Revista Nº30 "TEORÍA POLÍTICA E HISTORIA"

 

RESUMEN

El presente trabajo acerca el tema del decisionismo democrático de principios del SXX, es el estudio de dos líderes con ciertas similitudes con respecto a su personalismo político.

Dos países, México y Argentina, con sus enormes diferencias culturales pero que tenían en los albores del SXX dos políticos que habían luchado contra sórdidos regímenes conservadores, el escrito tratará sobre Francisco Madero e Hipólito Yrigoyen y el surgimiento de sus liderazgos populistas.

 

ABSTRACT

This work is about democratic decisionism in the beginning of twentieth century, a study of two leaders quite similar in their political individualism.

México and Argentina had quite different cultural lives but in the beginnings of the twentieth century both of them had two political leaders fighting against conservatives regimes. This paper will study the emergence of political leadership of Francisco Madero and Hipólito Yrigoyen.  


Estudio del Decisionismo y el surgimiento de liderazgos populares, previa etapa conservadora, para México y Argentina (1880-1911).

Por: Alejandro D. Bergés

Universidad de Buenos Aires

 

Introducción

En este trabajo se intenta retomar las preguntas que Baldioli y Leiras abrieron para estudiar el presidencialismo en América Latina, pero esta vez desde una perspectiva un tanto diferente y basándonos en otros líderes para confrontar el decisionismo de liderazgos del principios del siglo XX con aquellos que son más contemporáneos, los cuales basan los trabajos de Baldioli y Leiras, también nos proponemos observar con que particularidad surgen los liderazgos populares en nuestra América. Tomando los casos de Argentina y México de principios de siglo, nos centraremos en el estudio, ya no del neodecisionismo sino, del decisionismo. Con originalidad nos aventuramos a este desafío que el trabajo “Estado de Excepción y Democracia en América Latina” vislumbra a los escritos sobre la materia.

Retomando estos aspectos teóricos es que analizaremos si el decisionismo implica la des-institucionalización política, en los casos en los que se ha dado. Por eso es que se tendrán en cuenta a teóricos como Schmitt respecto a lo que el Estado de Excepción se refiere, que luego será debatido por W. Benjamín: la tradición de los oprimidos nos enseña que el “estado de excepción que vivimos es la regla” (Benjamín, 1995: 45-68). Es por ello que la norma es el decisionismo y el presidencialismo en América latina es desempeñado bajo figura de un líder, cuando este presidencialismo es popular devienen aun mayores complejidades para definir los conceptos. ¿A que nos referimos con liderazgo popular? ¿Qué entendemos por decisionismo? ¿Por qué lo diferenciamos al neodecisionismo?

Respondiendo a estas preguntas de concepto en lo referido a la oposición entre Schmitt y W. Benjamin, los teóricos que mencionan a uno y otro definen a uno como clásico y al otro como moderno. En realidad de esta misma manera podemos oponer al presidencialismo de principios de siglo respecto a los líderes que desarrollaron las reformas estructurales de los años 80/90. Cuando nosotros hacemos mención al decisionismo de principio de siglo no hablamos de igual manera del neodecisionismo, esto se debe a que lo que cambia es el contexto en que surgen estos líderes. ¿Son Yrigoyen y Madero líderes populares decisionista? Si bien este artículo no se propone hacer marcado énfasis en las características del neodecisionismo si busca exponer la decisión de líderes populares, características y contexto en el que surgen.

Así como el joven Carl Schmitt se preocupa por encontrarle solución a los problemas indisolubles políticos de la República de Weimar, líderes democráticos buscan dar por tierra los preceptos del liberalismo no-democrático para salvar la vida de las repúblicas. Aquí se haya la característica fundamental de este decisionismo de principio de siglo. El decisionismo democrático es decisionista y normativista a la vez (Leiras, 2010). El populismo de Yrigoyen y de Madero puede considerarse como un decisionismo que busca deconstruir con el liberalismo de su época para dar mayor igualdad y acceso de las masas populares a los gobiernos en los nacientes estados.

También nos plegaremos a preguntas que no son propias y son las siguientes:

¿Cuándo efectivamente existe una situación de emergencia y cuando el presidente debe asumir poderes extraordinarios? ¿Se podría crear una forma de gobierno ejecutiva independiente de si existen o no razones que la respalden?

¿El decisionismo y su vertiente más moderna el neodecisionismo son asumidos por los presidentes latinoamericanos como una estrategia en contexto de “tiempos difíciles” o como un estilo de gobierno?

El decisionismo tradicional se germino a las sombras del liberalismo clásico, aquel que en América Latina privilegiaba a una oligarquía terrateniente y económica sobre las condiciones de vida de los desposeídos de las tierras. Mientras el liberalismo en Europa se debatía en incorporar a las masas populares en la elección de dirigentes, mecanismo opuesto al voto reservado únicamente a propietarios. En nuestra América el liberalismo era económico y al populismo que nacía en el campo político se lo acusaba de anarquía. La tiranía de las mayorías era el concepto que la corriente de ideas liberales no estarían dispuestas a recaer en procura de un régimen con mayores consensos. Para dejar este punto en claro, definamos al liberalismo Latinoamericano como de carácter conservador, al compararlo con el europeo, y al populismo Latinoamericano, que se asemeja más al liberalismo europeo, puede definirse como democrático por su carácter integrador.

Así por ejemplo en 1909 Francisco Madero fundó en México el Partido Nacional Anti-reeleccionista, opuesto a Porfirio Díaz que ocupaba la presidencia de la nación desde 1877. Mientras que en igual fecha en Argentina, el fraudulento Partido Autonomista Nacional contra el que se sublevo reiteradas veces Hipólito Yrigoyen, conducía el gobierno de la nación desde hacía 35 años, siendo gobierno desde el año 1874.

Así es como definir si Hipólito y Francisco eran figuras consideradas populistas es algo que para la teoría populista decanta por si sola[1]. Lo particular de estas figuras es el hecho de que ellas fueron quienes crearon el estado de excepción, anomalía necesaria, para ser arrastrados a los altares del cargo institucional. Una vez allí es que su programa de gobierno asume tintes más de carácter conservador y menos revolucionario. Las consignas que estos líderes rebullían en la conciencia del pueblo haciéndolo movilizar. En el caso de Madero podemos hacer la salvedad, que la sociedad mexicana se encontraba más enérgica y la cohesión acarreaba aspectos étnicos y exclusión de larga data. En cambio, la sociedad argentina se encontraba más disciplinada por las funciones productivas, donde el trabajo representaba un punto amalgamador que generaba repelentes tanto endógenos y exógenos, por un lado un sistema oligárquico que lo suprimía y una función de clase que los insertaba sin derechos.

Los estados latinoamericanos se constituyeron en la segunda mitad del  siglo  XIX en torno a oligarquías cuya base económica fue esencialmente agroexportadora y cuya forma política dominante fue el liberalismo.  El mismo éxito de su inserción en el mercado mundial condujo a un rápido proceso de urbanización  y a la emergencia de sectores medios que, hacia la segunda mitad del siglo XX, comenzaron a exigir una participación creciente en el sistema político. Es importante advertir que esta protesta no cuestionaba en forma alguna la forma liberal del Estado, sino que reclamaba la ampliación de sus bases sociales. De ahí la emergencia del típico reformador de clase media –Irigoyen en Argentina, Madero en México, entre otros–  cuyos reclamos cristalizaban  en lemas formales: «sufragio efectivo y no reelección» demandaba  Maderos; «mi programa es la Constitución Nacional», afirmaba Irigoyen. El populismo  que estas expresiones anti-oligárquicas podían promover era, por consiguiente, muy limitado. El momento ruptura no ponía en cuestión el tipo de régimen (Laclau, 2006: 118).

Walter Benjamín se refiere a la necesidad de generar un verdadero estado de excepción para romper con la marcha del progreso que barre de la historia el lamento de los oprimidos, así gran parte de la población no ve cumplidas sus demandas, y en el limbo de la política se debate la necesidad de generar consensos para gobernar con legitimidad, hacia las bases para construir redes que aseguren la gobernabilidad del mandato y la efectividad para el desempeño de políticas. Hipólito y Francisco tenían una clara necesidad de cuestionar el régimen pero, una vez en el gobierno, no pudieron más que reproducirlo. Sin embargo con la suficiente autonomía para imprimir en el cargo el propio liderazgo. Líderes populares porque fueron llevados con laureles al poder para luego ajustarse a lo que el orden institucional les ofrecía, cuestionado en su origen.

Madero e Yrigoyen se imprimen en una irrupción política que quebró con el pasado sistema político y electoral, luego de transcurridos sus gobiernos, las sociedades se verán transformadas, también el desarrollo de la política. La historiografía no ignora el paso de estos gobiernos porque vienen a romper con la pasividad de las clases dirigentes y le dan mayor organicidad a los grupos dominados. La aparición de ambas figuras se da por puro voluntarismo de transformar el statu quo de como venía siéndolo con anterioridad.

Dicho de otro modo: nos encontramos con regímenes democráticos emergentes con sociedades civiles débiles o incipientes y estados jerarquizados por fuerzas centrifugas y presiones centrípetas que derivaron en el mejor de los casos, en democracias que no podían ni pueden resolver la ecuación legitimidad-gobernabilidad. O tomaban por el camino de la gobernabilidad, en detrimento de su legitimidad, y hacían descansar esta última sobre las aptitudes de un liderazgo plebiscitario o a la inversa, mantienen su legitimidad de origen y ejercicio a costa de un debilitamiento y pérdida de su capacidad de gobierno (Leiras, 2010: Politeia).

 

Consideraciones previas

El rasgo “populares” se lo considera en una lógica del tipo rupturista, la decisión para la acción política de estos verdaderos líderes. Permitiendo institucionalizar aspectos que estaban por fuera de la normalidad de su época. Para comienzos de siglo era impensable la trasformación de un régimen autoritario por uno con mayor peso social. Incluso cuando Hipólito y Francisco asumen sus respectivas presidencias, el liberalismo daba mayores derechos individuales que no se traducía en una conquista efectiva de la igualdad en los individuos. Ambos líderes populares no tenían así intenciones de acabar con los aspectos totalitarios de sus respectivos estados, cuando si procuraban una mayor inclusión y una legalidad efectiva, que posibilite el ejercicio autentico de estos derechos. Tanto Madero como Yrigoyen luchaban contra las clases dirigentes y no contra las naciones recientemente constituían.

Consideremos la teoría Schmittiana en el contexto de posguerra, para este momento ya habían hecho aparición los líderes a los que vamos a estudiar. La crisis de una derrotada Alemania hacia pertinente el surgimiento de una autoridad que pudiera sobreponerse a la constitución para el resguardo de esta y la superación de la crisis, los costos del fin de la guerra. En este sentido el autor se refiere a un estado de excepción frente a la coyuntura adversa que suspenda la norma. A Esto es lo que conocemos como el decisionismo en política, Schmitt busco dar respuestas para enfrentar el fenómeno del desorden de la política, para preservar lo político –al estado- y con ello a la unidad política organizada y por ende salvar a la Nación de los excesos particularistas de la política y del liberalismo a ultranza (Leiras, 2010: 36).

Y continuamos; contrario a la teoría Kelseniana de la ley como última soberana, para juristas de corriente del tipo decisorio, la fuente de todo derecho, es decir de toda norma y ordenamiento que de él deriven; por lo que estaría pensándose en un fenómeno que supera ya las fronteras de una determinada nación. No es el mandato como tal, sino la autoridad o soberanía de una última decisión que viene dado con el mandato, que crea consenso que construye legitimidad, que supera la legalidad cuando esta ya no se aplica socialmente y la vida en sociedad exige una acción que contemple el estado anómalo en el cual la nación se encuentra sumergida.

Entonces en modelo explicativo de acción decisionista, el líder debe erigirse como un soberano y tener poder de decisión política para salvar a la unidad política organizada, y para ello debe hacer todo lo que este  su alcance para alcanzar este objetivo (Leiras, 2010: 35). Fue Hobbes quien demarco la estructura lógica del decisionismo político, donde el Leviatán se esgrimía como una figura capaz de trasgredir la norma para asegurar la convivencia de los hombres, era un mandato imperativo que gobernaba con la espada y con la pluma. Así la norma escrita y la acción política convivían pero la decisión primaria por sobre la norma inanimada.

En este sentido la continuidad de un régimen se ve amenazada por la coyuntura actual y el soberano debe irrumpir para conservarlo, esto no significa que no puede transformarse, pero para esto las decisiones han de regirse con una autonomía que por encima del orden vigente de normas e instituciones, reconfigure el campo en conflicto con nuevas decisiones de acción política. El estado de excepción acabaría con el estado actual del derecho, debido a que este ya no es legítimo o debido a que este debe ser asegurado. Baldioli y Leiras demuestran así que camino se nos abre para el análisis del presidencialismo Latinoamericano frente a las condiciones sociales, políticas y económicas adversas y las posibles debilidades institucionales y atribuciones ejecutivas.

Como se refiere Schmitt al estado de excepción por el cual el soberano muestra su capacidad de hacer valer la voluntad sobre coyunturas adversas a su soberanía, verdadera demostración democrática, en la que el derecho ha de ser restituido y es el soberano quien está encargado de decidir cuándo/como restablecerlo. El estado de excepción en Schmitt no es un estado de guerra, precisamente es su manera de evitarlo. Para el liberalismo el fundamento del orden político es el derecho. En cambio, Schmitt considera que la decisión precede a la norma y la instituye. El decisionismo democrático bajo esta práctica de gobierno, la decisión enfrenta la norma, y la atenúa. No se suspende la Constitución ni la legislación ordinaria, sino que emerge una legislación extraordinaria, que es el producto de la cesión de ciertas atribuciones del Congreso al poder legislativo, la delegación legislativa (Leiras, 2010: Politeia).

En 1904, cansado de contemplar la represión porfirista y fustigado por sus convicciones democráticas, Madero comenzó su participación en política en Coahuila. Fue nombrado presidente del Partido Democrático Independiente, que se oponía a la reelección del gobernador, Miguel Cárdenas. Colaboró en el órgano de ese partido y escribió en el periódico El Demócrata, en donde difundía sus ideas sobre la defensa de los derechos humanos, el sentido del voto y la libertad individual. Por su lado, el tío Leandro Alem, y el grueso de los radicales, le reclamaban a Yrigoyen tomar el poder nacional mediante las armas y desplazar al presidente Sáenz Peña con un golpe de estado. Aun cuando la situación crítica en las provincias estaba a su favor, él desde una posición estratégica en Buenos Aires, se oponía.

Ahora bien, Yrigoyen participó de las revoluciones radicales de 1890 y 1893 en donde centenares de civiles y militares rebeldes se levantaron en armas en contra del régimen conservador. Pero  Del Valle, el hombre fuerte del gobierno entonces, se negaba a violar la Constitución y preparó un plan legal, por el cual intervenían las principales provincias y garantizaba elecciones libres. Aristóbulo del Valle se negó a dar un golpe de estado. El Senado aprobó las intervenciones, pero la Cámara de Diputados no, y de ese modo hizo fracasar el plan de Aristóbulo del Valle.

El Plan redactado por Madero consistía en un llamado al pueblo mexicano a levantarse en armas —considerando agotados los recursos legales—, desconociendo la reelección de Díaz en el cargo, anulando las recientes elecciones y convocando a nuevos comicios, mientras tanto Madero asumiría la presidencia provisional. Además proclamaba el principio de la no reelección. Madero se comprometía a respetar las obligaciones gubernamentales contraídas antes de la alzada, a ser escrupuloso con el uso de los fondos públicos así como también a restituir a los campesinos las tierras que les habían sido arrebatadas por los hacendados y establecer elecciones libres y democráticas.

Concluiremos así, que las revoluciones impulsadas por ambas figuras constituyen la decisión por transformar las regulaciones del régimen que oprimía a la sociedad, en este estado de excepción el poder recae en un soberano capaz de hacer valer su decisión y tomar el control de los hechos. Quien logra ser amo en el desorden es el soberano. Hipólito y Francisco comenzaron sus vidas políticas irrumpiendo el orden vigente, por encima de la legalidad trabajaron con ella para trascenderla. El decisionismo por ellos empleado les dio el mando en la crisis de legitimidad para una vez logrado el poder desarrollar sus liderazgos populares, con la necesidad de recuperar la vida de las republicas después de la conquista conseguida. ¿Cómo desmovilizar a una población que ya no legitimaba el rol del estado? Si por todos lados el estado se presentaba como una represión, la cohesión era coercitiva, y la ley se aplicaba con el sacrificio de las mayorías, que por fuera del sistema político tampoco encontraban satisfacciones en la esfera económica. Las castas políticas gobernaban a espaldas de los oprimidos y era la minoría quien se llevaba los beneficios del extractivismo.

Madero e Yrigoyen venían a confrontar con las viejas clases dirigentes y la forma oligárquica de hacer política. Muy lejos de sus ideologías quedaba la exclusión de las mayorías, estos traen la representación del sistema tal cual hoy lo conocemos. Son la encarnación de las ideas liberales de democracia y la transformación vino dada por dirigentes de arraigo local que dieron sustento a las ideas norteamericanas y a los escritos intelectuales de Europa de la época. Ambos vienen a acercar el poder de las cúpulas al pueblo gobernado, haciendo a los mandatarios rendir cuenta de sus planes de gobierno y traduciendo en el plano político las preferencias de la sociedad rudimentaria, con gran cantidad de demandas pero de un tipo más básica que las planteadas por estos líderes, y con ninguna proyección política-institucional.

La arbitrariedad del poder concentrado y vertical, las insuficiencias del debate político, las conmociones político-institucionales que interpelan al Estado democrático de derecho son el elocuente testimonio de la vigencia del universo de la “excepcionalidad”, el dominio del imperio de la excepción en tiempos de normalidad. El estado es el dueño de la agenda pública, en la figura del poder ejecutivo, no tanto en las organizaciones partidarias, y mucho menos en los ciudadanos. La presencia de sistemas híperpresidencialistas y la generación de líderes fuertes, “líderes neodecisionistas”, que en algunos casos han dado origen a liderazgos de crisis que dominan la escena política. No supera esa oposición, coexiste con ella; es una forma de ejercicio del poder no republicano. El decisionismo democrático genera un cambio en la base del poder, cuya concepción integra una implicación mutua al ejecutivo y al legislativo. En este caso, frente a esta articulación teórica, Leiras y Baldioli nos vuelven a abrir esta puerta de análisis.

Desarrollo de los hechos

Madero quiso superar mediante las urnas la agarrotada dictadura de Porfirio Díaz, presentando su candidatura como cabeza del Partido Anti reeleccionista en los comicios de 1910. Sin embargo, tras ser detenido en plena campaña electoral y verse forzado al exilio, entendió que sólo un levantamiento popular podía traer un verdadero cambio. Es puesto en libertad en noviembre de 1910 y huye a Texas, desde donde comenzó las hostilidades contra Díaz, que supusieron el inicio de la revolución mexicana. Regresó a México y participó en una campaña militar que culminó con la toma de la Ciudad de Juárez en mayo de 1911.

La estabilidad política y las mejoras económicas que logró Díaz, no fueron a la par con la situación que vivía la mayoría de la población, que no se beneficiaba por igual de las ventajas de la industrialización y del comercio. Los desequilibrios sociales se agudizaron, y se extendió el deterioro de las condiciones de vida entre el campesinado y el proletariado urbano. La inactividad del Parlamento impidió la puesta en marcha de los cauces apropiados para corregir los desequilibrios. Hacia 1905, los abusos de poder del gobernador de Coahuila, Miguel Cárdenas, determinaron el inicio de su activismo político.

En los últimos años del Porfiriato, el descontento no se limitaba a las clases más desfavorecidas; surgieron voces críticas entre las mismas élites, se gestaron nuevos partidos políticos y aparecieron nuevos líderes, entre ellos Francisco Madero. El decisionismo presidencialista como teoría del poder y las distintas variantes de neoconservadurismo populista de mercado como contenido ideológico. Se trató entonces de una doble tarea: reconstruir o defender un núcleo constitutivo del orden político –la decisión soberana en tiempos excepcionales-, y garantizar una determinada racionalidad en el funcionamiento de la sociedad sustentada en la lógica de mercado. Emergencia de alguna especie de liderazgos “político de tormentas” con reminiscencias mesiánicas, con capacidad para el cumplimiento de esa doble tarea (Leiras, 2010: Politeia).

En 1909 fundó el Centro Anti reeleccionista de México, al frente del cual difundió sus ideas por todo el país. Temeroso de su popularidad, Porfirio Díaz ordenó el acoso a Madero, que fue detenido en Monterrey el 7 de junio, en plena campaña electoral, y trasladado a San Luis Potosí; con su rival bajo libertad vigilada, el Congreso reeligió a Díaz para un nuevo sexenio. Para Madero, esta manifiesta imposibilidad de acceder al poder por la vía democrática evidenciaba que sólo el levantamiento armado podía llevar a un verdadero cambio. En octubre de 1910, tras lograr eludir la vigilancia, Francisco Madero huyó a Estados Unidos y, desde su exilio en Texas, hizo público el programa político llamado Plan de San Luis (en alusión a San Luis Potosí, donde fue fechado el documento pese a hallarse ya en el país vecino). La toma de Ciudad Juárez por los rebeldes, a fines de mayo de 1911, supuso la renuncia de Porfirio Díaz y el fin de la dictadura. El 7 de junio Madero entró triunfalmente en la capital mexicana. Francisco I. Madero después de la renuncia de Díaz, se convirtió en el máximo candidato para ocupar la presidencia y en las elecciones de noviembre de 1911 fue elegido presidente de México.

Entre los insurrectos figuraban, junto a otros caudillos locales, algunos de los líderes destinados a jugar un papel trascendental en la Revolución: Pascual Orozco, Emiliano Zapata y Pancho Villa. Pese a los fracasos iniciales, entre la redacción del manifiesto y el triunfo de Madero mediaron tan sólo seis meses. El desgaste del sistema había convertido al ejército de Porfirio Díaz en una fuerza escasamente articulada y debilitada, y, ante la impotencia del ejército y la incapacidad del Gobierno, la Revolución no tardó en extenderse por todo México. Una vez formado el gobierno provisional, Madero presentó su dimisión, a la espera de acceder al poder por la vía democrática.

El anterior ministro de Relaciones, Francisco León de la Barra, asumió mientras tanto la presidencia interina del país. Este gobierno de transición pronto hubo de hacer frente a las exigencias sobre la puesta en marcha inmediata del Plan de San Luis: las tropas revolucionarias reclamaban la restitución efectiva de las tierras a los campesinos como condición previa a la entrega de las armas. La tensión y el descontento forzaron la convocatoria de elecciones. En sus quince meses de gobierno, Francisco Madero quiso reconciliar a la Revolución, decisionismo político para mantener la unidad política organizada por el Plan de San Luis de Potosí.

El principal problema de la nueva presidencia era la descomposición del bloque social que la había conducido a la victoria, no lograría satisfacer las aspiraciones de cambio social que latían en las masas revolucionarias. Llegó a establecer un régimen de libertades y de democracia parlamentaria hasta el momento ausente en la sociedad mexicana.

Entretanto, el gobierno de Madero puso en marcha acciones para mejorar la atención sanitaria y educativa de la población, y aprobó la reducción de la jornada laboral, que pasó de doce a diez horas. Intentó también racionalizar la recaudación de impuestos y evitar el encarecimiento de los artículos de primera necesidad. Madero promovió medidas para redistribuir la tierra, pero intentando no generar grandes reacciones de los bloques de poder del antiguo régimen.

Asimismo en este tipo de sociedades se defendía la idea de la desvinculación entre representantes y representados como un modo de reducir las inevitables discrepancias de la democracia directa (Medici, 1998). En la tradición elitista éste era el argumento republicano de la representación política, en el sentido en que el parlamento reduce y homogeneíza las alternativas, sea porque los parlamentarios son pocos y más afines socialmente o porque conforman un cuerpo calificado para resolver racionalmente y arribar a juicios compartidos, alejados de “los rumores de la plebe”. En realidad la democracia solo funcionaba en esta perspectiva, debía existir las bases para una democracia sólida, “si los parlamentarios en sus decisiones son independientes de todo control y compromiso especifico con los votantes”, era un aspecto de análisis posterior, líderes como Madero creían en la representación como forma de acercar a las poblaciones al régimen político y garantizar la ciudadanía. Sin embargo, Una vez elegimos, los legisladores tomaban sus decisiones según su clase y parecer, que era generalmente la de la casta rural aristocrática.

El gobierno de Yrigoyen hace frente a esa lógica en la que, los procesos deliberativos y los órganos de control horizontal se mostraban como ineficaces y perversos. De ahí que la legitimación democrática podía ser considerada como contradictoria con la legitimación eficientista del mercado. Pero aun así, el descontento frente a la ineficiencia y obsolescencia del aparato estatal opero como una masa crítica de aquiescencia social y, en última instancia de legitimación para formas de ejecutivismos decisionista ensayadas y practicadas desde las presidencias (Leiras, 2010: Politeia).

Así es como, la argentina del siglo XX no había dejado demasiado atrás las guerras civiles y  las autonomías provinciales; si bien la restauración del orden vino dada por un jefe militar que cortando cabezas y abriéndose paso por el este y la patagona sur, le dio alma y vida al poder federal logrando disciplinar a los locales/regionales “caudillos”.

Pero esto no era tal como se muestra, a pesar del surgimiento de un poder federal todopoderoso, este no dejaba de ser cuestionado, y mientras en Buenos Aires se definían los gobiernos nacionales, en las provincias seguía en presencia los caudillos con poder relativo, y si los gobiernos provinciales no estaban armados, si lo estaban la población civil.

Ya habían transcurrido 40 años de la sancionada constitución nacional y por entonces, las características del régimen electoral argentino fundado en el voto cantado, y las amplias facultades represivas con las que contaba el presidente de la Nación -intervención de provincias, estado de sitio, control de las fuerzas armadas y de seguridad-, condicionaban severamente las posibilidades de acceso al poder mediante elecciones libres. El Partido Autonomista Nacional (PAN), creado por Roca, era una casta de la aristocracia rural/urbana y gobernaba el gobierno federal sin oposición partidaria.

Resulta que para 1893 dos revueltas cívico-militares intentaron hacerse con el poder de la casa de gobierno. Las revoluciones de ese año fueron primero comandadas por Hipólito Yrigoyen que duro aproximadamente 27 días, y una segunda fue dirigida por Leandro Alem y esta duro 23 días.

Para ese momento alcista, Yrigoyen era el líder de la proclamada Unión Cívica Radical luego de la escisión de Bartolomé Mitre al PAN, habían sido apresado por el gobierno Carlos Pellegrini años antes, y ahora el presidente electo por el partido oficial era Luis Sáenz Peña.

Yrigoyen y Del Valle compartían, el convencimiento de que la UCR no debía tomar el poder nacional por medio de un golpe de estado como el fallido de 1890 que interrumpiera la legalidad constitucional, sino mediante insurrecciones provinciales. La revolución en la provincia de Buenos Aires, dirigida por Hipólito Yrigoyen, fue la mejor organizada y la más poderosa, lo que demuestra la acción política encarada para desbaratar con el status quo preponderante. Triunfando, con 8mil hombres armados, en todas partes de la provincia.

El 29 de febrero de 1904, la Unión Cívica Radical declara la abstención electoral a todos los cargos de la República en las elecciones de diputados de la Nación, de senadores por la capital, electores de presidente y vicepresidente de la Nación, se anuncia la lucha armada. Que se produjo en 1905, y fue una de las rebeliones más importantes que sufrió la República, por el número de militares comprometidos, las fuerzas vinculadas y la extensión del movimiento[2]. Se había trabajado con mucho sigilo pero, a pesar de eso, el gobierno estaba avisado de la situación. En la Capital Federal, las medidas represivas sofocaron en sus comienzos al movimiento. En Córdoba los revolucionarios toman prisioneros al vicepresidente José Figueroa Alcorta. En Mendoza los rebeldes se llevan 300 000 pesos del Banco de la Nación y atacaron los cuarteles. El 11 de agosto de 1905 se produjo un atentado contra Quintana, mientras se dirigía en su carruaje a la Casa de Gobierno, un hombre dispara varias veces contra el presidente sin lograr hacer fuego. El coche siguió su marcha, y los agentes de custodia detuvieron al agresor, que resultó ser un obrero catalán llamado Salvador Planas y Virella, simpatizante anarquista, que actuó por iniciativa propia.

La revolución fue derrotada, pero desencadenaría una corriente de cambio institucional dentro del oficialismo que ya no podría ser detenida. El “roquismo” se había dividido, y tanto Carlos Pellegrini[3] como Roque Sáenz Peña, principales referentes del nuevo autonomismo, comprendían la necesidad de realizar profundos cambios institucionales si se pretendía contener el creciente conflicto social y político. En 1906 con la muerte del presidente Quintana y la asunción de su vicepresidente, José Figueroa Alcorta, el congreso dicta la Ley de amnistía general a todos los participantes de la revolución de 1905. La revolución de 1905 que aceleró la sanción de la Ley Sáenz Peña de voto secreto que lo llevó a la presidencia en 1916, los hechos posteriores merecen una redición aparte.

Desenlaces

Como es el caso de Madero la decisión de la soberanía estatal por encima de los intereses particulares. La idea era salvar a la Nación como última razón de estado, y si para ello había que suspender temporariamente las garantías constitucionales, ello era lícito para evitar un escenario peor, la anarquía absoluta o sea la destrucción de la unidad política organizada y por ende del propio pueblo Mexicano, en este caso. Puede haber decisionismo tanto en democracia como en regímenes autoritarios, totalitarios, la diferencia es que en la democracia se mantiene el estado de derecho per se. La democracia funcionaria mejor en la medida en que se limitan los problemas de agregación de intereses y demandas, estrechando las opciones abiertas.

Para lograr la gobernabilidad, se recurre rápidamente a imponer “un estado de excepción”, lo que garantizara en el corto plazo más poder al presidente, por ende, al partido gobernante. Gobernar en un contexto de excepcionalidad política garantiza un horizonte de previsibilidad pocas veces visto antes en democracia. Regímenes… mixtos de instituciones y prácticas de carácter autoritario juntamente con aquellas de sesgo democrático. Tendría una legalidad persistente, la legalidad democrática del voto popular y la protección del sistema en caso de emergencia.

La mayores dificultades de estos líderes fue la intención de no generar grandes reacciones con los residuos del antiguo régimen que poseían grandes controles horizontales de poder respecto del presidente, capaces de movilizar cúpulas empresariales, y además, de buscar adhesiones con otros líderes de mayor autonomía decisoria. El tumulto social que genero las revoluciones hizo que los descontentos acumulados en organizaciones obreras se reflejaran en un plan de lucha capaz de transformar las demandas en conquistas concretas en la arena publica, los descontentos salieron a la luz y los oprimidos de la historia hicieron aparición en los palacios de gobierno.

El decisionismo de estos líderes fue capaz de generar la institución necesaria para que la deslegitimación no se transformara en un caos imposible de superar, de hecho, luego de la actuación de estos líderes los aspectos sociales ya no podrían ser ignorados por las elites gubernamentales. Ya serian dos los actores en disputa, los reclamos obreros y las fortunas empresariales, pero la equidad de uno con el otro era condición para asegurar gobernabilidad. El desempeño de Yrigoyen y Madero muestra a las claras las capacidades de estos líderes para ser soberanos en el estado de excepción porque ellos se encargaron de ser los representantes de las clases ennoblecidas en el paso de la inmovilidad a la acción, para suspender la norma y darle al estado la tracción necesaria para regenerar su legalización.

Lo que comprueba el trabajo es que no necesariamente el decisionismo genera una desinstitucionalización del aparato estatal, como es  el caso de Madero e Yrigoyen, ambos líderes generaron instituciones como son sufragios universales, libres y no reeleccionista. Ambos trabajaron para la construcción de instituciones de carácter horizontal, como en el caso de madero con el instituto de reparto de tierras y la salud pública, enmarcados en las propuestas del Plan de San Luis de Potosí. En el caso de Yrigoyen la instauración de la ley Sanz Peña y la aplicación efectiva de la Constitución Nacional. Lo que permitió en ambos países y respecto a ambos líderes populares institucionalizar derechos y darle perdurabilidad formalizándolos.

En consecuencia, la formación de un estado de excepción no es razón sine qua non la permanencia al poder ejecutivo, o por lo menos no lo es si nos basamos en el decisionismo – y no en el neodecisionismo-. En el caso de estos líderes ambos generaron un estado de excepción que luego les permitió gobernar pero desde la arena más baja, surgidos de las bases sociales para instaurarse en el poder y ofrecer una nueva institucionalización que trajera legitimidad al original régimen.

Nuevamente se refuerza la hipótesis de libro “Estado de Excepción y Democracia en América Latina”: bajo condición de crisis estatal, económica y social sería posible establecer una correlación entre regímenes democráticos y estado de excepción.

 

 

 

Bibliografía

Benjamin, W., La dialéctica en suspenso. Fragmentos sobre la historia, traducción de Pablo Oyarzún, Santiago de Chile, Arces, 1995, pp. 45-68, Tesis 1, 2 y 8.

Biografías y Vidas, La Enciclopedia Biográfica en Línea, Madero, biografía, biografiasyvidas.com.

Encuentro, Sitios, Encuentro, Programas, Encuentro.gov.ar.

Ernesto Laclau, Consideraciones sobre el populismo latinoamericano, Cuadernos del Cendes, Año 23, Nº62, Tercera Época, mayo-agosto 2006.

Leiras Cesar Santiago, Estado de Excepción y Democracia en América Latina, Politeia, 2010, Homo Sapiens Ediciones.



[1] Cristina Fernández de Kirchner se refiere a Hipólito Yrigoyen, en la defensa que hizo en su juicio en Comodoro Py, como el primer presidente popular de la historia argentina por incorporar los derechos de la mayoría en un estado que hasta entonces era restrictivo (13 abril de 2016).

[2] el Partido Socialista invito a la clase obrera a mantenerse alejada de estas rencillas, que decían, eran promovidas por la sed desmedida de mando y mezquinas ambiciones.

[3] uno de los líderes clave del autonomismo oficialista, que para 1893 había sido apresado en Haedo por los revolucionarios.