Revista Nº21 "TEORÍA POLÍTICA E HISTORIA"
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RESUMEN:

El trabajo aborda los resultados de una investigación relacionada con la naturaleza de las polémicas relaciones interpersonales entre dos principales figuras de nuestra historia: José Martí y Antonio Maceo. Las mismas estuvieron realmente signadas por la tirantez, surgida a raíz del encuentro entre los dos próceres y Máximo Gómez, durante los preparativos del llamado Plan de San Pedro Sula y fomentadas después por terceras personas que, supuestamente en sus conversaciones, y en la correspondencia, avivaron dichas desavenencias y recelos con malintencionadas opiniones y tergiversados criterios, quedando evidenciado con la exposición de varios ejemplos. Luego de analizar la evolución de estos vínculos en sus diferentes momentos, se exponen los puntos de convergencia fundamentales en sus respectivos pensamientos, señalándose que no obstante las señaladas divergencias, ambos supieron echarlas a un lado ante las responsabilidades supremas emanadas de la patria, siendo en todo momento consecuentes con los más altos principios, subordinarlo todo a los fines revolucionarios hasta dar la vida en el empeño.

 

ABSTRACT

This work is about a research on the controversial relation between two main personalities of our history: José Martí and Antonio Maceo.  Their tense relationship was caused by the meeting between the two dignitaries and Máximo Gómez while San Pedro Sula Plan was being prepared and was also stimulated by third malicious people. After analyzing the way these ties evolved through different times, we will expose the main agreements in their thoughts. In spite of their differences, both of them could put them aside and favor patriotic responsibilities. Every time they obeyed the highest principles, the revolutionary goals until they finally died for them.

 

 


 

 

RELACIÓN ENTRE TITANES: ESTUDIO DE LA EVOLUCIÓN DE LOS VÍNCULOS PERSONALES ENTRE MACEO Y MARTÍ

                         

                                            Por: Waldo Barrera Martínez*

 

 

Introducción:

En la historiografía cubana ha constituido un tema recurrente el de las relaciones interpersonales entre José Martí y Antonio Maceo, aunque generalmente parcializado e incompleto. En lo que a este autor se refiere, muchas veces, sobre todo al confrontar las declaraciones de sus contemporáneos, tropezamos con no pocos criterios catalogándolas de difíciles. Dos testimonios significativos en tal  sentido constituyen los de Loynaz del Castillo, en sus Memorias de la Guerra y los del amigo del alma del Apóstol, Fermín Valdéz-Dominguez, en el Diario de Soldado.

Ha sido una práctica bastante frecuente la de exacerbar las virtudes de las grandes figuras del proceso revolucionario cubano hasta el punto del paroxismo, alejándolas de la realidad terrenal y llegando a convertir incluso los paradigmas en dioses inalcanzables. Se olvida a veces el hecho de que ante todo fueron seres humanos, de carne y hueso, y como hombres al fin, tuvieron las virtudes por las cuales en algunos casos saltaron a la inmortalidad, pero en ocasiones también no pocos defectos. No han escapado a esa realidad estas dos cimeras figuras del pasado histórico de nuestra nación.

Por otro lado, determinadas tendencias revisionistas, presentes principalmente en los enemigos de la Revolución Cubana y todo cuanto ella significa, han tratado de desvirtuar su legado atacando a estas y otras de sus personalidades históricas con el objetivo de socavar las bases ideológicas sobre las cuales sustentamos nuestros principios, poniendo por delante supuestos errores y defectos personales y minimizando la esencia de su real grandeza.

Quienes amamos por sobre todas las cosas esta tierra y su proyecto social, en primer lugar, vemos en todos nuestros próceres y especialmente en Maceo y Martí, soles inmensos en donde las manchas desaparecen frente a la intensidad de la luz. Pero intentamos, sencillamente, conservarlos tal como fueron, seres de este mundo, aunque excepcionales, que marcaron pautas y supieron jugar un rol determinante en la época que les tocó vivir; por ello han sido y serán eternos referentes y guías de acción, espejos para las pasadas, actuales y futuras generaciones.

En principio, concebimos para la presente investigación la idea de ir narrando y analizando en detalle mediante citas extraídas de las profusas fuentes documentales existentes la evolución de estos vínculos, pero a la altura de más de una docena de cuartillas nos dimos cuenta que sería imposible abordar tan complejo tema por ese camino. La amplia y necesaria riqueza de transcripciones lo hubiera hecho mucho más extenso; solo quedó, pues, el recurso de obviar muchos detalles y exponer de manera lo más sintética posible cuestiones para las que hubiera sido necesaria una muestra muchísimo más amplia, con la menor cantidad de citas posible para ajustarnos a los requerimientos del evento.

Desarrollo:

Cuando se estudia a profundidad nuestra historia patria, en el período comprendido entre la llamada Tregua Fecunda y los primeros meses de la Guerra del 95, un hecho salta a la vista: las relaciones entre dos de sus principales figuras: el Titán de Bronce –Lugarteniente General del Ejército Libertador–, y el Apóstol –fundador del Partido Revolucionario Cubano (PRC), primera estructura política nacional constituida para organizar una gesta libertaria, y su primer Delegado–, fueron tirantes y difíciles. A abundar en la génesis y evolución de estos vínculos en los diferentes momentos y hasta qué punto pudieron afectar en la práctica la consecución de los fines de la magna obra revolucionaria, va dirigido el presente trabajo.

El complejo proceso de desarrollo del fenómeno transita por diferentes etapas. Luego de su identificación, utilizamos las mismas para estructurar el contenido de la investigación:

  1. Reconocimiento mutuo (1882 a 1884)
  2. Rompimiento de Martí con el Proyecto de San Pedro Sula (1884 a 1890)
  3. Acercamiento (1888 a 1894)
  4. Nuevo deterioro de las relaciones (enero a mayo de 1895)

I Etapa: reconocimiento mutuo

Tras su evasión de España, a donde había sido deportado, Martí arriba a los EE.UU. en enero de 1880, incorporándose inmediatamente al Comité Revolucionario de Nueva York y dados sus extraordinarios dotes, comienza a ser reconocido poco a poco como uno de los asesores del separatismo en la emigración. Tomó parte en los preparativos de la llamada Guerra Chiquita.

Si evidentemente era bien conocido Maceo para él, por innumerables referencias sobre la actuación de este en la contienda de los Diez Años, no sucedía lo mismo de la otra parte. En los primeros años de la década de los ochenta del siglo XIX, no era aún nuestro Apóstol el reconocido escritor y periodista latinoamericano de los años posteriores, y como él mismo dice: “Tal vez, por mi odio a la publicidad inútil, ignore U. quien le escribe esta carta.”[1] Luego, con toda seguridad, la primera comunicación entre ambos fue esa carta, fechada el 20 de julio de 1882, dirigida a buscar apoyo para la reanudación de la lucha.

Transcurrieron, no obstante, los años 82 y 83 sin lograr de Maceo una resolución favorable. Aunque se mostraba firme en su devoción a la causa, estaba harto escarmentado de los meros arrebatos, manteniéndose por aquella época empleado como Comandante de Puerto Cortés y Omoa, en Costa Rica.

II etapa: Rompimiento de Martí con el Proyecto de San Pedro Sula

A fines de 1884, toma auge un nuevo proyecto insurreccional, el denominado Plan de San Pedro Sula, inspirado fundamentalmente por Gómez y acogido fervientemente por la emigración de Cayo Hueso. El Generalísimo y Maceo se dirigen a Nueva York, donde entablan relaciones con Martí, quien después de algunas reuniones, rompe con ellos.

El escritor Carlos Márquez Sterling, detalla pormenorizadamente lo sucedido en la mañana del sábado 18 de octubre de 1884, en el hotelito de Madame Grifou, donde se alojaba Gómez. Por su importancia transcribimos algunas líneas:

Martí le ha sido muy simpático al Caudillo, pero este ha cometido el error de tener siempre presente a Maceo en sus conversaciones. Debía comprender que en Martí hay madera de líder, no de subordinado, y ha venido figurando en orden muy secundario. El general por su parte ha observado que Martí se permite hacerle “muchas indicaciones inusitadas que no tienen a su juicio, razón de ser, y que corresponde hacerlas a quien se ha confiado la dirección de un asunto” (…).

Llegan Maceo y Martí. El Caudillo que no se ha levantado todavía los recibe enseguida, como es costumbre suya. Motivo de la visita: viaje a México.

Con juicio certero, Martí comienza a referirse al viaje. El general se siente mortificado, molesto y manoseándose el bigote, inclina la cabeza de lado. Hasta ahora ha sido blando con Martí, pero ya este va más lejos de aquellos límites, en que Máximo Gómez ha querido detenerlo. Sin embargo hay algo que mortifica más al general. El caso omiso que Martí está haciendo de Maceo que es el jefe de la misión. El incidente es rápido como un relámpago. Y como el relámpago solo ha de preceder al trueno.

(Martí, continuando): “al llegar a México y según el resultado de la comisión…”

(Gómez, que ya no puede contenerse:) “Vea Martí, limítese a lo que digan las instrucciones y en lo demás el general Maceo hará lo que deba hacerse”.

Y Máximo Gómez, al que un criado le avisa que tiene el baño preparado, se aleja con una toalla al hombro…

Maceo está apenado; interviene un poco cohibido. Pretende darle a entender a Martí, “que ellos debían considerar la guerra de Cuba como una propiedad de Máximo Gómez, en la que nadie debe intervenir y la que debía dejársele totalmente en sus manos”.

Cuando Gómez regresa del Baño, Martí (ha tenido la virtud de esperarlo), se despide de un modo afable y cortés.

Pero Maceo no se engaña. “General –le dice a Gómez– ese hombre se va disgustado con nosotros…”

Disgustado no es precisamente la definición que cuadra al estado de ánimo de Martí. Disgustado es poca cosa. Cuando sale de allí, no sabe a punto fijo cual es su pensamiento central. Su cerebro atraviesa en estos instantes por el vacío que produce un golpe inesperado, en el que todas las ideas se agolpan de pronto sin permitir el dominio absoluto del raciocinio completo (…)

1884 es un año aciago en la vida de Martí. Desilusiones matrimoniales lo abaten. Desilusiones de familia lo entristecen.

Todo por la patria. Y ahora el que tiene la patria en sus manos, lo ha herido profundamente.

Para ir penetrando en el pensamiento del general, Martí ha hecho enormes esfuerzos. Positivamente, aunque sus cartas, sus artículos, sus palabras y su trato dulce y afable, revelen una modestia exagerada, esta no es la opinión que él tiene de sí mismo. Por eso esta orden seca, estrictamente militar que estruja su sentido civil, le ha hecho el efecto, ni más ni menos, de un latigazo en todo lo que él tiene de ciudadano de una nación que cree llevar consigo a todas partes.

Cuando llega a su casa ha tomado una resolución dificilísima. Romperá con el general Gómez.

Deja transcurrir dos días para que esta determinación tan grave, influenciada por su dolor, no esté inspirada en la ofuscación. Táctica inútil, pero así que la cree madura toma la pluma para escribirle a “su distinguido general y amigo”.[2]

Debemos aclarar que el rompimiento del Apóstol con este Proyecto, por sobre todas las cosas, significó la ruptura con los métodos inadecuados de hacer la guerra, por problemas organizativos, de estrategia, de táctica, nunca como consecuencia de la desavenencia personal con Gómez o Maceo, como no pocos han apuntado, Márquez Sterling incluido –si bien este pudo ser el detonante de la decisión–, algo que explica muy bien Martí en su misiva a Gómez, el 20 de octubre. Pensar de otra forma significa desconocer la historia, el carácter y la inteligencia del “más universal de los políticos cubanos”.

La principal diferencia en cuanto al enfoque práctico de la idea de la guerra entre Gómez-Maceo, de un lado, y Martí del otro, radica en que los primeros asumieron la confrontación bélica inevitable contra España, hasta la formación del PRC, a partir de un criterio espontaneísta; por tal motivo no cejaron en su empeño de fomentar levantamientos armados, sobre todo Maceo, o los apoyaron incondicionalmente –experiencia de la Guerra Chiquita, expediciones de Ramón Leocadio Bonachea, Limbano Sánchez y Panchín Varona, todas concluidas en fracasos.

Martí, sin embargo, veía la guerra –desde las mismas labores preparatorias de la Guerra Chiquita– como una acción coordinada, unitaria, general, libre de todos los lastres del 68 y a partir de tales concepciones, a la consecución de esos fines, dirigió todos sus esfuerzos. No menos cierto es, también, en honor a la verdad, que los primeros estuvieron siempre conscientes de la importancia de estas ideas pero solo un político de la talla de Martí lograría llevarlas a vías de hecho.

En lo referente a Maceo, todas las fuentes consultadas señalan que este intentó aplacar a Martí y subsanar el incidente, como se aprecia en el relato. La causa principal para la separación del Apóstol del Proyecto no parece haber estado motivada en modo alguno en la conversación con el general Antonio, aunque los criterios emitidos por este, en ausencia de Gómez, evidentemente contribuyeron a la determinación del Apóstol. El Titán de Bronce, poco tiempo después regresaría a Costa Rica.

Todo indica que la predisposición de Maceo hacia Martí surge como resultado de la negativa influencia ejercida sobre su persona por terceras personas que, supuestamente en las conversaciones o mediante correspondencia, avivaron las desavenencias y recelos con malintencionadas opiniones y tergiversados criterios sobre Martí, de lo cual son prueba fehaciente varias de las cartas cruzadas que nos fue posible consultar en la literatura publicada y en otros materiales inéditos conservados en la Oficina de Asuntos Históricos del Consejo de Estado. A manera de ejemplos, no los únicos, procedemos a transcribir fragmentos de algunas de estas misivas:

Carta inédita enviada por el Titán de Bronce, a Juan Arnao y Alfonso[3], fechada en N. Orleans, el 14 de junio de 1885:

Sensible es por todos conceptos el conocimiento de los hechos, que existentes hoy, pretenden oscurecer el limpio horizonte de nuestros trabajos preparatorios, triste verdad (…) qué importa pues la doblez y falsía de unos pocos, si se cuenta con la abnegación y probado patriotismo de los más ¿Acaso admiten paralelo, por más, que a todos los prohíje el mismo suelo? Mas, poco importa; sin ellos y contra ellos nuestra obra se realiza, sin que basten a impedirlo sus maquiavélicos planes que basan en la infamia y la calumnia. Concretando especial y determinadamente estos comentarios a un solo individuo, que lo designaremos Dr Martí, debo agradecerles los antecedentes que relativos a su conducta Ud. ha tenido la bondad de proporcionarme: también al amigo Rubiera, he de agradecerle igual servicio. Conocidas como son las retrógradas tendencias del amigo que nos ocupa debe Ud. procurar el consenso de los que, amantes de su Patria, aspiren al bien de ella, para que unidos así combatan en todos los terrenos tan fatal elemento.[4]

La misiva de Juan Arnao, publicada en el Epistolario de Héroes, de Gonzalo Cabrales, curiosamente aparece incompleta, faltando el fragmento donde supuestamente debió referirse al asunto.[5]

Otro ejemplo, la carta enviada por el doctor J. M. Párraga[6], fechada en New York, el 10 de junio de 1885:

Ocho meses tiene de constituida la “Asociación de Socorros de N. York” y durante el tiempo transcurrido, tanto los asociados como su Directiva, han permanecido en la inacción a causa de susceptibilidades infundadas que Uds. conocen.

(…) Siento manifestarle que el amigo Martí se ha inutilizado así mismo con respecto a la Colonia; su carácter y sus actos, le han creado antipatía entre todos los que le eligieron Presidente de la “Asociación Cubana de Socorros” en la noche del 15 de Octubre del 84 y como es natural, su deposición –si no renuncia, –será inevitable, yo lo siento, más lo creo conveniente, porque el amigo Martí no trabaja, ni deja trabajar, según dicen sus compañeros de directiva.[7]

A nuestro entender, tales influencias jugaron un fundamental, aunque negativo papel en la percepción de Maceo con relación a Martí, teniendo estas una significativa repercusión en el futuro.

Vistos los hechos hasta aquí someramente descritos, podemos afirmar que las relaciones entre ambos se tornan agrias a partir de la postura de oposición de Martí a los planes insurreccionales de Maceo y Gómez, en 1884-85, perfectamente comprensibles y explicitadas en la bien conocida misiva al generalísimo, y la incidencia de varios de sus compatriotas en la emigración que contribuyen a fomentar la desidia y la imagen negativa que poco a poco se va formando el Titán de Bronce sobre el Apóstol.

III Etapa: acercamiento

Durante la investigación no encontramos evidencias documentales de contactos mutuos entre ambos hasta 1888, cuando en fecha 4 de enero, Maceo escribe a Martí e estos términos:

Hoy como ayer pienso que debemos los cubanos todos, sin distinciones sociales de ningún género, deponer ante el altar de la patria esclava y cada día más infortunada, nuestras disensiones todas y cuantos gérmenes de discordia hayan podido malévolamente sembrar en nuestros corazones los enemigos de nuestra noble causa.[8]

La próxima evidencia data de 1891, cuando aparece fechada en Nueva York, el 24 de julio, una carta de Martí a Maceo, dándole acuse de recibo a las misivas de este último con fecha 25 de junio y el 7 de julio Se despedía del Titán en estos términos: “Cuídese haciendo su negocio lo más alejado posible de la política de esos países (se refiere a Jamaica y Haití) y cuente con su antiguo amigo”.[9]

Posteriormente hay otra del Maestro, fechada también en New York, pero en 1893, el 1ro de febrero. En ella le ofrece un grupo de pertrechos de guerra para una eventual expedición a Cuba. Termina la misiva en estos términos: “¡Qué elocuente carta me mandó Ud. sobre la querida viejecita! (se refiere a Mariana Grajales) La he leído mucho. ¿No dejó a Patria sobre ella? Su amigo, José Martí”.[10]

De los documentos anteriores inferimos que aún antes del 24 de julio de 1891 estaban restablecidos sus vínculos, quedando al menos suavizadas las tensiones mutuas, aunque al parecer no habían vuelto a encontrarse.

De acuerdo a sus temperamentos, la forma en la cual se asume uno al otro, es diferente. Al estudiar la correspondencia, salta a la vista que Maceo, de naturaleza fogosa, de carácter violento, es más directo y espontáneo, dice lo que piensa y cómo lo piensa; sin embargo, Martí es más medido, tiene el arte de saber cómo dirigirse a cada persona, en qué forma, cómo llegarle.

Ya constituido el PRC, se da a la tarea de atraer los esfuerzos de la vieja dirigencia revolucionaria. Luego de reunirse con Máximo Gómez, en Santo Domingo, donde le comunica la decisión de los clubes revolucionarios de asignarle el cargo de máximo jefe del Ejército Libertador, en septiembre de 1892, el viejo general le encomienda entrevistarse con Maceo y otros patriotas en Costa Rica para sumarlos al proyecto.

Martí, enfermo, desde Nueva York, escribe al general Antonio, el 25 de mayo de 1893, anunciándole su llegada a Puerto Limón, entre el 15 y el 30 de junio, en términos afectuosos:

Ardo en deseos de verlo. Ya le escribí de Nueva Orleans, a Ud. y a Flor. Ya sé que Ud. me conoce el alma bien, y que solo espera de ella lealtad y cariño. Con igual tesón vigilo por nuestra Patria, donde no hay problema que no se pueda resolver con honor y justicia, –y por la gloria de los que la han creado con sus servicios. Precisamente tengo ahora ante los ojos “La Protesta de Baraguá” que es de lo más glorioso de nuestra historia. Ud. sabrá algún día para lo que vive este amigo de Ud. (…) Espéreme con los brazos abiertos, que ya yo sé por mi cuenta que lo único que pudiera faltar a Ud. es la ocasión, que ahora se renueva de mostrarse grande.[11]

De los resultados finales del encuentro habla el delegado del PRC a Gómez, en carta fechada el 29 de agosto:

Yo, que no pongo prisa en censurar ni en absolver, tengo gusto grande en decirle, uniendo la prudencia al natural deseo de hallar buenos a los hombres, que Ud. y yo debemos estar contentos de la aceptación plena y afectuosa por el general Maceo de la parte de obra que considera Vd. como natural de él, y que él acogía de antemano en la carta que envió a esperarme a Puerto Limón. Lo traté con la verdad angustiosa y honda que está en mí, y no creo engañarme al decirle que él, y lo que lo rodea, está pronto a ocupar su puesto en el pensamiento general, y a ocuparlo con entusiasmo y fe.[12]

IV Etapa: Nuevo deterioro de las relaciones

Cuando todo parecía estar ya en la normalidad, otro incidente viene a oscurecer una vez más los vínculos. Este se produce al fracasar el Plan de la Fernandina, brillantemente y en secreto preparado por Martí con los modestos esfuerzos de la emigración cubana, el 12 de enero de 1895. Como parte del proyecto, se preveía una embarcación para recoger a Maceo, Flor Crombet, Agustín Cebreco y otros patriotas en Costa Rica y conducirlos a las costas orientales de Cuba. La detención de la expedición por las autoridades yanquis debido a la intervención de la Agencia de detectives de Allan Pinkerton, al servicio del gobierno español, debido a una lamentable indiscreción, dejaba a los patriotas sin barcos, ni armas, ni dinero. No obstante, el fatídico suceso sirvió para demostrar cómo Martí había logrado, reuniendo centavo a centavo, algo tan concreto y difícil como fletar tres vapores cargados de armas. La empresa, de no haberse malogrado, hubiera permitido desatar la revolución simultáneamente en toda la Isla, con un impulso incontenible. Gracias a los ingentes esfuerzos legales, lograr recuperar las armas, nada más.

Martí escribe a Maceo, el 19 de enero, explicándole lo sucedido y pocos días después lo vuelve a hacer, ofreciéndole el envío de $ 2000.00, todo cuanto podía, para que se agenciara un velero con armas y viajara a Cuba. Pero el Titán le responde necesitar $ 6000.00 para poder movilizar su colonia. Flor Crombet, sin embargo, desde Panamá, asegura poder salir con una cantidad menor. El momento no permite ya demasiadas contemplaciones. Como Maceo es indispensable, ordena a Benjamín Guerra, el Tesorero del Partido, despachar el dinero a Flor y escribe a Antonio con la mayor delicadeza posible para tratar de convencerlo. Dicha comunicación, evidentemente por la natural demora del correo en esa época, llega después de conocer Maceo la decisión por otras vías, circunstancia que contribuyó todavía más al encono de este.

Aquí hacemos un alto para referirnos a las discrepancias entre Maceo y Flor Crombet, cuyos vínculos personales en ese momento no eran tampoco para nada cordiales. La diferencia se había originado en agosto de 1886, en ocasión de una reunión privada, en Kingston, Jamaica, relacionada con el movimiento libertario, donde participaban junto a otros patriotas. Allí, en un momento de acaloramiento, Flor ofende de palabra a Maceo y este le pide una disculpa que no recibe. Se concierta un duelo a muerte para el otro día pero finalmente no se realiza dadas las implicaciones que un hecho de tal naturaleza pudiera tener para la causa cubana. Gracias a la mediación de otros revolucionarios, pactan su posposición para el fin de la guerra. En ese estado de cosas, el Titán de Bronce debió embarcar rumbo a Cuba a bordo de una expedición dirigida por Crombet, quien pasó a recogerlo por Costa Rica. Arribaban a las costas de Duaba, el 1 de marzo de 1895. Fácil será entender entonces cómo vino este incidente a enturbiar, una vez más, los sentimientos de Maceo hacia Martí.

El último capítulo conocido de esta historia se produce días después del desembarco por Playitas de Cajobabo de Gómez y Martí, junto a otros cuatro patriotas, el 5 de mayo, en el ingenio La Mejorana. El mejor testimonio lo da el propio Maestro en su Diario de Campaña:

5.-Maceo nos había citado para Bocuey, a donde no podremos llegar a las 12, a la hora a q. nos cita (…) Vamos, –con la fuerza toda. De pronto, unos jinetes. Maceo (…) Salió a buscarnos, porq. tiene a su gente de marcha (…) Maceo y G. hablan bajo, cerca de mí: me llaman a poco, allí en el portal: q. Maceo tiene otro pensamiento de gobno: una junta de los generales con mando, por sus representantes, –y una Secretaría Gral.:–la patria, pues, y todos los oficios de ella, que crea y anima el ejército, como secretaría del ejército. Nos vamos a un cuarto a hablar. No puedo desenredarle a Maceo la conversación: ¿”pero V. se queda conmigo o se va con Gómez?” Y me habla, cortándome las palabras, como si fuese yo la continuación del gobierno leguleyo, y su representante. Lo veo herido– “lo quiero –me dice– menos de lo q. lo quería” por su reducción a Flor en el encargo de la expedición, y gasto de sus dineros. Insisto en deponerme ante los representantes q. se reúnan a elegir gobierno. No quiere q. cada jefe de Operaciones mande el suyo, nacido de su fuerza: él mandará los cuatro de Oriente: “dentro de 15 días estarán con Vds.–y serán gentes q. no me las pueda enredar allá el Doctor Martí”.–En la mesa, opulenta y premiosa, de gallina y lechón, vuélvase al asunto: me hiere, y me repugna: comprendo q. he de sacudir el cargo, con q. se me intenta marear, de defensor ciudadanesco de las trabas hostiles al movimiento militar: Mantengo, rudo: el Ejército, libre,–y el país, como país y con toda su dignidad representado. Muestro mi descontento de semejante indiscreta y forzada conversación, a mesa abierta, en la prisa de Maceo por partir (…) A caballo, adiós rápido. “Por ahí se van Vds.”–y seguimos, con la escolta mohína; ya entrada la tarde, sin asistentes (…) sin rumbo cierto, a un galpón del camino, donde no desensillamos. Van por los asistentes: seguimos, a otro rancho fangoso, fuera de los campamentos, abierto a ataque (…) Y así, como echados, y con ideas tristes, dormimos.[13]

Al parecer, en desagravio a lo ocurrido el día anterior, Maceo invita a Martí y Gómez a visitar su campamento y los presenta a la tropa. Las páginas del Diario de Campaña del Apóstol, correspondientes específicamente a esa fecha, misteriosamente desaparecieron sin que hasta hoy se conozcan las circunstancias del hecho. No obstante, en carta a Carmen Miyares, el 9 de mayo de 1895, reseña el hecho: “¡Qué entusiasta revista la de los 3000 hombres de a pie y a caballo que tenía a las puertas de Santiago de Cuba!”. Sería este el último encuentro de los dos grandes hombres.

En cuanto a la incomprensión por parte de Maceo de la concepción martiana de república, somos del criterio de que en La Mejorana este no había logrado percibir aún que las dificultades emanadas de la autoridad de la República en Armas del 68 no habían estado precisamente en el hecho de contar con un gobierno civil en medio de la guerra, sino en la forma en la cual ese gobierno desempeñó su mandato. No obstante, pronto comprendió su error, y el 14 de julio de 1895, le escribía desde su cuartel general, en Santa Gertrudis, a Bartolomé Masó:

A su ilustradísimo criterio no se escapará la importancia de todas las consideraciones que le hice y acabo de significarle ahora; pues si bien es verdad que a la llegada del general Gómez y Martí, creía un lujo prematuro la formación de gobierno, también lo es que lo crea hoy de imperiosa necesidad.[14]

Un elemento que no podemos perder de vista a la hora de enjuiciar el desarrollo de las conflictivas relaciones entre los dos próceres es que no tuvieron la oportunidad de contactos cercanos  durante un tiempo prudencial para poder llegar a compenetrarse y comprenderse mutuamente, para limar asperezas, como sí sucedió con Gómez.

No encontramos realmente durante la investigación otra esencia a las diferencias; no obstante, cuando analizamos los puntos de convergencia en sus respectivos pensamientos y acción, saltan a la vista innumerables y trascendentales coincidencias, entre otras muchas las siguientes de especial significación:

1.   La necesidad de la independencia de Cuba, tanto de España como de los EE.UU.

2.   El peligro que encierran el autonomismo y el anexionismo para la causa de la revolución.

3.   La necesidad del mantenimiento de relaciones amistosas con el resto de las naciones del mundo, especialmente con las latinoamericanas.

4.   El enfoque antirracista de la revolución.

5.   La necesidad de la formación de un partido político para fomentar y auxiliar la guerra. Desde mucho antes del nacimiento del PRC, en 1886, Maceo le hablaba ya a José A. Rodríguez de la idea de un “Partido Independiente”[15] para esos fines.

6.   “La unión cordial, franca y sincera de todos los hijos de Cuba” fue el ideal de sus espíritus y el objetivo de sus esfuerzos.[16]

7.   Consideraban que una vez alcanzada la total independencia, no existía forma alguna de gobierno más adecuada ni conforme al espíritu de la época, que la republicana y democrática.

8.   Concepción de la guerra como un plan combinado.

9.   El odio a la dominación española, nunca al ciudadano español.

La relación sería demasiado extensa, por ello paramos aquí la enumeración.

Un último elemento debemos resaltar: no obstante las señaladas divergencias de carácter meramente personal, ambos supieron dejarlas de lado ante las responsabilidades supremas emanadas de la patria –como se aprecia en la carta de Maceo a Martí, fechada el 4 de enero de 1888, anteriormente citada–, ser consecuentes con sus principios, subordinarlo todo a los fines revolucionarios hasta dar la vida en el empeño, de ahí su indiscutible, trascendental e imperecedera grandeza.

Hasta aquí la exposición de los resultados de nuestro trabajo, cuya novedad y aporte científico radica en el enfoque integral e imparcial del asunto, a través de la visión de estos dos héroes como seres humanos desde la perspectiva de cuanto significan para la historia de la Revolución Cubana. Puede servir como herramienta de conocimiento muy útil a la hora de abordar su vida y obra con todos los matices en nuestras aulas.

Conclusiones:

Con los elementos apuntados anteriormente, consideramos posible plantear, a manera de conclusiones que:

  1. si bien entre Martí y Maceo, en sus relaciones interpersonales, existió una indiscutible incomprensión y tirantez, signada por accidentados acontecimientos, pero fundamentalmente influenciadas por terceras personas que, supuestamente en las conversaciones o mediante la correspondencia, avivaron las desavenencias y recelos con malintencionadas opiniones y tergiversados criterios, en el sentido más importante, en el de los principios, en sus concepciones sobre la estrategia revolucionaria, primó siempre una unidad absoluta y eso es lo más importante.
  2. Un propósito supremo guiaría y mantendría los vínculos interpersonales en todo momento, a pesar de las desavenencias: los esfuerzos por lograr la independencia de Cuba del colonialismo español.
  3. Para nada, la realidad de estas relaciones obstaculizaron ni empañaron el gran proyecto de liberación nacional encabezado por ellos y en el cual muy tempranamente perdieron la vida, apenas comenzada la llamada Guerra Necesaria.

Lo otro no nos cabe a nosotros el derecho de juzgarlo hoy, con la óptica de nuestros días. Censurar sus conductas en medio de las difíciles realidades de la lucha por hacer libre a la patria, en condiciones bien diferentes a las actuales, es cuanto menos reprochable.

BIBLIOGRAFÍA CONSULTADA:

1.      BARRERA MARTÍNEZ, WALDO: Ponencia: José Martí, el Partido Revolucionario Cubano y la Revolución de 1895. V Taller Regional de Estudios Martianos de Occidente del MININT, 1997.

2.      CABRALES NICOLARDE, GONZALO: Epistolario de héroes. Cartas y otros documentos. Editorial de Ciencias Sociales, La Habana, 1996.

3.      COLECTIVO DE AUTORES DEL DEPARTAMENTO DE HISTORIA DE CUBA, FACULTAD DE FILOSOFÍA E HISTORIA DE LA UNIVERSIDAD DE LA HABANA: Metodología de la investigación histórica.

4.      Copia fotostática de los manuscritos originales de dos cartas inéditas de Antonio Maceo dirigidas a Juan Arnao, New Orleans, junio 5 y 14 de 1885, existentes en la Oficina de Asuntos Históricos del Consejo de Estado.

5.      DE QUEZADA Y MIRANDA, GONZALO: Papeles de Martí (Archivo de Gonzalo de Quezada). Imprenta “El Siglo XX”, La Habana, 1935.

6.      FRANCO, JOSÉ LUCIANO: Antonio Maceo. Apuntes para una historia de su vida. Editorial de Ciencias Sociales, La Habana, 1975.

7.      GARCÍA PASCUAL, LUIS: Entorno Martiano. Ediciones Abril, Ciudad de La Habana, 2003.

8.      HIDALGO PAZ, IBRAHÍM: El Partido Revolucionario Cubano en la Isla. Editorial de Ciencias Sociales, La Habana, 1992.

9.      LOYNAZ DEL CASTILLO, ENRIQUE: Memorias de la guerra. Editorial de Ciencias Sociales, La Habana, 1989.

10.   Manuscrito original de una entrevista incompleta e inédita supuestamente realizada a Antonio Maceo, de procedencia desconocida, sin fecha ni lugar de realización, existente en la Oficina de Asuntos Históricos del Consejo de Estado. No se consigna el nombre del reportero ni el órgano de prensa al cual representaba.

11.   MAÑACH, JORGE: Martí el Apóstol. Editorial de Ciencias Sociales, La Habana, 1990.

12.   MARTÍ, JOSÉ: Diarios de campaña. Edición crítica. Casa Editora Abril, Ciudad de La Habana, 1996.

13.   MARTÍ, JOSÉ: Epistolario. Editorial de Ciencias Sociales, La Habana, 1993.

14.   MARTÍ, JOSÉ: Obras Completas. Editorial Nacional de Cuba, La Habana, 1963.

15.   MARTÍNEZ CASTELLS, JULIÁN: Antonio Maceo. Documentos para su vida. Homenaje del Archivo Nacional de Cuba al Lugarteniente General del ejército Libertador en el centenario de su nacimiento 1845-1945, La Habana, 1945.

16.   ROIG DE LEUCHSENRING, EMILIO: Antonio Maceo. Ideología y política. Cartas y otros documentos. Editorial Nacional del Centenario de su Nacimiento, La Habana, 1950.

17.   SOUZA, BENIGNO: Máximo Gómez el generalísimo. Editorial de Ciencias Sociales, La Habana, 1986.

18.   TORRES-CUEVAS, EDUARDO Y LOYOLA VEGA, OSCAR: Historia de Cuba 1492-1898. Formación y Liberación de la Nación. Editorial Pueblo y Educación, Ciudad de La Habana, 2001.

19.   VALDEZ-DOMÍNGUEZ, FERMÍN: Diario de soldado. Centro de Información Científica y Técnica, Universidad de La Habana, La Habana, 1972.

20.   ZAMORA CÉSPEDES, BLADIMIR: Papeles de Panchito. Editorial Abril, Ciudad de La Habana, 1988.

* Datos del autor: Lic. Waldo Barrera Martínez, especialista general del Centro de Ideoinformática (CIDI) de la Universidad de las Ciencias Informáticas. Autopista San Antonio de los Baños, km 1 1/2, Torrens, Boyeros, Cuba. E-mail: wbarreram@uci.cu, wbarreram@yahoo.es. Teléfono 8358285

 



[1] Carta de Martí al general Antonio Maceo, N. York, 20 de julio de 1882, en José Martí: Epistolario. Editorial de Ciencias Sociales, La Habana, 1993, Tomo I, pp. 236.

[2] Gonzalo Cabrales: Epistolario de héroes. Editorial del Ciencias Sociales, La Habana, 1996, pp. 225-228.

[3] Juan Arnao y Alfonso (1812-1901). Natural de Matanzas, participó en la conspiración de la Mina de la Rosa Cubana, en 1848 y apoyó el desembarco de Narcizo López. En 1850, en un encuentro con las tropas españolas, es gravemente herido y enviado a la cárcel. Al estallar la Guerra del 68, forma parte de la frustrada expedición del vapor Lillian, en 1869. Más tarde, se traslada hacia los EE.UU., donde es venerado por la emigración cubana. Luego de limar sus asperezas con Martí, fue una de las figuras principales en el proceso de fundación del PRC. Terminada la Guerra de Independencia, retornó a la patria y estableció en Guanabacoa, donde años después murió.

[4] Copia fotostática del manuscrito original de la carta firmada por A. Maceo y fechada en N. Orleans, en junio 5-1885, consultada por el autor. Archivo de la Oficina de Asuntos Históricos del Consejo de Estado. Subrayados del Autor.

[5] Carta de Juan Arnao al Mayor General Antonio Maceo, 6 Fulton St. Brooklyn, junio 10 de 1885, en Gonzalo Cabrales: Ob. Cit., pp. 229-231.

[6] José Miguel Párraga y Fernández (?-1892). Natural de La Habana, fue discípulo de José de la Luz y Caballero en el colegio El Salvador, de donde pasó a la Universidad de La Habana, cursando allí estudios de medicina. En 1868, encontrándose en el sexto año de la carrera, abandona los estudios y embarca hacia Nueva York con el propósito de sumarse a la lucha. Poco después tomó parte en la expedición del Perrit, que desembarcó en las costas orientales en mayo de 1869. Durante ocho años se mantuvo en la manigua peleando y curando a los heridos y enfermos, hasta que en 1877, ya con los grados de coronel, enfermó en la Ciénaga de Zapata y fue hecho prisionero. Deportado a España, en la ciudad de Barcelona, realizó un examen de la carrera que aprueba con resultados sobresalientes, obteniendo el título de medicina. Luego viajó a Nueva York, donde conoció a Martí. Cuando Maceo y Gómez arriban a esa ciudad, en 1884, con el nuevo proyecto insurreccional, se convierte en uno de sus más activos colaboradores. En 1887, Martí, en unión de varios cubanos residentes en la referida metrópoli, crea una Comisión Ejecutiva para intentar un nuevo movimiento libertador en Cuba, dirigiendo una extensa comunicación a los principales jefes de la pasada contienda para conocer sus opiniones; en esa comisión, Párraga fungía como secretario. Participó en las conmemoraciones del Diez de Octubre que Martí organizaba en Nueva York. Falleció en Brooklyn.

[7] Carta del Dr. J. M. Párraga al Gral. José Antonio Maceo, New York, junio 10-1885, en Gonzalo Cabrales: Ob. Cit., pp. 228 y 229.

[8] Carta de Antonio Maceo a José Martí, en Emilio Roig de Leuchsenring: Antonio Maceo. Ideología y política. Cartas y otros documentos. Edición nacional del Centenario de su nacimiento, La Habana, 1950, Vol. I, pp. 373.

[9] Carta de José Martí al Sr. Gral. Dn. Antonio Maceo, New York, julio 24-1891, en Gonzalo Cabrales: Ob. Cit., pp. 289.

[10] Carta de José Martí al Sr. General Antonio Maceo, New York, 1º. de febrero de 1893, en Gonzalo Cabrales: Ob. Cit., pp. 14-15.

[11] Carta de José Martí al Sr. General Antonio Maceo, New York, mayo 25 de 1893, en Gonzalo Cabrales: Ob. Cit., pp. 15-16.

[12] Carta de Martí al Sr. General Máximo Gómez, New York, 29 de agosto de 1893, en José Martí: Epistolario. Editorial de Ciencias Sociales, La Habana, 1993, Tomo III 1892-1893, pp. 393.

[13] José Martí: Diarios de campaña. Casa Editora Abril, 1996, pp. 290-294.

[14] Carta de Antonio Maceo a Bartolomé Masó, Cuartel General, Santa Gertrudis, 14 de julio de 1895, citada por Benigno Souza: Máximo Gómez el generalísimo. Editorial de Ciencias Sociales, La Habana, 1986, pp. 140.

[15] Carta de Antonio Maceo a José A. Rodríguez, Kingston, noviembre 1 de 1886, en Emilio Roig de Leuchsenring: Ob. Cit., pp. 359.

[16] Carta de Antonio Maceo a José Martí, Bajo Obispo (Istmo de Panamá), 4 de enero de 1888, en Emilio Roig de Leuchsenring: Ob. cit, pp. 374.