus postulados, las preguntas y reactivos que se derivan de las teorías deben incluir una especificidad que permita explicar comportamientos individuales, dinámicos grupales, políticas institucionales, climas organizacionales, identidades comunitarias o movilizaciones ciudadanas (Carreón et al., 2015).

En psicología, la especificidad de sus teorías supera los límites de las teorías científicas sociales. No obstante, las teorías psicológicas enfrentan la problemática de la colinealidad y la multicolinealidad que evidencia la repetición de teorías, sus conceptos y reactivos correspondientes. En psicología es muy común encontrar teorías que tratan de explicar la misma unidad de análisis utilizando los mismos conceptos. Tales son los casos de la Teoría de la Auto-eficiencia, la Teoría de la Conducta Planificada y la Teoría del Locus de Control que comparten el mismo concepto de percepción de control para explicar las habilidades individuales en torno a una tarea o función. Esta repetición que ocurre a nivel teórico se refleja a nivel metodológico con las técnicas de investigación y a nivel instrumental con los cuestionarios, inventaros o baterías que terminan siendo similares en sus preguntas, reactivos y opciones de respuesta (Carreón et al., 2016).

En este sentido, los análisis de factores demuestran que los reactivos miden rasgos diferentes que, al converger en un factor, explican una dimensión de la cognición o el comportamiento. La validez del constructo o factor es un requerimiento preliminar para explicar la sistematización de rasgos cognitivos o conductuales. Es decir, las situaciones ambientales tales como la escasez, el desabasto o la insalubridad tienen un impacto en los individuos que pueden inferirse a partir del análisis de la convergencia de respuestas a un instrumento que mide dicho impacto situacional ambiental en las personas (García et al., 2014).

Los instrumentos que miden el impacto de las situaciones ambientales en los individuos, aluden a las creencias, los valores, las actitudes, las motivaciones, las habilidades, los conocimientos, las competencias, las intenciones y los comportamientos en relación a la escasez, desabasto o insalubridad. Los estudios ambientales estructurales han demostrado que la escasez de agua configura creencias, competencias y comportamientos inherentes al cuidado del agua (García, 2010).

Ahora bien, la colinealidad y multicolinealidad es atribuida a los modelos estructurales que incluyen dos o más variables exógenas latentes con una o más covarianzas cercanas a cero. En los modelos estructurales de las Ciencias Sociales, sobretodo en Psicología, las covarianzas son reportadas para demostrar la validez discriminante y con ello, la ausencia de colinealidad o multicolinealidad. En este sentido, para superar los limites inherentes a la generalidad y la especificada, las ciencias sociales han recurrido a las estructuras discriminantes que les permiten discernir los factores que explica las situaciones ambientales (García, 2011).

El modelo que incluye sólo las relaciones entre las variables latentes exógenas es conocido como validez discriminante. A partir del parámetro “phi” de covarianza entre los constructos exógenos se infiere la incidencia de otras variables no medidas sobre las variables latentes endógenas. Un valor de covarianza cercana a cero indica que los constructos miden las mismas dimensiones y confirman el diagnóstico de colinealidad o multicolinealidad. Una covarianza superior a uno indica que otras variables no consideradas en el modelo confirman la ausencia de colinealidad o Multicolinealidad (García, 2010).

En torno a las situaciones medioambientales los estudios científico sociales han demostrado la validez discriminante entre las creencias ecocéntricas y antropocéntricas, actitudes generales y específicas, percepciones de riesgos y utilitarias, valores biosféricos y egoístas, comportamientos anti ambientales y proambientales. En torno a las situaciones ambientales, han demostrado la validez discriminante entre las creencias, los valores y percepciones, entre habilidades preventivas y reparativas de fugas de agua, entre dosificación y reutilización de agua (García et al., 2016).

Los límites de la validez discriminante se identifican en la indeterminación de las variables no incluidas en el modelo. A menudo estas variables aluden a la influencia de los grupos en los que el individuo pertenece. Se trata de normas que al ser conceptualizadas generalmente, dificultan su medición. Otras variables no incluidas en los modelos estructurales son aquellas que refieren a las dimensiones afectivas de los individuos. Son variables tales como la emoción, el enojo, la incertidumbre, la desesperanza, la creatividad o la innovación que al estar definidas ambiguamente impiden su medición (García, et al., 2012).

En modelos estructurales que incluyen variables perceptuales, valorativas y evaluativas las covarianzas confirman la estructura de un sistema cognitivo conductual en el que las variables exógenas, al ser diferentes, inciden gradualmente en las variables endógenas. Estos modelos son conocidos como estructuras convergentes, discriminantes y determinantes (García et al., 2017)

Los determinantes cognitivos del comportamiento individual son estimados por el parámetro de regresión “Beta” y forman las estructuras de predicción.

El modelo que incluye las relaciones causales entre variables exógenas sobre variables endógenas es conocido como estructura de predicción. Las relaciones causales pueden ser; (1) relaciones causales directas de variables exógenas sobre endógenas de segundo orden y (2) relaciones causales indirectas de variables exógenas sobre endógenas de primer orden a través de variables endógenas de segundo orden (Carreón et al., 2014).

En torno a las situaciones medioambientales, los estudios científico sociales han demostrado la incidencia de las situaciones medioambientales sobre la acción individual o colectiva, han demostrado la influencia de las situaciones medioambientales sobre el comportamiento pro-ambiental a través de las creencias, las actitudes y las intenciones.  En torno a las situaciones ambientales, han demostrado los efectos directos de la escasez de agua sobre su ahorro, el desabasto sobre la dosificación, la insalubridad sobre la purificación. También se ha demostrado el efecto indirecto de estas situaciones ambientales sobre la conducta individual, grupal, vecinal, comunitaria o colectiva a través de las percepciones de utilidad (García et al., 2016).

Los límites de los modelos estructurales predictivos pueden advertirse en unidireccionalidad de sus trayectorias causales. En estos modelos la situación medioambiental determina la cognición y el comportamiento individual y los efectos del comportamiento humano sobre la situación medioambiental sólo han sido explicados desde las ciencias naturales a partir de indicadores de impacto ambiental. Tales estudios científico naturales sólo establecen el deterioro ecológico o contaminación como eventos aislados y estáticos. Ni los estudios científicos sociales y ni los estudios científico naturales explican la interacción entre el medio ambiente, el comportamiento humano y sus correspondientes factores mediadores tales como la cultura, la tecnología, las tradiciones, las normas o las cogniciones.  En este sentido, se han realizado estudios que pretenden explicar la interacción medioambiental y conductual a partir de modelos integrales que incluyen factores situacionales, culturales, normativos, cognitivos y conductuales (García, 2005).

El modelo que incluye los errores de medición en las trayectorias de relaciones causales unidireccionales entre las situaciones, las cogniciones y los comportamientos convergentes, discriminantes y predictivos es conocido como estructura de disturbio.

En torno a las situaciones medioambientales los estudios científicos sociales han demostrado el impacto indirecto de los factores situacionales sobre los comportamientos sostenibles a través de las variables socio-demográficas, las competencias ambientales y las identidades regionales. En torno a las situaciones ambientales, han demostrado que la escasez de agua determina su ahorro siempre y cuando las clases baja y media cuenten con los espacios y los recipientes para su almacenamiento y reutilización. 

Los límites de los modelos estructurales sistémicos pueden evidenciarse en la verosimilitud de las relaciones causales. Esto es, el grado de ajuste de dichas relaciones hipotéticas a las relaciones observadas. En este sentido, los parámetros de ajuste tales como CFI, NFI o RMSEA sólo indican el ajuste del modelo de medición (relaciones hipotéticas) al modelo estructural (relaciones observadas).

Dichas relaciones hipotéticas son derivadas del conocimiento teórico, la intuición y experiencia del investigador. Por tanto, los modelos estructurales sistémicos sólo demuestran la congruencia entre el estado del conocimiento (teorías que producen hipótesis causales de estudios cuasi-experimentales y muestras sesgadas) y los datos obtenidos de un instrumento. Sin embargo,  los modelos estructurales sistémicos son el primer intento serio de las ciencias sociales por explorar, describir, explicar, predecir e incluso comprender la complejidad de relaciones unidireccionales, bidireccionales y multidireccionales entre las situaciones medioambientales y los comportamientos individuales pasando por la influencia grupal, la identidad comunitaria, la innovación tecnológica, la mediatización informacional, la normatividad institucional, la ideología social, la tradición familiar o la explotación laboral (García et al., 2017).

El aporte del presente trabajo al estado de la cuestión radica en la discusión de los marcos teóricos, conceptuales y empíricos en torno a las disposiciones hídricas, pero la selección de la información y la técnica de procesamiento limitan tal aporte a un contexto urbano o semiurbano en donde los medios de comunicación determinan una agenda centrada en la escasez y el desabastecimiento de agua.

Una extensión de la búsqueda de fuentes especializadas en otros contextos abrirá la discusión en torno a una agenda centrada en la abundancia y el derroche, o bien, en la escasez y la desesperanza convertida en consumismo hedonista. Las teorías y estudios relativas a éstas situaciones abonarán en el debate ya que, supone una relación simétrica entre gobernantes y gobernados en torno a la gestión de los recursos naturales y la administración del servicio hídrico municipal.

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